Capítulo 6
Golpes, patadas y ráfagas de ki ya eran comunes en sus entrenamientos, y esta vez no fue diferente. Goku y Vegeta entrenaban juntos de nuevo, después de unos cuantos días de no hacerlo. Sin bentos, sin pláticas, sin lecciones de historia saiyajin. Es como si la relación que tanto había avanzado durante aquellas cuatro semanas y media se hubiera estancado y hubiera empezado a retroceder. Sin sonrisas cálidas, sin roces y acercamientos amistosos. Todo aquello que Vegeta quería, había regresado a como estaba. Pero claro, no estaría mal si no fuera porque Vegeta sigue con aquella ¿maldición, enfermedad, o una mezcla de ambos? del hanahaki, y aún no ha podido deshacerse de ella.
La verdad es que Vegeta ha estado, sin poder hacerlo, intentando confesar sus sentimientos a Goku. Era algo tan fácil como decir "Kakarotto, estoy enamorado de ti" y ya. Cualquier ser humano común podía hacerlo, era tan simple como decir aquellas cinco palabras y ya. Pero Vegeta no era un humano, y menos uno común. El expresar aquellos sentimientos que lo ponían en una posición extremadamente vulnerable, lo hacían sentir... incómodo. Lo hacían sentir como si al expresar aquellos sentimientos fuera a matarlo. Como si demostrarle a cualquier persona que él es capaz de sentir algo más que furia y satisfacción, lo hacían completamente débil.
Pero, lamentablemente, en este caso el no expresar su vulnerabilidad y sus sentimientos, no solo lo estaba volviendo cada vez más débil, sino que lo estaba matando lentamente. Poco a poco empezaba sentir un dolor agudo y punzante en su pecho, y no era precisamente por el dolor de su corazón roto. Era aquella planta muerta que estaba llamando "hogar" a su organismo.
Tantas veces lo había intentado. Tantas veces había llamado el nombre de Kakarotto, tantas veces había conseguido que se detuviera a escucharlo, solo para de inmediato echarse para atrás y seguir con el entrenamiento. Simplemente ya no era factible que siguiera posponiendo su confesión. Vegeta sentía un dolor punzante en todo su torso, y su respiración de estaba debilitando cada vez. Ese par de semanas después de que había sido sacado de su casa fueron ambientadas con el sentir de sus pulmones colapsando y su cuerpo perdiendo la energía cada segundo que pasaba. Antes de todo esto, podía pasar horas luchando contra Kakarotto, lo único que siempre les hacía detenerse era el hambre de una buena y sustentable comida. Ahora, en su estado más patético, pensaba él, apenas y duraba veinte minutos antes de pedirle un tiempo fuera a su rival, y así poder recuperar el aliento y la energía. Estos descansos duraban típicamente de una a dos horas, y tanto el príncipe como el clase baja se estaban aburriendo de estos.
Estando en uno de aquellos largos descansos, Vegeta tomó una gran bocanada de aire y se colocó de pie. Sabía que tenía que hacer algo, y ya.
—Kakarotto...— Vegeta llamó el nombre de su rival de nuevo por doceava vez en esa semana. Esta vez estaba seguro de que iba a lograr su cometido, que iba a poder confesarse de una vez por todas. Guardaba la diminuta esperanza de que Kakarotto fuese a sentirse mínimamente atraído por él, y así iba a poder salvarse.
—¿Listo para seguir con la pelea, Vegeta? — dijo Goku, viendo que su rival ya estaba de pie, hizo lo mismo. Se giró a ver al saiyajin que llamó su nombre y le dedicó una sonrisa. Después de tanto tiempo.
El corazón de Vegeta comenzó a latir fuertemente. Su mente le había estado enseñando mil y una veces los recuerdos de aquella sonrisa ¿Pero tenerla frente a él de nuevo?, lo ponía extremadamente nervioso. Solo una sonrisa de ese saiyajin y el príncipe era un lío de diferentes y opuestas emociones. Todas ellas luchaban por decirle cómo debería sentirse. Quería darle un puñetazo a su maldita sonrisa para borrarla de su rostro, pero también quería besarla con tantas ganas que lo estaba volviendo loco. Sacudió su cabeza para intentar deshacerse de su maraña de emociones. Tragó saliva y luego habló, o al menos lo intentó, como siempre lo hacía.
—Aún no— Vio como la sonrisa de Goku se volvía una mueca de preocupación. —Pero... ya lo estaré.
—Ah, ya veo— Goku posó sus manos en sus caderas, como lo hacía de vez en cuando. — Ya tengo que irme, Gohan quiere volver a hablarme sobre su libro, y le prometí que estaría ahí.
Vegeta vio como Goku se acercó a él y se puso a un costado suyo. El saiyajin criado en la tierra posó la mano en la espalda del príncipe y la movió un poco, como acariciándolo.
—Nos vemos luego Vegeta. — Goku estaba listo para irse, y Vegeta estaba listo para dejarlo irse una vez más. Sin embargo, aquel roce lo había motivado a seguir con su plan.
—Kakarotto, espera...—Vegeta lo tomó de la muñeca y la apretó ligeramente— Ven a la habitación del tiempo conmigo. Hoy hablé con Dende y accedió a prestármela.
No había marcha atrás, Vegeta por fin había dado el primer paso para su plan.
Después de tanto tiempo de intentar confesar sus sentimientos, y viendo que lo único que lograba es que Kakarotto se fuera sin saber la verdad, lo estaban alterando. Pensó mil y una formas de como confesarle sus sentimientos. Incluso pensó dejarle un "mensaje de texto" de esos de los que Trunks siempre le cuenta que se está enviando con Goten. Pero nada de eso iba a ayudarle verdaderamente. Después de pensarlo lo suficiente, sabía que tenía que estar en un lugar en donde no tenía manera de escapar de Kakarotto, y la habitación del tiempo era el lugar ideal para hacerlo. No tenía manera de salir hasta que le abrieran la puerta. Claro, a menos que por arte de magia recuperara la mitad de su fuerza que el hanahaki le había robado, para así destruir la habitación como lo había hecho ya en el pasado. Más sabía que eso no iba a pasar, así que esa era su mejor opción.
Era su única opción.
—¿Cuándo iremos? — Vegeta sintió un tono que pensó era uno nervioso en la voz de Kakarotto. Para Vegeta era algo un poco complicado descifrar lo que pensaba y sentía Goku. No era tan complicado como la primera vez que consiguió el super saiyajin, pero igual, aquel saiyajin era bastante complejo, para aparentar ser un simplón. Él sabía que el saiyajin criado en la tierra no solía mostrar otro sentimiento que no fuera la alegría. Sin embargo, gracias a la fusión, y de pasar TANTO tiempo a su lado, sabía de que su rival era capaz de sentir otras emociones. Era capaz de entenderlo, aunque no todo el tiempo.
Pero lo que aún no podía descifrar enteramente era ¿Por qué sentía que Kakarotto estaba nervioso? Supuso que es porque el otro tenía planes con Broly o algo por el estilo, pero solo de imaginar a ambos saiyajines juntos hacía que el dolor punzante regresara y las rosas muertas volvieran a salir de su organismo.
—Mañana por la mañana— soltó la muñeca de Goku— Estaremos medio día, es lo más que iban a dármela.
—¡Bien! — Goku volvió a dedicarle una sonrisa que dejó a Vegeta en un espiral de emociones una vez se marchó. —Nos vemos, Vegeta.
Vegeta volvió a sentarse en aquella roca en la que descansaba cada vez que el hanahaki le recordaba quien está a cargo. Se puso a pensar todo lo que había pasado en estos últimos meses. Miró hacia el cielo y respiró hondo, esperando a que la respuesta a todos sus problemas se encontrara ahí, esperando a que su plan funcionara.
Esperaba a que Kakarotto algún día lo quisiera tanto como Vegeta lo quiere a él.
El príncipe volvió a su casa en el páramo y se preparó un bol de arroz, una de las pocas cosas que sabía hacer por sí solo. El arroz estaba demasiado pegajoso, pero sus recursos eran limitados, y antes muerto que decirle a Bulma como se sentía por Goku, así que decidió comérselo así. Al meterse el espeso arroz a la boca le recordaba al bento que le preparó aquella vez que le había implorado que le enseñara sobre la cultura saiyajin. Aquellas reuniones las que Vegeta estaba seguro eran lo que había desencadenado todo este lio.
Una vez terminó de merendar y de ducharse, se dirigió a su habitación a dormir un poco. Mañana sería un muy, muy largo día (bueno, medio año) y tenía que prepararse tanto física como mentalmente para cualquier cosa que llegara a pasar. De verdad que no sabía si todo aquello que estaba haciendo fuera a salvarlo. Tal vez solo estaba disparando en la oscuridad, tal vez nada iba a salvarlo de ese horrible destino que se cernía sobre él. Lo único que podía hacer ahora era no perder ese rayo de esperanza.
Vegeta se acostó en su cama, completamente inmóvil, mirando al techo. Cerró los ojos, esperando a quedarse dormido. Pero otra cosa pasaba por su mente, algo que se había, por mucho tiempo, prohibido siquiera pensar. Pero, al fin y al cabo, sentía que tenía el derecho de hacerlo. Estaba siendo constantemente torturado por su cuerpo y por su mente, y si aquella tortura iba a continuar, que fuera bajo sus propios términos.
Por un momento, aunque sea por un misero momento, se permitió imaginarse a sí mismo en una situación diferente a la suya. Una situación en donde sabía él estaría mucho, mucho mejor de lo que está ahora.
Una situación en donde Kakarotto y él están "en la misma página" con respecto a sus sentimientos el uno hacia el otro. Claro, esto siendo más apegado a lo que Vegeta sentía por Goku, no de la otra manera. Un mundo que existía solo en sus fantasías, un mundo en donde ambos estaban enamorados el uno del otro.
Se imaginó a si mismo haciendo cosas con Kakarotto que nunca había hecho. Cosas que los terrícolas solían hacer cuando estaban en una "relación". Todas esas cosas que oía cuando Trunks le comentaba a Bulma que las hacía con alguien, y que "de ninguna manera" le diría con quién. Al menos no por ahora.
Se imaginaba sujetando la mano del saiyajin, se imaginaba viéndolo a los ojos, acariciando su rostro. Se imaginaba a ambos engullendo sesenta platos de arroz frito y ramen, sentados el uno junto al otro, se detenían por solo un segundo para verse entre sí, y reírse de lo rápido que comían. Luego ambos iban a un lago a digerir la comida mientras llegaba el atardecer, el cual se reflejaba en el agua. Se imaginaba como al anochecer, Kakarotto lo besaba rápidamente, para luego ambos irse a sus respectivos hogares a pasar la noche. Se imaginaba a ambos en las estúpidas y molestas reuniones que Bulma tenía cada que se le daba la gana. Pero ahora no eran TAN molestas, porque tenía a Kakarotto junto a él. Todos sin excepción sabían que Kakarotto era suyo, y solamente suyo.
Vegeta no podía evitar sonreír ante ese pensamiento. En su mente, ya se había imaginado una vida con Kakarotto, porque sentía que tenía el derecho de hacerlo ¿Pensaba que era patético tener que imaginarlo en vez de tenerlo? Si. ¿acaso aquello lo lastimaba al saber que era solo su imaginación? Un poco. Pero ¿en verdad le importaba? No. De cierto modo, pensar en aquello hacía que su mente se tranquilizara. Estaba tan sereno que, por primera vez en meses, se quedó dormido con una sonrisa en su rostro. Esperando al día de mañana.
Y justo como esperaba, el día de mañana llegó.
Este iba a ser el día. El día en el que Kakarotto por fin iba a enterarse de los sentimientos de Vegeta. No sabía qué pensar, de verdad. Solo de pensar en abrir su corazón al clase baja lo ponía tan tenso que se empezaba a hiperventilar, y comenzaba a sentir como una bola de rosas marchitas se formaba en su garganta. Intentó una y otra vez deshacerse de ese sentimiento, pero simplemente... no podía. Aquel nudo en la garganta y aquellos nervios no se iban, sentía furia contra sí mismo por dejar que sus sentimientos lo dominen, por no tener la suficiente fuerza mental como para controlar sus nervios.
Sacudió la cabeza, si no podía dejar de sentir aquella inquietud, iba a ignorarla. Sabía muy bien que ignorar sus sentimientos no servía de nada, que lo lastimaba. Pero no tenía otra opción. Además, ya lo hacía por naturaleza. Si no podía deshacerse de cualquier sentimiento que tuviera, lo ignoraba y ya. Estaba tan grabado en su mente que a eso predeterminaba siempre.
Tomó una fuerte bocanada de aire y se fue volando al templo de Kamisama. Fácil pudo haber usado la teletransportación, porque, al fin y al cabo, ya la tenía casi completamente dominada de tanto usarla meses atrás. Pero la verdad es que ya no le veía sentido, y usarla solo le traía malos recuerdos. Sin mencionar que esa técnica siempre había sido de Kakarotto, y no tenía interés en usarla más.
Agradeció que el hanahaki no le quitara la energía necesaria para poder llegar en tiempo récord, aceleró con cautela, y llegó. Al aterrizar, vio que Goku ya estaba ahí, estaba sentado en el suelo, viendo arriba hacia el cielo, como perdido ¿Vegeta había llegado tarde? Estaba seguro de que había salido con suficiente tiempo como para llegar justo a tiempo. Supuso que el hanahaki lo había vuelto lento, pero no perdía nada con preguntarle.
Vegeta carraspeó suavemente para darle a entender que ya había llegado, y Goku se levantó de golpe, estirando sus músculos en el proceso. El príncipe no pudo evitar... sonreír al verlo de ese modo. Por un segundo llegó a sentir aquella normalidad a la que se había desacostumbrado, pero que anhelaba. Lo anhelaba incluso más de lo que anhelaba que por algún extraño milagro del universo, Kakarotto lo amara de vuelta. Anhelaba aquella paz que tenía antes de su enfermedad, antes de todo este embrollo.
Pero él sabía bien que era mentira. Él quería que Goku lo amara, lo deseaba tanto, que pensó que al desear que sucediera lo contrario, obtendría lo que realmente quería.
O algo así.
Pero si tan solo las cosas le salieran como él quisiera...
—Llegas temprano— dijo Vegeta, volviendo a fruncir el ceño. No quería siquiera pensar que estaba tarde para algo tan importante, así que fue por la ruta de asumir que Kakarotto estaba temprano. Si le decía que no, lo negaría (como solía hacerlo) y todo seguiría como lo tenía planeado.
—Si. La verdad es que no pude contenerme y vine lo más rápido que pude. —Goku sonrió mientras se rascaba la nuca— La verdad es que me emocioné mucho, porque no hacíamos nada así desde hace meses. Extrañaba pelear contigo enserio, Vegeta.
Si el corazón de Vegeta tuviera una boca, estaría gritando descontroladamente. Pero lo mejor que podía hacer era bombear a la velocidad de la luz, enviando sangre a su rostro para mostrar que aquel comentario le había gustado... demasiado. Al sentir que su rostro se calentaba, chistó, y le urgió a Kakarotto que entraran a la habitación.
Ambos entraron, uno tras del otro, a la habitación del tiempo. Estaba tal y como la recordaba. Vegeta escuchó como Kakarotto suspiraba y soltaba una risilla. Una risilla de emoción, supuso. Ambos dejaron pasar un tiempo para acostumbrarse a su entorno. En especial Vegeta, ya que el cambio de ambiente que proporcionaba la habitación era demasiado para el cada vez más débil cuerpo de Vegeta. Una vez listo, vio como Goku se ponía en aquella posición que conocía tan bien. Lo estaba retando a un combate.
Vegeta, como si de un imán se tratara, se lanzó a la batalla. Seguro fue un milagro, porque pudo mantener el ritmo de la pelea contra su rival. Se cansaba rápido, claro estaba, pero aún podía darle pelea. Pasaron así varios "días" (que eran unas cuantas horas fuera de la habitación) en donde Vegeta se volvía a sentir un poco más normal que antes.
Sin embargo, una vez terminaran de entrenar, y el cansancio de sus cuerpos les obligara a descansar, Vegeta se metía en la ducha y sacaba todos esos pétalos que le recordaban por qué estaba ahí. No estaba ahí para entrenar, no estaba ahí para luchar contra Kakarotto. Estaba ahí para confesarle sus sentimientos. Para intentar acabar con su problema. De todos modos, no podía evitar ignorar aquello. No sabía si era porque temía el tener que expresar sus sentimientos, o por el simple hecho de que su naturaleza saiyajin le hiciera querer posponer todo y dejar que su sed de lucha lo consumiera. Ahora bien, no importa qué es lo que sea que lo haga actuar así, tenía que ponerlo de lado, y urgentemente. Luchar con tanto vigor y pasión en la habitación del tiempo estaba, de algún modo, haciendo que el hanahaki empeorara. Los pétalos parecían revitalizarse con el rojo de su propia sangre, tanto que Vegeta constantemente tenía que curar su boca.
Cuando se veía al espejo, se veía como si estuviera enfermo. Cada "día" que pasaba se veía cada vez más pálido, más ojeroso, como si se le hubiera olvidado el concepto de dormir y comer. Tanto era el cambio, y fue tan notorio que Goku trató de mencionarlo al menos una vez, pero Vegeta simplemente lo ignoró y le exigió que reanudara su combate. El príncipe no podía explicarse por qué la enfermedad había avanzado, supuso que el padecimiento avanzaría conforme Kakarotto se fuese enamorando cada vez más de Broly, pero ahora ya no sabía si era cuestión de tiempo y no de sentimientos. Con todo eso en mente, se dio cuenta que tendría que confesar sus sentimientos ya, y ver cómo salir de la habitación antes de que el tiempo finalizara y fuera momento de salir.
Salió del pequeño cuarto de baño el cual había sido testigo de su rápido deterioro y observó a su rival dormir. Goku estaba completamente desparramado, descansaba con una sonrisa en el rostro y unos suaves ronquidos. Vegeta no pudo evitar sonreír. Últimamente, se permitía sonreírle a su rival con mucha frecuencia, y por cualquier cosa que hacía. No sabía por qué, pero no le importaba saber por qué. Tantas veces lo había visto así; profundamente dormido, pero ahora era diferente. No sabía exactamente por qué lo sentía diferente, es como si enterarse de sus propios sentimientos hiciera que todo se volviera diferente, que todo se sintiera diferente. Respiró hondo, y se preparó para irse a dormir también. Durmió en la cama junto a la de Kakarotto, como ya lo había hecho tantas veces.
Una vez despertaron, y se prepararon para desayunar, Vegeta llamó la atención de Goku.
Iba a hacerlo. Ahora.
No importa qué pase, necesita hacerlo, y necesita hacerlo ya.
—Kakarotto— Vegeta llamó la atención de su rival. Cuando vio que este le puso atención, tomó aire. —Necesito hablarte de algo.
—¿Qué pasa, Vegeta? — ladeó la cabeza, confundido, mientras masticaba unos cereales que estaban guardados en una bolsa de plástico transparente.
Vegeta simplemente señaló aquella orilla en donde terminaba el salón en donde pasaban la mayoría del tiempo, y empezaba aquel eterno vacío, en el cual podían perderse de no tener cuidado. Quería que Goku se sentara ahí, junto a él. Vio como el saiyajin criado en la tierra pausó un momento para pensar, y cuando captó la petición, se puso de pie y se dirigió a donde se le había pedido.
Vegeta le siguió y se sentó junto a su rival, teniéndolo tan cerca como le fuese posible. Respiró hondo, y trató de encontrar su mirada. Al verlo a los ojos, Goku se sobresaltó, como si aquello lo hubiera incomodado, o simplemente sorprendido.
—Antes de que digas algo— empezó Goku, preocupación bañaba su rostro— ¿Está todo bien contigo, Vegeta?
¿Todo bien? Se preguntó Vegeta. Obviamente no estaba bien. Obviamente sabía que estaba muriéndose, tanto literal como figurativamente, de amor. Nada estaba bien con él, en especial por que el saiyajin frente a él no cerraba la boca, no lo dejaba terminar con aquello que lo tenía tan estresado.
Antes de que Vegeta pudiera contestar con un seco "si" y decirle lo mucho que lo amaba, lo mucho que estaba enamorado de él, volvió a ser interrumpido.
—Porque he notado que te cansas mucho— Goku se colocó la mano tras la cabeza, pero esta vez de los nervios— Ya casi no comes, y siento que tu ki se está reduciendo mucho, Vegeta— respiró hondo y el clase alta sintió como la mano de su rival se posaba en su hombro— Has estado bastante raro, Vegeta. Incluso no vienes de vez en cuando a nuestros entrenamientos y eso...
¿Raro? ¿RARO? No había estado actuando para nada raro.
—¿Raro, yo? — Vegeta soltó una carcajada, furioso— ¿Que no he estado llegando a los entrenamientos? — volvió a reír— y a ti qué te importa mi ki y mis hábitos alimenticios.
Vegeta discutía con Goku, estando completamente a la defensiva. En el fondo, estaba contento de que Kakarotto se haya preocupado por él, pero muy, muy en el fondo. Esto, pues, se debe a que el príncipe estaba furioso de que el clase baja siquiera se atreviera a pensar que se ausentaba a aquellas reuniones que con tantas ansias esperaba. Incluso mucho más sabiendo de que quien se ausentaba era el otro.
Goku le decía a Vegeta que no se molestara, y Vegeta solo se molestaba más con Goku. No quería pelear con él, pero no podía evitarlo. Todos aquellos sentimientos estaban volviendo a él de golpe, toda esa mezcla de emociones lo ponía furioso; con ganas de seguir discutiendo. Esto para por fin hacerle entrar en razón a Kakarotto de que ÉL era el problema, de que por él estaba tan raro. Que por él es que actuaba así.
La discusión se estaba acalorando, la tensión iba creciendo cada vez más.
—Perdóname, Vegeta— dijo Goku, con un tono indignado, pero preocupado. —Simplemente quería saber por qué de repente te saltabas nuestros entrenamientos. — se cruzó de brazos y dió un respiro como de desesperación.
—¿Yo? ¿Saltarme los entrenamientos? — Vegeta se cubrió el rostro con ambas manos, y soltó un claro quejido enojado. —Kakarotto. Yo te estuve esperando por HORAS todos los días, y tú nunca te dignaste en aparecer.
—Pero yo...
—Pero yo nada, Kakarotto. Mientras tú estabas haciendo qué sabe qué con quién sabe quién fuera de la tierra. — el príncipe estiró sus brazos para acentuar su enojo. —Yo estaba esperándote como un maldito perro bajo la lluvia. Que tú hayas llegado cuando ya me harté no es mi problema, imbécil.
—Vegeta— el mencionado vio como el rostro de su rival ponía una mueca de... susto e incomodidad. — ¿Cómo supiste que no estaba en la tierra?
Vegeta sabía que ese era el momento de decir lo que sentía. De decirle a Kakarotto que lo había estado siguiendo, y que se dio cuenta de que estaba enamorado de él.
Pero no lo hizo.
Mientras discutía con Goku, su mente dio cuenta de una cosa.
"No tiene caso, solo vete de aquí y muérete de una vez" una voz igual a la suya resonaba en su mente.
"Kakarotto nunca va a amarte. No le atraes, apenas y eres su amigo ¿Crees que vas a llegar a más?"
"Es inútil. Si le confiesas tus sentimientos, las cosas van a empeorar. Solo vete de aquí, y muérete como aquella deidad quiso."
Vegeta comenzó a hiperventilarse, agarraba su pelo, como si fuese a arrancárselo. Lo revolvía con fuerza, mientras sentía que se iba a desmayar. Enojo, amor, odio, nervios, ansiedad, ira, tristeza, rabia, melancolía... todos aquellos sentimientos llegaban a su mente al mismo tiempo. Su vista se nubló.
Sabía lo que tenía que hacer.
Dio un fuerte grito, reunió toda su fuerza, y de milagro, era suficiente para destruir la habitación del tiempo y poder huir de ahí.
Parte de la habitación voló en mil pedazos, haciendo que quedara un enorme hueco en la pared. Una nube de polvo se formó, escondiendo a ambos guerreros. Vegeta inhaló y exhaló pesadamente. Ni él mismo se creía que, después de estar tan débil por su enfermedad, tuviera la energía necesaria para hacer algo de tal magnitud.
Su respiración se aceleraba conforme la nube de polvo se disipaba, así que se apresuró a salir de los escombros, no sin antes decirle unas últimas palabras a aquel saiyajin. Aquel saiyajin que lo había cautivado desde el primer momento en el que lo vio.
—No te atrevas a seguirme, insecto.
El príncipe pudo escuchar, a lo lejos, como Goku llamaba su nombre.
"Sígueme" pensaba Vegeta.
"Ven por mí, Kakarotto"
"Ven detrás de mí, tómame del brazo, pregúntame qué pasa"
"No me dejes ir, Kakarotto..."
Vegeta sabía que Goku no iba a seguirlo, que iba a obedecer a su petición. Sabía que Goku iba a dejarlo morir.
Kakarotto iba a dejarlo morir, pero no porque él quisiera. Iba a dejarlo morir, porque él bien sabía que esperar a que Vegeta quisiera resolver el problema era la mejor manera de proceder.
Kakarotto no iba a dejarlo morir, porque el que había firmado su sentencia de muerte fue el mismo Vegeta.
Todo era su culpa. Si tan solo no se hubiera enamorado del idiota.
Pero ya no había remedio. Tenía que cumplir su amargo y detestado destino. Tenía que pagar por todos los pecados que había cometido.
Tenía que morir de amor por aquel saiyajin que le dio la oportunidad de vivir.
Una vez llegó a su casa de cápsula, la empacó y emprendió camino a un lugar completamente desolado, en donde sabía que pasaría el resto de lo que le quedaba de vida.
Mientras volaba, toda emoción se drenó de su ser, se sentía... vacío. No sentía tristeza, rabia ni envidia... nada. Ni siquiera se sentía como si estuviera en su propio cuerpo. Se sentía como si él mismo estuviera viendo su propia ruina lejos de arriba.
Vegeta parecía estar en piloto automático, no estaba consciente de nada de lo que hacía, solo que lo hacía. Después de unas horas de buscar un lugar apropiado, Vegeta descendió y volvió a des encapsular su casa. Se aseguró de bajar su ki para que nadie lo encontrara de esa manera.
Ahí sería donde moriría. Odiaba pensar que así terminaría todo. Siempre tuvo en mente que su fin sería junto a Kakarotto, en una batalla para por fin resolver su eterna rivalidad de una vez por todas. Pero si ni siquiera podía ser el que Kakarotto ama, y tampoco podía expresar sus sentimientos hacia él, entonces no merecía que su final fuera así.
Su final iba a ser tan miserable como su situación actual.
Los días pasaban y Vegeta estaba cada vez más débil. Sentía la forma en que su cuerpo se marchitaba lentamente. Tan marchito como los pétalos de rosa que salían de su boca diariamente.
Su cuerpo perdía toda su fuerza, era completamente diferente a lo que solía ser.
Simplemente estaba ahí, quieto. Recostado en una cama de rosas marchitas que su organismo producía con una velocidad sobrenatural. Es como si su mismo cuerpo supiera que se había rendido, y no veía la hora de matarlo. No podía moverse, y esa posición era la única en la que su dolor agonizante no le afectaba tanto.
Por dos semanas, así fue su rutina. Se despertaba, sacaba rosas y espinas por la boca, se desmayaba por la falta de aire. Una vez despertaba, intentaba con todas sus fuerzas levantarse para poder comer algo. Al principio era solo una pequeña molestia, luego le dolía tanto que sólo podía arrastrarse y tomar algo pequeño, pero al final, supuso que la planta empezó a llenar su estómago; completo. Ya no sentía tanto apetito, y cuando lo tenía, le era imposible siquiera levantarse un poco. Después de ese martirio, volvía a ahogarse con las rosas, y así volvía a quedarse dormido.
No podía levantarse a comer, no podía levantarse a entrenar, no podía levantarse a asearse. Ni siquiera tenía la oportunidad de cambiarse su ropa, la cual estaba teñida de su propia sangre.
Sentía como si se estuviera marchitando.
No...
Sentía como si se estuviera pudriendo.
Todos los días se sentían miserables; agonizantes. Era un infierno en la tierra. Era una tortura, quería que ya todo terminara. Ya no tenía energía, ya no tenía fuerzas para seguir, pero su maldición no tenía fin.
Solo un día tuvo de paz. Tomó papel y un lápiz, y le escribió un último adiós, a su familia y a Kakarotto. Era lo menos que podía hacer.
Al día siguiente, Vegeta se sentía extraño. Sabía que su muerte estaba cerca, y francamente estaba aterrado. Ya había muerto antes, pero esta vez se sentía diferente. Esta vez sería para siempre. No sabía qué sería de él en el otro mundo, pero estaba seguro de que pronto lo averiguaría. El dolor era inimaginable, y le costaba respirar. Sacaba flores cada vez que tosía, y su sangre bañaba las comisuras de su boca, y se desbordaba, rozando sus orejas y su cuello. Parpadea rápido, e intenta con todas sus fuerzas luchar contra aquello. Intentaba, por instinto, salvarse la vida.
Pero no podía.
Su tos se detuvo, junto a los pétalos. La sangre se detuvo, junto a las espinas. Todo se había detenido, pero seguía sin poder respirar.
Con la vista nublada, ya sabía lo que seguía.
Sus ojos se llenaron de lágrimas ¿Así que así acabaría todo?
No se sentía listo para dejarse ir. No así, no todavía. No aún. El principe se aferraba con fuerza, cuando escuchó algo que siempre quiso escuchar.
—Vegeta, te amo— escuchó decir a Son Goku, el saiyajin que le había robado el corazón, y por el que en ese momento estaba muriendo.
No sabía si era el Kakarotto real, o si solo era un último intento de su mente de mantenerse con vida. Por darse una esperanza por la que seguir luchando.
Pero eso era suficiente para dejarse ir. De por fin terminar con esta tortura que duró por tanto tiempo que parecían siglos.
Dejó de llorar. Dejó de aferrarse a su vida. Dejó de luchar por ella.
Dejó de respirar.
Dejó de vivir.
Y ahí iba a quedarse, para siempre.
𝇝Ⴁ𝇝
Pasaron dos semanas y Goku ya estaba lo suficientemente preocupado como para esperar que Vegeta le dijera que entrenan de nuevo, dando su discusión como terminada.
Se le había hecho raro que Vegeta de repente se enojara así con él. Además, no podía sacarse de la mente aquello que le había dicho.
"Mientras tú estabas haciendo qué sabe qué con quién sabe quién fuera de la tierra, yo estaba esperándote como un maldito perro bajo la lluvia. Que tú hayas llegado cuando ya me harté no es mi problema, imbécil."
¿Acaso Vegeta sabía de su... relación con Broly? No. No había manera. Lo había mantenido en secreto, porque sabía que iba a ser complicado. Complicado para Broly recibir toda la atención que tendría una vez les contara a sus amigos sobre lo suyo.
Pero, sobre todo, sabía que iba a ser complicado para Vegeta. Goku sabía que el príncipe se ponía "celoso" si no entrenaba con él. Estar en una relación con el otro saiyajin significaba que ambos estarían entrenando juntos también, y eso de seguro volvería loco a su amigo.
Pero bueno, una vez hicieran las paces, todo volvería a la normalidad ¿no? Podría incluso contarle, puede ser que incluso no se lo tome tan mal ¿Verdad?
Aun así, estaba un tanto preocupado. Había dejado de sentir el ki de Vegeta por completo hace unas semanas, después de que este estuviera inestable.
Sabía que no estaba en el planeta de Whis y Bills, porque el ángel le habría avisado. Al final, supuso que lo había escondido por completo, para que no lo buscara, porque seguía molesto o algo por el estilo. Pero de todos modos, quería resolver su problema lo antes posible. No quería seguir así con uno de sus más grandes amigos.
Fue a la corporación cápsula, sabía que ahí estaba.
Fue a buscar a Bulma, sabía que Vegeta no estaría enojado si lo miraba junto a su esposa. Incluso entraría cargando a Bra de serle posible, con tal de que no se molestara de solo verlo. Una vez se encontró con ella, le pidió que la acompañara a ver a Vegeta, donde sea que estuviera dentro de la corporación.
—Vegeta no vive con nosotros desde hace varias semanas. — dijo la mujer, con un tono monótono. Molesta, recordaba la insolencia de su esposo. El corazón le dolía aún por ello.
—¿Enserio? ¿por qué ya no? — dijo, bastante extrañado. En vez de obtener una resolución a su problema, solo se había complicado más.
¿Acaso habían discutido? Bulma no mencionó nada de que Vegeta se había ido temporalmente.
—Eso no importa— dijo Bulma, se cruzó de brazos. —Aunque puedo ayudarte a dar con él. Le puse uno de mis prototipos de rastreadores que estoy haciendo a la casa que le di. Una calcomanía y puedo dar con la localización de lo que sea en que esté pegada de aquí hasta Nameku. —Sonrió, orgullosa de su más reciente creación.
Goku, complacido, le pidió a Bulma que fueran juntos. Ella vaciló al principio, pero tenía ganas de ver si su prototipo era funcional. Además, que sentía que Vegeta no la había escuchado lo suficiente de lo que tenía para decirle, quería volver a hablar con él, quería ver si por fin estaba listo para decirle la verdad.
El saiyajin criado en la tierra estaba a punto de irse volando hasta donde estaba su amigo, pero recordó que Bulma no sabía volar, así que ambos tomaron una de las naves de la corporación cápsula y emprendieron vuelo.
Estuvieron un par de horas siguiendo al rastreador, hasta que por fin dieron con la casa cápsula de Vegeta. Aterrizaron la nave cerca de la morada del saiyajin y fueron caminando hasta llegar a la puerta.
Se sentía un leve olor a popurrí, pero ninguno de los dos le hizo caso. Vegeta no era alguien que le importara aromatizar sus espacios, pero supusieron que siempre había una primera vez para todo.
«toc toc» Goku tocó la puerta.
No recibió respuesta.
«toc toc toc» Volvió a tocar.
No recibió respuesta.
«toc toc toc toc» tocó otra vez.
No recibió respuesta.
«toc toc toc toc toc» llamó el nombre de Vegeta.
No recibió respuesta.
¿Acaso Vegeta había salido y por eso no le respondía?
No sabía.
No sabía si Vegeta estaba ahí.
Pero había algo...
Algo...
Algo que lo llamaba a derribar la puerta y ver que estaba pasando.
«toc toc toc toc toc toc toc» incluso Bulma se veía extrañada ante la reacción de Goku.
«toc toc toc toc toc toc toc toc» Goku volvía a llamar el nombre de Vegeta, exasperado.
«toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc toc» Goku llamaba el nombre de Vegeta, diciéndole que iba a entrar.
Derribó la puerta.
Y ahí estaba. Goku y Bulma lo vieron.
Vegeta.
O bueno, el cadáver de Vegeta.
Aquel cuerpo sin vida que tenía una mata de rosas marchitas saliendo de su boca. Que tenía manchones de sangre seca en sus mejillas, en su cama, en sus manos. Que tenía los ojos cerrados en paz, pero que su condición era de un inmenso dolor agonizante.
Aquel cuerpo sin vida sujetaba entre sus dedos un pedazo de papel plegado.
Bulma se quedó boquiabierta. No sabía cómo reaccionar. Sabía que eso iba a pasar, pero no creyó que fuera tan pronto y tan... grotesco.
Goku se acercó a Vegeta. Desde lejos pudo ver como aquella la hoja de papel tenía algo escrito. La tomó de entre sus manos, y notó que esta tenía su nombre saiyajin escrito.
La desplegó y empezó a leer sus contenidos.
Mientras más avanzaba leyendo, su cara iba cambiando de shock a tristeza. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Una vez terminó de leer la carta, la dejó caer. Se cubrió el rostro con sus manos, y soltó un sollozo.
Al escuchar a su amigo en ese estado, Bulma salió de su shock, e inmediatamente fue con él, queriéndolo consolar.
—M-maté a Vegeta... lo siento tanto— diciendo esto, se destapó la cara, dejando ver que estaba luchando por no desmoronarse, sin embargo, le estaba costando bastante.
No... entonces era de él quién Vegeta estaba...
No...
No quería creerlo. Por más obvio que fuera, no quería ni imaginarselo.
—¿A qué te refieres, Goku? — dijo Bulma, acariciando la espalda de su amigo.
Goku le contó todo. Lo que contenía la carta. Lo de su relación con Broly. Le dijo que siempre había visto a Vegeta como su amigo y como nada más que eso, y que por ello Vegeta estaba muerto.
Goku rompió en llanto otra vez, Bulma lo abrazó, y se permitió llorar un poco.
—Maté a Vegeta, Bulma. Lo siento mucho—Dijo el saiyajin de corazón puro, entre sollozos.
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