𝟬𝟬𝟭 tickets to my downfall
CAPÍTULO UNO: TICKETS PARA MI RUINA.
Yusuki Kouko no era ingenua. Ella sabía que la atención que recibía constantemente se debía solo a su apariencia. Pero, tampoco podía reclamar mucho. No cuando su mente está un poco retorcida, cuando su alma nunca deja de llora y está en duda de si realmente posee un corazón. La realidad era que lo único hermoso de ella era el envase de su alma, y el resto dejaba mucho que desear.
Tal vez no se merecía el amor. Pero ella lo tomaría de todas formas.
Su carcajada con un tinte coqueto resonó a través de la mansión Sakamaki, inundando hasta los lugares más recónditos y casi olvidados. Porque estaba hambrienta por atención y sabía que el hecho que Laito Sakamaki se encontraba en su habitación, brindándole una sonrisa lobuna y casi devorándola con la mirada, solo provocaría que más hermanos se unieran a su pequeña reunión.
Si no era Ayato con sus celos, sería Reiji para regañarla por su comportamiento... o tal vez Kanato iría a pedirle que dejara de tontear con su hermano y jugara con él, o Shu le reclamaría que quería dormir. Incluso Subaru podría llegar a aparecer, listo para repartir un par de golpes y quejarse de la chica de pelo rosa porque, para ser honestos, se llevaban para la mierda.
Sin embargo, nadie vino. Lo que solo llevó a Yusuki a agudizar su audición para descubrir dónde estaban. ¿Qué podrían estar haciendo que fuera tan importante? Su paciencia se estaba acabando. Estaba a punto de propinar un grito, sabiendo que eso definitivamente captaría la atención de todos. Ese era su último recurso. Sin embargo, entonces escuchó a Reiji y Ayato.
Su malhumor cesó inmediatamente, y fue reemplazado por curiosidad. Aparentemente, una humana había llegado a la mansión, aclamando que estaría quedándose con ellos hasta nuevo aviso.
Por otro lado, Laito no encontró la noticia ni la mitad de intrigante como la chica. Sino que aprovechó la distracción para poder tener de una vez por todas a Yusuki para él solo. Sin interrupciones. Sin molestias. Su sonrisa solo creció al acercarse a ella, comenzando a acariciar sus brazos con un cuidado como si fuera de cristal.
Yusuki seguía concentrada en la conversación del piso de abajo mientras Laito avanzaba sobre ella. Sus manos subieron por sus brazos hasta llegar a sus hombros, donde se detuvieron por un par de segundos antes de comenzar a bajar las tiras de su vestido lentamente. No obstante, no pudo terminar de hacerlo porque fue empujado por la vampira, cayéndose del borde de la cama mientras Yusuki se acomodaba el vestido antes de desaparecer. Desde su lugar en el suelo, el pelirrojo bufó, escuchando perfectamente a la chica hablarle melosamente a su hermano.
La vampira se lanzó sobre las piernas de Ayato, quien estaba sentado sobre el sofá del que se había adueñado porque parecía un trono. El pelirrojo la miró, una sonrisa se dibujó en su rostro. Yusuki inmediatamente le devolvió el gesto.
No podía explicarlo. Sabía que no tenía ninguna lógica. No obstante, cada vez que Ayato la miraba, la hacía sentir un poco menos vacía. No sabía el por qué, y francamente tampoco le interesaba tanto averiguarlo. Se acercó a él y unió sus labios, y pudo jurar que sintió algo golpear contra su pecho... (¿su corazón?)
—Ayato, Yusuki —regañó Reiji, y ellos se separaron y giraron sus cabezas para mirarlo—. Sus cosas en su habitación.
Ayato soltó un bufido en respuesta, pero igualmente obedeció y no siguió besando a la chica que se encontraba sobre sus piernas. La pelirosa se limitó a sonreír porque, honestamente, se comportaba de esa forma solo para ser regañada. Después de todo, el interior de su precioso envase estaba vacío y solo podía llenarlo con atención.
Al posar sus ojos sobre la humana, sus ánimos cambiaron. Su sonrisa se tornó siniestra, y sus ojos brillaron rojos mientras la observaba de arriba a abajo—. Y, ¿quién eres tú? —inquietó. Inspiró ligeramente por la nariz, y el exquisito aroma de su sangre inundó sus fosas nasales.
La sonrisa se desvaneció. Su mandíbula se tensó al sentir los colmillos haciendo presión contra sus labios, y sus ojos se oscurecieron. Curioso. La última vez que había experimentado la sed a tal nivel había sucedido mucho tiempo atrás. De vuelta a cuando era más joven, e incluso más impulsiva. De hecho, había sido hace tanto que incluso le resultaba extranjera aquella sensación en su garganta. Pero no había duda que era algo que no había anhelado.
Se esforzó en disimular su incomodidad, no queriendo dejar que ninguno de los vampiros se percatara de su repentina debilidad. De tanto alimentarse de bolsas de sangre, ya había olvidado lo que se sentía hundir sus dientes en la piel humana.
Yusuki se levantó y apareció justo frente a la chica, quien soltó un pequeño chillido ante la sorpresa. Shu giró la cabeza desde su posición sobre el sofá, repentinamente interesado en la situación. Una nueva adrenalina recorrió el cuerpo de la pelirosa, hambrienta por ser el foco de atención.
Reiji acomodó sus gafas sobre el puente de su nariz, observando a la chica con sus ojos entrecerrados en rendijas—. Yusuki —advirtió.
—Shh —siseó la vampira, tomando a la humana por los hombros—. Todo va a estar bien —musitó, acariciando su piel de porcelana. Era tan suave, tan cálida, tan tentadora. Entonces, antes que alguien pudiera detenerla, giró a la chica entre sus brazos y hundió sus colmillos en su cuello.
Su cuerpo fue golpeado por el éxtasis puro. Había olvidado lo que era tomar la sangre directamente de su empaque, pero ahora estaba segura que nunca volvería a las bolsas de sangre. Podía sentir el corazón de la rubia palpitando, su pulso debilitándose... la sangre dejaba de correr por sus venas para ser succionada por ella, corriendo por su lengua y bajando por su garganta.
La humana cayó al suelo, inerte, sin vida, completamente vacía. Yusuki notó las manchas de sangre en el suelo, y una sonrisa se dibujó en su rostro cuando notó que toda su ropa estaba empapada con el líquido rojo. Divino líquido, su manjar. Se relamió los labios, saboreando cada gota restante.
Sus ojos volvieron a caer sobre el cadáver. Su cutis ya no brillaba ilustre, sino que parecía haber tomado un aspecto grisáceo. Sus ojos seguían abiertos, demostrando que ya no quedaba vida en su interior. Yusuki chasqueó la lengua, pensando que ni siquiera llegó a conocer el nombre de aquella humana que había logrado reavivar la sed de su lúgubre.
—Soy Yui Komori —la voz la trajo de vuelta a la realidad.
Yusuki pestañeó una vez, enfocándose en el rostro de la chica de cabello rubio. Su piel brillaba con vida, sus labios y mejillas estaban rojos por la sangre que corría por su sistema nervioso, y sus ojos rosados sostenían una inocencia sin igual.
La vampira dejó de respirar, en un intento por evitar que el aroma la siguiera tentando. Pero ya estaba registrado en su cabeza, al igual que la sensación que imaginó al beber su sangre. ¿Sería igual de satisfactorio? ¿O sería incluso mejor? Fácilmente podría acercársele y, para cuando alguien fuera a hacer algo, ya sería demasiado tarde.
No. Se mordió la lengua, saboreando su propia sangre en un intento de calmarse. Sin embargo, no lo hizo en lo más mínimo. Fue entonces cuando la mirada de la humana fue posada sobre ella, sin abandonarla. Alzó las cejas, como retándola a que dijera algo, y los ojos rosados cayeron al suelo en un instante.
—Ahora, por formalidad, vamos a empezar —habló Reiji, de pie frente a la mesa mientras observaba a la humana sentada en el sofá de tres cuerpos—. ¿Qué puedes decir de ti y cómo entraste a esta casa?
—Cierto. Bien, yo —su balbuceo fue interrumpido por la carcajada de Laito. Yusuki alzó la cabeza para mirar la cima de las escaleras, sonriéndole al recién llegado. Una nueva distracción era más que bienvenida en ese momento. No obstante, Ayato frunció el ceño ante su accionar. Tomó su mentón, y la obligó a que le mirara a él.
—Bien, ¿qué tenemos aquí? Hay una linda niña humana regalándonos una visita —comentó Laito antes de aparecer al lado de Yui y lamer su mejilla. Al mismo tiempo, Kanato apareció detrás del sofá, aprovechando la oportunidad para lamer su cuello—. Hueles tan dulce como un caramelo. Delicioso.
—Tienes razón —asintió Kanato—. Es dulce.
—Paren con eso —regañó Reiji—. Es muy inapropiado ser tan grosero con una joven que acaban de conocer.
—Sí, chicos —farfulló Yusuki, intentando retomar su papel y no dejarse ver afectada por la presencia de la humana—. Contrólense. Yo no la he probado aún.
—Es muy natural lamer a alguien que tiene un olor tan rico —discutió Laito con Reiji antes de mirar a la pelirosa—. Yusuki, puedes probarla si quieres —ofreció, estirando su mano hacia ella. Fue recibido por una sonrisa coqueta, antes que Yusuki se estirara para ir a tomar su mano.
—¡Ya basta! —exclamó Ayato, golpeando la mano de su hermano para alejarla—. ¿Se olvidan que Ore-sama fue el primero en verla? Consecuentemente, Ore-sama será el primero en todo.
—No necesito el permiso de Ore–sama —objetó Yusuki, encogiéndose de hombros. A continuación, se levantó de las piernas del pelirrojo con la intención de alejarse. No obstante, Ayato la tomó por la cintura y la volvió a sentar sobre él.
—Ore–sama difiere —murmuró contra su oído—. Anoche--.
—Imbécil —interrumpió Subaru—. Estoy harto de que te llames a ti mismo "Ore–sama."
Ayato se levantó de su lugar, sosteniendo a Yusuki entre sus brazos, a lo que la chica sonrió y se acomodó mientras el pelirrojo miraba alrededor, buscando a Subaru—. ¡Qué infierno! Sé que eres tú, Subaru. ¡Ven! ¡Muéstrate!
—Estoy aquí mismo —contestó con un tono aburrido, y las cabezas de los hermanos giraron en su dirección—. Pensé que olía a humano aquí, y tenía razón. ¿Cómo te atreves a interrumpir mi preciado sueño? —cuestionó a Yui.
—¿Có–cómo entraste aquí sin hacer ruido? —tartamudeó ella, y Yusuki rodó los ojos. Sin duda, su vacilación y balbuceos la estaban volviendo loca. Tal vez no sería tan malo simplemente matarla. De esa forma, no seguiría tentada por su sangre, no sería más débil.
—¡Tienes que contestarme antes! —gritó Subaru, golpeando la pared y dejando su puño impregnado en ella. Yusuki suspiró, acostumbrada a sus reacciones explosivas.
Reiji reacomodó sus anteojos, guardando la calma—. ¿Alguien sabe lo que está pasando? Tiene que haber un motivo para que ella esté aquí.
Ayato volvió a sentarse y Yusuki se estiró sobre sus piernas. Apoyó su cabeza sobre uno de sus hombros, mientras que sus piernas descansaban sobre el otro brazo. Laito observó sus largas piernas antes de reparar en que su vestido se había subido un poco más debido al movimiento. Aunque Ayato notó su mirada y removió su brazo debajo de sus piernas para colocarlo sobre ellas y tapar lo más posible sus muslos.
Yui, quien había observado el intercambio de miradas entre ambos hermanos, se levantó de repente de su lugar—. Bien, creo que es un malentendido. Así que, ¡me voy ahora!
—Un momento —la detuvo Reiji—. Estoy intentando averiguar la verdad del asunto. ¿No crees que sería descortés irte ahora?
—Pero... pero yo--.
—¿Siempre tartamudeas? —cuestionó Yusuki abruptamente, a lo que Yui abrió los ojos. Su tono era sereno, casi como si estuviera interesada en su respuesta, pero su cuerpo demostraba lo molestaba que estaba por su mera presencia. Por un momento consideró disculparse con ella, aunque no estaría segura del por qué—. ¿O solo lo haces en presencia de personas atractivas?
—Me pregunto si eres la joven que él mencionó —comentó Shu, captando la atención de todos.
—Shu, ¿sabes algo de esta chica y por qué está aquí?
—Tal vez.
—No digas "tal vez" —pidió Kanato—. Creo que merecemos una explicación.
—Fue aquel chico, me llamó hace unos días, me dijo que tendríamos una invitada de la iglesia y que la tratáramos con respeto —explicó Shu, sin molestarse en abrir los ojos o en sonar interesado en lo absoluto.
—¿Qué? —masculló Ayato, su ceño fruncido—. ¿Me estás diciendo que Chichinashi es la futura novia?
—¿Chichinashi? —repitió Yusuki, mirando a Ayato con atención.
—Sí, Chichinashi. ¿No la viste? No tiene nada —se justificó él. Yusuki suspiró, mirando de reojo a la humana que la seguía observando con atención. Su persistencia la estaba poniendo de los nervios, ¿acaso pretendía que la ayudara? ¿No comprendía que ella también era una vampira? Probablemente debería tener más miedo de ella que de los Sakamakis.
—Seamos honestos, parece más un sacrificio que una novia —señaló Laito y Yusuki tuvo que morderse el labio para no reír. Pero su gesto no pasó desapercibido, a lo que Laito sonrió y Ayato profundizó su mueca de hastío.
—Ah, cierto. También dejó muy claro que no la matáramos —agregó el vampiro rubio, aún sin abrir los ojos ni moverse de su posición sobre el sofá.
—¿En serio? —sonrió Laito, girando su cabeza hacia Yui y observándola con anhelo—. La cuestión es: ¿vamos a tener una relación larga con ella?
—Parece que no hay malentendidos, entonces. Vamos a presentarnos —Reiji retomó la palabra—. Él es el hijo mayor, Shu. Yo soy el segundo hijo, Reiji. Él es el tercer trillizo, Ayato. Ellos son Kanato y Laito. Y el último hijo es Subaru. Y ella es Yusuki, vive con nosotros aunque no es parte de la familia.
—Por ahora —agregó Ayato, guiñándole un ojo a la chica entre sus brazos. Yusuki no pudo controlar la sonrisa que se apoderó de sus labios, sintiéndose como si volviera a ser una niña con coletas que no hacía nada si no obtenía dulces a cambio.
—Pero esto tiene que ser un error. Nadie me ha dicho nada acerca de ser novia. Y además, ustedes son... raros, muy raros. Yo... necesito contactar a mi padre —pensó Yui en voz alta, pero entonces Ayato alzó su brazo, demostrando que él poseía su celular—. ¡Mi teléfono! ¡Por favor, dámelo!
—¿Crees que debo?
Yui se acercó a Ayato, a punto de abalanzarse sobre él con la intención de recuperar su móvil. En un pestañeo, Yusuki abandonó la falda del pelirrojo y apareció al lado de Laito. Ante aquello, la humana vaciló, balanceando su mirada de un lado al otro entre la pelirosa y el pelirrojo antes de finalmente lanzarse para buscar el aparato.
Por otro lado, Laito pasó un brazo por sobre los hombros de Yusuki. Bajó la cabeza, acercando sus labios a su oreja para poder susurrarle—. ¿Qué pasó, linda? Saliste corriendo como si tuviera la peste —comentó riendo, pero la vampira no se molestó en contestarle.
Ayato desvió su mirada hacia ellos, y abrió la boca para reclamarle a su hermano que no se acercara tanto a la chica. Subaru aprovechó su distracción, y le quitó el teléfono de las manos, captando la atención del pelirrojo.
—¿Qué haces? —chilló Yui, aterrada al ver que ahora era Subaru quien poseía su teléfono.
—Hago esto —contestó Subaru. Ninguna emoción escapó de su rostro al romper el móvil por la mitad y dejarlo caer al suelo. Laito estalló en carcajadas antes de acercarse a Yui.
—No, no, bitch-chan. Vas a estar bien. Estás a punto de ser muy buena amiga nuestra, por eso no necesitas ese celular tonto. ¿Cierto? —murmuró, tomando a la chica por el hombro.
Yusuki apretó la mandíbula mientras Kanato también se acercaba a la bolsa de sangre andante. Ayato captó su atención al mirarla, y gesticuló para que volviera a sentarse sobre sus piernas y ella así lo hizo. Una vez que volvió a su posición anterior, él la besó una vez más.
Pero este beso no era para ella, era para sus hermanos, un gesto posesivo. Lo hacía para demostrar que ella era de él, y solo de él. Yusuki lo sabía. Pero lo disfrutaba, la hacía sentir apreciada. Solo se separaron cuando Yui soltó un grito, y ellos giraron sus cabezas para mirar a la chica correr y caer al suelo al tropezar con sus propios pies, raspándose la rodilla en el proceso.
Yusuki inmediatamente giró su cabeza en la dirección contraria, apretando sus párpados con fuerza y hundiendo su nariz en el pecho de Ayato. No respires, no respires. No podía permitírselo, de lo contrario no podría controlarse. Por otro lado, el resto de los vampiros sí inspiraron el aroma de su sangre, y sus ojos brillaron mientras que sus colmillos se desplegaron de sus mandíbulas.
Yui sucumbió al terror puro. Su rostro se desfiguró ante la visión de algo que siempre había creído imposible, algo que ahora tenía frente a sus ojos. Tan real, tan tangible, a tan solo meros centímetros de ella—. ¿Vampiros? —balbuceó, y alzó su cruz contra ellos con desesperación.
—¿Realmente crees en un cuento escrito por un mortal donde los vampiros son vulnerables al ajo, cruces y al sol? Solo muestra que los mortales pueden ser tontos y arrogantes. Eso me enfureció.
Yui pestañeó, sus únicas esperanzas de escapar con vida desvaneciéndose. Entonces, se levantó para salir corriendo de la habitación. Yusuki finalmente separó su rostro del pecho de Ayato, y soltó una pequeña risa al observar a la chica lejos mientras seguía sin respirar—. Un poco quisquillosa, ¿no lo creen?
—Sus modales son deplorables —asintió Reiji.
Kanato desapareció de la habitación y, segundos después, también lo hizo Laito. Ayato miró a Yusuki, pidiendo permiso con la mirada. Ella simplemente se levantó, gesticulando con su mano que no le molestaba—. Diviértete.
Ayato le brindó una sonrisa, y le dio un corto beso sobre los labios antes de desaparecer. Reiji y Subaru también desaparecieron, volviendo a sus habitaciones. Yusuki volvió a lanzarse al sofá en forma de trono. Se estiró y buscó una posición cómoda, intentando ignorar el par de ojos que quemaban su nuca. Eventualmente, su paciencia alcanzó el límite.
—¿Qué? —ladró ella, girando su cabeza hacia Shu.
El rubio sonrió, y volvió a cerrar los ojos antes de mover su cabeza para recuperar su posición previa—. Puedo oler tus celos.
—Cierra la boca.
—Tu reinado tiembla, Yusuki —se burló y la pelirosa abandonó el sofá para colocarse de pie frente a él. Shu abrió un ojo, y se tomó un momento para mirarla antes de volver a cerrarlo—. Sabes que tengo razón.
—Lo único que tiembla aquí son las piernas de esa chica tartamuda.
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