Capítulo 9: Ángel ensangrentado
Esperó y esperó en aquel sillón. Como médico, su padre le enseñó muchas cosas, pero ahora tenía esa espina clavada por no haberse dado cuenta antes de lo que le ocurría a Ace realmente. Tampoco es que hubiera indagado demasiado en el campo de la psicología, aunque su padre se lo aconsejaba. Todo en Ace estaba bien hasta ahora porque nadie le había forzado a nada relacionado con el sexo, acababa de romper una de sus corazas sin darse cuenta, acababa de demostrarle lo que habría podido pasarle a su hermano o el miedo que pudo sentir la primera vez con alguno de aquellos esclavos y boxeadores.
- Genial, Law – suspiró para sí mismo – ha sido una idea brillante – se reprendió.
Lo malo es que igualmente Ace iba a terminar pasando por esto, ya fuera con él o con cualquier otro boxeador. ¡Una vez que perdiese y el otro boxeador le pidiera! Tras saber cómo Doflamingo veía a Ace, se daba cuenta de que los pasillos de aquella celda debían tener cientos de ojos puestos en él y rezando para que perdiera. Lo peor era que los otros boxeadores no tendrían cuidado con él y seguramente tampoco lo tuvieron con su hermanito. Ésa era una idea que Ace también sabía, por eso se había puesto de esa forma minutos antes.
¿Qué ocurriría si Ace perdía un combate? Él lucharía hasta el final, así era su carácter y daba igual estar en una jaula que fuera el sexo, no iba a dejarse por las buenas y eso causaba cierto miedo en Law. Esperaba que no perdiera, pero todo boxeador perdía en algún momento y ahora, estaba en mal estado con esa costilla. Si se resistía demasiado al boxeador al que le entregasen... podría acabar con desgarros, quizá con algún brazo roto si intentaban sostenerle para que dejase de luchar, podría acabar incluso con hemorragias internas si preferían detenerle a golpes. ¿Pero cómo explicarle que debería simplemente relajarse y dejarse? Que era la mejor opción para sufrir los menos daños posibles. Ace no lo haría, era un luchador, un guerrero nato.
Podía ser que el resto de esclavos le vieran "virgen", que no supiera nada acerca del sexo por la edad temprana a la que fue apresado, pero sin duda alguna, todos allí sabían que meterse con Ace no era nada bueno. Era un gran boxeador y era inteligente, muy protector con la gente a la que amaba como su hermano, era de los chicos que harían lo que fuera por mantener a salvo a los suyos y eso... le hacía temible. Todos le respetaban, como bien dijo Doflamingo, era una leyenda entre los esclavos, el boxeador invicto hasta la fecha. Podrían reírse de que fuera virgen, de que no hubiera tenido apenas relación con el tema sexual, pero aun así, mantendría el respeto de todos, al menos hasta que perdiera y pudieran complacerse con su cuerpo. ¿Quién no querría follarse a la leyenda? Más siendo virgen. Era un premio muy suculento para todos ellos.
La puerta del aseo se abrió, dejando ver a Ace ya vestido con la ropa limpia que Law le había dejado. Él... que nunca había querido dejarse llevar por "excitaciones momentáneas", tuvo que controlar su más bajo instinto al verle con esa sudadera con el logo de su banda.
¡Era hermoso! No había podido apreciarlo bien por la hinchazón de sus pómulos y su labio, pero ahora limpio y aseado, y sobre todo, gracias a que la medicación había bajado algo la hinchazón dejándole distinguir algunos de sus rasgos naturales, Law se daba cuenta de que ese rostro inocente y casi infantil era terriblemente atrayente. Unas pequeñas pecas surcaban el arco de su nariz dando un toque casi morboso.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Ace al sentir la mirada de Law sobre él.
Su cabello aún chorreaba agua, pero estaba limpio, un cabello fino y sedoso. Tanto el agua que caía de él como su color oscuro, sólo hacía resaltar más aquellos ojos azules, casi grisáceos que hipnotizarían a cualquiera. ¡Jamás en su vida había visto a alguien tan perfecto! Las peleas le estaban destrozando. Casi como un ángel ensangrentado. Ahora limpio y cuidado, volvía a ser ese ángel que cautivaría a medio mundo.
- ¿Law? – preguntó confuso Ace al verle tan ensimismado, mirando entonces a todos lados y viendo que de su cabello aún chorreaba agua, agachándose enseguida para limpiar las gotas con la toalla que tenía en la mano – lo siento, lo limpio enseguida – dijo creyendo que era eso por lo que Law estaba así.
- Ace, deja eso. Es sólo... que no había visto tu rostro aún, estaba bastante hinchado antes de...
- ¿Tengo algo mal? – preguntó Ace confuso.
- ¿Qué deberías tener mal?
- No lo sé, tú eres médico y me miras raro – dijo Ace.
- Lo siento, es sólo... que me ha sorprendido ver tu rostro sin estar tan hinchado y sucio como estaba.
- ¿Cuándo vendrán a por mí, Law? – preguntó Ace, sabiendo que debería volver a la mugrienta y fría celda.
- Esta noche estarás aquí pero... hay un pequeño problema, Ace...
- Me imagino – se acercó Ace hacia él, ofreciéndole las manos todavía con los grilletes para que pudiera atarlas a algún lado – no te fías de que pueda atacarte mientras duermes, ¿no? Átalas entonces, te entiendo.
¡Demasiado inteligente! Ace le había calado completamente, a cada segundo que pasaban juntos, ese chico le conocía más y más. Estaba indagando en su personalidad, analizándole y parecía estar entendiendo toda su personalidad.
Sus manos estaban muy dañadas. En los nudillos podía ver la costra de las heridas, secándose lentamente, enrojecidos y casi sangrantes por los numerosos golpes que debió asestar a sus contrincantes. Lo peor para un boxeador era sin duda pelear sin guantes, pero a los nobles eso no les interesaba, tan sólo querían ver sangre. Las vendas no eran capaces de cubrir el impacto contra el rival. Law era consciente del sufrimiento y el daño que debía sufrir cada vez que movía los dedos.
- Deberías comer algo antes de dormir. Seguro que tienes hambre – aclaró Law.
Habría sido incómodo atarle las manos a algún lado y tener que darle él mismo de comer. Ace dejó escapar una ligera sonrisa, una que le recordó a un niño pequeño, uno muy travieso pero lleno de energía y esperanza. ¡Era tan raro ver a esa actitud en un lugar como aquel! Era un buen chico.
- ¿Puedo preguntarte algo personal? – preguntó Ace con dudas al ver cómo Law acercaba la comida a la mesa.
- Por poder... puedes preguntar lo que quieras.
- ¿Me responderías? – sonrió Ace.
- Depende de cuán personal sea la pregunta. Si es sobre mi pasado, no – aclaró Law.
- Tus tatuajes. Tienes muchos y supongo que significarán algo.
Law pareció relajarse con aquella pregunta. No era tan personal como él creía. Por instantes, pensó que querría hablar sobre su hermana o su familia, pero se había confundido. Escondió sus dedos para enseñarle las falanges en un perfecto puño y las extendió hacia él para que pudiera leer la palabra "Death".
- Para mis enemigos – sonrió Law antes de subir la sudadera y enseñarle su pecho – un tributo a un antiguo compañero al que asesinaron, pero me vengaré – devolvió la sudadera al lugar y se remangó – mi marca personal.
- Se parece a un virus – sonrió Ace y Law miró de nuevo la marca – supongo que te queda bien siendo médico y cirujano.
- Supongo – se extrañó Law, realmente Ace era como un niño, como si el tiempo se hubiera congelado cuando le secuestraron apenas con doce años.
En algunos momentos veía a un hombre hecho y derecho, capaz de sacrificarse por los más queridos para él, un chico muy inteligente y en otros momentos, veía esa faceta dulce, tierna, de niño pequeño que extrañamente... le atraía.
Law preparó uno de los platos y se la pasó a Ace, aunque verle comer con las manos atadas era toda una hazaña. Sin embargo, no pensaba quitarle las esposas, menos ahora que le había dejado tomar un cuchillo para cortar la carne, aunque le costaba bastante cortarla.
No tuvieron gran conversación mientras comían pero lo que sí se dio cuenta Law, fue de que todos los que tenían esa fatídica "D" en sus nombres, eran unos auténticos glotones. Él, aunque no comía tanto como Ace, era cierto que su apetito era voraz y Ace... parecía estar muerto de hambre. No dijo nada, dejó que comiera lo que quisiera.
Con la mirada, Law buscó algún punto donde poder atarle las manos e inmovilizarle en la habitación. Sólo había un lugar asequible, en el suelo, junto a la ventana. Había unos tubos en la pared donde podría atarle para evitar ataques nocturnos indeseados. Ace miró en la dirección en que Law lo hacía y sonrió.
- Creo que es el mejor sitio. Está frente a tu cama por lo que puedes tenerme controlado, lejos de la puerta, así que no podría huir fácilmente, la ventana tiene rejas por lo que imposible idear un plan de fuga por ese lugar y... sí... creo que es perfecto, esos tubos son suficientemente gruesos para evitar que pudiera quitarme las esposas o romper la cuerda – soltó Ace con una sonrisa antes de levantarse de la mesa e ir hacia allí.
Sin mediar palabra alguna, Ace se levantó de la mesa y caminó hasta la ventana, sentándose bajo ella y recostando la espalda contra la pared. El radiador seguramente estaría apagado, no hacía aún demasiado frío. Elevó sus manos para que Law pudiera atarle, pero éste resopló profundamente. Se levantó de la silla, tomó una de las cuerdas y la entrelazó con la cadena de las esposas para poder apresarlo contra aquella pared.
- ¿Está demasiado prieto? – preguntó Law.
- Está bien. Que descanses.
¡Le habría gustado responder! Pero Ace se quedó frito al instante. De hecho... fue tal su rapidez, que Law le tomó el pulso al instante por si se había muerto. Luego sonrió. ¡Sí que era un chico raro!
Al apartar sus manos de él, las yemas de sus dedos rozaron las muñecas del joven. Tenían la señal de las esposas, enrojecidas y con leves cortes producto de las veces que le tenían encadenado. Los moratones auguraban que apenas soltaban a Ace, seguramente creían que era un peligro dejarle suelto.
En esos instantes, recordaba a Corazón. Cuando le encontró, él era un niño que había perdido su humanidad, que juró matar a todo el que se pusiera en su camino. Sin familia, sin esperanza ni confianza en nadie. Corazón siempre intentó devolverle su humanidad pero nunca lo pudo ver. Hasta ahora mismo, sentía que la había perdido, pero teniendo a Ace frente a él, algo se removía dentro de su ser. ¡Compasión! Quizá era eso y eso era un sentimiento humano que un sicario no podía permitirse.
- Joder, Ace – se quejó Law – no puedo... caer en esto.
No quería regresar a esa faceta suya de cuando era niño, ya no lo era. No volvería a ser ese chico compasivo y bondadoso, pero... no pudo evitar apartar un mechón mojado del rostro de Ace. Debía estar acostumbrado a dormir en aquella horrible posición, sentado contra la pared. Siete años encarcelado era demasiado tiempo.
¡No podía apartar sus ojos de aquel angelical rostro! Ahora curado pese a que sus labios aún tenían algún corte que cicatrizaba con lentitud. No entendía por qué estaba siendo tan agradable con él, ni el motivo para ayudarle más allá de lo que podría agradecerle por su hermana. Ese chico estaba condenado a morir y ni él podría evitarlo. Quizá sólo pensaba en intentar mitigar un poco su carga, ¡por Lami! Evidentemente, eso se repitió Law, eso lo hacía por Lami y la deuda.
Sacó una manta del armario y se la colocó por encima. Era lo mejor que podía hacer por él, porque no pensaba soltarle las manos, ni dejarle dormir en su cama, él era un esclavo, un boxeador y posiblemente, un terrible enemigo si se descuidaba.
Mañana volvería a ponerle una bolsa de hielo. En unas semanas debería remitir la fisura hasta dejar de dolerle, pero por ahora, lo único que había sanado algo era el hinchazón de su rostro. ¡Al menos había podido apreciar cómo era su auténtico rostro! Y sin duda alguna, era un chico sumamente atractivo.
Tras taparle bien, se dispuso a irse a la cama. Apoyó primero las rodillas encima del colchón y se impulsó entrando por los pies hasta llegar a la almohada. Hoy seguramente sería una noche fresca. Se metió dentro de las mantas y echó un último vistazo a ese chico que ni se había movido un centímetro del lugar. Sus ojos empezaron a cerrarse entonces.
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