Capítulo 2
Goku y Vegeta entrenaban casi a diario. Se la pasaban al menos unas ochenta y ocho horas a la semana juntos, incluso más cuando iban al planeta de Bills a entrenar por meses. Estuvieron tanto tiempo juntos que hasta se les había vuelto una costumbre. Ya que Vegeta se hubiese acostumbrado a Goku es otro asunto completamente aparte.
Vegeta aún se sentía extraño con la presencia de Goku. Cada vez que estaba cerca de él, sentía como si todo en su interior fuera a estallar en un millón de pedazos. Quería mantenerlo lejos lo más posible, pero cuando Kakarotto se acercaba a él por cualquier razón, él no parecía hacer nada por alejarlo. Es como si todos sus esfuerzos por mantener distancia de su rival fueran inútiles. Todos los sentidos del príncipe se inhibían por un segundo cuando Kakarotto estaba a su lado; como si no sintiera más que la enorme presencia del otro saiyajin junto a él. Podían pasar segundos que Vegeta ni se daba cuenta que el otro estaba a centímetros de su rostro. Era como si entrara en otra dimensión y se hubiera llevado al clase baja con él. Una vez volvía a este plano terrenal, el príncipe rápidamente se alejaba de Goku, molesto y gritando un repertorio de insultos que su rival ya conocía muy bien.
Vegeta detestaba estar cerca de Kakarotto por todas las emociones que lo hacía sentir, no porque no le agradara poder entrenar con alguien que siempre lo retara y lo empujara a volverse mucho mejor y más fuerte que antes. Cada vez se sentía más apegado a aquel saiyajin de clase baja que lograba superarlo una y otra vez. Era como si tuviese la necesidad de pasar más y más tiempo con él. Quería estar todo el tiempo con él, más no quería tener que lidiar con él. Asumió que solo necesitaba estar con el otro por su necesidad de superarlo y nada más que eso. Simplemente necesitaba de su fuerza, no necesitaba de él.
Ahora, si tanto detestaba estar con él ¿Por qué se ofreció a enseñarle todo sobre la cultura saiyajin? No es que él supiera mucho sobre los saiyajines. A pesar de estar preparado para todo, aún no sabía la historia de su pueblo en su totalidad. Los saiyajin se habían extinto, y junto a ellos, todos los pocos registros que habían quedado sobre la historia de aquella feroz y poderosa raza de guerreros. Aun así, Kakarotto no iba a saber si Vegeta se saltaba algún detalle o algo que decía está mal. Los saiyajines estaban demasiado muertos como para preocuparse de que alguna pequeñez se le escapara. Aun así, quería que todo fuese lo más meticulosamente perfecto posible. Así no tenía que pasar más de su tiempo con el otro saiyajin explicando de nuevo todo lo que le enseñó.
Vegeta por fin había llegado a la corporación capsula. Estaba tan hambriento como, en cierto modo, molesto y angustiado. No podía creer que de nuevo se había metido en una situación en donde tendría que pasar más tiempo con Kakarotto. Ya era suficiente con que él mismo le hubiera ofrecido hace mucho tiempo que entrenaran juntos todos los días. Se apresuraba demasiado a ofrecerle su tiempo a Kakarotto para luego darse cuenta de lo que estaba dando.
Igual y no le molestaba del todo el haberle pedido aquello que en su momento le pareció algo absurdo. Muchas de sus contiendas las había ganado Goku, pero claro estaba que Vegeta había empezado a aprender las maneras tan específicas en las que su rival luchaba. Por cada encuentro el príncipe aprendía una cosa nueva sobre el estilo de su oponente. Tanto aprendía sobre su oponente que aquello le ayudaba a llegar a una racha considerable de victorias, hasta que el de clase baja decidía cambiar su estrategia y el ciclo se volvía a reiniciar. A pesar de todo, no se sentía para nada tedioso. La adrenalina corría por las venas de Vegeta cada vez que se encontraba con Kakarotto para luchar, y él estaba seguro de que Kakarotto sentía lo mismo.
No tenía ganas de recorrer toda la corporación para ir a una de las cocinas, así que simplemente fue en busca de una ventana abierta, esperando claro a que una lo estuviese. Revisó la primera, cerrada. La segunda, cerrada. Tan solo quedaba una más de las que se podían abrir, si aquella ventana estaba cerrada iba a volarla en mil pedazos. Para suerte de la ventana, esta se encontraba abierta. Una vez ahí, apretó uno de los botones que le traía un robot cocinero. Unos cuantos segundos después, llegó aquella máquina, lista para que Vegeta presionara aún más botones que le traería toda la comida que él deseara. Tenía tanta hambre que podría comerse tres vacas enteras, y aún con eso estaba seguro de que no se llenaría. El robot se fue a prepararle la comida al príncipe.
Vegeta fue a sentarse al comedor vacío. Una vez ahí, volvió a reflexionar en lo que había pasado hoy. Vegeta no era mucho de analizar cosas tan banales como cualquier cosa que saliera de la boca de Kakarotto, pero hoy era un día diferente. Hoy sintió algo que no había sentido cuando estaba con Kakarotto. Se había sentido a gusto con su presencia fuera del campo de batalla. Por primera vez se sintió lo suficientemente cómodo como para deliberadamente pasar más tiempo con él. Todo el necesario.
¿Acaso Kakarotto estaba comenzando a agradarle?
Antes de poder zambullirse completamente en aquel pensamiento, el robot cocinero llegó con tres platos de Takoyaki y un té verde. Vegeta pensó que era suficiente comida para su cada vez menos voraz apetito. Por más hambriento que estuviera, lo cierto es que Vegeta cada vez más estaba perdiendo el apetito, es como si se sintiera lleno todo el tiempo, y tan solo pudiera comer porciones humanas. Esas tres hipotéticas vacas que apenas podían saciar su apetito estaban a salvo, por ahora. Sabía que una vez los saiyajines llegaran a la edad de envejecimiento perderían el apetito. Vegeta aún no estaba ni cerca de esa etapa de su vida, pero aun así no tenía nadie que supiera de anatomía saiyajin como para comprobarlo.
Una vez terminó su plato de comida se dirigió a la cámara de gravedad a entrenar un poco más. Mientras iba en camino, se encontró a Bulma.
—Hola Vegeta— dijo mientras paraba en seco al saiyajin poniendo la mano en su pecho— ¿A qué hora regresaste? ni siquiera te escuché entrar.
Vegeta sabía que ella quería convivir un rato con su esposo, Pero el príncipe no estaba para platicar de las mismas cosas de siempre. Tenía tanto en su cabeza que quería, no, NECESITABA estar solo.
—Entré por la ventana de una de las cocinas— dijo apartando con delicadeza la mano de Bulma. —¿Dónde está Bra?
—En su habitación, dormida—Vegeta se alejaba de nuevo, despacio. Como si alejarse lentamente fuera a hacer que la mujer no se enfadara. —No vayas a ignorarla como lo has estado haciendo conmigo.
El príncipe le aseguró a su esposa que iría a ver a Bra una vez terminara de entrenar. Bulma le dijo algo que Vegeta no escuchó, estaba demasiado metido en sus pensamientos como para ponerle atención. Estaba demasiado metido en sus pensamientos como para ponerle atención a cualquier cosa.
Una vez llegó a la cámara, colocó el ajuste más alto de gravedad que soportaba y agregó que aumentara diez veces más cada diez minutos. Realizaba el mismo entrenamiento de siempre. Destruir aquellos robots que disparan láseres, esperar a que llegaran más, volvía a destruirlos hasta cansarse. Quiera que no, aquel entrenamiento le había resultado bastante inútil para su progreso. No obstante, eso le había resultado tanto relajante como des estresante. Siempre que sentía como si su estrés lo fuese a comer vivo, se metía a la cámara a destruir unos cuantos bots. Al salir, se sentía mucho más calmado que antes. Preparado para volver a colmarse de estrés y furia, para así repetir el mismo proceso una vez más.
Vegeta estaba sumamente concentrado en su entrenamiento, hasta que una imagen mental "desagradable" lo tomó por sorpresa. De repente había pensado en la sonrisa de Kakarotto. Como se le formaba un hoyuelo pequeño en su mejilla derecha. Como se le arrugaba la nariz y como soltaba una risilla que hacía que su mente fuera una maraña de diferentes emociones y pensamientos. De alguna manera, le encantaba verlo sonreír. Quería verlo sonreír, necesitaba...
Perdido en sus pensamientos, uno de los láseres de los robots le dio justo en la rodilla. Aquel láser y su mente distraída hicieron que Vegeta se colapsara al suelo. La gravedad empujaba su cuerpo, haciendo que no pudiera levantarse. Ya le había ocurrido otras veces, pero esta vez había sido por culpa de Kakarotto, de algún modo lo era. Le dio un pequeño disparo de ki al panel de control y apagó la máquina. Una vez pudo levantarse, reanudó su entrenamiento. Estuvo así por un buen momento, las horas pasaban y parecía nunca querer salir de ahí. Eventualmente tendría que irse, así que dejó que pasara una hora más y salió.
Revisó el reloj, era la una de la mañana. No había preparado nada de lo que iba a enseñarle a Goku el día siguiente. Siempre tenía la opción de trasnochar, sin embargo, se arriesgaba a llegar tarde...
¿Pero por qué estaba tan interesado en llegar temprano? ¿Por qué estaba tan interesado en siquiera llegar? Kakarotto siempre había sido una molestia para él. Se repetía una y otra vez que no había necesidad de desvivirse por él. Incluso menos planear algo tan intrincado que, al final de cuentas, probablemente no iba a prestar la atención debida. Pensó en simplemente enseñarle unas cuantas frases en el idioma de los saiyajin. Era lo suficientemente parecido al idioma universal, y, por ende, bastante parecido al idioma terrícola. Era lo suficientemente simple para que hasta él pudiera aprenderlo.
Con aquel pensamiento en su mente, Vegeta fue a tomar una ducha caliente. Pensó que, si el idioma saiyajin no era tan complicado, no iba a ser de más enseñarle algo más que un par de frases. Al terminar aquel pensamiento, llegó otro a contradecirlo. Era inútil esforzarse demasiado por algo tan trivial como Kakarotto queriendo aprender sobre los saiyajines. No le importaba que tan importante fuera para el clase baja, simplemente no valía la pena.
¿No valía la pena, o había algo que le hiciera pensar que no lo valía?
Le dio un golpe al mosaico de la ducha, cerró la llave de la regadera y se vistió para dormir. Se dirigió a la habitación que compartía con su hija con cuidado de no hacer ningún ruido. Desde que nació Bra, Vegeta le había dedicado al menos una buena porción de su tiempo. El príncipe amaba a su hija con todo su corazón, no se explicaba cómo la pequeña había hecho para derretirle el corazón al momento de haber nacido. Había dejado de lado a Trunks e incluso a Bulma desde ese entonces. Pasaba la mayoría del tiempo con Bra y con Kakarotto... A veces parecía que su hija y el clase baja fueran más su familia que el resto de su familia...
Rápidamente se sacudió aquel pensamiento al llegar a la puerta de la habitación. Se aseguró de no despertar a su hija y fue a recostarse a su cama. Tardó un buen tiempo en conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en que iba a enseñarle a Kakarotto. Al final se decidió por enseñarle un par de frases y ya. Si quería aprender más, tendría que hacerlo por su cuenta.
Revisó su reloj, eran las tres treinta de la mañana. Ahora tendría que ver cómo demonios iba a hacer para dormir las ocho horas necesarias en las tres que le quedaban para despertar. Cerró sus ojos, y casi como si fuera magia, se quedó dormido.
𝇝𝇜𝇝
Acostado, quieto, inamovible, prístino. Vegeta veía el cielo rosa despejado, ni una sola nube que cubriera aquel inmaculado paisaje. Debajo de él se encontraban miles de millones de rosas. El príncipe no podía verlas, pero las reconocía por su intoxicante aroma. Aquella fragancia inundaba su nariz. No sentía otro olor más que el de las rosas. Se sentía una calma, se sentía una paz... Se sentía en una eutimia. Sólo él y las rosas. Cerró los ojos y suspiró con fuerza, empezó a relajarse. Aquel campo de rosas que él conocía tan bien lo hacía sentir en paz. Podía pasarse horas de horas ahí, con los ojos cerrados y la mente en blanco.
Sin embargo, "él" vino a interrumpir sus sueños, como si incluso no pudiera huir de él en su propia mente. El saiyajin criado en la tierra estaba ahí, parado de espaldas frente a él. Vegeta apenas y podía verlo de reojo, pero sabía que estaba ahí.
—Kakarotto...— Vegeta lo llamó, más no recibía respuesta. Lo llamaba una y otra vez, pero el otro saiyajin ni se inmutaba, era como hablar con la pared.
Vegeta sabía que no podía moverse en aquel lugar. No le era posible. Ya varias veces en el pasado lo había intentado, más cualquier intento era en vano. Prontamente se acostumbró a aquella situación y acogió aquello como una oportunidad perfecta para meditar y relajarse, cosa que no podía hacer en su día a día. En todo caso, esta vez se sentía más ligero. Como cuando estaba despierto.
—Kakarotto, no me hagas levantarme a darte una paliza. — pero Goku lo siguió ignorando ¿Quién se creía para ignorarlo así? apretó su mandíbula y sus puños y de un salto se levantó.
Se sentía liviano, pero la gravedad le ayudaba a no salir flotando.
Goku solo se volteó, le sacudió la mano para saludarlo y salió corriendo, casi a la velocidad de la luz. Vegeta no tardó en echarse a correr también, pero Kakarotto siempre iba más rápido.
No podía alcanzarlo, por más que le gritara, por más que volara, por más que le lanzara ataques para detenerlo, siempre estaba un paso adelante de él.
Vagamente recordaba aquella lección de física que recibió Trunks. Decía que, si ambos objetos iban a la misma velocidad, al mismo punto y en la misma dirección. eventualmente tendrían que encontrarse. Sin embargo, parecía que Vegeta nunca iba a alcanzar a Goku. Por más rápido que corriera detrás de él, no podía alcanzarlo. Era un juego de las traes interminable. Algo hacía que Kakarotto fuera mucho más rápido, que fuera casi inalcanzable. Ninguno de los dos parecía estar cansado, ninguno de los dos parecía detenerse.
Vegeta estaba a punto de rendirse y echarse en su cama de rosas a seguirse relajando, más no podía. Estaba tan cerca de alcanzarlo, tan pero tan cerca que no podía rendirse. El príncipe extendió su mano, casi tan cerca de tocarle la espalda. Estaba tan cerca de tocarlo que ya casi sentía la suavidad de la tela de su gi en sus dedos...
𝇝𝇜𝇝
Vegeta se despertó de golpe. La pequeña Bra ya no estaba en su cuna, así que asumió que Bulma se había levantado más temprano de lo normal para estar, aunque sea un momento con su hija. Se levantó de su cama, listo para irse a duchar y tomar el desayuno cuando notó su reloj en la mesa. Era la una y media de la tarde, y le tomaría al menos cuarenta minutos llegar al lugar en donde siempre entrenaba con Kakarotto.
Se apresuró a vestirse. Sabía que tardaría demasiado en ponerse su spandex y su armadura, así que optó por usar su ropa casual de entrenamiento y preocuparse luego. Asumió que Kakarotto iba a llevar otro de sus cuestionables almuerzos, así que no se preocupó por su desayuno.
Si hubiera sido cualquier otro día, poco le hubiera importado llegar tarde, pero este día era diferente. Si llegaba tarde, no terminaría de escuchar como Kakarotto se lo recordaría una y otra vez para molestarlo. Sabía que diría algo como "Ay Vegeta, si ibas a llegar tarde, no me hubieras hecho llegar temprano a mi" o algo por el estilo. De solo pensar que iba a escuchar cosas así por semanas le hervía la sangre, y hacía que acelerara el paso.
Pensó por un momento en usar la teletransportación que había aprendido en Yadrat. Sin embargo, sabía que Kakarotto no iba a estar ahí, y también no necesitaba de aquella técnica. Llegaría mucho más rápido si hacía las cosas por su propia cuenta, en lugar de usar algo que ya era tan de Kakarotto.
Salió volando por la ventana de su habitación e intentó ir lo más rápido posible a su punto de encuentro con el saiyajin. Iba volando a una altura prudente, no lo suficientemente alto como para golpear un avión y no lo suficientemente bajo como para golpear un ave. Iba tan rápido que, si no se daba cuenta, de seguro iba a darle una vuelta entera al mundo. La urgencia lo hacía cada vez avanzar más rápido, su única meta era llegar ahí lo más rápido posible. Nada más importaba, nada más parecía importarle. Algo le decía que tenía que estar ahí con él a como diera lugar.
Cada poco bajaba la mirada para ver si ya había llegado. Pasó un rato, pero afortunadamente llegó, Kakarotto no estaba ahí aún, no sentía su ki. Descendió con una mezcla de urgencia y cuidado, y una vez llegó al suelo, se sentó a esperarlo. No tenía ninguna manera de saber qué hora era, así que simplemente no iba a reprocharle a Kakarotto si llegaba un poco después de él e iba a hacer como si hubiese llegado justo a tiempo.
Se preguntaba qué diablos hacía que se sintiera con la necesidad de seguir a Kakarotto a donde fuera, sin siquiera importarle si iba a algún lado o no. Cerró sus ojos y suspiró con fuerza ¿Por qué incluso esa necesidad se le presentaba en sus sueños? El vago recuerdo de aquel campo infinito de rosas y el insensato juego de las traes permanecía en su memoria. Podía jurar que aún sentía el intoxicante olor a rosas.
Sus pensamientos fueron interrumpidos justo por el hombre que formaba la gran mayoría de ellos. Traía una gran sonrisa y un par de bentos. Gracias al cielo tenía comida, no quería luchar contra Kakarotto con el estómago vacío.
Vegeta se levantó de golpe y corrió la corta distancia de donde estaba él hacia donde estaba Goku.
—Te tengo— Lo tomó de la muñeca derecha y la apretó suavemente. —No irás a ningún lado esta vez.
—¿Eh? —dijo Goku extrañado, ladeó su cabeza. —¿Qué dices Vegeta? si no me iré a ningún lado.
El príncipe aún seguía metido en sus sueños. Su ansiedad de no poder alcanzarlo le ganó. Tenía que atraparlo, debía tenerlo junto a él. Tenía que asegurarse que no iba a irse a ningún lado. Apretó su muñeca un poco más y lo vio a los ojos.
—Llegaste justo a tiempo. — su mirada tan seria penetraba hasta el alma de Goku.
Le soltó la muñeca y con la mirada le instruyó que se sentara. Goku obedientemente se acomodó en el suelo rocoso de aquel páramo.
El día estaba soleado y casi despejado. Un par de nubes dispersas que apenas cubrían el cielo que poco a poco amenazaba con anochecer. El paisaje se sentía como el de ayer. Casi como si el día se estuviera repitiendo y el paisaje fuera pintado. La única diferencia es que ambos guerreros no estaban luchando uno contra el otro. Ambos eran parte de una extraña, pero gentil camaradería.
Vegeta estaba a punto de empezar su lección sobre la casi extinta lengua saiyajin. Pero a Goku se le ocurrió interrumpirlo.
—Oye Vegeta, los bentos de hoy los hizo la novia de Chichi. Así que ya no te tienes que preocupar por que todo esté quemado. —Le soltó una sonrisa nerviosa que Vegeta puro jurar era tan cálida como el mismo sol.
—Que me alegra. Hoy no desayuné y no pensaba comerme tu excusa de bento— dijo el príncipe mientras se cruzaba de brazos y cerraba los ojos. Dio un largo suspiro, iba a retomar el empezar su lección cuando fue interrumpido de nuevo.
—Pero Vegeta, si a ti te di lo mejor que pude coci...—Goku abrió los ojos fuertemente, se levantó de donde estaba sentado y se puso frente a Vegeta. Su cara estaba a centímetros de la del príncipe, y ambas manos estaban en el collar de su unitardo. Lo veía fijamente a los ojos, Vegeta sentía como si estuviera intentando verle hasta el alma. —¡¿No desayunaste?! ¿Ni siquiera un poquito? —Su rostro estaba tan cerca del de Vegeta que la punta de la nariz de ambos rozaba con suavidad.
Vegeta al sentir el roce se apartó, rezaba que Kakarotto no se hubiera dado cuenta de que estaba sonrojado. De un empujón se lo sacó de encima y le dio la espalda. No iba a dejar que Kakarotto viera que con el simple hecho de acercarse iba a hacer que se sonrojara.
—Eso no importa ahora— dijo, vacilante. —Ahora siéntate y cállate para que pueda enseñarte sobre el idioma saiyajin.
Y como si el suelo fuera imán, Goku se sentó rápidamente. Tenía ambas piernas cruzadas y sus manos se posaban entrelazadas suavemente entre sus pies. Se balanceaba suavemente de adelante hacia atrás y veía fijamente a Vegeta, esperando a que empezara a hablar. Vegeta intentaba no reírse por lo ridículo que se veía Kakarotto. Era como un perro esperando pacientemente su premio. Se le hacía gracioso verlo así, el saiyajin criado en la tierra sólo estaba así de concentrado cuando de luchar se trataba. Quiera que no, se sentía un poco orgulloso de hacer que el hombre que nunca se concentrara lo hiciera con él.
Vegeta iba a enseñarle solo un par de frases. Algo simple que no les quitara el tiempo de entrenamiento, aun así, no pudo resistirse.
—Bien Kakarotto, presta mucha atención, que no pienso explicarte de nuevo—señaló al aire como si estuviese apuntando hacia un pizarrón. —Este es el idioma saiyajin.
—En serio teníamos un idio...—Goku empezó inmediatamente a soltar preguntas, más Vegeta no iba a ser interrumpido una y otra vez.
—Cualquier pregunta o comentario que tengas, espera hasta al final. No quiero que me interrumpas.
—Pero Vegeta...
—Pero nada—Se cruzó de brazos, cerró los ojos y suspiró. —No te atrevas a interrumpirme otra vez, que me iré de aquí más rápido de lo que puedes teletransportarte.
Goku quedó cabizbajo, como si fuese un perro regañado. "Está bien" murmuró, derrotado. Vegeta lo vio y no pudo evitar sentir ¿Compasión? por ver a su rival en ese estado. Suspiró como si fuese a sacar todo el aire de sus pulmones. Cada día, esa debilidad que tenía por él seguía creciendo más y más.
—Está bien, pero solo tienes esta pregunta. Luego tendrás que esperar a que termine todo, insecto.
—¿En serio teníamos un idioma? ¿Por qué no te escuché hablar el idioma saiyajin cuando viniste a la tierra por primera vez? —Ladeó la cabeza y se encogió de hombros. Desde lejos se podía notar la genuina duda.
—Según me dijo mi padre, todos en el planeta lo usaban hasta que llegó el ejército de Freezer. No se nos permitía usarlo, así que de poco en poco dejamos de usarlo. Solo algunos de la clase alta y la realeza lo hablaban. Yo tuve la suerte de aprenderlo antes de que Freezer destruyera el planeta, pero el resto de los saiyajines que sobrevivieron no.
Hubo un largo silencio que se sentía bastante incómodo. Goku aún no sabía por la extensa tortura que pasaron los saiyajines bajo la tiranía de Freezer, y como poco a poco lo veían como un superior a diferencia de su verdadera naturaleza. Se sentía la incomodidad de Vegeta en el aire. El ambiente estaba tan tenso que incluso con el cuchillo más desafilado se podía cortar.
—Bueno—Vegeta carraspeó y poco a poco retomó la palabra. —Como te decía...
Vegeta le enseñó todo lo que sabía del idioma saiyajin, de lo poco que aprendió antes de que el planeta Vegeta encontrara su desaparición prematura.
Le enseñó todo lo que sabía, Le dijo que a que el idioma era bastante parecido al idioma universal, usaba catorce de las letras del alfabeto terrícola, y la mayoría se pronunciaban de maneras muy similares. Vegeta agradecía que el idioma terrícola, el idioma universal y el idioma saiyajin fueran bastante similares. Detestaba el tener que usar a un traductor del ejército de Freezer para informarles a todos los habitantes de un planeta remoto que iban a ser esclavizados, o que su planeta iba a ser destruido.
Como aquella lengua casi muerta tenía sonidos bastante similares, Goku estuvo la mayoría del tiempo ladeando su cabeza, entrecerrando los ojos y viendo al cielo. Vegeta asumió que Kakarotto o estaba demasiado concentrado, o que simplemente había dejado de prestar atención para meterse en su propio mundo. El príncipe a pesar de todo siguió con la lección. De cualquier modo, si Kakarotto entendía la lección o no le "perjudicaba". Si el saiyajin criado en la tierra lograba entender lo simple del idioma, era bastante seguro que lo quisiese usar como un tipo de "código secreto" entre los dos, cosa que le molestaba. Algo tan "íntimo" como un lenguaje secreto entre ambos le hacía pensar en cosas extrañas, pero no iba a insistir en eso, no ahora al menos.
Por otro lado, si Kakarotto no lograba retener nada, tendría que pasar el doble de su tiempo con él. Iba a ser necesario el probar diferentes métodos de enseñanza hasta que el clase baja lograra entender. Eso iba a requerir que pusiera todo su tiempo y esfuerzo en algo más que no fuera en superar su propia fuerza y la de su rival.
Cada segundo que pasaba de aquella lección, Vegeta temía de que en cierto modo haya logrado generar una fuerte conexión con Kakarotto. Eso le conllevaba a pasar más tiempo con él, lo quisiera o no.
Después de un tiempo, la lección estaba a punto de terminar, así que Vegeta quiso que Goku "Aplicara sus conocimientos"
—Kakarotto, espero que hayas puesto atención—el príncipe tenía la barbilla levantada y una sonrisa pintada en su rostro. —Repite lo que diga, y si lo dices bien, no te enviaré al sol de un golpe.
—Lo que tú digas, Vegeta—Sonrió y Vegeta los volvió a ver. Aquel hoyuelo del que no podía despegar sus ojos, esa arruga en su nariz que se le formaba al sonreír. Era algo tan pequeño que dudaba si alguien además de él lo había notado.
"toki! mi jan Kakarotto" Fue la primera frase. Bastante fácil tanto para entender como para decir. «Hola, mi nombre es Kakarotto».
"nasin pi jan Vegeta li jan sama tu wan" Goku repitió, Vegeta veía como esa sonrisita que tenía se transformaba en un puchero. «Vegeta es el más fuerte de los dos».
"mi jan lawa ante" Goku vacilante repitió la frase mientras Vegeta lo veía mientras levantaba las cejas y apoyaba sus manos en su cintura. «Soy un idiota».
Vegeta sabía que Goku tenía más o menos una idea de lo que le estaba haciendo repetir, todo lo que le enseñó fue planeado a propósito para que supiera y entendiera exactamente lo que estaba diciendo.
—¡Hey! —Goku se balanceó fuertemente y se puso de pie. Se acercó a Vegeta y con los ojos entrecerrados y brazos cruzados se le acercó. —Hiciste esto a propósito para atacarme ¿Verdad?
—Obviamente— y como si se hubiera deshecho de todas sus inhibiciones, le mostró una clara sonrisa juguetona, la cual casi inmediatamente borró de su rostro y apartó la mirada. —Tengo que irme—Dijo, apresurado. No sabía si había coqueteado con Kakarotto, y no pensaba quedarse otro minuto más como para averiguarlo.
Salió volando, sin embargo, Goku lo alcanzó y lo sujetó de la muñeca. Vegeta pensó en deshacerse del agarre, pero sabía que, si lo hacía, el clase baja no iba a dejarlo ir tan fácil, así que mejor se abstuvo.
—Te tengo—Goku repitió las mismas palabras, con el mismo tono, lo que el príncipe le había dicho más temprano. —No irás a ningún lado esta vez.
—No te burles de mí, insecto. —Sacudió fuertemente su brazo y se separó del agarre de su rival. —¿Qué quieres? y dilo rápido.
—Vegeta, quédate conmigo a comer—le sonrió y le enseñó los dos bentos, aún sin abrir. —Te prometo que esta vez no los hice yo.
Y Vegeta decidió, a pesar de que su propia mente le gritaba que no lo hiciera, quedarse a comer con Kakarotto.
—Así que ahora le obligas también a la novia de tu exesposa a hacerte la comida. —Le arrebató la lonchera envuelta en una tela rosa y regresó a la gran roca en donde estaban.
—¡Claro que no la obligué! —Goku le siguió, gritando y excusándose—Simplemente se los pedí amablemente y ellas accedieron.
Ambos se sentaron a comer. La comida estaba deliciosa, así que definitivamente Kakarotto no la había preparado. El arroz estaba en su punto, la carne estaba bien cocinada y las verduras estaban frescas. Se sentía como si los mismos dioses hubieran descendido de los cielos y hubieran preparado aquella comida. Aquel bento le hacía olvidar sus sentimientos conflictivos por su rival, aunque sea por un solo segundo.
Mientras merendaban, Goku hablaba lo suficiente como para ahogar el silencio, y Vegeta le respondía de vez en cuando. Una vez terminaron, Vegeta estaba a punto de irse. Incluso se despidió de buena manera, lo cual solo hacía al ganar la pelea del día.
Pelea...
Como si de una bombilla se tratara, Vegeta recordó que no habían entrenado, y al parecer el idiota de su rival se dio cuenta al mismo tiempo. Instintivamente, ambos se pusieron inmediatamente en sus poses de lucha, y el intercambio de golpes y energías había comenzado.
Y como si entrara en un trance, Vegeta aún recordaba un poco de su sueño.
Como desesperadamente intentaba alcanzar a Goku, como añoraba estar cerca de él, y como él se sentía sumamente lejano.
Aquello hacía que su corazón se sintiera como si lo estuviesen apuñalando una y otra vez.
¿Amaba a Kakarotto? probablemente. No sabía lo que sentía por él, y no estaba listo para intentar descifrarlo.
Al menos no ahora.
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