Capítulo 23: ¡No te rindas!
Corría por el pasillo como alma que lleva el diablo. Las pruebas estaban en su mano pero no podía encontrar a Sabo por ningún lado y por extraño que pareciera... tampoco a Luffy. Era un esclavo, uno dentro de la mansión, debía estar en algún lugar y necesitaba encontrar a alguno de los dos para que le explicasen esas lesiones viejas, algunas mal curadas que podía ver en las pruebas. Debían ser lesiones de hacía más de doce años, antes de que Ace entrase allí. Todas estaban ya bien soldadas.
Ace era toda una caja de sorpresas. Cuando pensaba que le conocía un poco mejor, siempre descubría algo nuevo en él. Desde que le conoció, pensó que desde sus doce años, su vida se había transformado en un infierno, pero esas lesiones le decían otra cosa, le decían que incluso antes de los doce años... ya era un infierno.
¡Nada! No los encontraba. Debería cambiar de plan. ¿Quién más podía conocer a Ace? Sabía que Sabo veraneaba en la ciudad de ambos hermanos, era uno de sus mejores amigos, así que debía conocer bien los entresijos de ambos, por otra parte... Luffy, pero si ninguno de los dos estaba disponible, necesitaba una tercera opción. ¡Marco! Era cierto que lo conocía a partir de los doce años, pero eran buenos amigos en un infierno como aquel, quizá Ace le contase algo de su infancia. Debía arriesgarse porque no veía muchas más opciones.
Al menos a él sí sabía dónde encontrarle. Era otro esclavo, un boxeador, estaría metido en el calabozo pero si iba allí, era posible que Ace también estuviera cerca. ¿Cómo iba a preguntarle? No le quedaba más remedio que jugarse por eso. Con eso en mente decidió ir a hablar con los guardias. Alguna excusa como médico encontraría para poder "revisar" a Marco. Sólo tenía que hablar con él unos minutos, no necesitaba más que eso.
Llegó casi sin aire pese a estar en forma. Había estado corriendo por todo el recinto y finalmente, allí estaba, frente a las puertas del calabozo. Los guardias le miraban extrañados, pero Law habló con su profunda voz para asegurarles que era urgente el chequeo médico de Marco. Por lo general, habrían comprobado esa información, pero no lo hicieron. Abrieron la puerta y le dejaron entrar.
El pasillo estaba tan oscuro como siempre, lleno de humedad y olía mal, pero Law caminó hasta las celdas del final donde se encontraban las de Marco y Ace. Lo primero que hizo fue mirar a la celda de enfrente para comprobar que Ace estaba bien. ¡No estaba allí! Eso le preocupó un poco, no lo habían llevado hoy a la enfermería, así que debería estar allí.
- ¡LAW! – escuchó el grito de Marco -. ¡Dios! Tienes que escucharme, es urgente.
- ¿Dónde está Ace?
- Se lo han llevado, han adelantado la pelea, lo deben estar preparando en este momento y...
- Ey, Marco, no tengo mucho tiempo, necesito que me hables de Ace.
- ¿Qué? ¡No, no, no! Escúchame tú a mí, es importante.
- Marco, tengo pruebas de que ha pasado por múltiples fracturas de niño. ¿Qué sabes sobre Ace? Por favor.
Marco parecía algo enfadado y frustrado, quería contarle algo pero él necesitaba saber muchas cosas y no tenía apenas tiempo. Recapacitaba si contarle primero lo suyo o responder a su pregunta porque sería lo más rápido para llegar a él.
- Era su padre, su padre le daba palizas, casi desde que nació – dijo finalmente Marco – su mujer falleció en el parto y le echó las culpas a Ace, siempre sintió odio hacia él. ¿Ahora me escucharás?
Por un instante, Law trató de hacerse a esa idea. Él había vivido en una buena familia, sus padres le adoraban, incluso cuando su hermana se puso enferma todos se volcaron para intentar ayudarla. ¿Cómo un padre podía odiar a un hijo? ¿Sangre de tu sangre? Las fracturas que había visto le demostraban hasta qué punto Ace había soportado en su infancia el dolor.
- Tienes que ir a por Ace ahora – le dijo Marco, agarrado a los barrotes de la celda – va a perder.
- ¿Qué? – se apresuró a responder Law ante aquellas palabras –. No, de eso nada, su costilla está mejor que antes, tiene opciones a ganar y...
- Ha hecho un trato con Doflamingo, lleva toda la semana fingiendo frente a ti, está destrozado, ya no quiere pelear. Van a sacar a su hermano si él pierde la pelea. Law... sabes lo que le harán si pierde y no está pensando en él, sólo en su hermano. Tienes que ir a por él ahora.
Ni siquiera quiso despedirse, volvió a salir corriendo por el pasillo. Si ya se habían llevado a Ace, era porque la pelea iniciaría en breve y no podía perder más tiempo. Claro que le habría encantado escuchar toda la historia de Ace, sus problemas, cómo vivió de niño pero... ahora mismo le preocupaba más que le matasen en esa jaula. ¿Cómo iba a convencerle para que no perdiera? Hablaban de su hermano, Ace haría lo que fuera por él.
Nada más salir del calabozo y correr por el pasillo hacia el sótano donde tenían la jaula de pelea, se encontró con Sabo y su rostro de preocupación. ¡La pelea debía haber iniciado! Lo sabía por los gritos de la gente, por cómo se encontraba Sabo.
- Tenemos un problema con Ace - le informó Sabo.
- Lo sé.
- ¿Lo sabes? – preguntó Sabo confuso -. ¿Cómo...?
- Marco me lo ha dicho. Tengo que hablar con él.
- Imposible, está en la jaula. ¡Joder! Sabía que estaba algo raro pero esto...
- Ey, deja de culparte, no puedes saber todo lo que piensa una persona y sinceramente... también me ha engañado a mí, finge muy bien.
- Tenía que haberlo sabido, él... sonreía cuando... - cortó la frase al recordar el pasado, pese a seguir corriendo junto a Law hacia la zona de la pelea.
- Déjalo ya, no necesito tus lamentos ahora mismo, sólo tengo que llegar hasta él.
Abrieron la puerta, pero no podían ver el tatami. La jaula estaba demasiado lejos y la gente que gritaba, aplaudía o abucheaba con entusiasmo les impedía llegar más lejos. Law se agachó un poco y empujó a los primeros, moviéndolos cuando clavó sus codos y poder pasar mientras Sabo intentaba seguirle también hacia la jaula. Pronto los gritos de emoción se convertían en quejas por el dolor al ser empujados de mala manera, pero Law no se detuvo hasta llegar al tatami. ¡Ace estaba en el suelo!
Elevó los ojos. ¡El muy idiota sonreía! Doflamingo, pese a estar algo herido por los golpes de Ace, se notaba a la legua que sabía de sobra que Ace no se había esforzado demasiado. Sólo era apariencia como si fuera a combatir cuando en realidad... estaba todo amañado. Ambos se miraron unos segundos, ambos entendiendo claramente lo que el otro pensaba. Doflamingo disfrutaba al ver esos ojos enfadados en el que fue su aprendiz, el que debió convertirse en su mano derecha y Law... él sólo pensaba en lo estúpido que había sido para no darse cuenta de que algo así podía pasar.
- Ace, mírame – intentó contactar con Ace en el suelo, pero éste respiraba con dificultad y apenas se movía – Ace, maldita sea, mírame.
Sus miradas conectaron unos segundos, pero se quedó helado al ver que Ace le sonreía. ¡El muy idiota sólo sonreía! ¿Cómo quería que eso no le preocupase? Se estaba dejando moler a golpes y sonreía.
- Ace, joder, levántate y gana este combate, por favor – casi suplicó Law, sin saber a qué recurrir.
Su gran miedo se hacía realidad frente a sus ojos. Había conseguido toda la semana frenar a Sabo para no llevarse a Luffy sin Ace precisamente por esto. Ace ya no volvería a levantarse, no sabiendo que su hermano estaría bien. Se rendía, le daba igual lo que le ocurriera a él.
- ¡Joder, Ace! Levántate maldita sea, no me hagas esto. No tienes ni idea de lo que esos tipos te harán si no te levantas ahora mismo.
- Law... - susurró Ace antes de mover su rostro hacia él y dedicarle una ligera sonrisa – sólo... cuida de Luffy y Sabo por mí.
¡Completamente perdido! No podía llegar a él, su voz ya no le alcanzaría. Dijera lo que dijera, había tomado su decisión y no echaría atrás. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía impotente, no podía arreglar ese problema, con Ace era imposible diseñar planes. Todos eran frustrados, así era Ace, espontáneo e independiente, hacía todo por su cuenta, tomaba sus decisiones y no contaba con nadie. Sin embargo, otra idea llegó a su mente. ¿Había dicho Sabo? ¿Desde cuándo sabía que Sabo estaba allí? Él había tenido cuidado para que no se encontrasen, para evitar que los nobles sospechasen que podían conocerse. ¿Cómo narices sabía que Sabo estaba allí?
Quiso decirle algo, intentaba pensar en algo para que no perdiera allí, algo que le elevase la moral pero la patada de Doflamingo llegó antes, golpeando el pecho del menor con tanta fuerza que arrastró su cuerpo unos centímetros por el suelo.
El arbitro se apresuró a gritar y se acercó para alejar a Doflamingo del cuerpo de Ace. Dar patadas era completamente ilegal en boxeo y más cuando el chico ya estaba indefenso en el suelo. Sin embargo, una asesina mirada de Doflamingo, hizo que el árbitro guardase silencio y retrocediera un par de pasos. Todos allí sabían lo importante que era ese hombre y no querrían problemas, así que no harían nada pese a ser ilegal.
- ¿Qué ocurre, Law? ¿Se te ha comido la lengua el gato? ¿O es que ya no tienes más cartas que jugar? – se burló Doflamingo al verle tras las rejas, intentando conseguir que Ace reaccionase – asúmelo, le has perdido, no puedes competir contra lo que siente por su hermano. Sólo era... un buen trato.
¡Iban a matarle! Si no encontraba algo rápido por lo que Ace luchase, le matarían o puede... que simplemente, le dejasen demasiado herido como para defenderse. Al fin y al cabo, Doflamingo lo pediría como su recompensa por ganar. Podía entender esa mirada que le dedicaba. ¡Le había pillado! Sabía lo que Ace estaba empezando a significar para él, por eso estaba haciendo todo eso.
- ¿Qué coño quieres? – preguntó Law, con las manos bajo una de las vallas, golpeando contra el suelo de la jaula.
- Lo sabes muy bien. Tenías que haber sido mi mano derecha, Law.
- Vale, acepto – intentó mitigar aquellas acciones, aunque el pie de Doflamingo aplastaba el pecho de Ace con fuerza – déjale y seré tu comandante.
- Es tarde – sonrió Doflamingo – me traicionaste, Law, tenías que aprender una lección.
¡Era el ser más despreciable que jamás había conocido! Deseó su muerte cuando asesinó a sangre fría a Corazón, y la deseaba ahora al ver cómo finalmente le daban la victoria y trataban de separarle del cuerpo ensangrentado de Ace. Apenas podía respirar, escupía sangre y no estaba seguro si sería por algo superficial como haberse partido un labio o mordido la boca o por algo mucho más grave. Tenía que hacerle un examen médico y urgente.
Se apresuró a ir hacia la puerta de la jaula, pero los guardias le impidieron el paso con una gran sonrisa. No iban a dejarle entrar a por Ace, no le dejarían examinarle, fue entonces cuando miró a las gradas más altas. El noble negaba con la cabeza y su única respuesta fue chasquear los labios en señal de frustración.
- No vas a poder llevártelo aún – sonrió Doflamingo – el chico es mío esta noche.
- Eres un sádico cabrón, deja que le revise primero.
- El chico es mío, Law – le dejó claro Doflamingo – le revisarás cuando acabe con él. Toma... puedes ir entregando esto a los nobles.
Con un chasquido dedos, uno de los subordinados de Doflamingo se acercó, ofreciéndole un papel bien enrollado. Dudó unos segundos si agarrarlo o no, pero finalmente, lo hizo, desenrollándolo y viendo la firma de Doflamingo abajo. Era la carta de libertad para Luffy.
- Se lo prometí al chico – señaló con la cabeza a un casi inconsciente Ace - Luffy es todo tuyo. Yo siempre cumplo lo que prometo, ya lo sabes. Dejaré que Ace vaya a tu enfermería cuando acabe con él. ¿No te parece justo?
- Voy a matarte, vigila tus movimientos... porque iré a por ti.
- Seguro que sí.
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