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𝟎𝟐𝟕 no time, no regrets


CAPÍTULO VEINTISIETE: SIN TIEMPO, SIN REMORDIMIENTOS.



      Una vez que llegaron al Castillo Edén a través de la puerta del sótano de la mansión, todos estuvieron un poco más calmados. Sin embargo, no podían relajarse. Eventualmente los Fundadores harían su aparición, y sería mejor que tengan un plan o todo sería para nada.

      Estaban atravesando un pasillo, dirigiéndose a los jardines. Mientras, Yusuki volvía a llenar los dos tubos de ensayo para pasárselos a Laito y Ayato, quienes se colocaron la cuerda alrededor del cuello y se aseguraron de ocultar el frasco tras su ropa.

      —Será mejor que no vuelvan a hacer la idiotez de hace un rato porque no voy a darles más —advirtió la vampira, entrecerrando sus ojos sobre los dos hermanos.

      Laito se llevó una mano al pecho, justo en el punto donde se suponía que estaba su corazón—. Prometo no volver a hacerlo, princesa. Mira, incluso tengo tu sangre sobre mi corazón.

      El pelirrojo rodó los ojos al lado de su hermano, chasqueando la lengua antes de mirar a Yusuki y asentir—. No volveré a hacerlo. Solo lo hice porque Laito me convenció.

      —¿Ah? ¿Me echas la culpa?

      Yusuki rápidamente se colocó entre los dos—. Sin pelear —les recordó.

      —Necesitamos un plan —Reiji alzó la voz, mirando por sobre su hombro al grupo.

      —Antes de eso —intervino Yuma, captando la atención de todos. Cuando notó esto, bajó la cabeza hacia Yusuki—. ¿Por qué exactamente tu sangre nos puede matar? No explicaste nada.

       —¿Por qué debería explicarte algo? —gruñó Subaru, apretando los dientes.

      —Está bien, Subaru —aseguró la vampira antes de volver a mirar a Yuma. Le echó una mirada rápida al resto de los Mukamis, notando que estaban tan interesados como el que había hablado—. Tampoco sabemos mucho al respecto. Solo sabemos lo que Ritcher nos quiso compartir.

      —¿Quién es Ritcher? —murmuró Kou.

      —El hermano de KarlHeinz. Y, de acuerdo a él, mi sangre puede hacerte fuerte o volverte loco. Todo va a depender de la fortaleza de cada uno. Probablemente que ustedes sean vampiros transformados influirá en el efecto —relató, mirándolos con atención—. Es por eso que les pido que la tomen en caso que sea absolutamente necesario.

      —Aw, ¿acaso te preocupas por nosotros? —clamó Kou, alzando la voz con falsa alegría.

      —Si no son lo suficiente fuertes para soportar la sangre de Yusuki —intervino Reiji—, se volverán locos por su sangre. Solo se volverán adictos a ella y no podrán pensar en nada más —desvió la mirada a su hermano, pero Shu mantuvo los ojos cerrados—. Lo que significa que Yusuki correrá peligro.

      —Y tendremos que matarlos —agregó Kanato, sonriendo.

      Ayato se estiró, bostezando—. No que sea un gran problema.

      —Yo ya me ofrecí —Laito alzó una mano, su tono divertido aunque la amenaza era obvia—. No se preocupen, les daré una muerte lenta y dolorosa.

      —¿Y por qué no los afectó a ustedes dos? —inquietó Ruki, gesticulando con la cabeza hacia Ayato y Laito.

      Laito rió—. Nuestra sangre es pura, idiota. Un poco de su sangre no nos hará nada.

      —Y como dijo Yusuki —Ayato sonrió con arrogancia—: no afecta a los fuertes.

      —¿Y qué pasa con el rubio? —la pregunta de Yuma atravesó el pecho de Yusuki.

      Los ojos de todos pararon en Shu, quien abrió los ojos y lo miró con aburrimiento. A pesar de su esfuerzo por lucir normal, se notaba que no lo estaba. Las ojeras bajo su rostro seguían visibles aunque habían aminorado en comparación a su estado anterior, y el poco tiempo transcurrido no le había dado suficiente tiempo a su cuerpo para recuperarse de la delgadez.

      Reiji sonrió con malicia—. Ah, Shu cayó en la adicción. Pero que eso no los confunda, él siempre fue un bueno para nada.

      —Reiji —siseó Yusuki, a la defensiva. Volvió su mirada a los Mukamis, pero su atención permaneció en el vampiro con lentes—. Cabe aclarar que Shu tomó mucha más sangre que los demás. Probablemente se debe a eso.

      Laito suspiró con placer—. Ya lo sé, pero siempre que me lo recuerdan me dan celos —volvió a suspirar antes de acercarse a la pelirrosa—. Nee, princesa, ¿por qué no me dejas morderte? Lo vas a disfrutar, como siempre.

      Shu empujó a Laito a un lado, ahora él ocupando su lugar al lado de Yusuki—. Laito, deja de jugar.

      El castaño fue a abrir la boca, pero Yusuki se le adelantó.

      —Dije que no peleen, es una orden —sentenció ella con autoridad, y los dos guardaron silencio. Una pequeña sonrisa tiró de sus labios antes de alzar la cabeza hacia el resto—. Entonces, ¿el plan?


──────────────


      Kanato y Azusa estaban más tranquilos, complacidos porque el grupo había cedido a sus pedidos de ir al jardín a comer. No obstante, no se podía decir lo mismo del resto de los vampiros, que parecían reacios a no cooperar. Para el momento en que terminaron de comer, seguían sin ningún plan, y las discusiones no paraban ni por un minuto.

      Ya de vuelta dentro del castillo, cruzaban uno de los largos pasillos. Yusuki y Yui estaban un par de pasos más adelante del grupo. La vampira desconocía si se debía a los efectos del eclipse o porque estaba extremadamente molesta con todos, pero su paciencia casi inexistente estaba a punto de llevarla a cometer asesinato en masa.

      —Son como niños chiquitos, pelean por todo —resopló, acariciando sus sienes.

      A su lado, Yui rió, llevándose una mano al rostro para ocultar su sonrisa. La realidad era que la pelirrosa podía ser igual de infantil que el resto, aunque nunca se lo diría. Igualmente, le daba gracia que estuviera actuando como una madre con los demás, especialmente por cómo todos parecían estar buscando su aprobación.

      —Juro que cuando todo esto termine, voy a irme tan tan lejos que nadie va a saber ni quiénes son los Sakamakis.

      La rubia giró la cabeza hacia ella, mirándola con atención. La sonrisa se borró de su rostro, y fue reemplazada por la curiosidad latente en sus ojos—. ¿En serio?

      Yusuki casi siseó ante la pregunta, golpeándola con la sorpresa de un balde de agua fría. Miró a la humana, cuya mirada parecía ver a través de ella a la perfección. A pesar que su voz había sugerido sorpresa, las piscinas rosadas que de alguna forma habían logrado mantener su inocencia intacta delataban que ya sabía su respuesta.

      Con una mueca de disgusto, la vampira volvió a mirar hacia delante, sin dar una respuesta. Pero esa misma reacción fue la que confirmó las sospechas de Yui: no, de ninguna forma iba a dejarlos. Después de todo, los Sakamakis eran su familia. Podía ser disfuncional y estresante a veces, pero eso no significaba que quería alejarse de ellos.

      Yui sonrió con simpatía, y separó los labios para decirle algo, pero se calló cuando observó que Yusuki se detuvo. Antes que ella siquiera tuviera tiempo para mirar hacia delante, la pelirrosa la empujó hacia atrás y la cubrió con su cuerpo.

      Los Fundadores estaban allí, a meros centímetros de su rostro.

      El más alto de ellos tenía una larga cabellera blanca con ojos dorados y dominantes. La mitad de su rostro estaba cubierto por una bufanda, pero igualmente eso fue suficiente para enviar un escalofrío por la espalda de todos los presentes. El otro, de corto cabello salmón y ojos igualmente dorados, llevaba un parche negro sobre su ojo izquierdo y, sobre el parche, lucía un par de gafas de marco azul. Solo en base a su sonrisa, Yusuki sabía que era una persona sádica y narcisista.

      Subaru fue el primero en reaccionar, tomando a Yui del suelo con un brazo y yendo a tomar la mano de la pelirrosa. Al mismo tiempo, el Fundador de pelo blanco la tomó por el antebrazo y tiró de ella, ejerciendo tal presión y fuerza que daba la impresión de ser inevitable.

      Yusuki reaccionó rápido, dándole un golpe a Subaru en el pecho para hacerlo retroceder. Se sorprendió momentáneamente cuando vio al chico trastabillar sobre sus pies, perdiendo el equilibrio; pero pronto se olvidó de ello cuando su cuerpo se giró contra su voluntad y se encontró con aquellos ojos que parecían darle la bienvenida a su fin.

      El escarlata implacable se encontró con el despiadado oro.

      Ella solo podía imaginar la sonrisa cruel bajo la bufanda.

      A una velocidad que casi no pudo registrar, Yusuki fue girada y se enfrentó al rostro de las personas que, segundos atrás, tenía a su lado. Reconoció la mezcla de sentimientos en ellos, ira, desesperación, temor... un huracán de sensaciones y emociones de las que solo salía ganando la furia.

      Yusuki sabía que eso era malo. La cólera te impide pensar, y no había forma de ganarle a los Fundadores si no pensaban. Así, serían marionetas inútiles corriendo hacia su muerte.

      Fue a gritarles que se fueran, pero las palabras se atraparon en su garganta y lo único que salió fue un jadeo de agonía. Dándose cuenta que el Fundador había encajado sus dientes en su hombro, apretó los labios y tensó la mandíbula para evitar soltar cualquier otro quejido.

      Luchó contra su agarre, alzando el brazo que seguía siendo presionado por él pero era fútil. Mientras, su mano libre fue a parar a su frente, intentando empujarlo para liberarse, pero nuevamente resultó en nada.

      El vampiro de repente apartó sus colmillos de ella, solo para escupir la sangre al suelo con un gesto de repulsión—. ¡UGH! ¡Tu sangre es asquerosa!

      —¡Entonces suéltala! —musitó Shu, apareciendo frente a él y propinando golpe tras golpe, pero estos fueron fácilmente esquivados. De un momento a otro, el rubio terminó en el piso antes de ser pateado múltiples veces, agregando una última patada que lo hizo rodar hasta donde se encontraba el resto del grupo.

      Laito se arrojó contra la espalda del Fundador, pero éste pareció verlo venir de antemano porque simplemente se hizo a un lado, empujándolo por la espalda para enviarlo volando hacia el otro lado.

      —¡BASTA! —gritó Yusuki—. Sin un plan, es en vano.

      El peliblanco rió, sus ojos brillando con malicia—. ¿Uh? No eres tan tonta como pareces, entonces. Conoces tu posición.

      —Púdrete, solo ve y muere de una vez. Tu especie está acabada de todas formas.

      Su rostro se volvió de piedra, y sus ojos reflejaron el puro odio al que dio origen sus palabras. Ésta vez, Yusuki sí pudo contener el jadeo de dolor cuando el Fundador clavó sus uñas en su piel, aunque requirió de todas sus fuerzas. Podía jurar que sus dedos estaban tan enterrados que estaban tocando su clavícula, pero igualmente luchó por no mostrar el suplicio por el que estaba pasando.

      —Hermano, espera...

      —Voy a romperte, Yusuki Kouko, hasta el punto que supliques porque termine con tu patética existencia —siseó contra su oreja, la severidad de su amenaza evidente—. Pero prometo que no lo haré, y continuaré hasta que no seas más que un reflejo de la escoria que eres.

      El vampiro de cabello rosa colocó una mano sobre el hombro de su hermano, y los tres desaparecieron en un instante.

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