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{ 59. La calma antes de la tormenta }

Se está haciendo costumbre (mala xD) que actualice a fin de mes desde hace meses. Bueno... Les prometo que no voy a cambiar y dejará de ser una costumbre a una fecha de actualización fija -?- OKNO Los adoro linduras, gracias a todos por leer, y sobre todo GRACIAS POR EL UANKA DE SEGUIDORES. WOW, TENGO MIL SEGUIDORES, GRACIAS A TODOS;A; Si estoy aquí es por ustedes, gracias *corazón geih*

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—Bueno, nunca vine de acampada, pero si las tiendas muggles tienen tanto lujo de verdad que quiero mudarme a un camping.

Tom puso los ojos en blanco mientras Harry examinaba la tienda de campaña. Por fuera parecía pequeña, discreta, un punto de tela impermeable color negro lo suficientemente grande para mantener a cuatro personas cómodas y a todos los que eran demasiado apretujados. Por dentro se extendía en una cómoda cocina colindando a una sala de estar de muebles cómodos y habitaciones divididas por cortinas de espesas telas púrpuras cargadas de aroma a lavandería.

Sirius parecía rebotar de la emoción. Harry también notó que Sirius estaba bastante más arreglado de lo que acostumbraba, con los cabellos atados en lo alto de la cabeza en un rodete tirante y el rostro pulcramente afeitado. Incluso parecía menos ojeroso y más feliz, temblando de una extraña emoción.

—¿Feliz, Sirius? —preguntó, casual. Sirius asintió, sonriente.

—Demasiado.

Harry suspiró y lanzó los bolsos de viaje a Tom, que comenzó a desempacar rápidamente un poco de sus ropas mientras Remus organizaba rápidamente la cocina, Sirius acomodaba los muebles y ponía todo en orden. Severus y Regulus, por su parte, parecían estar en una discusión silenciosa de miradas aireadas mientras arrullaban a Heri, durmiendo aún ahora en una de las mullidas camas. Severus acabó suspirando y negando con la cabeza, saliendo de la tienda.

—Si alguien lo sigue y no es para darle una patada, lo patearé yo —advirtió Regulus. Sirius parecía dispuesto a ir a darle una buena patada hasta que Remus lo detuvo.

—Ven, Sirius. Ayúdame a cocinar —murmuró, tanteando las hornallas y observando que la pequeña garrafa estuviera completamente cargada—. Uh, no hay agua. Harry, ¿tienes el plano del camping que te dio el muggle de la entrada?

—¿El que quemé o el que arrojé como confeti sobre la cabeza de la niña esa que me dijo que era un marica? —preguntó Harry, desinteresado, mientras se quitaba la chaqueta de cuero y la intercambiaba por otra de las camisas de Tom, de color vino y un poco más grande cayéndole hasta los muslos y remangando las mangas hasta los codos. Ian Prince-Black no se había mantenido pequeño como a Harry le hubiera gustado, pero debía aceptar que le gustaba más ver a Tom unos cuantos centímetros más alto, tener que alzar el cuerpo para rodearle el cuello y verlo inclinarse para cualquier detalle, notar como su cuerpo se curvaba sobre el suyo y no el único en percibir que había cosas que Tom quería que solamente él supiera, susurrándolas contra su piel, viéndolo inclinarse ante él en una muestra de que le interesaba y no le importaba que los demás se dieran cuenta. Dividiéndolos apenas cuantos centímetros, Harry tampoco era tan bajo, pero sí demasiado feliz por detalles que nadie comprendería. Ni él, realmente.

Remus suspiró, poniendo los ojos en blanco.

—En el bolsillo de mi chaqueta hay otro. ¿Pueden ir a buscar agua? Aquellos cubos de allí tienen espacio para veinte litros cada uno.

Harry enarcó una ceja.

—No iré.

—Podrás compartir cama con Ian.

Harry jaló de la mano de Tom, le tendió una cubeta, tomó una él y partieron de la tienda. Tom tuvo que volver a buscar el plano rápida y silenciosamente.

Harry resopló.

—Quiero matarlos a todos.

—Si de verdad quisieras, ya lo hubieras hecho —Tom jaló de su cabello, observando que se había olvidado las gafas. De todas formas, no las necesitaba, y siempre podrían decir que había sido sometido a algún tipo de hechizo curativo. Además, el ver los ojos de Harry, verdes iluminados por cada atisbo de luz de su exterior y cambiando de tonalidad gradualmente con el día, era un pequeño y hermoso privilegio—. Debería ser yo quien quisiera matarlos. Están malcriándote demasiado.

—Claro, y tú eres el único con el derecho a malcriarme, ¿no, Tommy? —Harry enarcó una ceja, bromista. Tom sacudió sus hombros en una risa contenida.

—Eres un bebé —burló—. Debería nalguearte por tu mal comportamiento.

Harry alzó las cejas sugestivamente, curvando sus labios en una sonrisa pervertida. Tom apenas se inclinó sobre dispuesto a morderle los labios él cuando un chillido los sobresaltó.

—¡IAN, HARRY! ¡NO TENÍA IDEA DE QUE VENDRÍAN!

Tom observó a Draco acercarse a ambos con un tic nervioso en el ojo. Unas tiendas más allá se erigía una extravagante tienda de seda como un palacio en miniatura, con pavos reales exponiéndose en la entrada. Obviamente esa debía ser la tienda de los Malfoy.
Era sumamente extraño ver a Draco luciendo vestimentas muggles. Llevaba una playera de color verde lima lisa, y unos pantalones jeans cargados de rasgaduras que le llegaban hasta las rodillas, ajustándose en un dobladillo preciso, dejando a la vista la parte inferior de sus piernas ágiles. Lo único mágico de su vestimenta eran las cómodas botas entretejidas de cuero de dragón. Incluso llevaba una fina pulsera tejida en tonos parduzcos que lo hacía ver como un adolescente rebelde, de largos y ondeados cabellos platinados repeinados en un extraño desorden y sonrisa juguetona.

Draco los abrazó con fuerza a ambos, su expresión cargada de calidez y afabilidad.
—Espero que hayan venido apoyando a Bulgaria, por supuesto —Draco sonrió, sus dientes blancos refulgiendo bajo el sol emergiendo—. Sé que Irlanda es nuestra tierra hermana y todo ese cuento, pero si vamos a ser sinceros, ¿han visto la mierda que son los irlandeses? Territoriales, bruscos, hostiles... No, gracias. Prefiero apoyar a gente que parece un poco más humanizada que unos irlandeses que te tratan como la mierda.

Harry se carcajeó.

—Vamos a buscar agua —movió su cubeta—. No creo que quieras. Ya sabes, trabajo físico, esfuerzo, arruinaría tu manicura.

—En realidad, quiero alejarme de padre —Draco puso los ojos en blanco—. Madre fue a la tienda de las Greengrass. Ahora él parece estar en su estado fastidioso en que quiere tatuarme las runas para evitar que se me acerquen los depravados —chasqueó la lengua, jugueteando con la pequeña pulsera tejida en su muñeca—. No tengo diez años. Sé defenderme.

—Claro —Tom alzó las cejas—. Por eso llevas un cuchillo en la bota, ¿no? Has pasado mucho tiempo con Harry, aunque creo que me alegra que sepas protegerte por ti mismo.

Draco enrojeció abruptamente y tiró de su bota para alzarla y esconder el mango del cuchillo. Harry jaló de la mano de Draco.

—Anda, vamos. ¿Cuánto llevas aquí?

—Como un día —Draco se encogió de hombros—. Todo ayer y eso. Padre lleva más. Ha estado ocupado con Ludo Bagman, el jefe del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos. Al parecer, Ludo está pidiendo una enorme donación o préstamo para algo de "suma importancia" y padre parece receloso al respecto, aunque no me queda duda de que acabará aceptando. Le tienta ver qué hacen las personas con su dinero, y mucho más ver cómo se desesperan y ponen excusas para tener que devolverlo a tiempo, asunto que nadie hace.

Se acercaron a la tienda de los Malfoy y Draco le sacó los dedos corazón a los pavos reales antes de seguir de largo. Tom no necesitó consultar el mapa más de la primera vez para guiarlos, observando diferentes caminos, tiendas demasiado mágicas, modestas tiendas que hasta podrían pasar por muggles, tiendas con chimeneas soltando humo, enormes fogatas que alcanzaban los dos metros y medio de altura... Harry observaba todo, sentía las magias en el aire. Era capaz, racionalmente, de dividir ambas cosas que observaba. Lo que sus ojos veían y la magia que sentía, sus colores agitándose contra el aire, las sensaciones contra su piel. Ahora, con sus sentidos aumentados pudiendo presentir el aroma a quemado de la madera carbonizándose, las telas costosas y demasiado baratas, los perfumes rancios de aquellos que no han tocado una ducha en semanas esperando el partido a la deriva, todo era sumamente confuso. Agradecía que la mano de Tom estuviera sobre la suya, siempre presente mientras Draco actuaba con total naturalidad, burlándose de las tiendas decoradas con cientos y cientos de tréboles, y riéndose fuerte cuando Tom consiguió que una de las imágenes móviles de Viktor Krum, el buscador estrella de Bulgaria, se sonrojara como niña pequeña. Harry también se carcajeó.

La fuente para conseguir agua estaba bastante cargada en una fila. Harry compuso una mueca fastidiada, recargándose contra Tom, bostezando. La fila estaba compuesta por varios hombres y algunos otros jóvenes quizá apenas mayores que ellos, gruñendo claramente fastidiados.

Draco observó a Harry unos segundos y sonrió cuando atrajo su mirada.

—Me deberás algo grande por esto, Potter.

Harry encargó una ceja. Draco se deshizo de su pulsera atada a su muñeca, pasó las manos por sus cabellos despeinándolos sobre sus hombros y avanzó rápidamente con una de las cubetas en sus manos.

Tom tembló de risa. Harry extendió el cuello para ver.

Draco se inclinó junto al hombre que estaba a punto de cargar su cubeta, sonrió suavemente ofreciéndole la propia, y el hombre de pronto parecía bastante dispuesto a cargarle su cubeta, la propia y la de toda la fila. No parecía el único. Draco tenía el cuello extendido y su piel parecía irradiar un tenue brillo, sus ojos como nubes de plata y su sonrisa encantadoramente enigmática.

Uno de los jóvenes de la mitad de la fila se adelantó con rapidez.

—Si quieres agua podría llevártela a tu tienda —susurró, temblando de emoción cuando Draco le lanzó una mirada perezosa—. Si quieres agua podría llevártela todos los días. Tener siempre una copa fresca para ti. A donde quiera que vayas...

Un hombre se adelantó, empujando al joven con una expresión de enfado.

—Yo compraré todo lo que necesites. ¿Quieres agua, vino? Lo más fresco y lo mejor.

Draco sostuvo su cubeta entre sus manos, ya llena. Tom se acercó rápida y sigilosamente para cambiar las cubetas y Draco la tendió a quien la estaba cargando para que volviera a hacerlo.

—Yo puedo hacerte mucha ropa —susurró un muchacho más joven, quizá de la misma edad que ellos, con los ojos enormes abiertos de asombro—. Toda la que quieras. Comprarte joyas. Comprarte el mundo.

Draco se carcajeó, su risa elevándose en un sonido musical pero que no dejaba de ser perverso. Cuando tuvo la otra cubeta lista se despidió con un movimiento antes de ponerse la pulsera entretejida de runas y huir.

Harry parpadeó cuando Tom le alcanzó una cubeta. La sostuvo y observó a Draco, caminando rápidamente frente a ellos, totalmente asombrado.

—Creo que tengo una erección.

Tom lo pateó y sostuvo su cubeta llena cuando Harry cayó de bruces, escuchándolo maldecir mientras se alejaba junto a Draco a trote rápido. Draco rió suavemente.

—Eres como una veela —apuntó Tom a Draco, mirándolo intrigado. Tom conocía sobre náyades, aunque jamás había tenido una relación cercana con la raza, y los libros no solían decir mucho de ellas además del hecho de las lunas nuevas y los ciclos fértiles, y por supuesto la inestabilidad que se ocasionaría hasta que la náyade en cuestión hallara una pareja con una magia suficientemente compatible como para proveerle un legado poderoso y fuerte.

Draco asintió, descuidadamente, su piel aun irradiando un leve destello que iba apagándose a medida que las runas hacían su efecto en su magia.

—Los náyades somos ninfas griegas. Las veelas son ninfas rumanas. Seríamos como primos de la misma especie, aunque los híbridos de veela son bastante volátiles y algo gruñones. Además, tienen alas —frunció la nariz, cruzando los brazos sobre sí e intentando tocarse la espalda, haciendo resaltar los huesos de sus clavículas y sus omóplatos en su extraña y ágil delgadez que para nada parecía frágil, aunque sí extraña con aquellos ropajes—. Joder, no me imagino con alas. Se me verían horribles. Sería como cargar una joroba. Aunque podría volar, umh...

Tom puso los ojos en blanco. Harry los alcanzó al trote rápido, visiblemente molesto.
—Puta mierda, ¿no puedes distinguir una broma, idiota? —le gruñó a Tom, jalando su cubeta y cargándola—. Te golpearé tan pronto pueda.

—¿Dónde lo golpearás? —preguntó Draco, parpadeando suavemente. Harry lo observó, confuso—. Si es en el trasero yo definitivamente quiero una foto de eso. O verlo en vivo. Sería entretenido.

Harry intentó no volcar su agua de la risa ante la expresión de asombro e indignación de Tom, totalmente tentado de que Draco mismo se estuviera burlando de él. Bueno, Tom no tenía la culpa de que el rostro que Harry le hubiera escogido, más su cuerpo delgado, lo hicieran ver tan aniñado con el paso del tiempo. Harry, en cambio, sí tenía la culpa, y lo gozaba.

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—¿A qué hora es el puto partido? —gruñó Harry, enterrando la cara en la almohada incómoda, llena de pequeñas bolitas de algodón, unas más duras que otras y haciéndole doler el cuello. Remus suspiró.

—Por la noche. Te despertaré a la hora del té, ¿vale?

Harry gruñó y enterró la cara más en la almohada. Cuando entreabrió los ojos varios minutos después para acomodarse mejor en la incómoda cama, Tom lo atrajo contra él y lo acomodó contra su cuerpo.

Harry balbuceó entredormido.

—Uh, hola, almohada cómoda. ¿Cómo has estado todo el tiempo que no tuve mi cabeza sobre ti? Te eché de menos —susurró, acomodándose. Tom rió y Harry le pellizcó con fuerza—. Quieta, almohada cómoda.

Tom se mantuvo quieto y dejó a Harry dormir sobre él. Entrecerró los ojos, suspirando, relajando su cuerpo y sintiendo cada uno de los latidos del corazón de Harry contra su piel. Jugueteó con su cabello, oyendo lentamente las suaves y perezosas conversaciones de la tienda y alrededores, ignorando la mayoría a excepción de algunos planes de Remus y Sirius (Sirius parecía más que nervioso, hiperventilando, y Remus solía masajearle el cuello y los hombros un momento para que Sirius se tensara de nuevo momentos luego), conversaciones no tan privadas de Severus y Regulus (compartiendo un té, hablando sobre qué sería más conveniente para la educación de Heri, si Hogwarts o Durmstrang, siempre pensando que Hogwarts sería seguro en el momento que Albus Dumbledore dejara el colegio de una vez por todas, mucho más teniendo en cuenta la pasión del viejo por las criaturas míticas y el poder que otorgarían), y luego Heri despertándose y gruñendo con fastidio como la mayor parte de las horas que estaba despierto.

Tom negó cuando ofrecieron alimento a Harry, dejándolo dormir y acomodándolo mejor, cambiando con sus movimientos y susurros en pársel el rumbo de sus pesadillas a sueños un poco más tranquilizadores. Los sueños que lo azotaban no eran normales ni siquiera para Harry, pesadillas caóticas sacudiéndolo y despertándolo a mitad de la noche estando empapado en sudor y confusión. El descanso que Harry estaba teniendo en ese momento parecía el más cómodo de toda la semana, incluso en la cama incómoda y rodeados de personas que podrían estar en riesgo si Harry llegaba a descontrolarse. Acarició su cabello, su cuello, observándolo inclinarse en su inconsciencia a las caricias, tal como un cachorro buscando afecto sin percibir que lo hacía, simplemente recibiéndolo y necesitando más. Tan dulce, y tan mortal.

Tom sonrió, fatal, antes de que Remus se asomara haciendo chocar dos sartenes entre sí con una estruendosa fuerza.

—ARRIBA, HARRY, ES HORA DEL TÉ.

Tom le lanzó una maldición con un rápido movimiento de mano. Remus acabó cayendo contra Sirius, que chilló agudamente del asombro, golpeándose ambos contra el borde de uno de los muebles.

Harry se incorporó, lagañoso, frunciendo el ceño y arrugando los labios y la nariz en una mueca de fastidio.

—¿Uh?

Tom jugueteó con un dulce de fresa y chocolate en sus dedos. Harry se lo arrebató y lo saboreó, lento, para parecer mucho menos gruñón y bastante más despejado por dormir unas cuantas horas de lo que había estado en toda la semana anterior. Y la anterior. Y la anterior.

Remus sirvió con parsimonia unas tazas de té, alcanzándole una a cada uno. Harry envolvió la suya con los dedos, suspirando, sintiendo una molesta punzada en la cabeza. Tom se inclinó sobre él.

—¿Qué ocurre?

—Me duele la cabeza —gruñó Harry. Remus chasqueó la lengua y le alcanzó rápidamente un plato de sándwiches.

—Seguramente sea por el hambre —además de los sándwiches le alcanzó un pequeño tazón de galletas—. Come. Te harán bien.

Harry suspiró y tomó un sándwich, olisqueándolo primero antes de morderlo. Remus apenas si sonrió con aquel acto que Harry había hecho, tan natural en los lobos incluso en su forma humana, sintiéndolo quizá más cercano.

Heri extendió su mano hacia Severus, mirándole con súplica en sus ojos grises.

—Papi, ¿me das galletas?

Severus se inclinó para buscar el tazón. Regulus le golpeó la mano.

—Severus, no —alzó la ceja—. Heri ya comió su ración de dulce de hoy, y seguramente querrá comer chucherías en el partido.

Heri observó a Regulus ceñudo.

—Padre...

—Helike Black, no me comprarás con esas caritas. Yo soy quien te las ha enseñado, y por supuesto sabré resistirme a ellas —Regulus tomó otro tazón que Sirius acababa de dejar en la mesa por orden de Remus, con galletas de avena y miel—. Puedes comer de estas. Son saludables y deliciosas.

Heri frunció el ceño. Harry, sonriente, decidió dejar su parte de veneno.

—Regulus, saludable y delicioso no van juntos.

Heri pareció de acuerdo, haciendo un puchero. La mirada que Severus le dirigió a Harry era claramente homicida mientras tomaba una de las galletas del tazón de Heri, mordisqueándola y comiéndola.

—Si tú no las quieres las comeré yo —murmuró, encogiéndose de hombros y masticándola. Heri lo observó intrigado mientras masticaba y, con un suspiro, se decidió a tomar una y masticarla de mala gana.

Regulus sonrió mirando a su esposo y su hijo, sus ojos casi llenándose de lágrimas durante unos segundos hasta que inhaló y exhaló profundamente, sacudiendo la cabeza y alcanzándoles otras tazas de té mientras, al paso, acariciaba los cabellos de Heri y besaba suavemente a Severus, retirándole unas migajas de la comisura de los labios con la punta de los dedos.

Harry fingió arcadas.

—¡HARRY! —regañó Remus. Tom, a su lado, soltó una carcajada que cubrió con su mano mientras la mirada de Regulus pasaba de enfado a crueldad sádica. Harry bufó y siguió comiendo sus galletas, dejando de lado el plato con los sándwiches.

Tom detuvo su risa e intercambió rápidamente el tazón de galletas por el plato de sándwiches. Harry suspiró.

—No quiero sándwiches, tienen tomate —murmuró, arrugando la nariz. Tom puso los ojos en blanco y tomó uno de los sándwiches, abriéndolos y quitándoles el tomate con expresión de estar acostumbrado a hacerlo. Harry le sonrió radiante cuando Tom le alcanzó dos sándwiches de queso sin tomate, entrecerrando los ojos con una cariñosa diversión cuando Tom inclinó la cabeza hacia él, murmurando "para su majestad" con un claro tono burlón.

Ahora Sirius fingió arcadas. Remus lo golpeó atrás de la cabeza.

—Arruinas la comida, animal.

Sirius se carcajeó, cambiando sus carcajadas por ladridos burlones, jalando de la manga de Remus para restregarse como un cachorro contra su cuello. Severus puso los ojos en blanco mientras atraía su taza de té para darle un sorbo.

Harry resopló y aprovechó el momento justo en que Severus tenía el té en la boca.

—Nada de bestialismo en la mesa, Sirius. Basta.

Regulus cubrió su boca para que la comida no escapara con su risa, una que hasta a él mismo le sorprendió; Severus hizo lo mismo, su rostro enrojeciendo abruptamente mientras intentaba recuperar el aire y conseguir que el líquido en su garganta se dirigiera hacia donde debería, que no era exactamente sobre la mesa. Heri alzó la vista, curioso.

—¿Qué es bestialismo?

Harry sonrió y abrió la boca. Tom le metió dos galletas dentro y, para asegurarse, la cubrió con una mano.

—No es nada, Heri —respondió Tom suavemente, mostrándose como el único que parecía capaz de responder—. Algo de adultos.

Heri abrió los ojos muy grandes, su rostro tornándose en impresión.

—¿Es como un juego?

Incluso con las galletas en la boca Harry comenzó a reír, atragantándose, y Remus fue quien lo golpeó en ese momento, moviéndose a su lado y mirándole con poca paciencia.

—Harry, guárdate tus comentarios —gruñó, para alzar la vista y sonreírle con ternura a Heri—. Heri, cariño, el bestialismo es algo que solamente los adultos conocen, algo que no se tiene que hablar en la mesa. Ni en ningún lado. Y Harry lo habla porque es un pendejo de mierda sin un gramo de respeto o autoconservación, y tú nunca tienes que ser como él. ¿Sí, cariño?

Heri asintió rápidamente. Harry acabó de tragar con un par de sorbos de té para quitarse la sensación de comida detenida en el medio de su tráquea asfixiándolo.

Tom puso los ojos en blanco y siguió quitándoles los tomates a sus sándwiches. Sirius no podía dejar de mirarlos, su mano recargada en la barbilla y sus ojos totalmente perdidos en una ensoñación divertida.

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Y SÍ, LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA. Saben que se viene algo grande, lo sienten en sus venas, temblando en sus huesos (y yo lo sentí hoy, hubo un temblor alv temí por mi vida xd) *suspiro dramático* ¿Qué les pareció el capítulo bellezas? 

¿Quién más cree que le están ocultando algo a Harry, y Harry es lo suficientemente despistado para no darse cuenta de ello... o simplemente no le interesa? xD 

Estoy enamorada de Heri llamando papi a Daddy SevDIGO a Severus JEJEJJ 

El test de hoy... ¿Qué tipo de padre serías? ¿Consentidor como Severus, o correcto y firme como Regulus? Yo creo que soy más como Regulus xDDD 

¿Parte fav y menos fav del capítulo?

Están invitados a dejarme sus teorías *guiño guiño* De verdad, háganlo, muero de ganas por saber qué están imaginando que ocurrirá... JEJEJEJ 

Mi crush eterno es una mezcla entre Remus y Sirius, tan sabio como uno y alocado como otro. Tal vez deberían tener un hijo. O tal vez... *risa malvada y huye* 

NOS LEEMOS PRONTITO SI LUSHIFER LO QUIERE biebie gracias por leer, y gracias a todos y cada uno de ustedes pequeños demonios por hacerme llegar a los mil seguidores. Tengo mil demonios *limpia lagrimitas* Dentro de pronto tendré mi propio infierno personal con juegos de azar y hombrezuelas JEJEJEJEJJ 

Los amo ;A;

xxx G.

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