Capítulo 6: ¡Revista!
¡Por fin se habían llevado a ese desgraciado! Así lo veía Law. Tanto tiempo vivió con él... con su grupo, inmerso en aquella mafia que le enseñó a pelear y a sobrevivir pero... todo cambió el día en que Doflamingo mató a Corazón, su amigo, maestro y casi un nuevo padre para él. Ocho años tenía cuando quemaron su ciudad y asesinaron a su familia y doce cuando decidió abandonar aquella organización para valerse por sí mismo. Aún recordaba cómo Corazón le había convocado en aquel siniestro lugar para contarle algo importante, pero cuando llegó, sólo vio su asesinato a manos de Doflamingo. ¡Decidió escapar de allí! Jurando volverse más fuerte y un día, acabar con el hombre que había llevado a cabo el asesinato, Doflamingo.
Un gruñido le sacó de la lectura. ¡Aunque realmente tampoco leía! Había abierto el libro de medicina para intentar centrarse en algo, pero había terminado pensando en Corazón y su pasado en aquella organización. Al ver que Ace se movía en la camilla y lanzaba algún quejido, cerró el libro y se dirigió hacia él para comprobar que estaba bien.
- Así que eres una leyenda – expresó Law al revisar su costado.
- Soy un esclavo – le confirmó Ace con seriedad.
- No entre los esclavos al parecer. Creen que eres casi invencible.
- Sufro igual que ellos, no soy invencible sólo lucho por algo en este infierno. Aquí es fácil perder las esperanzas. Ahora todos luchan simplemente para sobrevivir.
- Luchas por tu hermano y eso te mantiene vivo, Ace. Pero... no es recomendable que te metas con Doflamingo, no sabes de lo que es capaz.
- Si toca a mi hermano... él o cualquiera, lo mataré – expresó con su tono más serio.
¡Aquellos ojos! Esos llenos de determinación y valor, esos ojos llenos de esperanza que a Law le resultaban tan sumamente atrayentes. Él había tenido una vez esa misma mirada, cuando juró matar a todo el que se interpusiera en su camino, cuando perdió las esperanzas, cuando dejó de confiar en la gente. Su humanidad se fue aquel día que mataron a su familia, pero extrañamente... en Ace, pese a estar esclavizado y sobreviviendo a duras penas, seguía manteniendo una humanidad impropia de la situación.
- Voy a ponerte hielo.
Fueron las últimas palabras de Law antes de buscar un trapo donde poner el hielo. Esa costilla iba a necesitar mucho hielo y reposo. El esclavo que le había hecho aquello debía ser muy fuerte y, aun así, Ace había conseguido salir victorioso. Para Law era increíble una proeza semejante.
- ¿Quién es Shiliew? – preguntó Law tras poner el hielo en su costilla y escuchar una queja por parte de Ace.
- Es... otro esclavo, no de nuestro grupo. El noble para el que servimos es "San Charlos" – susurró Ace – como bien sabrás, él te contrató.
- Un malcriado, sí. Lo he conocido. ¿De quién es esclavo ese tal Shiliew?
- De Santa Shalria.
Lo preocupante de todo aquello para Law, no era esa disputa por poder e influencias entre los nobles, sino el motivo para que Doflamingo, siendo de la familia noble de los Donquixote, hubiera sido esclavizado. Fue una familia muy importante hasta que ésta se trasladó a Mariejois, por lo que quizá... Doflamingo quisiera ahora recuperar su lugar aunque había escuchado que la familia Riku estaba en el trono de la familia Donquixote, gobernando Dressrosa, eran bondadosos, nada que ver con el resto de nobles que él había conocido o de los que le habían hablado. ¡Doflamingo estaba planeando algo y no sería bueno!
- Así que tu hermana – sonrió Ace.
Por un instante, Law pensó que si ese chico no tuviera la cara como un balón y su labio no estuviera tan hinchado, habría disfrutado con aquella sonrisa tan inocente que tenía.
- Debes estar muy feliz de haberla encontrado. Un hermano lo es todo, ¿verdad?
Ace supo que ese hombre no respondería. ¡Era un sicario! Jamás le mostraría un punto débil y la familia era uno demasiado grande. Seguramente mantendría o trataría de mantener en secreto que era su hermana frente al resto. Con él ya no tenía remedio, Lami se lo había confesado.
- Pareces muy relajado hablando de tonterías conmigo – se quejó Law – sabes que me han contratado para matarte, ¿verdad?
- La pregunta no es si vas a matarme o no, Law – sonrió Ace – sino cuándo lo harás.
¡Demasiado inteligente! Law dejó escapar una sonrisa porque él tenía razón. Era un esclavo, podía morir en cualquier momento y sabía que todos intentarían matarle en algún momento. De aquí sólo saldría muerto, su única duda era saber cuándo ocurriría.
- Eres un chico muy extraño. ¿Cuántos años llevas aquí encerrado? – preguntó Law por simple curiosidad.
- No lo sé – dijo Ace – al principio llevaba la cuenta pero al final... dejé de hacerlo. Creo que tenía doce años cuando me esclavizaron, Luffy sólo siete. No sé ni en qué año vivo.
Law miró en el expediente de Ace donde ponía su fecha de nacimiento. El uno de enero. Contó hasta la fecha actual y abrió los ojos ante aquello.
- Tienes sólo diecinueve años – suspiró.
- Eh... supongo. Ya te he dicho que no sé en qué año estamos.
- Llevas siete años peleando aquí abajo.
- No tanto, al principio era todo muy extraño. Solían llevarme a una habitación con mucho instrumental y cuando despertaba, estaba en la celda. Un día todo eso se detuvo y me llevaron a la jaula para boxear. Conseguí al menos hacer un trato para pelear por mi hermano y que él no entrase ahí. ¿No es lo que hacen los hermanos mayores? ¿Seguimos con hielo? – le cambió el tema Ace, mirando la bolsa de hielo en su costilla.
- Tengo otro tratamiento para ti más urgente que el hielo.
- ¿Ah, sí? ¿Cuál es mi tratamiento?
Pareció reflejarse una sonrisa que Ace no había visto hasta ahora en ese moreno. Él era serio y reservado, muy meticuloso, pero ahora mismo, tenía una mirada extraña que casi le daba un poco de miedo, más miedo de lo que daban sus torturas o cuando se enfadaba. Le vio dirigirse hacia la encimera y sacar unas revistas de uno de los cajones.
Las elevó en la mano y se las tendió, sonrojando inmediatamente a Ace al ver aquellas chicas desnudas en la portada. La sonrisa de Law se intensificó al ver ese sonrojo, nunca imaginó ver algo así en un chico con tanto carácter como era "puño de fuego", pero estaba claro que eso le había avergonzado.
- ¿Por... Por qué me das eso a mí? – preguntó casi extrañado.
- ¿Ves esa puerta de ahí? Es el aseo. Toma las revistas y quiero que entres ahí y te desfogues.
- ¿Me desfogue? – preguntó todavía más confuso.
- Vamos... que no salgas hasta que hayas "descargado el arma" – dijo intentando ser sutil, aunque Ace se ruborizó aún más – y toma esto también. Es ropa interior limpia, la que llevas apesta. Voy a prepararte unas vitaminas que te harán falta.
- ¿Vitaminas?
- Mientras estabas inconsciente te hice una analítica – tomó unas notas de su lado y empezó a revisar – estás falto de B12, vitamina D, calcio y vas un poco flojo en hierro. Supongo que parte por no tomar el sol.
- Ya... no vivo precisamente en una suite – le aclaró Ace.
- Ahora entra ahí y... ya sabes...
- No pienso masturbarme en ese baño cuando tú estás aquí fuera. Eres un pervertido – se quejó Ace.
- Por favor, no me interesas en lo más mínimo pero cuando el otro día te pregunté...
- Me torturaste, querrás decir.
- Ni llegué a torturarte, fue una caricia...
- Una caricia que dolía – volvió a reprenderle.
- Bueno... ya me entiendes, tus huevos estaban cargados, deben dolerte mucho por no haber podido descargar. Verás qué a gusto te quedas, te estoy haciendo un gran favor, de hombre a hombre.
- ¿Y tengo que agradecerte que quieras verme masturbarme?
- Ni voy a entrar al baño. Todo para ti. ¿O prefieres que te devuelva a la celda y te encadenen de nuevo sin haber vaciado y con el dolor en los testículos?
- ¡No! – se apresuró a decir Ace.
Realmente quería librarse de ese dolor. Era un infierno pero a la chica que pedía por su recompensa era a Lami y no pensaba tener sexo con una niña de catorce años. Era una maldita locura, un acto odioso y repulsivo. Además... él nunca había practicado el sexo. Aun así, no podía negarlo, le dolían mucho. Se fiaba de su médico, quizá sí necesitaba lo que le pedía, pero aún seguía ruborizado al saber que Law se había percatado de aquello.
Para Law, era inviable estar una semana sin masturbarse. El dolor que se producía en sus testículos por la acumulación de semen era demasiado fuerte, sin embargo, como médico, también sabía que el cuerpo tarde o temprano, acabaría expulsando de alguna forma aunque podían pasar meses y lo más seguro, sería cuando durmiese por medio de algún sueño húmedo. Por el estado en el que había visto a Ace, podía calcular que al menos, durante un mes y posiblemente fueran dos meses, no había podido vaciar. ¡Eso debía doler demasiado! Sólo de pensarlo, Law se ponía enfermo. Él no habría aguantado aquello.
Ace, en cambio, se había quedado atónito mirando esas revistas, más rojo que un tomate al observar las mujeres desnudas de la portada, casi apartando la vista como un niño inocente que no quería mirar y entonces... Law lo entendió. ¡No es que ese chico fuera virgen! ¡Ese chico no había visto una mujer desnuda en su vida! Le habían esclavizado con doce años, ahora tenía diecinueve y a la única chica que había pedido para "desahogarse sexualmente" era a su hermanita, y ni siquiera para el sexo.
- Ace – le llamó Law al verle tan cohibido con aquellas revistas - ¿En qué piensas cuando necesitas un orgasmo? – preguntó por curiosidad.
- No lo sé... yo...
Por un instante, su cabeza de médico y conocimiento sobre anatomía masculina empezó a funcionar de nuevo. Doce años... Ace tenía doce años y el semen empezaba a generarse entre los diez a quince años. ¡Él no debió tener la necesidad de masturbarse a los doce! ¡De hecho, era extremadamente raro que un niño de doce se masturbase!
- ¡Dios mío! Nunca te has masturbado – confirmó ahora un poco asustado Law, pero era así, los doce años era demasiado pronto para haber empezado y luego estuvo encadenado sin posibilidad de hacerlo.
- No. Pero he visto a otros presos... bueno... no les he visto pero hablan de ello.
Sin duda alguna, Ace tenía mucho carácter, era capaz de enfrentarse a cualquiera pero, ahora mismo, en ese mismo instante estaba viendo una faceta tan inocente en él, que jamás esperó que tuviera cuando le vio la primera vez. ¡Ahora entendía a Doflamingo cuando dijo que pediría a Ace si ganaba!
- Ace... ¿Qué entiendes tú por masturbarte? ¿Qué les has oído a los otros presos?
- Es... que se tocan ahí abajo, ¿no?
La mano de Law fue directamente hasta su rostro, golpeándose con ella al ver que Ace... sabía la palabra "masturbarse" por lo que había oído por ahí, no porque supiera realmente cómo se hacía o cómo tenía que tocarse específicamente para darse el mayor placer.
Medio enfadado y frustrado, tomó el brazo de Ace y le obligó a bajar de la camilla, conduciéndole hacia el aseo y encerrándole allí antes de lanzarle las revistas dentro. Cerró la puerta y se sentó al otro lado, con la espalda apoyada contra la madera para poder escuchar si realmente Ace le hacía caso y empezaba a masturbarse.
Tan sólo la aguja del segundero del reloj de la pared avanzando, era lo que llegaba a los oídos de Law. ¡Dos minutos! Un tenso silencio de dos minutos transcurrió. ¿Qué estaba haciendo ese chico ahí dentro? Con todos esos años sin tocarse, debería ser muy rápido eyaculando. Al mínimo contacto tendría que sentir placer, no podría controlar sus ganas de evacuar todo ese líquido. Seguramente habría despertado algunas veces completamente mojado por algún sueño húmedo, era la defensa del cuerpo para esos casos. La idea le llegó a Law cuando el reloj marcó cinco minutos. ¡No se estaba tocando!
- Quítate el pantalón y la ropa interior – le comentó Law sabiendo que los guardias no tardarían en llegar para devolverlo a su celda – agarra tu miembro con suavidad pero con decisión y mueve el prepucio hacia abajo un poco y vuelve a subirlo. Deberías sentir algo de placer.
¡Llegar a esto! Él era médico, cirujano y sicario, ¡no profesor de masturbación! Ni siquiera debería estar haciendo esto... no lo habría hecho por nadie pero... él salvó a su hermana, seguía sintiendo una extraña carga sobre él de intentar ayudarle en la medida que le fuera posible por Lami.
¡Un gemido! Por fin pudo escuchar algo tras la puerta aunque fue leve y corto, tan corto que Law supo al instante que lo habría retenido en cuanto intentó salir. ¡Le daría vergüenza lanzar esos sonidos! No era algo extraño. Mucha gente sentía debilidad ante el sexo, intentando parecer más duros sin hacer sonidos. Por lo menos le dejó intuir que le estaba haciendo caso, ya era algo.
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