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CAPÍTULO TRECE: ¡CUIDADO! PELIGRO ADELANTE.



      Yusuki no podía creer que, una vez más, estaba ingresando a la habitación de Yui. Ya se había puesto su uniforme, y podía apostar que atraería las miradas gracias a que su falda estaba más alta de lo normal. Una sonrisa inflaba sus pómulos al pasar por el marco de la puerta y captar la atención de los presentes.

      —Ah, Yu —la admiró Laito en cuanto la vio, levantándose de la cama de la humana para acercarse a la pelirosa. Caminó a su alrededor, acariciando sus muslos de forma simulada cuando pasó por detrás, antes de pararse a su lado y tomarla por la cintura—. Cada día estás más atrevida, hermosa.

      —O cada día estás más pervertido, Laito —contestó Ayato, también levantándose de la cama de Yui. Miró a la chica de arriba a abajo, y chasqueó la lengua—. ¿Qué crees que haces?

      Yusuki alzó las cejas. Laito torció la cabeza a un lado, mirando a su hermano con atención. Una sonrisa burlona se estiró en sus labios, volviendo a mirar a la vampira listo para observar el show en primera fila.

      —¿Qué crees tú que haces? ¡Lo único que falta es que intentes controlar lo que hago! —reclamó Yusuki.

      El pelirrojo dio un paso atrás. El gesto en su rostro delataba que no se esperaba aquella reacción, lo que solo provocó más la ira de la chica. Ayato abrió la boca, pero ninguna palabra se deslizó por allí.

      Desde el día en que Yui había sobrevivido el despertar, ellos no habían hablado en absoluto. De hecho, estas eran las primeras palabras que intercambiaban desde el evento. Irónicamente, la última vez que hablaron fue algo parecido. Él celoso, y ella enojada porque estuviera celoso.

      Yui, aún en la cama, tiró de las sábanas para cubrir su cuerpo y parte de su rostro. No obstante, eso no la privó de seguir observando a los vampiros discutir.

      —No intento controlarte, intento hacerte entrar en razón —explicó Ayato. Apretó los puños, y alzó la voz al agregar—. ¡Estás cambiando desde que comenzaste a salir con este pervertido!

      Yusuki se mofó, cruzando los brazos por sobre su pecho mientras lo miraba con un aire de superioridad—. No cambio por nadie. Si cambio, es porque yo quise hacerlo —aclaró, provocando que la sonrisa de Laito creciera—. En lugar de cambiar, diría que crecí. Ya no sigo siendo la misma niñita estúpida que se creía todo lo que le decían.

      El pelirrojo dudó, su rostro delatando que no entendía a qué se refería—. ¿Qué-?

      —Ay, Ayato, ¿acaso no has aprendido nada? —irrumpió Laito. Entonces bajó la cabeza, agachándose para alcanzar la oreja de Yusuki—. Ignóralo. Solo está celoso porque no probó tu deliciosa sangre —murmuró, enviando escalofríos por la espalda de la chica. Él fijó los ojos sobre su hermano, y sonrió, mostrando sus colmillos, y comenzando a acercarse al cuello de la chica.

      Ayato gruñó, mostrando los dientes—. ¡Eso está en contra de las reglas!

      —Qué bueno que nunca me importaron las reglas —soltó Laito, envolviendo el cuello de la chica con su boca. Sin embargo, justo cuando los extremos de sus colmillos se posaron sobre su piel, Ayato lo apartó de la chica con un empujón—. ¿Qué crees que haces?

      El pelirrojo se colocó frente a Yusuki, mirándola de reojo por sobre su hombro, antes de volver a mirar a su hermano con el ceño profundamente fruncido—. ¿No ves que ella no quiere que lo hagas?

      Laito resopló—. ¿Y tú qué sabes?

      —Solo la miré, no quería que lo hagas.

      El rostro de Laito cambió ante aquello, notando que su hermano estaba hablando en serio. Entonces, volvió a mirar a la vampira, quien permanecía casi oculta tras el cuerpo del pelirrojo—. ¿Yusuki? ¿No quieres que lo haga?

      —Estás enfermo —escupió Ayato—. ¿Por qué aceptaría que la uses como alimento?

      El aludido sacudió la cabeza ante el comentario de su hermano, propinando una pequeña carcajada—. No es por la sed, Ayato. Su sangre no puede saciar la sed, pero puede ser utilizada para otras cosas —arrastró las palabras mientras su hermano le miraba con el ceño fruncido—. Como afrodisíaco, por ejemplo. Claro que tú no podrías saber nada de ello.

      Y con esas palabras, Ayato tuvo suficiente. Él estiró su brazo con su mano cerrada en un puño y lo estampó contra el pecho de su hermano, haciéndolo volar hasta estamparse contra la pared. Y en ese mismo instante, entró Reiji, deteniendo el ataque que realizaría Laito—. ¿Cómo es posible que estén peleando desde tan temprano? Es vergonzoso.

      Todos los presentes no tuvieron alternativa a dirigirse a la limusina en cuanto Reiji comenzó a apurarles. Yusuki ni siquiera se molestó en abrir los ojos mientras posaba su cabeza sobre el pecho de Laito y este rodeaba su cuerpo con sus brazos.

      —Nos interrumpiste en la mejor parte —reclamó Ayato. La pelirosa lo miró, captando su atención también. Se miraron un momento antes que el chico desviara sus ojos en dirección a su hermano—. Finalmente íbamos a descubrir si Laito puede defenderse.

      Laito se mofó—. Por favor, Ayato, ¿acaso olvidas quién te enseñó todo lo que sabes? Además, Reiji —continuó, mirando al aludido—, pudiste haberte unido. Todos sabemos que quieres darle un buen golpe a Ayato.

      —¿Quién no? —soltó Yusuki, provocando que Laito silbara ante el golpe. El pelirrojo solo rodó los ojos.

      Decir que Ayato se encontraba frustrado no sería justo. Era más que eso. Se encontraba perdido sin el apoyo incondicional de la chica con la que había conectado desde que era un niño. La observó, por instinto, esperando volver a encontrar aquella mirada perspicaz que siempre le dedicaba. O aquel guiño que le aseguraba que seguía de su lado cuando fingía ponerse del lado de sus hermanos para solo ganar de otra forma más retorcida.

      Sin embargo, no encontró nada de eso. Ahora, siempre que la miraba, lo único que encontraba era un vacío escarlata. Cada vez que tenía que enfrentarlo, sentía que le faltaba algo esencial. No podía compararlo con nada. Nunca en su existencia se había visto en la necesidad de algo a tal nivel. Pero, en el momento en que sus miradas se cruzaban, se desesperaba al no encontrar a lo que se había acostumbrado a aceptar como algo permanente. Y la idea de que aquella desesperación lo acompañara por el resto de su existencia solo lo hacía peor.

     —¿Puedo cambiar mi golpe a Ayato por uno a Yusuki? —soltó Subaru, a lo que la pelirosa le disparó una mirada.

      —¿En serio, Subaru? Qué infantil.

      —¿Eso es un sí o un no?

      —Nadie va a golpear a nadie —espetó Reiji, alzando la mirada de su libro y cerrándolo con un deje de molestia. Acomodó sus lentes por sobre el puente de su nariz y miró a Subaru—. ¿Está claro?

      El menor no dijo nada, sino que solo desvió la mirada y guardó silencio. Yusuki, por el otro lado, lo miró y sonrió para sí misma, creyendo que había ganado la pequeña discusión. Entonces dirigió su mirada a Shu, ya a espera de sus comentarios, pero descubrió que el rubio estaba con los ojos cerrados y escuchando música. Frunció el ceño ante aquello, pero eventualmente lo dejó pasar.     

      La relación entre Shu y Yusuki siempre había sido explosiva. A pesar que eran capaces de llevarse bien (ya que incluso compartían las mismas opiniones en diferentes aspectos), siempre había algo que hacía detonar al otro.

      En el pasado, Shu siempre se molestaba con Yusuki cuando ella tomaba el lado de Ayato. Comprendía que eran pareja, que habían sido amigos desde niños y que se conocían el uno al otro mejor de lo que los demás los conocían. Pero nunca llegaba a entender la parte en que cómo ella, la vampira que se negaba a tomar sangre de un cuerpo humano, podía estar de acuerdo con los delirios de "Ore–sama".

      Todos se habían acostumbrado a que la mirada carmesí y la mirada índigo impactaran solo segundos antes que la discusión se desatara. Si bien Shu era bastante callado, y no alzaba la voz ni para discutir; Yusuki, por el otro lado, era una de las personas más ruidosas, solo siendo superada por Ayato, lo que llevaba a que todos en la mansión se enteraran de sus peleas.

      Y mientras que las discusiones de Yusuki y Shu eran ignoradas por todos, quienes intentaban cubrir sus orejas o marcharse de la mansión con tal de no tener que soportarlos, las peleas de Yusuki con Subaru eran algo completamente distinto.

      Subaru y Yusuki no se llevaban bien, en lo absoluto. Por más que lo intentaran, no había caso. Eran casi como el agua y el aceite, y esto se reflejaba en los constantes conflictos entre ellos. Era curioso, puesto que Subaru era el mejor ignorando a Ayato. Sin embargo, cuando se trataba de Yusuki, ella parecía haber encontrado la forma de llevarlo al límite... lo que significaba una pelea física.

      Era por ese mismo motivo que todos estaban atentos cuando se trataba de Subaru y Yusuki interactuando. Debían estar listos para intervenir antes de que fuera demasiado tarde, lo que era especialmente difícil porque sus discusiones eran extrañamente silenciosas.

      Laito chasqueó la lengua—. Todos están demasiado tensos, deberían de tomar un poco de la sangre de Yusuki. No bromeaba cuando dije que sirve como un afrodisíaco —suspiró—. Incluso me excito de solo pensar en beber su sangre.

      Subaru le miró con asco—. Pervertido.

      —A eso me refiero, Subaru. Si probaras su sangre no estarías con el ceño fruncido todo el día —Laito retomó la palabra, una sonrisa lobuna ocupando su rostro.

      —Laito —llamó Reiji—. Creí que había dejado en claro que ninguno de nosotros puede tomar la sangre de Yusuki. ¿Tal vez un castigo lo dejaría en claro?

      El vampiro torció el gesto—. No puedes regañarme, Reiji. No cuando el primero en tomar ventaja del manjar fue Shu. No vi que haya sido castigado —argumentó, y miró al rubio que seguía ignorando a todos—. Shu, ¿Reiji te castigó? —ronroneó con un tono juguetón, pero cuando no recibió respuesta, su ceño se tornó serio—. Shu, oye. ¡Shu!

      —Cállate —siseó Shu, apenas despegando los labios—. La música se echa a perder.

      —No has cambiado —comentó Reiji, sacudiendo su cabeza ligeramente para demostrar su desaprobación.

      —Uh, ¿qué pasa? ¿Amargado porque ya no puedes tomar más sangre de Yu? ¿Maldices el momento en que tu secretito salió a la luz? —presionó Laito.

      —¡Cállate! —Subaru alzó la voz.

      Laito alzó las cejas ante su repentino estallido—. ¿Qué? Ni siquiera tuve tiempo de molestar a Ayato aún.

      —Guarden silencio —ordenó Kanato—. Teddy se siente mal —agregó con un tono más dulce. Yusuki se acercó a él, a punto de decir algo para calmarlo, pero la voz la abandonó cuando notó a Ayato acercarse a Yui, buscando chupar su sangre.

      —Ayato, es de mala educación hacerlo aquí —Reiji le detuvo, y Yusuki no pudo evitar contar en su cabeza todas las veces que el mayor lo regañó por lo mismo—. Avergüénzate.

      —¡Cierra la boca! ¡No me molestes! —Ayato alzó la voz.

      —Qué pesado eres —bufó Subaru.

      —¿Qué dijiste? —le gritó Ayato al peliblanco, pero éste simplemente ignoró su capricho.

      —Bueno, bueno—, habló Laito, intentando calmar el ambiente—. Estamos en un espacio limitado, no seas violento, Ayato.

      —¡Esto no te concierne! —Ayato continuó vociferando, dejando entrever su malhumor. Yusuki estaba a punto de gritarle para que dejara de gritar, pero guardó silencio al notar que Kanato estaba perdiendo la paciencia. Él ya había pedido que guardaran silencio, pero no le habían hecho caso.

      Entonces, Kanato descansó su mirada llena de desdén sobre Yui, quien no pudo evitar encogerse de miedo—. Tú tienes la culpa de todo esto.

      —¿Yo? —repitió Yui.

      —Si no fuera por ti, ellos no pelearían todos los días —señaló Kanato, refiriéndose a sus hermanos—. Y Yusuki no hubiera--.

      —Kanato —siseó Yusuki, interrumpiendo al pelilila y evitando que hablara. Él le miró un momento y luego asintió, guardando silencio y volviendo a centrarse en Teddy.

      Los frenos de la limusina chillaron sin previo aviso, y el vehículo dobló sin control antes de golpear contra algo y volar por los aires. Yui gritó con temor mientras los vampiros se miraron entre ellos, sorprendidos por el hecho.

      Todos abandonaron el vehículo antes que éste se estampara contra un árbol y explotara. Yusuki hechó su cabello hacia atrás, apartándolo de su rostro, mientras miraba la limusina envuelta en llamas—. ¿Qué diablos ocurrió?

      —¿Qué habrá pasado? ¿Fue un accidente? —preguntó Yui, su atención devorada por el fuego.

      —No seas tonta —le regañó Reiji—. El conductor era un espíritu.

      —No puede ser coincidencia —negó Shu.

      —Entonces, ¿qué? —habló Kanato, apretando a Teddy contra su pecho.

      Yusuki miró a Laito, quien estaba a su lado tomándola por la cintura, y notó que estaba mirando algo. Ella siguió la dirección de su mirada, encontrándose con cuatro siluetas.

      —¿No lo habrán hecho ellos? —musitó Laito para hacerle notar al resto del grupo de los cuatro vampiros desconocidos.

      La pelirosa miró atentamente al grupo, intentando memorizar sus facciones porque sabía que volverían a cruzarse en su camino. Las disputas entre vampiros no eran extrañas, pero sí era curioso que algún clan se creyera capaces de enfrentarse a los Sakamaki. No había duda que eran completamente poderosos, o completamente estúpidos.

      El que llevaba su cabello atado en una coleta despeinada le sonrió a la chica, provocando que ésta alzara las cejas. Tal vez solo eran completamente estúpidos.

      Laito siseó y enterró los dedos en la cintura de Yusuki. Por el otro lado, Ayato soltó un gruñido y dio un paso al frente —. ¿Quiénes son ustedes? —gritó, pero ninguno contestó. Una oscura niebla los cubrió antes que desaparecieran sin dejar rastro alguno—. ¡Aguarden!

      —¿Qué fue eso? —inquietó Yui.

      —Su olor —mencionó Kanato.

      —Apesta —Subaru arrugó la nariz.

      —Parece que somos compañeros —comentó Laito.

      —Pero no creo que sea una raza pura —negó Reiji.

      —Creo que tendremos problemas —suspiró Shu.

      —Ya veo —asintió Ayato—. Nos declararon la guerra, ¿eh? Interesante.

      Yusuki frunció el ceño, girándose al pelirrojo y alzando la voz—. ¿Interesante? ¿Siquiera piensas?

      Que estos vampiros aparecieran unos días después de que descubrieran el valor de su sangre (y lo peligrosa que podía llegar a ser) no podía ser una coincidencia. Ayato pareció percatarse de aquello al escucharla, y su sonrisa fue reemplazada por una mueca de preocupación.

      Reiji asintió, mirando de reojo a la pelirosa—. Yusuki tiene razón. Es probable que planeen algo. Debemos ser cautelosos.

      Yusuki suspiró mientras sentía el agarre de Laito fortalecerse, mientras Ayato le miraba con atención. Ya sabía que los dos hermanos estarían atentos para cuidarla, lo que solo significaba que debería lidiar con Ayato más de lo que quería.

      Pero, después de todo, estaba obteniendo lo que ella quería, ¿no? Los dos hermanos volvían a prestarle atención a ella y, aunque Yui seguía viviendo con ellos, volvería al lugar al que estaba acostumbrada: el centro de atención.

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