﹙ ʚɞ ː 02 ﹚
Esa tarde decidió que haría su trabajo, sin importar lo que sentía, o al menos trataría de hacerlo. Tener problemas con sus superiores no era algo que le gustara.
Voló detrás de Hueningkai todo el día, confrontando a sus pensamientos, aún sin estar cien porciento seguro de llevárselo, hasta que vio frente a sus ojos grisáceos su oportunidad. Él estaba por entrar en un callejón oscuro —a manera de buscar un atajo hacia su casa—, en donde se encontraban cinco chicos mucho mayores, ebrios, y que lógicamente lo lastimarían, o algo peor.
Algo por mencionar, es que gracias a que lo seguía de cerca a diario, Hueningkai siempre era portador de una suerte fatal por más precavido que fuera. Razón por la cual Yeonjun se mantenía salvándolo constantemente —desviando autos, causando algún accidente o pidiendo favores a otros ángeles para que lo ayudaran—, pues sabía que esas desgracias eran culpa suya.
Incluso el ángel de la guarda que cuidaba al chico sentía que su trabajo quedaba opacado en comparación con el esfuerzo de Yeon. Bueno, tampoco tenía interés en recuperar su estatus, pues desde siempre había sido un pésimo cuidador.
En fin, eso ya no importaba.
—Lo lamento... —se paró en la entrada del callejón, a esperar que el destino actuara.
Cerraba con fuerza los ojos pues no quería ver cómo lo harían sufrir, presentía perfectamente cada movimiento de aquellos malvivientes y le dolía demasiado.
Quería interferir, pero ya lo había hecho muchas veces.
—¡Ayúdenme! —comenzó a gritar cuando fue acorralado contra la pared, haciendo nula su escapatoria.
—No puedo... —contestó Yeonjun como si lo pudiera oír.
—¡Suéltenme! ¡Se los ruego! —habían risas por parte de los agresores inundando el ambiente, su mochila y parte de su ropa estaban ya en el suelo.
—Huening... —suspiró. Empezaba a creer que no era buena idea quedarse allí sin hacer nada.
—Por favor, déjenme... —su dulce voz era cada vez menos audible conforme los golpes y tactos indebidos aumentaban.
Al verlo caer de rodillas al suelo, fue cuando se arrepintió de su decisión.
—Agh, demonios, no puedo hacerle esto —gruñó y acabó por acercarse.
Con un simple toque de su dedo índice sobre el hombro de aquellos hombres, los hizo caer al suelo, muertos por un infarto.
Miró al menor con un par de lágrimas corriendo por sus pálidas mejillas; en verdad algo crujió dentro suyo al ver lo herido que estaba. Y sabiendo que rompería las reglas aún más, se hizo visible y le habló.
Por primera vez, él lo vería y escucharía.
—Huening —susurró agachándose a su altura—, reacciona... todo acabó.
—Tú... me ayudaste... —empezó a incorporarse sin notar lo que pasaba a su alrededor.
—Sí, lamento tardar tanto... —quería acariciar la cara del contrario, pero se contuvo.
Ya que, si lo tocaba, moriría. Su tacto era frío y arrebataba los latidos a quien lo recibiera, así que obviamente tuvo que reservarse el derecho al contacto físico. Le costó demasiado resistirse; su piel y mejillas parecían algodón, realmente quería sentirlo. Aunque, prefería imaginar cómo sería el tocarlo, a quitarle el tono rosado de sus mejillas por hacerlo.
Unos instantes después, Hueningkai reaccionó totalmente, y al darse cuenta de a quién tenía enfrente como su salvador, casi le da un ataque. Dio un pequeño brinco, haciendo que su espalda chocara con la pared.
—¡Sabía que eran reales! —gritó con un toque de emoción en la voz, aunque eso no quitó su miedo. —¡No me lleves, te lo ruego!
—No lo haré, descuida —sonrió levemente, sus expresiones combinadas le causaban ternura.
—Pero... ¿no se supone que si te veo es porque moriré? —cuestionó Huening con un leve puchero y sus ojos brillosos, una cara muy tierna para la percepción del ángel.
—Se supone, si —afirmó—. Tienes suerte de que yo soy muy rebelde, así que no te llevaré —intentó ocultar su nerviosismo.
—Gracias por dejarme vivir —sonrió en grande, sin saber que no era la primera vez que Yeonjun le otorgaba un día más de vida.
—No agradezcas —se puso de pie, respiró hondo y usó su mano para ocultar su leve sonrojo—. Deberías ir a casa, Kai.
—¿Me ayudas a llegar? —era obvio que él no podría por su cuenta, estaba lastimado, pero Yeonjun tendría que negarse.
—Yo... no puedo, si te toco te mataré —explicó con un nudo en la garganta. Deseaba ser útil para él, sin embargo, no saldría bien si lo intentaba—. Lo lamento.
—Oh, cierto... —bajó la mirada y le dio una leve sonrisa. —Intentaré irme, no te preocupes.
Al instante, escucharon una voz femenina proveniente de la calle, y Hueningkai aprovechó, pues no creía que esperar más fuera óptimo, así que gritó por ayuda.
Cuando esa persona lo encontró, Yeonjun ya había desaparecido.
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