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Fly ✾ Único

"No todos los demonios son malos, ni todos los ángeles son buenos".
Aquella frase es conocida por muchos, y tomada en cuenta por pocos.

Hay demonios que lo único que desean es ayudar a la humanidad, pero no se les permite hacerlo debido a su puesto en las tierras bajas y mundanas. Sus corazones no son tan obscuros como se creería, y aunque sus almas no tienen la dignidad suficiente como para ser buenas, no desean ser crueles.

Sin embargo, del otro lado de las cosas, tenemos ángeles cuyo trabajo es causar daños o catástrofes a los humanos. A veces, sólo por obligación. Otras, por gusto.

Éstos seres portan enormes alas negras, tupidas de plumas ásperas y sus pieles son tan blancas y suaves como las nubes. Su atractivo es mortal, figurada y literalmente.
Los ángeles de la muerte vagan por el mundo llevándose gente, en ciertas ocasiones inocente, al siguiente plano espiritual.
La mayoría de ellos no deciden a quién llevarse, reciben órdenes y las realizan, por lo que no tienen la culpa de sus actos realmente.

Además, si es que fueran culpables totalmente, de todos modos no sentirían esa presión en el pecho que te indica tu culpa. Ellos no sienten nada, por lo que viven vacíos de emociones, simplemente cumpliendo su trabajo.

Todos conocen las leyendas que rondan en torno a éstos ángeles negros, pero repito, realmente nadie las toma en consideración por el hecho de ser un mito.

Nadie, excepto un chico supersticioso de nombre Park Jimin.

Él cree en éstos ángeles como si hubiera visto uno, y siempre se asegura de cuidarse perfectamente para evitar encontrarse con ellos cara a cara. Porque, la leyenda dicta que solamente los logras ver una vez, y no sobrevives para contarlo. Haciéndolo una persona sumamente obsesiva con la precaución, obsesión que su mejor amigo no compartía en lo absoluto.

—Jiminie, no seas tan dramático.—le decía su amigo Taehyung en cada ocasión, ésta vez Jimin se había asustado porque casi cruzaban al paso de automóviles sin fijarse.

Reacción que, por sentido común, está bien. Sin embargo, había sido exagerado de su parte el gritar.

—Vendrán por mi si me pasa algo, ¿no lo entiendes?—bufó harto—Sé precavido igual que yo.

—No pasará nada, ya relájate.—cruzaron la calle una vez que el semáforo se iluminó en rojo. Intentó dejar el tema atrás con esa frase, pero el menor siempre encontraba manera de mencionarlo.

—Sí pasará, ellos existen.—reclamó con los brazos cruzados y un puchero en su rostro.

—¿Los has visto alguna vez?—lo miró con cierta burla.

—No... ¡Pero sé que son reales!—Taehyung soltó una leve risa—Búrlate todo lo que quieras, te probaré que existen.

—Lo que digas.—siguieron su camino evitando la discusión, era algo tonto el pelear por algo así.

Sin embargo, el pequeño pelinegro no estaba nada equivocado respecto a sus creencias.
Y de hecho, siempre tenía a un ángel negro detrás suyo, del cual evidentemente no tenía conocimiento.

Jungkook era su nombre, alto, de cabellos negros como el carbón y de apariencia sumamente atractiva. Siempre iba pisando los talones del menor, cuidando de alguna manera su integridad, ya que realmente no deseaba llevárselo a pesar de que según sus superiores, había sido su momento desde hacía mucho.

Siempre encontraba una excusa, la mayoría muy absurdas, para no cumplir su misión. Su ventaja era que solamente él podía realizar ese mandato, había sido asignado a él específicamente, así que no debía preocuparse por que alguno de sus compañeros interfiera en sus planes de alargar la vida de Jimin.

—Hoy no.—suspiró pesado bajo la mirada molesta de su contrario—Tiene asuntos importantes que resolver en su escuela.

—No me jodas Jungkook, ¿y eso qué?—reclamó su compañero de patrullaje, Yoongi—Llevas un año posponiendo su muerte.

—Es muy joven, ¿no te parece injusto?—se cruzó de brazos.

—A nosotros no nos corresponde decidir qué es lo justo y qué no.—bufó—Deja de protegerlo y has tu trabajo, no somos ángeles de la guarda.

—Pero... Me sentiría mal de llevármelo.—confesó mirándolo de reojo.

—¿Sentirías?, ¿de cuando acá tenemos sentimientos Jungkook?—extendió sus enormes alas—Tendrás problemas otra vez.

—Ya sé, no me interesa.—Yoongi rodó los ojos y emprendió el vuelo, dejando a un pelinegro con el ceño fruncido y la mente más confundida—Tengo que resolver ésto...—susurró para sí mismo antes de alcanzar al causante de sus penurias.

Jungkook sabía de sobra que su raza no tenía la capacidad de generar sentimientos humanos, por lo tanto no se explicaba el porqué tenía aquellas emociones.
Se sentía frustrado al pensar que la única misión que no había completado era la de llevarle la muerte a Jimin, siendo una tarea sencilla.
Sentía tristeza al imaginar el momento en que ese bonito chico dejara de respirar, porque evidentemente su hora debía llegar.
Y su corazón daba vuelcos extraños cada vez que lo veía, aún sabiendo que él no notaba su presencia.

"¿Que clase de brujería le había lanzado ése chico?", pensaba.

Esa tarde decidió que haría su trabajo, sin importar lo que sentía, o al menos trataría de hacerlo. Tener problemas con sus superiores no era algo que le gustara.

Voló detrás de Jimin todo el día, confrontando a sus pensamientos, aún sin estar cien porciento seguro de llevárselo, hasta que vio frente a sus ojos grisáceos su oportunidad. Él estaba por entrar en un callejón obscuro —a manera de buscar un atajo hacia su casa—, en donde se encontraban cinco chicos mucho mayores, ebrios, y que lógicamente lo lastimarían, o algo peor.

Algo por mencionar, es que gracias a que lo seguía de cerca a diario, Jimin siempre era portador de una suerte fatal por más precavido que fuera. Razón por la cual Jungkook se mantenía salvándolo constantemente —desviando autos, causando algún accidente o pidiendo favores a otros ángeles para que lo ayudaran—, pues sabía que esas desgracias eran culpa suya.

Incluso el ángel de la guarda que cuidaba al chico sentía que su trabajo quedaba opacado en comparación con el esfuerzo de Kook. Bueno, tampoco tenía interés en recuperar su estatus, desde siempre había sido un pésimo cuidador.

En fin, eso ya no importaba.

—Lo lamento...—se paró en la entrada del callejón, a esperar que el destino actuara.

Cerraba con fuerza los ojos pues no quería ver como lo harían sufrir, presentía perfectamente cada movimiento de aquellos malvivientes y le dolía demasiado.
Quería interferir, pero ya lo había hecho muchas veces.

—¡AYÚDENME!—comenzó a gritar cuando fue acorralado contra la pared, haciendo nula su escapatoria.

—No puedo...—contestó Jungkook como si lo pudiera oír.

—¡Suéltenme!, ¡se los ruego!—habían risas por parte de los agresores inundando el ambiente, su mochila y parte de su ropa estaban ya en el suelo.

—Jimin...—suspiró, empezaba a creer que no era buena idea quedarse allí sin hacer nada.

—Por favor... Déjenme...—su dulce voz era cada vez menos audible conforme los golpes y tactos indebidos aumentaban. Al verlo caer de rodillas al suelo, fue cuando se arrepintió de su decisión.

—Agh demonios, no puedo hacerle ésto.—gruñó y acabó por acercarse.

Con un simple toque de su dedo índice sobre el hombro de aquellos hombres, los hizo caer al suelo, muertos por un infarto.
Miró al menor con un par de lágrimas corriendo por sus pálidas mejillas, en verdad algo crujió dentro suyo al ver lo herido que estaba. Y sabiendo que rompería las reglas aún más, se hizo visible y le habló. Por primera vez, él lo vería y escucharía.

—Jimin... —susurró agachándose a su altura—Reacciona... Todo acabó...

—Tú... Me ayudaste...—empezó a incorporarse sin notar lo que pasaba a su alrededor.

—Sí... Lo siento por tardar...—quería acariciar la cara del contrario, pero se contuvo.

Ya que, si lo tocaba, moriría. Su tacto era frío y arrebataba los latidos a quien lo recibiera, así que obviamente tuvo que reservarse el derecho al contacto físico. Le costó demasiado resistirse, su piel y mejillas parecían algodón, realmente quería sentirlo. Aunque, prefería imaginar cómo sería el tocarlo, a quitarle el tono rosado de sus mejillas por hacerlo.

Unos instantes después, Jimin reaccionó totalmente, y al darse cuenta de a quién tenía enfrente como su salvador, casi le da un ataque. Dio un pequeño brinco, haciendo que su espalda chocara con la pared.

—¡SABÍA QUE ERAN REALES!—gritó con un toque de emoción en la voz, aunque eso no quitó su miedo—¡NO ME LLEVES, TE LO RUEGO!

—No lo haré, descuida.—sonrió levemente, sus expresiones combinadas le causaban ternura.

—Pero... ¿No se supone que si te veo es porque moriré?—cuestionó Jimin con un leve puchero y sus ojos brillosos, una cara muy tierna para la percepción del ángel.

—Se supone, sí.—afirmó—Tienes suerte de que yo soy muy rebelde, así que no te llevaré.—intentó ocultar su nerviosismo.

—Gracias por dejarme vivir.—sonrió en grande, sin saber que no era la primera vez que Jungkook le otorgaba un día más de vida.

—No agradezcas.—se puso de pie, respiró hondo y usó su mano para ocultar su leve sonrojo—Deberías ir a casa Jimin.

—¿Me ayudas a llegar?—era obvio que él no podría por su cuenta, estaba lastimado, pero Jungkook tendría que negarse.

—Yo... No puedo, si te toco te mataré.—explicó con un nudo en la garganta, deseaba ser útil para él, sin embargo, no saldría bien si lo intentaba—Lo lamento...

—Oh cierto...—bajó la mirada y le dio una leve sonrisa—Intentaré irme, no te preocupes.

Al instante, escucharon una voz femenina proveniente de la calle, y Jimin aprovechó, no creía que esperar más fuera óptimo, así que gritó por ayuda.
Cuando esa persona lo encontró, Jungkook ya había desaparecido.

Pasaron varios meses en los que Jungkook se dejaba ver por Jimin, a veces al salvarlo de la muerte, y en otras tantas ocasiones sólo porque quería estar a su lado.

El menor incluso había comenzado a disfrutar de su mala suerte, pues gracias a ello permanecía junto a Kook. Aunque, Taehyung no decía lo mismo, él decía que su suerte no era algo por lo cual alegrarse.
Si supiera la verdadera razón de su origen, probablemente le explotaría la cabeza.

Taehyung continuaba esforzándose por sacarle de la mente a Jimin la idea de los ángeles, comenzaba a hartarse de escuchar siempre la misma conversación. Si decía que no eran reales, Jimin se enojaba. Si le decía que le creía solamente para acabar con el tema, igualmente se enojaba. Y salía peor que lo ignorara. Taehyung realmente no quería perder a su mejor amigo, pero sus pláticas de seres mágicos lo tenían cansado.

Yoongi, por otro lado, estaba totalmente harto de escuchar a Jungkook hablando de aquel humano. Siempre andaba por ahí sonriendo, diciendo que era lo más lindo que había visto, suspirando como tonto cada que pasaba a su lado, en fin, cursilerías que al ángel de cabellos menta le asqueaban. Muchas veces intentaba alejarlo de él, ya fuera inventando misiones a ciudades de distancia, o simplemente sujetando su muñeca mientras volaban para no dejarlo escapar.

Ambos amantes luchaban día a día para lograr verse aunque fuera por unos minutos, discutían con sus "amigos" sin lograr que los apoyaran. Ellos sólo querían que aceptaran su amor, no que lo entendieran.

Jimin sabía que estaba enamorado de ese ser alado, pues su corazón latía muy deprisa cuando compartían el tiempo juntos, y su sonrisa se ensanchaba al escuchar la profunda voz del ángel. Cada cuaderno suyo tenía sus nombres plasmados, pues le gustaba ver lo bonito que sonaban al complementarse. Sus pensamientos estaban abarcados por ese chico de pupilas grises. Sin falta, cada noche aparecía entre sus sueños, el único lugar donde podía imaginar cómo sería el tacto contrario.

Jungkook había estado hipnotizado con el menor desde el primer momento en que lo vio, más o menos un año atrás, y ahora estaba más que seguro de tener más de un sentimiento por él. Sin darse cuenta, comenzó a esperar la noche con ansias, pues sólo así podía verlo. Soñaba con por fin acariciar esas mejillas rosadas que tanto amaba pintar de rojo con sus halagos. Era extraño para él el siquiera sentir algo, pero disfrutaba hacerlo si esos sentimientos eran ocasionados por Jimin.

Un alma obscura y vacía, había sido llenada con amor y una cálida luz.

Sólo quedaba un asunto por resolver, el único que realmente les importaba, y era que sus diferencias en verdad los separaban demasiado.

Jimin no podía verlo durante el día, por seguridad de las personas a su alrededor.
Jungkook no podía tener ningún contacto físico si quería conservarlo vivo. Sabía de algunas personas que sobrevivían, pero no quería probar y arriesgar a su chico. Él nació para matar, no para hacer milagros, pensaba.

Ninguno sabía lo que podrían hacer para llegar a un mejor punto entre ellos, y nadie parecía querer o poder darles una solución. Después de todo, un ángel —sea negro o blanco— no debía mezclarse con un mortal.

Las consecuencias eran inciertas, pero se consideraba un acto pecador el que una relación así existiera.
Siendo así, Jungkook pecaría por su chico, y Jimin dejaría todo por su ángel.
Ahora, debían encontrar el valor para dar ese último paso.

Una noche en particular, luego de siete meses de conocerse, se encontraban lado a lado sentados sobre la azotea del hogar del menor, en la orilla, balanceando sus pies en el vacío. La Luna brillante junto con miles de estrellas iluminaban el cielo nocturno sobre sus cabezas.

"¿Cuándo me había sentido tan lleno de felicidad?", pensó el pelinegro, y era lógico que solamente con Jimin ahí se sentía realmente vivo, infinito, completo. Había encontrado a su alma gemela, y no estaba dispuesto a dejarla ir por el simple hecho de ser de mundos diferentes.

Estando ahí, se dio cuenta que no quería otra cosa que no fuera él. Lo miraba como si fuera la última vez que lo haría —con todo el amor que guardaba en su pecho—, podía ver la brisa besar su delicada piel y desordenar su sedoso cabello, Jungkook sólo deseaba que esa noche —y su tiempo juntos— no terminara nunca.
¿Cuán más hermoso podría ponerse el momento?, si con su sola compañia sentían que lo tenían todo.

—Jimin...—llamó, recibiendo una pequeña sonrisa en respuesta, gesto que le quitó el aliento.

—¿Qué pasa Kookie?—su mente se bloqueó y su garganta se cerró, juraría que incluso el habla se le olvidó.

Jungkook había vivido su eternidad con muros rodeando su corazón, pues no tenía permitido dejar que nadie entrara en él. Por eso, el día en que dejó que Jimin se adueñara de sus latidos, comenzaron a derrumbarse aquellas paredes, sacando a la luz sus sentimientos. Esa noche, se sentía listo para quemar sus barreras por completo, y entregarle hasta el último pedazo de su ser a ese bonito humano.

—Yo... Ya no puedo seguir guardando ésto más tiempo...—sintió sus mejillas arder.

—¿Guardar... Qué?—tenía un par de brillos esperanzados en sus ojos, eran luces dedicadas especialmente para Jungkook, siempre lo miraba de una manera tan única. El mayor adoraba esas estrellas que poseía.

—El sentimiento tan grande que tengo... Me enamoré de ti... Desde que te vi.—confesó Jungkook.

—¿Hablas enserio?—su sonrisa comenzó a ensancharse al tiempo que su rostro se pintaba de rojo.

—Nunca había hablado más enserio en mi vida...—luchó consigo mismo para no tocarlo—Tú me das el amor más fuerte que jamás había podido sentir...

—Jungkook...—suspiró con una sonrisa llena de ternura.

—Sabes... Contigo... Siento que al fin soy lo que quiero ser...—siguió—Quiero estar contigo siempre, quiero ser tu compañero, tu pareja, quiero que me dejes amarte...

—También estoy enamorado de ti.—Jimin se acercó ligeramente, el contrario sonrió ante la confesión.

—Entonces...—cortó su idea, pues recordó el impedimento que existía—No... No deseo herirte...—bajó la mirada.

Jimin pensó unos segundos, antes le preocupaba que sus sentimientos no fueran correspondidos, pero ahora que sabía que se equivocó, creyó que era momento de dar aquel paso que los separaba.
No tenía porqué seguir alejado de su amor, así que habló lo primero que su mente carburó.

—Jungkook, quiero volar contigo.—extendió su mano hasta la mejilla contraria sin llegar a tocarla—¿Podemos volar lejos?... A donde podamos ser felices, sólo tú y yo.

—Morirás... Si lo hacemos.—contestó con un nudo en la garganta y se alejó levemente, mirándolo con miedo.

—Eso ya no me importa.—se decidió por fin, y cortó la distancia que había entre sus rostros, sellando los labios del mayor con un beso.

Jungkook intentó parar, pero mentiría si dijera que no quería continuar. Aún no se atrevía a poner sus manos sobre él, limitándose a seguir el beso con temor. Había sido el primero, y no quería que fuera el último.
Para su sorpresa, lejos de lo que pensó que sucedería, es decir, que Jimin caería sin vida, lo único que ocurrió fue que un resplandor blanco cegador iluminó el tejado cuando aún estaban unidos.

Jimin siempre había tenido el alma tan pura como los ángeles claros en el cielo, así que al frenarse su corazón humano por el contacto con la misma muerte, hicieron aparición un par de alas blancas, esponjosas y enormes. Su corazón volvió a latir, ésta vez como un ser celestial.

Ahora, podía tocar a su amor y, tal como lo pidió, volar juntos a donde sólo estuvieran ellos.

Jungkook acarició las mejillas contrarias, que aún conservaban su tono rosado, y sonrío al confirmar lo que tanto había imaginado. Eran suaves como un algodón.
No dejaba de pasar sus manos por el pequeño rostro, era una sensación tan irreal, Jimin solamente reía con un sonrojo bastante notable. El tacto del mayor era tibio, casi frío, pero para él, era perfecto.

—Te amo Jimin.—dijo a pocos centímetros de la boca del pelinegro al terminar su sesión de caricias.

—Te amo aún más.—juntó sus frentes en un gesto tierno.

Extendieron sus alas mientras entrelazaban sus manos tiernamente, y volaron entre las nubes, con las aves haciéndoles compañia y sus corazones angelicales retumbando en su pecho. Sus nuevas vidas juntos comenzaban ahora, y el poder decir que lo habían logrado los llenaba de orgullo.

Jimin pensó en Taehyung, creyó que estaría triste, pero al final supo que estaría bien. Él era fuerte, y aunque no entendiera lo que había sucedido, algún día lo aceptaría.
Jungkook estaba ansioso por gritarle en la cara a Yoongi que se había equivocado, y que ahora tenía a su chico con él.

Ellos lo arriesgaron todo y ganaron el amor más real que hubieran podido hallar.

❝Porque cuando encuentras aquello que más te importa, no debes dejarlo ir. Así es como debe ser❞.

Por fin, después de más de un año, le di una corrección a éste shot.

Los amo. ❤

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