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{ 7 · Asesinos en serie }

—Serás mi familiar lejano.

—Te aborrezco tan intensamente.

—Déjame pensar —Harry se llevó las manos con los dedos unidos hasta posar la nariz en la punta de los índices—. Sí. Mi familiar lejano. Mi madre era bruja, por ese motivo Petunia la odiaba tanto. Por ese motivo me odia tanto a mí. Debe haber un familiar lejano de parte de su familia que posea magia también…

—Harry…

—Chist —le chitó Harry, paseándose por la habitación. Estaba en un perfecto orden, algo que Harry necesitaba hacer de vez en cuando; nada podía estar fuera de lugar, y todo debería estar en su orden: las camisas de a cuadros intercaladas con las de rayas (cuadro, cuadro, raya, cuadro, raya, raya, cuadro, cuadro, raya, cuadro), y las lisas de colores (color frío, color frío, negro, color cálido, blanco, blanco, blanco, color cálido, color frío, negro). Los pantalones, perfectamente doblados justo debajo de las camisas. Los zapatos en los cajones dispuestos para ellos, cada uno en su respectiva caja de compra, ordenados por fecha de compra y, si eran en la misma fecha, por horario—. Muy bien. Ya lo tengo. Mi madre era pelirroja. Tú…

Potter —Harry se envaró y detuvo mientras oía a Tom pronunciar su apellido. Lo pronunció como nunca lo había pronunciado antes, y Harry tragó saliva—. No pienses que seré pelirrojo.

—Rubio, entonces —solucionó Harry, y siguió paseándose por la habitación, como si todo estuviera solucionado. La expresión desencajada del demonio no era algo que se viera todos los días—. Muy bien. Tus ojos podrán ser verdes, o azules. Me dolerá perder esa mirada que me atrae a mis días de arrancarle las patas a las nutrias junto al río o golpearles la cabeza hasta que las piedras se manchaban, ya sabes, dulces días de infancia… Pero creo que lo superaré. Debemos…

—Harry… —Tom fruncía el ceño. Harry pareció hartarse.

Sentado tan desgarbadamente como se encontraba el demonio, Harry de pie le llegaba justo a la altura del rostro. Los dedos del muchacho, más largos que hacía unos meses, y bastante menos maltratados, se hundieron con fuerza en la carne de su mandíbula, atrayendo su rostro hacia el suyo.

Khan —Harry alzó las cejas, su voz oscureciéndose. Tom no pudo despegar los ojos, cada vez tintándose más aún como la sangre recién derramada—. Mi tercera regla está clara. Nunca me dejarás solo, a menos que te lo pida explícitamente. Y ahora te pido explícitamente lo contrario. Vendrás conmigo a Hogwarts. No como un adulto, no como un profesor, no como un… un… no sé, una criatura que habita furtivamente en el castillo. Vendrás como mi familiar lejano, asistirás a mí misma casa, y me protegerás. ¿Entendido, Khan?

Bajo sus dedos, la mandíbula de Tom se había endurecido. Harry podía ver algo muy claro: Tom Riddle (porque aquel había sido el apellido del demonio cuando aún portaba su humanidad como un capullo pestilente de oruga) tenía miedo, mucho miedo de volver a Hogwarts.

Sin embargo, Tom asintió.

—Iré contigo, Vashra.

Harry chilló de alegría y le envolvió en un fuerte abrazo antes de seguir preparándolo todo mentalmente.

...

—¿Cómo me llamaré? —preguntó desganadamente Tom. Harry tenía una sonrisa angelical mientras veía al demonio –que ya no lucía como un hombre adulto, no. Tom aparentaba tener la misma edad que él, y aquello parecía irritarlo de sobremanera. Había ganado la discusión sobre el cabello oscuro, pero ahora estaba bastante más largo, cayendo sobre su cuello en un desorden casual, una espesura de ondas peligrosas y demasiado atrayentes. Harry veía ese cabello y quería pasar los dedos por él una y otra vez. Quería hundir las manos en las hebras oscuras, trenzarlas, enredar sus dedos, tirar de los cabellos arrastrando el cadáver de la niña escaleras abajo, el cadáver con la boca ensangrentada, los ojos desenfocados y la cara cubierta de manchas violetas… Harry había cavado la tumba, por supuesto. Las llagas en sus manos deberían ser sospecha, pero no lo fueron; después de todo, ¿hacía cuánto que había cumplido los seis? ¿Dos, tres semanas…?

Tom le pellizcó la pierna de forma dolorosa. Harry no se quejó; en realidad, pareció volver a la realidad.

—Ian —explicó—. Ian Reade Evans.

—Comprendo Evans —Tom unió sus dedos sobre su regazo, y Harry por un momento sintió envidia de aquellos perfectos dedos de perfectas uñas; deseó tomar una piedra y romper cada uno de los dedos, deformarlo, salpicar la sangre para luego observar cómo el cuerpo inmortal del demonio sanaba, oír el chasquido de los dedos al volver a unirse. Una extraña sonrisa estaba pintando sus labios, y Tom volvió a pellizcarle, esta vez la mano—. ¡Harry! Presta atención —Harry parpadeó, sonriendo inocentemente—. Comprendo Evans —repitió el demonio en cuerpo de niño— pero no los demás nombres. Ian Reade. Puedo asumir que Reade es una deformación de Riddle…

—En realidad no —Harry tenía una sonrisa salvaje en los labios—. Pauline Reade fue la primera víctima reconocida del asesino serial Ian Brady.

Hubo un brillo extraño en los ojos de Tom. Harry prosiguió, su sonrisa ensanchándose, las imágenes acechando su cabeza con una velocidad y ferocidad increíbles.

—Ian Brady es un famoso asesino en serie de aquí, de Gran Bretaña. La primera vez que oí hablar de él, juro que lo primero que pensé fue "éste sujeto es un demonio". Luego comencé a pensar si los demonios se hacían, o nacían —compuso una expresión pensativa, y luego sonrió—. Era atractivo físicamente, y muy inteligente, pero ciertamente torpe. Tenía problemas psicológicos y mala fama en su calle. Y, pues, desarrolló afectos hacia la ideología nazi. ¿Tienes idea de quiénes son los nazis, no, Tom? —alzó las cejas, curioso. Tom puso los ojos en blanco como diciendo "Tengo muchos de esos allí abajo, pudriéndose en el azufre. ¿Tú acaso olvidas eso?". Harry rió tontamente y siguió narrando—. Torturó a niñas menores que él. En su adolescencia, influenciado por libros como los del Marqués de Sade, se influenció en el sadomasoquismo, y parafilias como dominación y sumisión, servidumbre, humillación y… —la expresión en la cara de Tom era de shock—. ¿Qué miras, Tom? Vamos, hay chicos de mi edad que ya han intentado meter sus pequeñas pollas en pequeños coños sin vello, usualmente de niñatas de los barrios bajos. Tienes suerte de que yo considere que no existe persona digna de mí como para que la tome.

Tom sintió una extraña molestia, por lo que intentó girar su cuello para hacérselo sonar. El chasquido reveló que tal vez se había roto una vértebra, pero no demoró en soldarse.

—Lo que quieres decir —Tom tomó aire— es que mi nombre está basado, técnicamente, en un asesino en serie.

—¿No te lo he dicho, Tom? —los ojos de Harry brillaron—. Soy fanático de los asesinos en serie.

Tom esbozó una sonrisa.

—A decir verdad, lo esperaba.

Asesinos en serie, ¿eh? La sonrisa de Tom se extendió.

El chico sólo debía entrar a Hogwarts. Estaba seguro que, una vez que pusiera un pie en el colegio, todo el Mundo Mágico temblaría.

Todo estaba a punto de cambiar.

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