𝟬𝟬𝟵 drink the poison, die!
CAPÍTULO NUEVE: BEBE EL VENENO, ¡MUERE!
El sonido que ocasionó la conexión de la mano de Cordelia con la mejilla de Reiji retumbó por toda la sala. El vampiro emitió un quejido mientras el lugar que había recibido el golpe brillaba por el ardor.
—Ya, ya. Por favor, dejemos de pelear —habló Laito, sonriendo a pesar de la horrible situación que estaba sucediendo. Su mano se encontraba entrelazada con la de Yusuki, ocultando el gesto por detrás de sus espaldas—. No olvidemos que somos familia.
—Laito —reconoció Cordelia a su primer hijo.
—Creí que la próxima vez que te vería sería en el infierno —comentó el castaño.
Cordelia sonrió, mirando de reojo con perspicacia a la chica de mirada carmesí—. Lamento no cumplir tus expectativas.
—No necesitas disculparte, es mejor de lo que esperaba.
—Pero Yusuki, tú realmente has superado mis expectativas —asintió Cordelia, sus labios estirándose en una sonrisa—. Puedo ver desde aquí cómo Laito se aferra a tu mano y solo puedo decir que eres igual a mí.
Yusuki la miró. Era el cuerpo de Yui, pero los ojos esmeraldas de Cordelia brillaban tan fuertes como las brasas de un fuego sin la intención de extinguirse. La sonrisa que le dedicaba estaba cargada de burla, maldad y arrogancia. La pelirosa siseó por lo bajo.
La vampira se liberó del agarre de Laito y flexionó las piernas, lista para saltar en contra de la mujer. No obstante, Kanato la tomó por el antebrazo y le obligó a retroceder de vuelta a su lugar anterior. Yusuki miró al pelilila antes de mirar al castaño, quien negó de manera casi imperceptible antes de rodear su cintura con su brazo para asegurarse de que no volviera a intentar hacer algo arriesgado.
Los hermanos conocían demasiado bien a su madre, sabían cómo actuaba. Cordelia los provocaría hasta el cansancio, en busca de que le den una razón para acabar con ellos. A pesar que Yusuki conocía sus métodos, su temperamento era demasiado impulsivo. Tal vez fue debido a todo el tiempo que había pasado junto a Ayato cuando era más pequeña. Sin importar la razón tras su comportamiento, no había duda que les jugaría en contra a ellos si le permitían librarse.
—¡Mi pequeño ruiseñor! Por favor, entretén a tu madre con tu hermosa voz, cantando como solías hacerlo —recitó Cordelia, apoyando todo su cuerpo contra la baranda del piso de arriba mientras sus hijos y Yusuki le miraban desde abajo.
—¿Cómo es posible? ¿Madre? —balbuceó Kanato. A pesar de todo, la sorpresa seguía presente en el menor. Si bien no se permitía demostrarlo, era bastante obvio para Laito y Yusuki.
—¡Quiero que todos se callen! Ninguno de ustedes debe estar aquí —habló Subaru con seguridad, mirando a Cordelia y Richter antes de acercarse a Kanato, Laito y Yusuki—. Largo de aquí.
—Finges muy bien, Subaru —felicitó Richter—. A pesar de tu inhabilidad para proteger a tu madre.
—¡Cállate! —gritó Subaru antes de saltar hacia la baranda e intentar golpear a Richter. Desafortunadamente, el antiguo vampiro frenó la mano de él y la giró. A pesar que Subaru se las ingenió para enviar una patada en su dirección, Richter lo esquivó antes de que el vampiro volviera a saltar y se parara al lado de sus medio–hermanos.
—Siéntanse libres de desafiarme cada vez que quieran. Ninguno de ustedes puede considerarse mi rival —habló Richter con superioridad.
Shu rió—. ¿Estás seguro de eso, Richter?
—¿Qué has dicho?
—Tú eres el que está fingiendo —señaló el rubio con tranquilidad. Shu se encontraba acostado en el sofá del fondo, y sus ojos permanecían cerrados mientras una sonrisa decoraba su rostro.
—Shu, ¿qué quieres decir con eso? —inquietó Richter.
El vampiro rubio se levantó con un resoplido del cómodo sofá. Abrió sus ojos antes de hablar con calma, totalmente confiado—. Para KarlHeinz, el líder de la familia y nuestro líder, no eres rival.
—¿Este es el mejor entretenimiento que me pueden dar? —se quejó Cordelia, acercándose a Richter mientras miraba enfadada a los vampiros en el piso de abajo. Laito, Kanato y Yusuki se encontraban adelante, con la chica entre ambos hermanos, mientras Reiji, Subaru y Shu se paraban detrás de ellos—. Son tan aburridos como siempre. Lo peor de todo esto es que evitan que sea tan animada como solía serlo. Richter, quiero que te deshagas de ellos. De inmediato —ordenó, pasándole la daga.
—Esta es la daga de plata de Subaru —observó Richter—. Una puñalada en el corazón con esto es altamente letal para todos aquí, será suficiente.
—Sí, se desintegrarán instantáneamente sin dolor —hablaba con calma Cordelia, como si no estuviera hablando seriamente de asesinar a seis personas—. Lo cual demuestra cuánto los quiero. Ahora deshazte de ellos y te convertiré en el siguiente líder de la familia.
—¿Juras hacerme el siguiente líder de esta familia si los mato? —repitió Richter con incredulidad.
—Sí —contestó Cordelia sin siquiera pensarlo. Sus ojos se enfocaban en cada uno de los vampiros, recordando las miradas de ellos con jovialidad.
—Qué extraña eres, ¿no fue ese uno de los términos que habíamos acordado cuando yacías en el suelo muriendo? —reveló Richter—. Juraste que si salvaba tu vida, me darías toda la autoridad de esta familia: mi lugar en el trono. ¿O no?
Cordelia le miró un momento antes de abrazar su brazo con cariño—. Richter —ronroneó—, haré todo lo que tú me pidas. Pero date prisa y deshazte de estos niños. Hazlo por mí, ¿sí?
—¡Eres una tonta! —exclamó Richter, apartando a Cordelia—. No me sirves de nada más que en ocasiones absolutamente perfectas, ¿de verdad crees que quiero esas condiciones? Solo necesito tu corazón. Una vez que despierte la chica con tu corazón, la haré mía. Y así me convertiré en el líder de esta familia sin tu ayuda.
Cordelia retrocedió—. ¿Planeaste esto desde el momento en que te confíe mi corazón?
—Oh, querida, ¿acabas de darte cuenta de eso? No eres tú quien me está usando. Yo te estoy utilizando, estúpida —relató Richter su plan oculto. Miró con hastió a la mujer de cabellera púrpura antes de volver a mirar hacia la planta baja—. Yusuki, querida, ¿me harías el favor de subir aquí por las buenas? No me gustaría tener que ir a buscarte por la fuerza.
Laito inmediatamente apretó su agarre sobre ella. No le permitiría irse. Yusuki no le prestó atención, sino que frunció el ceño, centrándose en Richter—. ¿A mí? ¿Por qué me necesitas?
Los labios de Richter se curvaron en una asquerosa sonrisa presumida. Se giró a Cordelia, quien negó inmediatamente, a lo que Richter propinó una carcajada—. ¿Guardaste el secreto todo este tiempo, Cordelia? —siseó, y volvió a girarse al grupo, extendiendo sus brazos—. Y ninguno de ellos se percató, ¡son más estúpidos de lo que creía! Yusuki, posees una sangre tan especial, ¡tu sangre es única! Quien sea que tome tu sangre, tendrá más poder que cualquier otro vampiro. Tu sangre puede potenciar nuestra habilidades vampíricas al límite. Aunque, por supuesto, no todos pueden soportarlo... toda arma tiene un doble filo, después de todo.
—Mentira —negó Yusuki—. Deja de inventar, Richter. Abandona tu espectáculo de una vez.
Richter torció la cabeza a un lado—. ¿Realmente crees que estarías aquí si no fuera porque tu sangre es especial? Mi hermano te trajo aquí porque sabe de tu potencial. Solo me sorprende que nadie aquí se haya percatado de esto antes.
Automáticamente, la cabeza de Yusuki se giró hacia Shu. Sus ojos eran una ventana a su mente, casi como si lo estuviera acusando de ser responsable de todo esto. Sin embargo, el rubio negó, acercándose a ella con la intención de convencerla.
—No, Yu, espera —pidió, pero la pelirosa retrocedió.
— ¿Uh? —intervino Laito, su ceño frunciéndose—. ¿Shu tomaste de su sangre?
Yusuki apretó la mandíbula. Cometió un error. Uno grave. Si bien Shu había bebido de su sangre en múltiples ocasiones, siempre había sido un secreto. Ningún otro de los hermanos la había probado. Si bien Laito lo había insinuado varias veces, nunca lo había hecho realmente.
—Yu —Shu tomó la muñeca de la chica.
—No la toques —gruñó Laito, tomando al chico por el cuello de su camisa y levantándolo.
Shu chasqueó la lengua con burla—. ¿En serio, Laito? No tengo tiempo para lidiar contigo.
—Hijo de--.
— ¡Basta! —intervino Yusuki, y Laito soltó a Shu solo al notar las piscinas rojas acompañadas por lágrimas que nunca caerían—. Basta.
—Bueno, supongo que no todos son completamente estúpidos —musitó Richter, observando la escena con una sonrisa arrogante—. Cuéntanos, Shu. ¿Te sentiste imparable después de beber la sangre de nuestra querida Yusuki? ¿Creías que podías ser el rey del mundo?
La mirada de Shu se oscureció. Yusuki lo miró, pero se percató que el rubio estaba evitando enfrentarla. Sino que solo miraba a Richter—. No. Nada de eso. Así que deja de mentir, Richter.
Richter bufó—. ¿Puede que estés mintiendo solo porque tus hermanos están aquí y no quieres que hagan lo mismo? Ugh, qué patéticos son los celos... como sea, ¿por qué no probamos con Cordelia? Con lo débil que se encuentra ahora, estoy seguro que terminará pereciendo bajo el poder de tu sangre. ¿Qué dices, Yusuki? ¿Por qué no? Nadie la quiere aquí, ¿por qué no hacemos un pequeño experimento? —sugirió.
Laito se negó en absoluto a dejar que Yusuki se acercara a Richter, pero la chica logró soltarse de su agarre y en un pestañeo apareció al lado del hombre. Si bien Yusuki nunca sería más fuerte que alguno de ellos, ellos probablemente nunca serían más rápidos que ella. Después de todo, era de lo que se enorgullecía.
Desde el primer piso, Yusuki miró a Laito, pidiendo perdón con la mirada. El castaño solo la miró, al borde de la locura por la preocupación. Después de todo, no podía culparla.
Laito no podía evitar reconocer lo tanto que ella se parecía a su hermano, Ayato. Era como si estuvieran cortados por el mismo cuchillo. Yusuki fue educada por Cordelia de la misma forma en que ella crio a Ayato. Lo que significaba que la idea de ser la mejor estaba impregnada al fondo de su cerebro. Con la idea de que Yusuki había sido enviada para casarse con el futuro rey, Cordelia se encargó de hacer a la mejor mujer posible. De lo contrario, ella no sería digna de su hijo.
El vampiro torció el gesto, sabiendo que Ayato hubiera aceptado de inmediato ante la mera insinuación de que él era especial en lo más mínimo. Tanto Yusuki como Ayato querían ser los mejores en todo, querían ser más que el resto y ser considerados especiales.
Todo por culpa de Cordelia.
Yusuki estiró su brazo hacia Cordelia y Richter la sostuvo para que tomara su sangre, pero claramente la mujer se negó a hacerlo. Richter bufó mientras la agarraba más fuerte y acercó sus colmillos a su cuello—. Si no bebes, juro que te mataré con la daga de la forma más lenta posible.
—Richter, no me obligues--.
—¡Bebe!
—¡Oye! —Ayato ingresó a la habitación, captando la atención de todos—. ¿Pueden cerrar la boca los dos un momento? Ella me pertenece a mí y te prohíbo que la toques.
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