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Capítulo 7: ¡Médico para esto!

¡Otro gemido! No iba mal la cosa, así lo veía Law al escuchar el esfuerzo de ese chico por no soltar esos ruidos, pero dejándole intuir que estaba trabajando en ello. Law se mantuvo en silencio unos segundos y trató de pensar en lo que a él le gustaba, cómo le gustaba exactamente a él.

- ¿Ves una capa de piel en la parte inferior del pene? Tiene que unir el glande con el prepucio. Es el frenillo.

- ¿El glande? – preguntó Ace confuso.

- La punta del pene – le explicó mejor Law para que pudiera hacerse una idea.

- Sí, lo veo – escuchó a Ace.

- Rózalo con suavidad con las yemas de tus dedos, debería darte mucho más placer, pero no detengas el movimiento.

¡Médico para esto! Eso es lo que pensó Law, con la mano en su frente cubriendo sus ojos. Nunca esperó que con sus conocimientos médicos acabase enseñando a un chaval a masturbarse. ¡Qué bajo estaba cayendo! Sin embargo, por algún motivo inexplicable, pensaba en la primera vez que él se masturbó. ¡Él era igual que Ace! Un chico inocente que fue perdiendo su humanidad tras el incidente de su ciudad. Se había convertido en un sicario sediento de sangre, alguien sin remordimientos, pero estar ahora mismo allí frente a ese chico, le hacía recordar parte de su pasado. ¡Tampoco era malo ayudarle un poco en estas cosas! No es como si fuera a enfrentarse a los nobles por él, ni que su vida peligrase por ayudarle con algo tan estúpido como masturbarse. Además, nadie se enteraría de aquello. Con el carácter que tenía Ace, estaba seguro de que él jamás diría nada de esto por vergüenza, por orgullo.

- Prueba a dar un par de golpecitos en los testículos, pero suaves, no te pases – sonrió Law – a algunos les estimula cuando están muy excitados.

Por el gemido que escuchó, supo que sí le había gustado. Era algo arriesgado, a algunos chicos como a él, le gustaban esas cosas, otros simplemente no lo aguantaban. Law intentó relajarse, apoyando la cabeza contra la puerta a su espalda y cerrando los ojos, pero escuchar los gemidos de Ace al otro lado no era bueno. Su miembro estaba medio erecto ya y eso significaba que en cuanto el moreno saliera del baño, él tendría que ir a vaciar también.

Llevó su mano hasta su entrepierna y masajeó por encima del pantalón intentando calmarla lo suficiente hasta que Ace saliera. Pensándolo bien... llevaba al menos un par de días sin tocarse y él estaba acostumbrado a hacerlo casi de continuo. Era un momento donde podía relajarse, pero en su habitación... con Lami allí, intentando atacarle por las noches, ¡era imposible encontrar un hueco para relajarse! Y ahora... escuchar a Ace al otro lado no le ayudaba a controlarse. Era un sicario, pero también humano, había cosas que se salían de su control y esto era una de ellas.

Tan sólo dejó escapar un ronroneo, como un gato que está a gusto, rozando sus dedos, apretando sus testículos ligeramente antes de mover un par de dedos sobre su prepucio. Él al menos había tenido años para investigar su propio cuerpo, para conocer lo que le gustaba y lo que no, lo que más placer le daba. Ace tendría que aprender desde cero.

- ¿Law? – preguntó Ace al verse envuelto en aquel silencio.

- ¿Ya está?

- Creo que sí – susurró Ace.

- ¿Creo? - Aquella palabra le hizo dudar también a Law.

Era fácil saber si había llegado o no, debería haber sentido una explosión de placer, el semen salir disparado con todo el tiempo que lo había retenido, debería estar demasiado cargado y sentir un alivio casi inmediato, todo su cuerpo se relajaría. ¡Tenía que darse cuenta! ¿Qué era "creo"?

- Voy a entrar – dijo finalmente Law, sin embargo, antes de que pudiera incluso levantarse del suelo, Ace abrió la puerta y salió ya vestido.

Law se quedó atónito, ese chico estaba demasiado ruborizado, pero intentó pasar de su rostro para ver al fondo del aseo, tirado en el suelo, su apestosa ropa interior. Seguramente los nobles no les darían ropa interior limpia en mucho tiempo. ¡Aquello no pensaba lavarlo! ¡Se iba directo al cubo de la basura!

- Si dices algo sobre esto, te mataré – recuperó un poco de su carácter Ace, tratando de volver a ser ese chico que conoció el primer día.

- ¿Estás loco? ¿Y tirar por tierra mi reputación de sanguinario sicario? – se quejó Law – si saben que encima te he ayudado con esto, seré el hazmerreír. Más te vale a ti que nadie se entere de esto.

- Esto no volverá a pasar. Te seguiré mandando a la mierda, no me caes bien – Law sonrió. ¡Volvía a ser el chico orgulloso y con carácter! – pero... gracias – giró el rostro para otro lado para evitar que vieran ese "tierno sonrojo de chico virgen", así lo catalogó Law haciéndole sacar una sonrisa. Le tenía que haber costado decir aquellas palabras pero parecía no poder evitarlo. Era muy educado pese a su carácter.

No pudo decir mucho, la puerta de la enfermería se abrió y entraron por ella un par de guardias para llevarse al chico de nuevo a su celda. Law esperó a que los guardias entrasen, colocando esos grilletes nuevamente en las dañadas muñecas de Ace y se lo llevasen a su celda.

En cuanto la puerta se cerró, Law llevó su mano de nuevo a su intimidad recolocándolo mejor ahora que estaba completamente erecto. ¡Iba a ser su turno de encerrarse allí y liberar tensión!

Lo primero que hizo fue tomar la escobilla del baño, enganchar los mugrientos calzoncillos de Ace y tirarlos en la primera papelera que vio. ¡Estaban asquerosos! Y sí podía ver algunas manchas blanquecinas, seguramente de sus eyaculaciones nocturnas o de líquido preseminal que se le escaparía. Aquello no era higiénico, pero a los nobles les daba igual que lo fuera o no, sólo eran esclavos. ¡Lo próximo que debía exigirle... era una ducha!

Miró el resto del aseo. ¿Dónde estaba el papel que había utilizado para limpiarse? Eyacular era muy sucio, el semen debía haber salpicado por varios lugares y él habría tenido que limpiarse, pero ni en la papelera encontró trozos de papel que le indicasen que lo había hecho.

- Serás capullo – se quejó Law al darse cuenta de algo.

¡Ese chico no había eyaculado! Seguro que el muy idiota se había quedado en las primeras gotas de líquido preseminal que salieran. ¡No sabía masturbarse! De eso no le quedaba duda alguna y ahora estaba enfadado. Intentó no pensar en ello, levantó las revistas del suelo y las dejó encima de una mesilla. Él no las necesitaba para excitarse. ¡Ahora iba a relajarse! Y con eso era suficiente por hoy. Ya pensaría luego qué narices hacer con ese idiota que no se había desfogado.

***

Llegó casi a las cinco de la tarde a su dormitorio y como era costumbre, Lami estaba allí, mirándole con mala cara, atada en la misma silla donde la había dejado.

- ¿Qué? – preguntó Law.

- No tienes corazón – le dijo sin más.

- Si te dejo suelta, seguro te meterías en problemas tratando de ver a ese chico... como se llame.

- Luffy – se quejó.

- Pues eso.

- ¿Qué ocurre con Ace? ¿Has conseguido sacarle de la jaula?

- ¿Cómo quieres que consiga algo semejante, Lami? Ya te dije que ese chico está condenado.

- ¿Eso es todo lo que vale mi vida para ti? – casi gritó Lami – él arriesgó su vida para salvarme, me ayudó sin querer nada a cambio y tú... ¿Cómo le pagas tú? Dejando que sigan golpeándole y casi matándole en esa jaula.

- Cállate ya, no tiene nada que ver contigo esto. Me alegra que te salvase, pero seamos sinceros... sería tu deuda entonces, ya he hecho bastante por él, está vivo aún.

- ¿Y ya está? ¿A mí me salva, tú me liberas y a él le abandonas? ¿Eso es lo que ha sido Ace para ti? ¿Un intercambio? Dejas que siga sufriendo sólo para conseguir mi libertad.

- Lami, no sabes nada de la vida.

- Eres un egoísta – le gritó Lami – al menos salva a Luffy, él te agradecería eso toda la vida.

- Si saco a Luffy, él no lucharía por nada ni por nadie, se daría por vencido y preferiría morir. ¿No lo has pensado? – se quejó Law, haciendo recapacitar a su hermana – y tampoco puedo liberar ahora mismo a su hermano, no tengo cartas bajo la manga para hacer tratos. ¿Qué ofrezco a cambio de Luffy? – le preguntó indignado a Lami.

- No... no lo sé.

- Pues ese es el problema, Lami, no tengo nada con lo que negociar. No puedo sacarles de ahí, al menos no ahora mismo.

La puerta sonó, pero Law imaginaba de quién se trataría. Había mandado llamar a Bepo, uno de sus ayudantes para que se llevase a su hermana al barco esa noche. Quería poder dormir tranquilamente por una noche, sin miedo a que intentasen matarle, acuchillarle o cualquier otra cosa semejante, pero además... también había pedido que trajesen a Ace a su dormitorio. El noble no se había interpuesto en aquella petición.

- Entra y llévate a Lami al barco.

Bepo parecía un poco confuso al ver a esa chiquilla sentada en la silla, completamente atada como si fuera una pequeña delincuente, pero no insistió en las órdenes de Law. No es que fueran un grupo demasiado amplio, de hecho... Law sólo tenía los integrantes mínimos para poder tripular el barco, él nunca se fiaba de nadie. Por esa misma razón, tampoco había dado a conocer que Lami era su hermanita, pero sí había exigido que la tratasen con el mayor de los respetos. Una decisión que en el barco no entendían, pero respetaban.

Nada más irse, Law se tumbó en la cama, cerrando los ojos y suspirando con pesadez. Sólo necesitaba descansar un poco, nada más. Cuando tocaron a su puerta nuevamente, ya eran cerca de las nueve. Seguramente le traerían algo de cenar, pero al abrir la puerta, se encontró con ambas cosas, tanto la cena como los guardias que custodiaban a Ace. Supo que era él por su físico y esos pantalones negros sucios que siempre llevaba, puesto que su cabeza estaba cubierta con un saco.

Law se apartó de la puerta y observó cómo empujaban de la espalda a Ace para meterle dentro de la habitación. Ese chico debía estar muy confundido sin saber por qué le sacaban de la celda a esas horas, sin saber dónde le llevaban. Law agarró la cadena de sus grilletes y lo metió hacia dentro, empujando también el carro de la comida y cerrando finalmente la puerta.

Al quitarle el saco de la cabeza, Ace se sorprendió al verse en aquella lujosa habitación, con sábanas de la más fina seda, con un aroma a azahar que inundaba la sala y a su médico allí frente a él. Sólo una vez había estado en ese cuarto, aunque poco vio estando en el suelo, atado a la pata de una cómoda.

- ¿Law? – preguntó extrañado, pero éste ni quiso responderle.

Tomó los grilletes con fuerza y tiró de ellos, obligando a Ace a seguirle para no hacerse daño en las muñecas y tirándole sobre la cama.

- ¿Qué narices...? ¡Law! – se quejó Ace, cayendo de rodillas sobre el mullido colchón.

Sus codos se apoyaron en el colchón para evitar caer con la cara, pero al intentar levantarse, Law se lo impidió, dejándole allí de rodillas y apoyando su mano en su cabeza, presionándola sobre el colchón para impedirle moverse. Con las manos esposadas no podría hacerlo con libertad, ni podría intentar atacarle, aun así, Ace se revolvía como un potro salvaje, como un perro herido y atemorizado intentando morder. ¡Ese chico tenía un carácter de mil demonios!

- ¿Qué narices haces? ¡Suéltame de una puta vez! Te mataré, Law, eres un maldito cabrón – dijo entre maldiciones, pero Law bajó la bragueta de su pantalón y metió la mano para agarrar su miembro. Aquello hizo que Ace cerrara los ojos y chasquease los labios en señal de frustración.

- Estate quieto de una maldita vez.

- Eres un bastardo, déjame y vete a la mierda. ¡Law! – volvió a repetir su nombre, como si eso le hiciera empatizar más con él, pero no fue así, en su lugar, Law empezó a mover la mano sobre su miembro.

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