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Capítulo 3

Vegeta llegó a la corporación cápsula de la misma manera en la que llegaba todos los días después de su entrenamiento con Kakarotto. No obstante, esta vez fue un poco diferente. Vegeta siempre solía entrar por alguna ventana, estuviera abierta o no. Aun así, esta vez entró por la puerta principal, cabizbajo. Pasó de largo la recepción y fue directo a su habitación. No iba a comer, no iba a entrenar por sí solo, no iba a hacer nada más que quedarse en su habitación. Pasó un buen rato pensando. Jugaba un rato con Bra hasta que ella se cansara y tomara una corta siesta. Mientras la niña estaba en lo suyo, Vegeta seguía pensando por qué demonios siquiera se le había cruzado por la mente la posibilidad de que estuviera enamorado de Goku. Obviamente no lo estaba, era bastante obvio que simplemente estaba empezando a considerarlo un "amigo "o algo por el estilo. No estaba enamorado de él, y no había ni una sola gota de posibilidad de que lo estuviera ¿O sí?

Su mente era una batalla desesperada por llegar a una conclusión que satisficiera a su orgullo. Maldecía el siquiera haber pensado de más y sobre analizado su relación con su rival por un mísero segundo. Mientras siguiera teniendo esos pensamientos, tenía que reducir considerablemente el tiempo que pasaba con el clase baja. Sabía que con solo estar más tiempo con Kakarotto, su mente iba a divagar hasta volver a llegar a ese lugar. Iba a volver a llegar a pensar que estaba enamorado de él. Mientras su pequeña hija dormía, él miraba fijamente al techo, debatiéndose si en verdad debiera seguir con ello o no. De seguir empujándose a pensar su relación con el saiyajin que alguna vez había odiado con todo su ser.

Después de mucho tiempo atrapado en aquel bucle de jugar con su hija y pensar en Goku, Vegeta llegó por fin a una conclusión. Si quería saber cómo se sentía realmente por Kakarotto, tendría que forzarse a seguir pasando todo su tiempo libre con él. No pensaba en seguir huyendo de sus sentimientos como si de la plaga se tratasen. Iba a enfrentar lo que sea que sintiera, porque sabía que eso era lo que necesitaba hacer. Por más complicado que fuera, y por más que le aterraran de cierto modo sus sentimientos, tenía que hacerlo. Por el bien de su sanidad mental.

Como planeó, así pasaron varios días. Todos los días a la misma hora, Vegeta y Goku se reunían en el mismo lugar de siempre. Vegeta traía su conocimiento sobre la raza saiyajin, y Goku traía un delicioso almuerzo preparado por su exesposa o la novia de su exesposa. Al principio todo se sentía normal, Vegeta sentía todo normal. Kakaroto era simplemente lo más cercano a un amigo que tenía. Nada de sentimientos románticos, simplemente camaradería. Cualquier cosa que le mostrara lo contrario era una ilusión que su misma mente le creaba, o al menos eso quería pensar.

Vegeta no solía considerar a nadie su amigo, por muchos años había negado que Kakarotto lo era, pero al pasar de los años, se había acostumbrado tanto a él que ya era prácticamente inútil seguir negando aquella "camaradería" que había formado con él. Sentía, y aunque lo negara todas las veces que quisiera, que Kakarotto había llegado a su vida para mejorarla, o al menos a mejorar aquella parte que todavía tenía arreglo.

Estar con él le traía ciertas sensaciones que Vegeta jamás había experimentado. Se sentía... ¿feliz? De poder compartir su tiempo con su rival. Se sentía como si pudiera dejar aquella fachada que había puesto frente a todos. Estando con él se sentía... libre. ¿Así se sentía estar enamorado? no tenía ni idea, nunca lo había estado. Él sabía que aquella cosa que había tenido con Bulma no era precisamente romántico. Le tenía aprecio por permitirle tener una vida en la tierra una vez Kakarotto había muerto por segunda vez, pero hasta ahí llegaban sus sentimientos.

Y lo que sentía se reflejaba completamente en como actuaba frente a su rival. Era más propenso a bromear con él, más propenso a hablarle de cosas tan triviales que no tuvieran que ver con sus entrenamientos. Incluso, a petición de Goku, de vez en cuando le hablaba en aquel idioma abandonado por los saiyajines que moriría junto con ellos dos. Tenía la misma actitud de siempre, pero se sentía más cómodo al decir y hacer tonterías.

También Vegeta había notado unos pequeños cambios en su rival conforme avanzaban los días. Notaba que era mucho más propenso a tocarlo. De vez en cuando envolvía su brazo momentáneamente en la espalda del otro. A veces presionaba la yema del dedo contra cualquier parte aleatoria en el rostro de Vegeta. Muy a menudo recostaba su cabeza en el hombro del otro. Todas estas instancias en el pasado hubieran hecho que recibiera un golpe y un sermón diciéndole que jamás en la vida lo volviera a tocar, jamás. Sin embargo, ahora Vegeta simplemente se congelaba en todos aquellos momentos. Sentía tanto la necesidad de sacárselo de encima como de mantenerlo cerca de él. Se sentía sumamente extraño, amaba y odiaba sentirse de esa manera, quería que se detuviera, pero no había modo.

Kakarotto lo hacía sentirse de una manera tan extraña que incluso él no se lo podía explicar. Quería tenerlo lo más cerca de él, pero a la vez quería hacer que se alejara de él hasta no verlo nunca más.

Días pasaban, y a pesar de que Vegeta se sentía, en contra de su voluntad, más a gusto con Kakarotto, se sentía cada vez más "extraño". No era por aquellos raros y estúpidos sentimientos que tenía por Kakarotto, sino que físicamente había sentido extraños cambios en sí mismo.

Ya de por sí había notado que su apetito se redujo considerablemente, sin embargo, más cosas habían comenzado a pasar. Sentía un dolor agudo e intermitente en su pecho, como si algo le estuviera punzando toda esa área. Se sentía cada vez más agotado. Tanto durante sus entrenamientos, como haciendo cosas tan triviales como caminar. Hasta las tareas más triviales lo dejaban tan agotado como cuando pasaba hasta 12 horas entrenando sin parar. Aquel cansancio lo dejaba como si se estuviese sofocando, ya muchas veces había sufrido esa sensación de quedarse sin aire, pero ahora no tenía una manera de cómo detenerlo. Simplemente pasaba, y tenía que detener todo lo que estaba haciendo para retomar el aire y poder respirar otra vez. Lo más extraño es que su garganta no le dejaba saber a aquel aceite esencial de saber qué cosa. Aquel que Bulma le dejaba puesto a Bra cada vez que no podía dormir.

¿Está llegando acaso al final de sus años de vida útil? Aún era demasiado temprano para el príncipe, incluso con el desajuste que vivió todas esas veces en la habitación del tiempo. No era posible, así que asumió que tendría algún bicho o algo parecido que contrajo en la tierra. Los terrícolas se enfermaban con cualquier cosa, y Vegeta que llevaba tanto tiempo en ese planeta no se sorprendería si tenía algo por el estilo.

Al día siguiente volvería a encontrarse con Kakarotto, así que le preguntaría si él sabe algo sobre enfermedades de terrícolas. Si no encontraba una respuesta con el saiyajin, iría a consultar con Gohan o incluso con la ex mujer de Kakarotto. Ir con un doctor terrícola definitivamente no estaba en su lista. A pesar de que los saiyajines y los humanos eran parecidos por fuera, sus anatomías internas eran completamente diferentes. No estaba listo para ser etiquetado como una "anomalía médica" y ser sujeto a quien sabe cuántos experimentos.

Como siempre, el día siguiente llegó, y Vegeta quiso negar y renegar que se lo esperaba con ansias. Suprimía todas las ganas de ver al saiyajin criado en la tierra que tenía y lo esperaba. Eventualmente llegó, más desaliñado de lo normal, sin los bentos que traía siempre, pero con aún con la misma sonrisa radiante que confundía el corazón de Vegeta.

Entrenaron, Vegeta esta vez le enseñó sobre la ropa que se utilizaba antes de que se unieran al ejército de Freezer y Goku se fue apenas terminó la lección. Vegeta pensó que iría a traer los bentos que probablemente había olvidado así que lo esperó. Goku, aun así, no regresó, así que Vegeta decidió retirarse sin más.

Y así empezaron a transcurrir los días. Kakarotto llegaba cada vez más tarde, su tiempo de entrenamiento se había reducido considerablemente y solo de vez en cuando se quedaba Goku a comer con Vegeta.

Vegeta comenzaba a sentirse frustrado, estaba molesto porque Kakarotto le hacía perder parte de su tiempo. Estaba molesto porque sabía que había algo que le estaba quitando tiempo de entrenamiento con su rival. Pero, sobre todo, estaba molesto porque no había manera de que se pudiese molestar con Kakarotto.

Goku definitivamente hacía a Vegeta sentir mil y una emociones que el príncipe no terminaba siquiera de comprender.

Tanto su mente como su corazón y su físico estaban extraños, Vegeta no podía comprender qué demonios le estaba pasando, y ya se estaba hartando de todo aquello. 

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