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𝟬𝟮𝟓 past life memories


CAPÍTULO VEINTICINCO: LOS RECUERDOS DE UNA VIDA PASADA.



      La pequeña niña se aferraba a la falda de su madre como si su vida dependiera de ello, porque sentía que así era. Perdida en el mundo de las decenas de razas demonios superiores, donde solo estaban invitados los más poderosos e influyentes del Makai, ella tenía unos meros diez años de existencia que no significaban nada en comparación.

      Su largo cabello rosado no estaba amarrado en sus usuales dos coletas altas, sino que caía sobre su espalda en grandes bucles que la hacían parecer una muñeca. Los zapatos de tacón se movían despacio para mantener el balance y, a pesar de eso, se presionaban con precisión contra el suelo, sin emitir sonido. Su vestido inflado a su alrededor se movía con ella, con un moño rosado para evitar que siguiera llorando porque el vestido era blanco y no rosa.

      Sus ojos, brillantes con ingenuidad y curiosidad, se paseaban sin límites de un lado al otro, captando desde los más pequeños detalles de los arreglos florales hasta la gran pista de baile atiborrada con los vampiros de más alto nivel y calibre. Con títulos de gran peso siendo arrojados de un lado al otro como una muestra de poder, Yusuki Kouko no podía evitar sentirse aturdida.

      Si bien sabía que sus padres eran importantes por cómo eran tratados por los demás, no podía evitar sentir desinterés al respecto. Tal vez se debía a su juventud y poco interés hacia algo que no fuera jugar, o porque sus propios padres la habían criado hasta entonces con la idea de que los títulos no son lo que importan, sino que son sus acciones los que los definen.

      Mako Yamako y Katsuo Kouzumi poseían un poder sin igual desde que las dos familias se unieron en una. Ambos siendo los últimos de sus dinastías, decidieron unirse en base al amor que compartían el uno por el otro para formar una nueva: la familia Kouko.

      (Qué ironía que su dinastía fuera a terminar tan rápido como comenzó.)

      Con una nueva alianza y utilizando la autoridad que poseían los Yamako y los Kouzumi, se volvieron una fuerza sin comparación. Y todo eso había sido gracias a KarlHeinz.

      Yusuki se sabía de memoria la historia de cómo sus padres se conocieron, pero eso no evitaba que siempre pidiera que vuelvan a contársela. Resulta que su tío Tougo era amigo de ambos y, creyendo que estaban hechos el uno para el otro, los convenció de tener una cita a ciegas. Vaya fue la sorpresa para ambos jóvenes solteros (que fueron más por respeto hacia su amistad con un viejo amigo de la infancia que por creer que realmente encontrarían el amor) cuando un par de años después se casaron.

      Los ojos de la pequeña niña se extendieron con miedo cuando ya no sintió la tela entre sus dedos. Se dio la vuelta, solo para descubrir que su peor pesadilla se había vuelto realidad: su madre no estaba por ningún lado. Miró alrededor, desesperada por encontrar a uno de sus padres y lista para correr hasta ellos (sus padres habían sido muy claros con que no debía teletransportarse hasta que sea más grande, especialmente cuando estaba fuera de casa).

      El vacío en su estómago creció, y sus ojos se llenaron de lágrimas ante la idea de estar sola en el lugar. Mamá y papá no pueden haberme dejado... ¿no?

      —¿Cómo está la manzana de mis ojos? —reconoció una voz a sus espaldas pero, antes que pudiera girarse, unas manos se colocaron sobre su cintura y la alzaron. No fue hasta que se encontró entre los brazos de alguien que pudo ver el rostro de su tío—. Oh, cielos. Luces asustada.

      —¡Tío Tougo! —clamó la niña, lanzando sus brazos al aire para envolverlos alrededor del cuello del hombre previo a hundir su rostro en su pecho—. Mamá y papá... no sé dónde están —chilló. Aunque su voz era apenas un susurro, KarlHeinz notó que estaba temblando.

      Ajustó sus brazos alrededor de la cintura de la niña, acomodándola para tener un agarre seguro y que su vestido no se arrugara. Entonces, habló con una voz suave y melosa, que solo reservaba para ella—. No te preocupes, Yuyu. Yo voy a ayudarte a encontrarlos, ¿sí?

      Yusuki asintió su cabeza con determinación. El hombre sonrió, encontrando maravilloso que tuviera valor aunque sus ojos estuvieran al borde de las lágrimas y sus labios temblaran con temor.


      —Sabía que esto iba a pasar —Reiji irrumpió el silencio.

      Shu lo miró mal—. ¿En serio? Me lo hubieras dicho, entonces.

      Shu no se había percatado antes, pero tanto él como Yusuki estaban cubiertos de sangre. Al principio había creído que Yui había sido una exagerada por su reacción, pero notó su error tan rápido como bajo la mirada a su atuendo. Sus ropas estaban rasgadas y cubiertas de sangre, y Yusuki solo estaba peor. No había duda que, en su estado salvaje y animal, no había sido tan cuidadoso como lo había creído.

      Los hermanos no tardaron en aparecer ni un segundo, temiendo lo peor al escuchar el alarido de la humana... si bien no era lo que se habían imaginado, la situación a la que se enfrentaban no era mejor en lo absoluto.

      Yusuki se encontraba en el centro de la habitación, recostada en un sofá. Su piel ilustre notablemente más pálida de lo normal, y su respiración era lenta y espaciada. Sus ojos permanecían cerrados y, a pesar de todo, la tranquilidad que su rostro emanaba te haría creer que estaba durmiendo plácidamente.

      —Solo necesita tiempo para recuperarse —declaró Reiji una vez que Shu contó lo sucedido—. Sería mejor si tuviéramos otra bolsa de sangre. Una transfusión directa sería lo ideal —razonó antes de agregar—: voy a buscar una bolsa. Ustedes quédense aquí por si acaso.

      —¿No puedes usar mi sangre?

      Reiji alzó las cejas hacia Yui, claramente sorprendido por la sugerencia. Igualmente, no tardó en asentir—. Es posible.

      —Entonces hazlo.

      —Bien. Acompáñame a mi habitación, tengo lo necesario para hacer una extracción limpia —pidió Reiji antes de mirar a su hermano—. Y será mejor que tú te cambies. Laito y Ayato están babeando.

      Shu inmediatamente giró la cabeza hacia los mencionados, descubriendo que lo estaban mirando fijamente. Sus miradas estaban oscurecidas, y era fácil notar el pequeño bulto generado por sus colmillos bajo sus labios. No obstante, los dos desviaron la mirada y actuaron ofendidos.

      —¿Ha? ¡No estoy babeando! —clamó Ayato.

      —Hee, Reiji. Si hace un minuto estabas mirando a la princesa como si fuera un postre en bandeja —ronroneó Laito.

      El azabache acomodó sus lentes, enviándole una mirada disgustada a los dos hermanos antes de volver a mirar a Shu—. Cámbiate la ropa. Ese aroma está inundando la casa. 

      Kanato suspiró como si estuviera en un sueño—. No hay problema. El olor de la sangre de Yusuki es tan dulce. Me encantaría probarla, ¿nee, Teddy?

      —Kanato--.

      —No lo haré —remarcó con honestidad—. Quiero hacerlo con ella consciente —explicó, su mirada ahora desviándose al cuerpo inconsciente de la chica. Una sonrisa sádica se estiró en su rostro—. Quiero que lo disfrute.


      Ya de vuelta en los brazos de su madre, Yusuki observaba encantada a un niño rubio tocando el violín. Era la primera vez que veía a alguien tocar un instrumento además del piano, ya que su padre siempre lo tocaba e incluso le estaba enseñando. Ni siquiera sabía el nombre del instrumento hasta que su padre se lo dijo.

      Una vez que el niño terminó con su presentación, fue bañado en aplausos y halagos. A pesar que casi nadie de los presentes sabían lo que era ese extraño instrumento de cuerdas, los murmullos solo fueron comentarios positivos, casi alabando el talento del niño. Yusui se unió a los aplausos con emoción, sus labios separándose mientras dejaban soltar un pequeño jadeo de admiración. No podía evitar pensar que el niño parecía tener la misma edad que ella, y ver que podía tocar el violín tan bien como para ser aplaudido le dio ganas de seguir practicando el piano con su padre.

      —¿Uh? ¿Te gustó, Yuyu? —inquietó KarlHeinz, a lo que la niña asintió energéticamente—. También me gustó mucho. Mi hijo hizo un buen trabajo, ¿no crees?

      —¿Tu hijo? —repitió Yusuki, torciendo la cabeza a un lado con confusión—. Tío Tougo, ¿tienes novia?

      Katsuo estalló en carcajadas, apretando una de las mejillas de su hija mientras luchaba por controlar el ataque de risa que le provocó su comentario—. Vaya, hija. No tienes piedad, ¿no?

      Mako miró a su esposo con diversión, reacomodando a la pequeña entre sus brazos—. Katsu, ¿cuándo vas a madurar? —comentó con gracia.

      La risa de Katsuo murió inmediatamente, y miró a su esposa con desconcierto—. ¿Qué? ¿Qué quieres decir?

      —Supongo que será una mujer igual de despiadada que su madre —mencionó KarlHeinz.

      —Espera, Mako, ¿de qué hablas? ¡Si yo soy maduro! ¿No? —Katsuo seguía murmurando mientras los otros adultos reían y la niña los observaba con los ojos bien abiertos, eventualmente riendo también aunque no tenía idea de por qué.

      Pero Yusuki olvidó que se estaba riendo cuando sus ojos aterrizaron sobre un precioso vestido que absorbió toda su atención. De un profundo color rojo, al estilo antiguo, y decorado con monos y volados negros; la mujer que lo llevaba puesto pasó desapercibida para los ojos de la joven. Al menos así fue hasta que reconoció al niño a su lado, era quien había tocado el violín y... ¿y el hijo del tío Tougo? Todavía tenía sus dudas al respecto. No sería la primera vez que su tío intentaba jugarle una broma.

      Llevada por la curiosidad, miró a la mujer para descubrir que ambos eran muy parecidos con sus cabellos rubios y ondulados, acompañados por intensos ojos azules. Esto, más que la mujer lo sostenía de la mano, le permitió asumir que eran madre e hijo. Sus ojos brillaron con perspicacia: debía preguntarle a la mujer si era la novia de su tío.

      Para la suerte de Yusuki, ellos estaban caminando en su dirección. Movió sus pies con impaciencia y, cuando finalmente llegaron, no pudo esperar a que se presentaran.

      —¿Tú eres la novia del tío Tougo? —chilló de un segundo al otro, apenas dándole tiempo a sus padres y a su tío de saludar a los recién llegados.

      La mujer la miró con los ojos bien abiertos, casi como tomada por sorpresa por la repentina pregunta, y entonces miró a KarlHeinz. Aunque pasó más allá de la capacidad de compresión de la niña, era evidente que le estaba preguntando al hombre qué debería decir.

      Aún entre los brazos de su madre, Yusuki bajó su mirada al niño para descubrir que éste la miraba con atención. Ella le sonrió, pero él no le devolvió el gesto. Por el contrario, frunció el ceño antes de mirar a otro lado, ignorándola. Yusuki hizo un mohín, tan enojada y triste por el pequeño rechazo que había recibido que casi olvidó su misión.

      Cuando levantó la mirada de vuelta hacia los adultos, se encontró con la imagen de su tío Tougo abrazando por la cintura a la bella mujer de larga cabellera. Su boca cayó formando una 'O', y sus manos se alzaron a su rostro en una reacción exagerada de sorpresa. Los adultos rieron por eso, incluso Beatrix, haciendo a Yusuki pensar que se veía especialmente bonita cuando no lucía seria y una sonrisa iluminaba su rostro.

      —¿Realmente te sorprende tanto que tu querido tío tenga novia? —reclamó KarlHeinz, optando por soltar a Beatrix para cargar a Yusuki entre sus brazos—. ¿Acaso soy tan poco atractivo, Yuyu?

      La niña colocó las manos a cada lado del rostro del rey de los vampiros, palmeando sus mejillas mientras reía—. ¡No, tío Tougo! Es que siempre dices que soy los ojos... no, ¿la manzana? Uhm —alzó la cabeza hacia el mayor, rogando por ayuda con su mirada.

      —La manzana de mis ojos —la ayudó KarlHeinz.

      —¡Eso! La manzana de mis ojos —repitió, frunciendo el ceño ligeramente mientras se tomaba una pausa para intentar descifrar el significado tras aquellas palabras.

      Mako sintió la mirada de Beatrix y miró de reojo al pequeño niño con nerviosismo. Entonces, intervino con una sonrisa amable—. Oh, vamos, Tougo. Shu está aquí, no puedes decir--.

      —Es que eres la manzana de mis ojos, Yuyu —continuó KarlHeinz, ignorando el comentario de su amiga y volviendo a captar la atención de la niña.

      Katsuo se relamió los labios antes de agacharse a la altura de Shu y dedicarle una sonrisa—. Shu, ¡estuviste increíble! ¿Sabes? Yo toco el piano, ¿alguna vez lo intentaste?

      El niño pestañeó, casi como si no estuviera acostumbrado a que le hablaran directamente. Sus ojos se alzaron a su padre, quien no se molestó en mirarlo mientras le hablaba a Yusuki, aunque ella ya estaba mirando a Shu con atención porque sus padres le estaban hablando. Shu apretó los labios cuando sintió el apretón que le propinó su madre a su mano, y finalmente respondió con un simple "no".

      Yusuki intervino rápidamente—. ¡Papá es genial tocando el piano! ¡Y yo también estoy aprendiendo! ¡Papá! —llamó con un jadeo, provocando que su padre girara la cabeza hacia ella—. ¡Cuando volvamos a casa, quiero practicar! ¡Quiero poder tocar igual de bien! No, ¡mejor, mejor! ¡Quiero tocar el piano!

      Katsuo volvió a ponerse de pie, intentando calmar a su hija con una sonrisa simpática—. Yuyu, no hagas tanto alboroto. Seguiremos practicando, lo prometo. Pero ahora, ¿por qué no felicitas a Shu por cómo tocó el violín? Yo creo que hizo un trabajo magnífico, ¿no estás de acuerdo?

      Los ojos de la vampira se encendieron con efervescencia, y bajó la cabeza para mirar al niño rubio que la miraba con curiosidad. Ella esbozó una sonrisa, y alzó las manos hacia sus lados—. ¡Shu estuviste magfico!

      —Magnífico —murmuró Mako a un lado.

      —¡Magnífico! —corrigió Yusuki rápidamente, aún manteniendo los brazos en el aire para explicar lo increíble que había sido.

      Shu la miró, pero no respondió. Yusuki infló las mejillas, enojada. Su rostro se enrojeció, y sus padres se acercaron temiendo que ya sabían lo que iba a suceder.

      —¡TE ODIO! —vociferó, apuntando a Shu con su dedo índice como si le estuviera declarando la guerra.

      Los ojos de Shu se expandieron, no tan sorprendido por lo que dijo, sino por el volumen que había adoptado. Esa niña acababa de gritar con todos sus pulmones, como si no le importara que fueran a castigarla por no tener modales. Sus ojos siguieron a los padres de la niña, y supo lo que iba a pasar a continuación por lo que cerró los ojos por inercia. Pero volvió a abrirlos cuando no escuchó nada, solo para descubrir que su madre la tenía entre brazos mientras su padre apartaba el cabello de su rostro con una mano mientras la otra había encontrado hogar bajo su rostro mientras su pulgar limpiaba las lágrimas.

      —¡Pe-pero me ignoró! —lloraba la niña ruidosamente.

      —Yuyu —susurró su madre—, no por eso puedes decirle a alguien que le odias. Shu solo es tímido, así que discúlpate con él.

      —¡Pero!

      —Yuyu, escucha a mamá —murmuró su padre con un ligero tono de advertencia, pero las caricias que le daba a su mejilla no tenían nada de disciplina, sino que estaban llenas de solo cariño—. Discúlpate con Shu.

      La niña sorbió por su nariz antes de asentir—. Está bien.

      Mako liberó las mejillas de su hija de las lágrimas antes de bajarla al suelo. Yusuki caminó lentamente hacia Shu, refregando sus ojos con timidez. Cuando finalmente estuvo frente a él, sus labios temblaron por los sollozos que seguían brotando desde lo profundo de su pecho.

      Shu solo se preguntaba qué tan valiente podía ser la niña frente a él, que lloraba con libertad como si no estuviera luciendo débil frente a todos. No recordaba nunca haber soltado un alarido de tal volumen como el que ella liberó hace unos segundos, y de la misma forma nunca había recibido esa reacción, sino que regaños firmes y fríos. Pero las preguntas en su mente chocaron contra una pared cuando recibió la mirada de su padre por detrás de la espalda de Yusuki.

      Un escalofrío recorrió su espalda y sintió que se congeló por un momento al enfrentarse a la dureza de la mirada del rey de los vampiros.

      Entonces, antes que la niña pidiera disculpas, él bajó la cabeza—. Lo siento, no fue educado de mi parte. Yo... perdón.

      Yusuki pestañeó ante el cambio de eventos, tomándose un momento para pensar sobre lo sucedido. Y, antes que alguien pudiera decir algo, rió. Shu alzó la cabeza solo lo suficiente para ver su rostro, y la sorpresa volvió a embargarlo cuando vio una enorme sonrisa en el rostro aún cubierto de lágrimas.

      —Yo tenía que disculparme, ¡no tú, tonto! —rió más, y Shu no dijo nada, sin saber qué decir. Yusuki entonces bajó la cabeza, golpeándose contra la del rubio en el camino—. ¡Uhmp! ¡Perdón! —se sobó el lugar de impacto, y el rubio enderezó la espalda lentamente, apenas reaccionando ante el golpe. Yusuki lo miró con atención—. ¿No te dolió?

      —Uh... no —balbuceó aunque fuera mentira. Sí le había dolido, solo que no tenía comparación con otros castigos que había tenido que enfrentar. A pesar de su juventud, ya no tenía el lujo de reaccionar con dolor por algo tan mundano como este accidente. Al menos no como esa niña parecía hacerlo.

     Yusuki frunció el ceño—. Pero a mí sí me dolió...

      —Yuyu —llamó su madre—. ¿No ibas a disculparte con Shu?

      Ante el recordatorio, la pelirosa inmediatamente dio una reverencia—. ¡Perdón! No te odio... uh... —alzó la cabeza hacia su madre, luciendo nerviosa—. Mamá, ¿cuál era su nombre?

      Mako quiso suspirar. ¡Acababa de mencionarlo! ¿Cómo era posible que ya lo hubiera olvidado? Reacia, fue a responderle a su hija, pero sorprendentemente el niño se le adelantó. 

      —Shu —murmuró.

      —¡Shu! ¡No te odio! —ahora lo miró a él con una sonrisa, su espalda aún doblada.

      Mako ahora sí intervino—. Yuyu, ya puedes levantarte.

      —¡Cierto! —clamó la niña, volviendo a enderezar la espalda. Le envió una sonrisa arrogante a su madre, como diciendo "¿Viste eso, mamá? ¡Me disculpé!" Mako solo quería golpearse la frente con su mano.

      —¿No vas a presentarte? —animó Katsuo.

      Yusuki asintió y le dedicó su mejor sonrisa a Shu—. Soy Yusuki... —anunció, pero hizo una mueca ante sus propias palabras—. No, Yusuki suena a cuando mamá me reta...

      —Uh... ¿Yu está bien?

      —Yu y Shu suenan iguales —mencionó ella, provocando que las mejillas de Shu se ruborizaran creyendo que le diría que era tonto. Pero Yusuki sonrió sin darle tiempo a disculparse—. ¡Genial! ¡Podemos ser amigos entonces!

      —Uh, ¿amigos?

      —¡Ujú! Nuestros nombres suenan igual, ¡tenemos que ser amigos!

      Mako se controló para no recordarle que su nombre era Yusuki y no solo Yu.


      —¡Son como buitres! —se quejó Shu cuando volvió a la habitación para encontrar a Ayato y Laito otra vez observando a Yusuki como si estuviera en una bandeja de plata. Él se había teletransportado a su habitación para cambiarse de ropa lo más rápido posible antes de volver a la sala de estar porque justamente temía que esos dos fueran a hacer algo.

      Laito refunfuñó—. Ya suenas como Subaru.

      —¿Y a qué crees que se debe? —propinó Subaru—. Dejen de comportarse así, son asquerosos.

      —¿Quién te crees que eres para llamar a Ore-sama asqueroso?

      —No olvidemos que el que no pudo controlarse fue Shu, no nosotros —argumentó Laito, posando sus ojos gatunos sobre el rubio, quien rápidamente desvió la mirada—. Oye, Shu, ¿cómo estuvo, uh? ¿Cómo se sintió... dejarte llevar?

      —Cállate.

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