Capítulo 37: Promesas y venganzas
"No sueltes al niño", era la frase que Bepo se repetía una y otra vez en la cabeza. Sus grandes manos se envolvieron en torno al bebé, cubriéndole mejor con la manta y acercándolo a su pecho en un instinto de protección. Si Law le decía que no lo soltase, eso era lo que iba a hacer, fijando sus ojos en Doflamingo.
Lentamente, al ver que Doflamingo caminaba en su dirección con clara intención de ver o agarrar al niño, Bepo se echó hacia atrás. Eso fue un gesto claro para todos los presentes, algo que hizo que la tensión se acumulase de golpe en la sala. Todos miraban la reacción de Doflamingo ante aquello, pero Bepo no estaba dispuesto a soltar a ese niño pasase lo que pasase.
- Dame al niño – se puso serio Doflamingo al ver aquellos pasos retrocediendo, alejando al niño cuando él quería sostenerlo.
- No – dijo Bepo – no te lo voy a dar.
- ¡QUE ME DES AL PUTO NIÑO! – gritó esta vez notablemente enfadado, lo que hizo que todos los enfermeros temblasen de miedo y se agazapasen.
- No podemos dártelo – sonó esta vez la voz de Law – Bepo, ponlo en la incubadora. Ahora.
Doflamingo no terminaba de entender aquello, pero Law parecía el más sereno allí, por lo que seguramente le daría una explicación razonable a todo ello. Sin dilación, Bepo se dio media vuelta, todavía mirando de reojo al hombre a su espalda para asegurarse que no intentaba alguna de las suyas y depositó al niño en la báscula primero para luego llevarlo a la incubadora.
- El niño necesita cuidados intensivos – explicó Law – es prematuro, míralo bien, Bepo va a pesarle, pero estoy convencido de que no llega a los dos mil quinientos gramos. La incubadora nos permitirá mantener su temperatura corporal en los treinta y seis y los treinta y siete grados. Tengo que hacerle un chequeo completo, porque al ser prematuro puede tener problemas de madurez en algunos órganos, como los pulmones, es posible que tenga fragilidad ósea o sea más propenso a infecciones. Va a estar un tiempo en la incubadora hasta que vea que no corre peligro alguno.
Bepo terminó de pesar al niño y lo colocó con cuidado en la incubadora. ¡Era un momento difícil! Pero que Law no hubiera ni siquiera dejado que Ace lo sostuviera, implicaba que Doflamingo creería más fácil sus palabras. Sólo los sanitarios habían estado en contacto con el niño y eso pareció relajar un poco a Doflamingo.
- Nadie va a tocar a ese niño ahora mismo, no voy a ponerle en riesgo. Ahora deberíamos dejar a Ace descansar y mientras lo hace, revisaré al niño.
Law revisaba el lugar con la mirada a la vez que intentaba calmar el ambiente que se había generado. Bepo sabía de sobra que sin su katana cerca, estaría en mala posición, pese a que no era su única arma. Law había salido de peores situaciones en el pasado. Aprendió a asesinar con sus manos, sabía defenderse incluso sin un arma, pero teniendo que proteger a Ace y al niño a su espalda, teniendo precisamente a Doflamingo frente a él, al hombre que asesinó a una de las personas más importantes en su vida, supo que era una mala situación.
Durante años, Law buscó la venganza. Se había preparado para asesinar a ese tipo y cuando por fin lo tenía a su alcance, resultaba haberse enamorado de un chico que le ponía en esa difícil situación. Quería vengarse con toda su alma, pero también deseaba proteger a Ace y ahora al niño, así que iba a ser complicado tenerlo todo a su alcance.
Una explosión y los gritos de la gente hicieron que Doflamingo mirase hacia la puerta fuera del quirófano. Permanecía cerrada y no podía tener una idea apropiada de lo que estaba ocurriendo. Se dio la vuelta y caminó hasta la robusta puerta para abrirla.
El pasillo estaba desierto pero se escuchaba el ruido. Un par de guardias, inmóviles en la puerta del quirófano, destinados a evitar que nadie entrase allí ni saliera sin consentimiento de su jefe, se miraban sorprendidos sin entender tampoco lo que estaba ocurriendo en los pisos inferiores.
El ruido se acercaba cada vez más y finalmente, una granada salió del hueco de las escaleras, rodando por el pasillo y sacando un denso humo. Doflamingo todavía pudo distinguir unas siluetas entrando con máscaras entre él, por lo que cerró la puerta con rapidez encerrándose dentro del quirófano.
No le dio tiempo a defenderse del agarre de Law. Con una perfecta llave, le inmovilizó para apartarle de la puerta y bloquearlo contra una de las paredes, colocando un escalpelo en su cuello. Si todo iba bien, Sabo y los demás deberían estar llegando. Bepo ya preparaba el oxígeno para el niño. Era arriesgado entrar con bombas de humo, pero también eficaz y en ese quirófano tenían bombonas de oxígeno que podían utilizar para sacar al niño. El problema sería el resto de la gente. A Law sólo le importaba Ace.
El grito de los guardias de fuera y algunos golpes indicaron que estaban peleando, por lo que el ejército revolucionario ya estaba allí. Las puertas se abrieron de golpe, dejando ver a los enmascarados con sus armas.
- En la camilla – le avisó Law.
- Eres un hijo de puta – sonrió Doflamingo – pero no vas a salirte con la tuya, Law.
Uno de los hombres se acercó con rapidez a Ace, desanudando una de las máscaras de su cinturón y colocándosela en el rostro al paciente. Con una señal de su mano, indicó al resto que sacasen la camilla antes de dirigirse hacia la incubadora.
- ¿Lo tienes listo?
La voz estaba algo distorsionada por la máscara, pero Bepo pudo reconocer a Sabo pese a la capucha que cubría su cabello y la leve distorsión. Sabo desanudó otra máscara de su cinturón y se la pasó a Bepo para que se la pusiera. El humo del pasillo empezaba a entrar por el quirófano.
- Casi está – susurró Bepo – conecto esto, cierro aquí y... podéis llevároslo.
Otro movimiento de sus dedos y un par de hombres tomaron la incubadora para llevársela. Tras la incubadora, Sabo empujó a Bepo para que saliera de allí y vigilase la salud del niño.
- No te separes del niño – le informó antes de ir hacia Law –. Law, la máscara.
Sabo le pasó la última que llevaba. Las tenía contadas para sacar a ellos tres y sólo a ellos. Al ver que Law estaba ocupado manteniendo a ese tipo con la llave, no le quedó más remedio a Sabo que intentar colocársela en el rostro como pudo. Una evacuación forzosa y arriesgada, pero debían ser lo más rápidos posibles. Ace estaba fuera, el niño estaba fuera y Bepo estaba fuera, sólo quedaba Law.
- Law, eres el siguiente, vámonos.
- ¿Y qué hacemos con éste? – preguntó mientras Doflamingo reía.
¡Si le soltaba, atacaría a ambos! Si se quedaba... tampoco creía poder salir con vida de allí, pero ganaría tiempo para que la camilla y la incubadora llegasen al barco. ¡No se hizo sicario para enamorarse! Siempre había pensado en su propia seguridad y hoy... hoy pensaba en la integridad de Ace.
- ¿Quién me mandaría enamorarme? – susurró con una ligera sonrisa.
- Yo de ti cortaba la garganta ahora mismo – sugirió Doflamingo – porque si me dejas vivo, te aseguro que no pararé hasta joderte la vida.
No hacía falta que se lo dijese, sabía de sobra que Doflamingo no les dejaría en paz mientras viviera, pero por otra parte, si le sugería algo así, era porque tenía un plan en mente o porque era un arrogante, en cualquier caso, Law sabía lo que debía hacer. Doflamingo no podía salir vivo del quirófano.
- Ve con Ace – ordenó Law a Sabo.
- Venga ya, Law, somos dos, podemos con él...
¡Tenía mucha fuerza! Podía sentir cómo Doflamingo intentaba librarse de su llave y lo peor de todo era que aprendió de él y su banda, seguramente sabía cómo defenderse en ese caso tal y como estaba aprisionado.
El grito de más gente y los ruidos de pelea hicieron que los dos se peleasen. Doflamingo siempre tenía planes para todo.
- Sabo, necesito que defiendas a los tuyos ahora mismo y que los lleves al barco. Yo me ocupo de él. Este cabrón tendrá más hombres preparados para frenar vuestro avance y tú eres un buen luchador, ve con ellos.
- ¡Maldita sea! – se quejó Sabo antes de salir corriendo por la puerta.
- Buen plan, Law, pero los míos deben estar ya agrupándose en torno a mi palacio, no os dejarán salir. ¿Y tú qué? ¿Esperas a que le humo llegue aquí para debilitarme? Eso no va a funcionar.
- ¿En serio? – preguntó, presionando un poco más el escalpelo sobre su cuello y sacando unas gotas de sangre.
Debía cortar hacia el lateral o agacharle la cabeza. Tal y como estaba ahora mismo, con la cabeza hacia atrás, la tráquea se ponía delante y con algo tan pequeño como un escalpelo no conseguiría llegar hasta las arterias. Estaba en mala posición para asesinarle con un escalpelo, pero Doflamingo no era médico para saber algo así. La idea de rajarle el cuello le había mantenido tranquilo hasta el momento, pero Law sabía que debía buscar otra forma. No funcionaría tal y como lo tenía ahora.
Movió el escalpelo hacia el lateral del cuello para poder cortar la arteria carótida y entonces, Doflamingo se movió con rapidez, deshaciéndose de su agarre y golpeándole en la máscara, lo que hizo que Law perdiera durante unos segundos la estabilidad.
¡El maestro contra el alumno! Aquella batalla no sería nada igualitaria, pero Law estaba dispuesto a ganar, a vengarse por lo que ese mal nacido le hizo a Corazón, a Ace, a él mismo. No podía permitir que siguiera haciendo lo que le daba la gana con todos. Hoy tenía que terminar allí el reinado de terror que ese hombre imponía allá donde iba.
Sólo armado con un escalpelo, Law se enfrentaría a la gran amenaza que siempre ensombreció su vida, al hombre que le enseñó todo de niño, al hombre que le arrebató algo importante y que no dejaría que fuera feliz mientras siguiera con vida.
***
Sabo fue el último en subir al barco. La camilla con Ace inconsciente aún acababa de entrar segundos antes y Luffy había salido como un auténtico rayo para comprobar que su hermano estaba bien. Observó la cabina del capitán, no podía ver nada, pero sabía que Dragon estaría allí viendo cómo recuperaban a ese chico, un chico al que acabó considerando como su propio hijo.
La incubadora ya ni siquiera estaba en la cubierta, Bepo se la había llevado al interior para conectar todo nuevamente y revisar al niño. Seguramente, luego pasaría por la habitación donde dejasen descansar a Ace para asegurarse también que estaba bien. En cambio, Sabo apartó la mirada hacia la ciudad, al gran edificio frente a él esperando ver a Law bajar esas malditas últimas escaleras y llegar. Humo, fuego y explosiones, pero ni rastro de Law.
- Hay que irse – susurró Ivankov a su espalda – no podemos quedarnos aquí demasiado tiempo. Los hombres de Doflamingo vendrán y...
- Dale cinco minutos más – susurró Sabo – sé que vendrá.
La tensión se palpaba en el ambiente. Todos eran conscientes de que debían poner mar de por medio, marcharse ahora que tenían a Ace, pero... nadie quería tener que decirle a Sabo que quizá Law no lo había conseguido.
- Cinco minutos – escucharon la voz de Dragon tras ellos – le doy cinco minutos, pero nada más. Y si la cosa empeora, nos largamos sin él.
Sabo aceptó. Era lo único que podía hacer, ganar cinco minutos. Rezó para que llegase a tiempo, intentando no perder la esperanza y al final, pasados un par de minutos, Sabo salió corriendo hacia las escaleras al ver la figura de Law sangrando, apoyándose como podía en las paredes y dejando un camino de sangre tras él. A duras penas estaba en pie, pero estaba allí. Ivankov no se quedó atrás al ver la escena, siguiendo a Sabo para ayudar a Law a regresar al barco.
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