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Capítulo 32: Comienzan los problemas

Volvió a sentarse en la camilla, confuso por lo que acababa de pasar. No estaba seguro del motivo por el que Lami salió de esa forma aunque entendía que algo le había sentado mal y por eso, la reacción de Law había sido ir tras ella. Seguramente querría explicarle algo. Resopló. No le quedaba otra que esperar allí en la enfermería a que volviera o... a ser posible hasta la noche como Sabo le había dicho. Sin embargo, no estaba seguro si los guardias le harían volver a la celda. Por ahora, simplemente debía esperar.

Tocó su vientre con suavidad. Todavía quedaba demasiado tiempo para poder tenerle en sus brazos. Entre la tranquilidad y el silencio de la enfermería, se preguntaba si finalmente esa noche saldría todo bien, si ese niño podría conocer lo que era la libertad, si quizá... llegaría un día donde podría estar con Law sin tener problemas de algún tipo.

Una lágrima resbaló por su mejilla. ¡Era un sicario! Siempre habría problemas. Es lo que pensó en ese momento. Law siempre tendría algún enemigo y lo más probable era que no pensase en él como algo a largo plazo. ¿Pensaría en tener una familia estable? Ace lo dudaba.

¿Qué ocurriría si el niño era de Doflamingo? ¿Law lo rechazaría? ¿Doflamingo estaría detrás de ellos haciendo de las suyas? ¿Podían realmente estar juntos? Todo eran dudas y más dudas.

- ¿Estás bien?

La voz de Bepo a su espalda hizo que se girase al instante. Estaba serio pero también le conocía lo suficiente como para saber que era muy leal a Law y, por tanto, estaba preocupado por ese niño y todo lo relacionado a lo que pudiera perturbar la tranquilidad de su jefe.

- Sí, sólo... pensaba.

- Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿no?

- Sólo son dudas sobre el futuro. Seguirá siendo incierto incluso aunque te preguntase – sonrió Ace.

- ¿Es sobre el niño?

- En parte. Parece como que mi cabeza últimamente sólo pensase en el niño y en lo que será mejor para él. No puedo centrarme en otras cosas. A veces me pregunto si no fuera de Law... si tuviera la suerte de poder estar con él... si le importaría que no fuera suyo.

- Lo querría igual, porque es tuyo – dijo Bepo con total confianza – y lo criaría como suyo propio, no tengo dudas de eso. Aunque también sé que está preocupado por ti. Ha estado estudiando tu expediente estas últimas semanas y no pinta alentador. Esos experimentos que hicieron en ti no estaban completos, Ace, los abandonaron y, por tanto, aunque ya es raro que te quedases embarazado... ese niño no puede salir. Creo que tiene que abrirte para sacarlo y le preocupa de verdad tu salud.

- Confío en él – sonrió Ace – sé que es el mejor cirujano. Si está estudiando cómo hacerlo y confía en sí mismo, yo también lo haré.

Bepo sonrió ante aquellas palabras. Ace seguía sentado en la camilla, pero no apartaba sus ojos del cielo azul, ansiando la libertad.

***

- Es aquel de allí.

La voz de Trébol y cómo señalaba a uno de los presos en la ducha del fondo, hizo que Doflamingo sonriera antes de ir directo hacia él. ¿Cuántas veces había hecho esto en los últimos meses? ¡Demasiadas! Pero no tenía otra forma de proteger a ese niño. A Ace no dejaban de meterle en combates y no podía evitar que los nobles siguieran haciéndolo, sin embargo, sí podía amenazar a todos los contrincantes. Nadie se atrevía a desobedecerle. Él movía los hilos en esa prisión.

- ¿Seguro que ese es su próximo rival?

- Sí, lo escuché claramente. El próximo fin de semana combate contra Ace. No sé si este caerá en tus amenazas.

- Todos caen – sonrió Doflamingo – porque si no va a perder... lo mataré antes del combate. No dejaré que puedan hacerle algo a ese niño.

Sin titubeo alguno, Doflamingo inició su camino hacia la ducha donde estaba el otro reo. No le importaba caer lo bajo que fuera mientras mantuviera a salvo a Ace y al pequeño. Todo valía allí dentro y desde luego, tampoco permitiría que Law lo alejase. Iba a ser suyo, fuera como fuera. Por ahora no le quedaba más remedio que aguantar al que una vez fue parte de su banda, más que nada, porque conocía sus aptitudes como médico y cirujano, era el mejor, así que ese niño estaba en buenas manos, por ahora.

El reo se giró en cuanto sintió la presencia del hombre tras de sí. Doflamingo era realmente alto, casi un gigante en comparación a los demás. Eso imponía respeto por sí solo, pero no era lo único por lo que le temían los demás, sino por su agresividad y la forma en que actuaba. Tenía demasiadas influencias y era capaz de cumplir lo que prometía.

- Me han dicho que combates contra Ace el próximo sábado.

- ¿Y qué? – intentó no dejarse intimidar el reo.

- Más vale que pierdas ese combate –sonrió Doflamingo – si golpeas a su abdomen, me veré forzado a matarte y no creo que quieras algo así.

- Sé quién eres. Has estado intimidando a todos los boxeadores y...

- Creo que no me he explicado bien. Podría matarte yo, o uno de mis secuaces. Podría ser mientras te duchas, mientras comes, quizá mientras duermas. Yo me encargaré de hacer tu vida un infierno hasta que decida quitártela y no será rápido – sonrió – hazme caso y pierde ese combate. Si veo algo raro, te quitaré del medio antes de que se produzca el combate. ¿He hablado suficientemente claro?

Con un golpe de su palma en la mejilla del hombre, se despidió. Su sonrisa no se borró de su rostro en ningún momento y era lo que peor llevaba la gente. Cuando le miraban, sólo veían a un loco capaz de cualquier cosa.

- ¿Crees que hará caso? – preguntó Trébol.

- ¿Alguno ha desobedecido hasta ahora?

Su toque divertido hizo sonreír a su compinche. ¡No! Todos habían cumplido. Fingieron una batalla, no golpearon su abdomen y finalmente, se dejaron vencer. Todos temían a Doflamingo y nadie se atrevería a llevarle la contraria.

***

- ¡Lami! ¡Espera! – gritaba Law por el pasillo, siguiendo a la niña que ya no corría, pero caminaba a paso apresurado – he dicho que pares. ¡Joder! – aceleró el ritmo hasta alcanzarla y tomar su brazo.

- ¡LO SABÍAS! – gritó la niña en un terrible llanto. Sus lágrimas caían sin control, rodando por sus mejillas que enrojecían por la ira –. Sabías que me gustaba y aun así... ¡Eres despreciable!

- No quería – intentó excusarse -. ¡Shh! Sé que parece una excusa y que en estos casos no sirven pero... no quería enamorarme de él, lo intenté todo para alejar estos sentimientos pero es más fuerte que yo, Lami.

- ¿Y por eso mismo tengo que joderme yo? – preguntó -. ¿De verdad, Law? Te dije que le quería y tú... te adelantaste, aún sabiéndolo, no te has detenido.

- No creo que le ames, Lami.

- ¡Claro! ¡Law, el sabelotodo! – se quejó, intentando soltarse del agarre de su hermano.

Estaban en mitad del maldito pasillo y desde luego, lo que menos le interesaba a Law era montar una escena pocas horas antes del plan de huida. No aguantó tantos meses para que ahora su hermana pudiera destapar trapos sucios y quizá... llegar a oídos de los nobles lo que estaba ocurriendo. Si se enteraban ahora que él tenía una aventura con Ace, lo mandarían de vuelta a la celda sin contemplaciones, quizá a una de máxima seguridad o a la de castigo, incomunicado sería imposible sacarle de allí.

- Ven aquí – se quejó Law, apretando más el agarre para evitar que su hermana pudiera escapar y tirando de ella hacia la puerta de su habitación. Sería mejor discutir en un lugar más privado.

Cerró la puerta tras él con pestillo y respiró antes de soltar el agarre, lanzándola hacia el centro de la habitación. Al menos allí estarían a cubierto de posibles husmeadores. Explicar que se enamoró sin darse cuenta sonaba hasta estúpido y más aún si debía hacerle entender a Lami lo que ocurrió.

- Soy culpable. Lo acepto, Lami. Es cierto que sabía lo que sentías por él y aun así... no pude evitarlo. Sé que no vas a perdonarme y...

- ¿Creías que no me enteraría? – preguntó con lágrimas en sus ojos -. ¡Quiero a Ace! Y no voy a rendirme con esto, Law. Me has traicionado y me has hecho daño, ni siquiera puedo verte como mi hermano en estos momentos.

- Está embarazado – prefirió decir de forma abrupta. Decían que era mejor quitar las tiritas de golpe para que dolieran menos, y eso intentaba.

- ¿Qué?

- Supongo que sabrás que experimentaron con él. Está esperando un hijo.

- ¿Es tuyo? – preguntó confusa, llena de ira y dolor.

- No lo sé, Lami. Cuando perdió el combate contra Doflamingo... bueno... ya sabes. Puede que sea de ese mal nacido. Lami, voy a decirte algo seriamente y quiero que intentes entender esto, es importante, pero... no estoy seguro si Ace sobrevivirá.

- ¿De qué hablas?

- He visto su expediente. Lo que le hicieron esos experimentos es algo atroz y ni siquiera estaban acabados. Abandonaron el proyecto. Tengo que sacarlo con cesárea y para eso necesitaré tener a mano sangre de su tipo y correr muchos riesgos.

Law respiró un momento, manteniendo el silencio al ver el rostro enfadado de su hermana. Era normal que estuviera así, le había traicionado, besado al chico del que ella sentía estar enamorada.

- Te dije cosas horribles, Lami, creí que no estabas enamorada de él, que sólo era un encaprichamiento porque él te salvó pero, aun así, Ace te ve como una hermanita, no...

- Eso no lo decides tú. Yo podía haberme confesado pero ni siquiera me has dado la oportunidad. Eres un hijo de puta, Law – se quejó su hermana – y no me lo esperaba de ti. No quiero saber nada de ti ahora mismo.

No podía decir que su reacción la tomase por sorpresa, de hecho, se esperaba algo así o mucho peor. Escuchar a su hermana despreciarle era doloroso, pero no podía permitirse bajar sus defensas ahora, no cuando el plan de Sabo ya estaba en marcha. Se preocuparía de todo cuando Ace estuviera libre.

- Quiero hablar con Ace – fue su petición, aunque pareció más una orden por la dura mirada que jamás vio en ella y hoy, se la dedicaba precisamente a él.

- Vale. Ve pero no tardes mucho. El plan para liberarle ya está en marcha. Puedo darte una hora a solas con él, pero nada más.

Ni siquiera le respondió. Lami se marchó de la habitación, abriendo el pestillo para dirigirse a la enfermería. No fue hasta que se sintió completamente a solas, cuando se sentó en el sillón. ¡Todo salía mal! Sentía que tenía la felicidad al alcance de su mano, casi podía sentirla. Tras haber visto a sus padres asesinados, tras creer que su hermana estaba muerta, tras vivir entre bandidos, ladrones y asesinos, tras aprender a golpes lo que era sobrevivir y hacerse un hueco como sicario y médico, ahora que las cosas parecían ir bien, creyendo que la felicidad por fin llegaba a él, todo se desmoronaba una vez más.

Lanzó la cabeza hacia atrás hasta que golpeó contra el respaldo y suspiró con pesadez. Empezaba a pensar que él jamás podría ser feliz. Ahora el dolor de su pecho era demasiado intenso. Nunca pensó que su propia hermana acabase rechazándole y odiándole como lo hacía ahora.

Cerró los párpados un momento y entonces, el teléfono sonó en su bolsillo. Sabo le llamaba. Era raro que lo hiciera, más a pocas horas de llevar a cabo el plan, por lo que debía ser importante. Tomó el teléfono para escuchar lo angustiado que parecía estar su compañero y amigos.

- Law, tienes que moverte ya. Han descubierto el barco y nos bombardean. Vamos a entrar. ¿Dónde está Ace?

- En la enfermería – respondió con rapidez, poniéndose en pie antes de que una explosión se escuchase con tal fuerza y violencia, que le desestabilizó a él también unos segundos.

Su mano se apoyó en la pared para evitar caer al suelo y aunque trató de ver si Sabo seguía al otro lado del teléfono gritando su nombre, éste no respondía.

- ¡Mierda! – se quejó antes de salir corriendo hacia la enfermería.

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