{ 55 . Estrella negra }
HABEMUS NUEVA PORTADA.
HABEMUS ACTUALIZACIÓN.
Sé que me echaron de menos, no se hagan (?). Saluden bonito a la screenshot que tomaré de sus comentarios para cuando me sienta sola y patética.
( . . . )
—Sabes —Harry frunció apenas el ceño, observando King Cross con molestia en la mirada mientras Tom detrás de él arrastraba los baúles con expresión que parecía fingir cansancio teniendo en cuenta que no se trataba de más que un niño— es bastante poco humanitario de parte de tía Petunia olvidarnos en la estación.
Tom arrastró el baúl de Harry sobre el cuál reposaba el propio y sobre el cual reposaba el de Remus –teniendo en cuenta que Remus estaba sentado encima con expresión altanera. Bufó algo muy similar a 'mira quien dice poco humanitario' y fue algo así como un duelo de golpes entre Tom y Remus hasta que Harry se volteó mirándolos, ceñudo.
—Compórtense —regañó, arrugando la nariz ante las miradas extrañas sobre tanto su demonio como su antiguo profesor—. Llamarán atención innecesaria.
—Harry, estoy llevando tres baúles, dos lechuzas y un hombre adulto a rastras, midiendo aproximadamente metro sesenta y cinco y pesando unos cincuenta y tres kilogramos, diría yo. ¿No crees que eso ya es llamar atención innecesaria?
Harry puso los ojos en blanco.
—Tecnicismos —resopló—. Ugh. Quiero que Petunia venga ya. De verdad necesito ir al baño y no me gustan los baños públicos. Además, es bastante enfermizo eso de estar en un viaje en tren de todo un día sin un puto baño decente, es decir, todos apestan. ¿Nadie puede lanzar un par de encantamientos de limpieza o siquiera para ventilar?
Tom intentó no reír. Remus se carcajeó.
—Una vez lo intentamos con Lily. Uh, fue desastroso. El tren, a pesar de llevar en el mundo mágico mucho tiempo, sigue siendo tecnología muggle no habituada para esas cosas mágicas. Se supone que está prohibido hacer magia en el tren. Se usa solamente en casos excepcionales con riesgo de descarrilamiento.
Harry observó a Remus con adoración.
—Oh, tú debes contarme qué ocurrió allí.
Remus se encogió de hombros. Se levantó ágilmente de los baúles y arrastró a Harry a observar los trenes.
—¿Ves los carriles? Imagínate lo que pasaría si salieran de sus goznes y levantaran vuelo. El Expreso de Hogwarts fue, durante unos minutos, el Expreso Volador.
Harry lo observó maravillado.
—Me estás jodiendo.
—Créeme, no. Sirius también lo recuerda. Hablando de eso, ¿dónde está Sirius? —Remus apartó la vista, recorriendo la estación con la vista. Sirius no se veía por ninguna parte.
—Lo vi por última vez fastidiando a Regulus y Heri, diciendo algo de Alemania —Tom se limpió las uñas desinteresadamente con la camisa—. Por cierto, ¿es mucho pedir que nos dejes a solas? Harry y yo debemos ir a casa, y creo yo estaría muy mal visto que un profesor o en todo caso un adulto con bastante pinta de irresponsable drogata estuviera llevando a dos niños pequeños, jóvenes e indefensos, lejos de una estación de trenes. De verdad Lupin, la presencia Sirius Black no hizo más que empeorar tu apariencia.
Remus se llevó la mano abierta al pecho, mano de uñas pintadas de negro y azul oscuro. Llevaba los cabellos despeinados y las heridas del rostro y cuello casi cicatrizadas, pero un complemento que se le había ocurrido a Sirius había sido un arete plateado en el cartílago que complementaba al que le había hecho a Harry en el lóbulo. Y a Remus le había gustado tanto que se había hecho uno más en el labio, alegando con total confianza que ahora que no se transformaba en un perro salvaje y un poco más grande que la norma todas las lunas llenas, bien, podría actuar como se le antojaba. A Harry le parecía divertido, y a Tom le parecía que alguien estaba viviendo una adolescencia tardía.
—¿Irresponsable? —Remus jadeó de indignación—. Me repensaré tu nota de Defensa. Sabes, creo que estaré disponible para tomar tus TIMOS... o tus EXTASIS.
Tom estrechó la mirada.
—No lo harías.
Remus enarcó una ceja, provocativo.
—¿Qué apuestas?
—Ian, Remus, basta —silenció Harry—. Remus tiene que acompañarnos, se supone que somos niños comunes y corrientes de trece años. Bueno, tú catorce. Y yo necesito un baño. Y que dejen de llamar la puta atención. ¿Podemos ir por un taxi?
Remus suspiró y asintió haciendo un puchero ciertamente adorable. Harry le sacó el dedo corazón y jaló del brazo de Tom que siguió arrastrando los baúles hasta fuera de King Cross, pasando por las secciones de compras, las cabinas telefónicas, los puestos de fotografía y los pequeños sitios de comida rápida. Remus caminaba junto a Harry, a veces sonriendo, a veces mirando alguna que otra cosa con la melancolía pintada en los ojos.
—Estás un poco-muy demandante, ¿no? —Tom preguntó retóricamente cuando Harry, al ver que el taxi no se detuvo, chasqueó sus dedos estallando los neumáticos y haciendo que diera una fea frenada chirriando contra el asfalto.
Harry le clavó los ojos como picas afiladas. Remus fingió que no veía nada mientras bostezaba y se desperezaba.
—Eres tú el que me ha estado provocando todo el puto viaje. ¿Por qué se te ha dado por comer paletas de sangre recostado en mis piernas? Bastardo de mierda —susurró en voz amenazante mientras jalaba del brazo de la camisa de Tom para que Remus no pudiera oírlos.
Tom se carcajeó, abrazando a Harry por la espalda y mordiendo juguetonamente su cuello. El siguiente taxi se detuvo lo suficiente para gritarle que eran unos enfermos maricas, y arrancó lo suficientemente rápido para que el palmeo de manos de Harry fuera algo casi casual que no tuviera que ver en absoluto con que haya chocado con el taxi detenido anteriormente, estrellándose en una nube de humo. Harry apartó a Tom antes del estallido digno de película de acción, entrelazando sus dedos y poniendo los ojos en blanco. Remus se carcajeaba varios metros más adelante, fingiendo que realmente no había visto nada.
—Sabes, a veces tengo mucha rabia de estos muggles y entiendo esa idea tuya de querer apoderarte de todo el maldito mundo —prosiguió susurrando Harry.
Tom se carcajeó entre dientes, apretando más los dedos de Harry entre los suyos. Tiró de su mano hasta alcanzar otro taxi unas calles más allá y conseguir "ayuda" del taxista para subir los baúles, alegando el estado de enfermedad de Remus reflejado en las heridas de su rostro, quien tomó asiento junto al taxista mientras ambos jóvenes subían a la parte posterior. Las lechuzas ulularon, algo fastidiadas. Tom entrometió la mano en la jaula de su lechuza moteada y acarició sus plumas suavemente. Harry le observó hacerlo, extrañado.
—¿Qué tiene la lechuza que la estás tocando? ¿Se va a morir? ¿Puedo abrirla cuando lo haga para quitarle los órganos y hacerle un obsequio macabro a alguien? —preguntó Harry, acercándose. Tom compuso expresión de burla.
—No. Cada tanto le doy una muestra falsa de afecto para que no se demore en traerme las cartas, y por supuesto para que no me pique los dedos. Deberías hacer lo mismo con Hedwig.
Harry bufó.
—Hedwig me ama —y entrometió su dedo en la jaula. Menos de un segundo después lo quitó con una enorme picadura sangrante—. Bueno, nuestra relación es difícil. Estamos pensando en consultar un terapeuta de parejas. Ya sabes, antes de que ella acabe en un asador con patatas o yo sin un dedo.
Tom negó intentando ocultar su sonrisa. Harry bufó, llevándose el dedo ensangrentado a la boca y buscó en su bolsillo chuches de lechuza que planeaba darle en el viaje. Le alcanzó un par al ave que fue relajándose poco a poco en su jaula, quizá algo recelosa por varias semanas de no haber recibido el afecto que acostumbraba –aunque ese afecto solía ser Harry fastidiándola, queriendo arrancarle plumas oscuras en el plumaje blanco para mantenerlo impoluto y persiguiéndola por la torre de astronomía, a veces riendo a carcajadas cuando el ave se le paraba en la cabeza estando en el borde y sin poder moverse para atraparla teniendo en cuenta que, bien, estaba manteniendo el equilibrio al borde de la muerte.
El taxi los dejó en el centro de Surrey. Caía la tarde y Tom le pasó a Remus el dinero muggle suficiente para pagar el largo viaje. Tan pronto descendieron del vehículo Remus cargó sobre su hombro su baúl y Harry cargó su baúl y el de Tom, uno con cada mano, como si no pesaran más que una pluma. Tom le observó con ojos desencajados.
—Belleza infernal, amour de ma vie, no sé si por casualidad habías olvidado que también soy algo así como un hombre lobo —Harry le sonrió, cómplice, mientras besaba su mejilla en provocación y sostenía ambos baúles con los meñiques—. Y, uh. Bueno, tengo bastante fuerza. ¿Vamos?
Harry debió correr unas tres calles con los baúles tras su espalda porque la expresión de Tom era algo así como 'te arrancaré la piel y te haré un bozal con ella'. Remus sonrió mientras los veía y se encogió de hombros, adelantándose para seguirle el paso.
Privet Drive era un barrio privado bastante costoso en Little Whinging entre dos intersecciones, perdiéndose detrás de un enorme bosque cuidado, cargado de animales silvestres, y un parque cargado de juegos infantiles en desuso. Harry buscó entre los papeles de sus bolsillos su documentación legal en la que estaba apuntado que él vivía allí para que el segurata de la entrada principal les dejara pasar. Remus había empequeñecido los baúles y los había guardado en tres mochilas, una para cada uno, para no llamar tanto la atención. Caminaron por las calles estrechas, las miradas curiosas y algunas palabras ásperas de bienvenida hasta llegar al número 4.
Incluso a una calle Remus fruncía el ceño. Cuando llegaron a dos casas de distancia Harry arrugó totalmente la nariz, asqueado.
—Apesta más de lo que recordaba —murmuró.
Remus negó.
—Es olor a muerte.
Harry paladeó el olor cada vez más fuerte mientras más se acercaban al número 4 de Privet Drive. Tom tenía una expresión aburrida en su rostro mientras se adentraban a la casa de césped cuidado y recortado, de ventanas limpias e impecables, cortinas nuevas cubriendo la vista. Fue Remus quien abrió la puerta con la llave que le dio Harry, y el aroma los salpicó junto con la horda de insectos.
—¿Qué-...? —Remus se adentró, observando que la puerta de la alacena de debajo de las escaleras parecía temblar intermitentemente. Fue Harry quien se adentró y la pateó con saña, la puerta desencajándose y dejando en libertad un grupo de ratas gordas apestosas, moscas y cucarachas correteando como plagas. Harry chilló de forma aguda cuando una cucaracha trepó a su pie y Tom lo cargó sobre su hombro para que dejara de chillar.
—No puedo creer que estés viendo un cadáver y chilles por una cucaracha Harry. Eres increíble —murmuró Remus, moviendo sus manos y consiguiendo que las alimañas huyeran—. Uh, muy bien. Yo quería darle un escarmiento a la estúpida de Tuney, pero al parecer los bichos se han dado un festín con ella.
—¿Puedo ver? —preguntó Harry. Tom lo cambió de un hombro a otro como si no pesara más que una pluma.
—Desperdiciaste tu oportunidad por chillar por una cucaracha —Tom aferró su agarre mientras intentaba que no se escapara, dándole una nalgada para que dejara de patearlo—. De verdad, Harry. ¿Una cucaracha?
—En mi defensa no me dan miedo, me dan asco —Harry arrugó el rostro mientras hablaba—. Soporto cualquier otra mierda. Pero ¿cucarachas? PUTAMENTE IUGH.
Remus suspiró.
—Creo que hay que llamar a la policía y a la morgue. Ugh, esto es decepcionantemente asqueroso. En realidad, apesta.
—¿PUEDO VEEER? —casi rogó Harry. Tom pisó una cucaracha y lo bajó.
—Me lo deberás. Se supone que debo cuidar tu sensibilidad.
—Nunca lo has hecho.
—Dije se supone. Está Remus presente, ¿sabes? Déjame quedar bien y ganar puntos para compartir habitación contigo luego.
Harry se carcajeó. Remus avanzó para buscar el teléfono y hacer las llamadas. Harry se inclinó sobre el cadáver en horrible estado de putrefacción. Los cabellos pálidos y el vestido negro eran lo único que podrían ayudar a identificar propiamente a Petunia Dursley. Por lo demás, la boca estaba abierta y tirante, y los ojos estaban hundidos. Harry avistó que Tom no estuviera mirándolo y jaló de su muñeca, observando los enormes tajos que partían desde el pliegue del codo hasta la muñeca, uno grueso en cada brazo. Movió el brazo, notando que el rigor mortis ya había desaparecido. Las piernas del cadáver estaban firmes contra su pecho, acomodándose para entrar en el minúsculo catre de debajo de las escaleras, pero cuando Harry movió su pierna un poco todo el cuerpo se desmoronó como una muñeca de trapo que ha sido arrojada al suelo por un niño. Apestaba, por supuesto, con un reguero a infección, carne podrida y sangre reseca que empapaba sus piernas blancas. Toda la piel parecía papel reseco, pergamino viejo de aquellos a los que cualquier brujo se acostumbraba a utilizar diariamente en Hogwarts, y cuando Harry hundió su dedo contra su pierna la piel se hundió sin volver a su estado normal como ocurriría en una persona viva. Petunia Dursley ya no era una persona, si es que alguna vez lo había sido. Harry sonrió inmensamente.
—HARRY POTTER, SAL DE AHÍ INMEDIATAMENTE —gritó Remus, arrastrándolo fuera de la alacena—. Joder. Niño de mierda. Es un puto cadáver, no un juguete.
—¡Es que nunca había visto uno tanto tiempo después de morir! —y a partir de ese momento Tom se alejó, sonriendo, dejando a Harry chillar como un condenado con una enorme sonrisa mientras hablaba a todo pulmón con la emoción de quien ha hallado una aguja en un pajar.
Remus lo silenció con una colleja cuando, media hora después, llegó la morgue, la policía y por supuesto Harry seguía hablando totalmente ajeno a todo. Está en shock, le explicó Remus a una amable asistente de enfermería que preguntó por qué Harry tenía expresión perdida, con los ojos desencajados y movía los labios sin que saliera ningún sonido. Era su tía, después de todo.
En realidad, Tom le había aplicado un silencio, porque después de eso no habría forma de callar a Harry Potter sin magia.
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—En realidad —Harry avanzó por el amplio pasillo de colores claros, paredes de tonalidad cremosa con barras de madera hasta la mitad inferior, suelos de madera un poco más oscura cargada de diminutas manchas de pintura clara, fotografías enmarcadas en las paredes que representaban a algunas personas sonriendo dulcemente, alguna que otra llama encerrada en una cristalera— cuando dijeron que viviría con la familia Black de verdad pensé algo más tétrico. No una casita de cuentos de hadas.
—En realidad —Sirius avanzó con una bata de baño cayendo descuidadamente sobre un hombro, los cabellos húmedos desordenados y expresión altanera— tuve demasiadas cosas tétricas durante doce años. En Azkabán. Si quieres algo tétrico en tu vida te lo recomiendo; la comida es mala, el paisaje deprimente, estás rodeado de vecinos con cara de muertos y dementores, pero es gratuito y sólo tienes que cometer uno o dos delitos, o ser inculpado por ello.
Harry puso los ojos en blanco. Remus rió.
—En realidad esta casa no es de los Black —Remus lo guió, dejando a Tom con los baúles ya desencogidos de su tamaño normal. Tom le sacó el dedo corazón con mirada homicida—. Esta casa es, bueno. Ya verás. Con Regulus y Severus decidimos que sería bueno que tú la conocieras. Después de todo, es tu herencia.
Harry parpadeó asombrado y los siguió. Paredes cremosas, madera cargada de pintura, muebles de madera descoordinados entre sí. Discos musicales junto a un tocadiscos, bonitas pilas de vinilos de The Beatles sobre los Sex Pistols, The Cure, The Clash y demás. Harry acarició los bordes de The White Album, sintiendo una electricidad recorriéndole los dedos.
—Los conservaron —susurró, apenas abriendo los labios sin conseguir que el sonido surgiera del todo, con los ojos llenos de lágrimas que apartó echando la cabeza hacia atrás y parpadeando múltiples veces—. Oh, puta mierda. Voy a llorar Lunático, y te cortaré las pelotas por hacerme llorar, joder.
Remus rió.
—Sí. Eran de tu madre. Ella compró esta casa. La pagó durante años con las becas que le proporcionaba el estado por rendir sus exámenes con notas máximas. Tan pronto salió de Hogwarts se mudó aquí. Bueno, nos mudamos aquí ella, el sarnoso de tu padrino y yo.
Harry se volteó a verlo con una enorme sonrisa en sus labios. Remus retrocedió como si lo hubieran apuñalado.
—Gracias, Rem.
Harry caminó con el Album Blanco en sus manos, cantando a viva voz "Do you don't you want me to love you? I'm coming down fast but I'm miles above you". Remus se estremeció y Sirius le observó, intrigado.
—¿Qué ocurre, Lunático?
—A veces Harry se parece demasiado a Lily, aunque sea igual a... —Remus se encogió de hombros, riendo y sentándose en el sillón favorito de Lily, justo debajo de la ventana y junto al tocadiscos—. Es sólo que este lugar... me pone un poco sensible. No importa.
Sirius lo abrazó superficialmente, pero con mucha fuerza, y corrió a ver qué demonios hacía Harry antes de que incendiara algo.
Harry entró habitación por habitación. Supo inmediatamente cuál era la habitación de Remus: libros, sábanas azules, almohadones marrones que lucían mullidos, colchones gruesos y cómodos. Las fotografías en las paredes retrataban momentos con su mejor amiga y Harry descolgó una, observando a su madre con una sonrisa cálida.
Tom mordió apenas su cuello y Harry gritó.
—JODER.
—¿Curioseando? —Tom se inclinó contra el marco de la puerta—. ¿Quién te dio permiso de entrar aquí? No es tu habitación.
—Tampoco la tuya —Harry le sacó la lengua y regresó la fotografía a su lugar—. Simplemente estoy... mirando.
—Tu madre era una caja de sorpresas —Tom enarcó una ceja mientras acompañaba a Harry por las habitaciones. La siguiente estaba decorada de blanco, negro, dorado y rojo—. Esta es de Sirius, ¿no?
—Lo es —Harry observó los posters de películas muggles. The Rocky Horror Picture Show competía con The Clockwork Orange, junto con Akira, Blood Feast y Texas Chainsaw. Inferno y The Shinning tenían un lugar privilegiado en las puertas del clóset. Maurice estaba decorada con una firma en lápiz labial rojo que decía "Para mi marica favorito: te adora hasta la eternidad, Lunático", y justo a un lado My Beautiful Laundrette tenía un "Desearía que siempre estuviéramos juntos" en tinta dorada brillante, justo debajo un trozo de póster arrancado. Lot in Sodom estaba sobre la cabecera de la cama cargado de dardos como un tiro al blanco junto a lo que parecía una enorme fotografía mágica de Remus y Sirius sacando la lengua y los dedos del medio, ambos jóvenes de no más de diecisiete años, Remus llevando los cabellos claros totalmente desordenados como si acabara de salir de la cama y Sirius la larga melena negra a ambos lados del rostro blanco en un desorden idéntico. En una de las fotos junto a la mesa de luz Remus perseguía a Sirius con una bufanda de Slytherin, envolviéndolo con ella y haciéndolo sonreír falsamente para una fotografía, la sonrisa de Sirius tan falsa que era patéticamente cómica.
Harry pasó a la siguiente habitación sin curiosear mucho. La siguiente puerta era un baño, y la siguiente estaba cerrada con llave. Harry forcejeó con el picaporte en vano. Cuando intentó abrirla mágicamente la puerta lo lanzó contra la pared en un golpe seco.
Tom soltó una carcajada y lo ayudó a levantarse.
—Puta puerta —gruñó Harry, antes de lanzarse a ella con una patada—. ¡ÁBRETE!
Tom lo empujó por el pasillo mientras la puerta parecía reírse de él.
—Intentemos luego, ¿vale?
Harry bufó, pero prosiguieron. La siguiente puerta estaba abierta y era una pequeña sección hacia un jardín techado con escasas plantas, entre ellas unas tantas para pociones. Harry puso los ojos en blanco. La siguiente era una biblioteca cargada de periódicos viejos, álbumes fotográficos y libros tanto mágicos como muggles y, finalmente, Harry empujó la puerta de la habitación que había pertenecido a Lily Evans.
—¿Feliz? —preguntó Tom irónicamente mientras Harry observaba todo maravillado. Las paredes de un gris platinado, cargadas de pegatinas que brillaban con la oscuridad imitando un cielo nocturno. Sobre sus cabezas dos constelaciones que Harry había aprendido en Astronomía: Serpens y Lyra.
Harry rió a carcajadas, risas histéricas elevándose por las paredes.
—¡LO ESTOY! —sus risas fueron disminuyendo de nivel. Sacudió la cabeza y se arrojó a la cama, observando las pinturas y las estrellas—. De alguna forma siempre quise estar cerca de mi madre, ¿sabes, Tommy? Es... bueno, extraño. Como si de alguna forma conocerla más de cerca me hiciera cuestionarme muchas cosas. Ella era como yo, pero me amó de tal manera que fue capaz de sacrificarse por mí. Dio su vida a cambio de la mía. Es algo que yo jamás haría. Yo jamás daría mi vida a cambio de salvar la vida de otro. Pero ella lo hizo sin dudarlo, y siento que hay cosas que le debo. Por supuesto que le debo. No me gusta deber cosas. Y me cuestiono todos los días... —Harry guardó silencio un momento. Tom se inclinó sobre él, tomando asiento a su lado, y Harry se irguió lo suficiente para mirarlo con los ojos brillantes—. Tom, ¿crees que yo podría ser capaz de dar mi vida de la misma manera que mi madre? Amar... sólo hacerlo, sin dudarlo. Yo no me creo capaz. Sé que soy capaz de hacer demasiadas cosas que no serían moralmente correctas. Pero no sé si sea capaz de llegar a ese extremo, de una punta a otra, sin mediar palabras o lógica. Sacrificio...
Tom sonrió. Besó su frente, justo el lugar sobre su cicatriz, y se apartó mirándolo con los ojos rojos, dos esporádicas llamas de sangre que analizaban cada fragmento en su rostro.
—El sacrificio, Vashra... —Tom arrastró las palabras, deslizando sus dedos por la espesura de su cabellera—. Es lo que hacen las personas cuando ceden su vida, su legado y sus motivos a las personas por las cuales se han sacrificado. Espero seas tan inteligente como para darte cuenta de ello por ti mismo y no hacer cualquier... locura, como las que se esperan de ti.
Harry rió apenas.
—Siento que me subestimas —hizo un puchero—. No se me subirá el mártir a la cabeza. ¿De qué me serviría? —resopló y se recostó contra la almohada—. Uh, quiero dormir un poco. Ha sido un día largo.
Tom tenía ese tipo de sonrisas en el rostro que lo hacían lucir diabólico sin la necesidad de ojos rojos o sangre en sus manos. Harry lo observó, esperando, sabiendo que algo se acercaba.
—¿Te gustaría hacer algo que has querido hacer por mucho tiempo y no has podido hasta hoy? —Tom arqueó las cejas, sonriente.
Harry compuso expresión de circunstancias.
—¿Follar? Es una idea muy arriesgada y algo morbosa, considerando que esta habitación fue de mi madre y toda la familia está en casa...
Tom se carcajeó. Su risa, chispeante y cargada de vida, envió una correntada de electricidad a todo Harry por sí mismo, como si su alma se hubiera sacudido y su mundo se hubiera tambaleado. Sólo podía observar a aquel demonio reírse con todo el rostro y todo el cuerpo y sentir que todo su ser temblaba.
Finalmente, Tom pareció tomar una bocana innecesaria de aire buscando calma antes de quitarse la fina cadena dorada que tenía el guardapelo. Harry se asombró y sintió ofendido cuando la cadena dorada expuso que no contenía el guardapelo, sino un pequeño reloj de arena forrado en círculos de oro. Lo expuso frente a su rostro como si Harry tuviera que saber qué era.
—Uh, ¿debería ofenderme de que hayas cambiado mi obsequio por ese reloj?
Tom puso los ojos en blanco.
—Hice algo mejor con tu obsequio. Lo tengo guardado muy lejos de cualquier mano. Resultó valer más de lo que cualquiera de los dos sabía —alzó las cejas, sonriendo con travesura—. Esto que ves aquí, mi hermoso bebé psicópata, es un giratiempo. Antes de que actúes como si estuvieras totalmente desinteresado de mi mierda, te diré que es una pequeña máquina del tiempo capaz de llevarte al pasado.
Harry parpadeó. Dos segundos después le había arrebatado el giratiempo, examinándolo desde todas direcciones.
—Esto es, wow. ¿Cómo...? ¿Dónde lo conseguiste?
Tom se encogió de hombros casualmente, como quien no quiere la cosa.
—Cuando fue el juicio de Sirius nos dieron un tiempo para descansar, algo así como un receso de deliberación para los jueces. Entonces me eché un amplio vistazo por el Ministerio de Magia. Resultó ser que el Departamento de Misterios es un lugar bastante intrigante, y mucho más la Sala del Tiempo. Los giratiempos están en pilas y pilas; algunos sólo sirven para llevarte un par de horas al pasado. Este, en cambio... bueno, digamos que le he hecho unas modificaciones.
Los ojos de Harry tenían un brillo perverso.
—¿Cuánto?
—Una semana. No es mucho, pero apuesto que servirá para algo en algún momento.
Harry sonrió ampliamente.
—¿Cómo funciona? —observó cada pequeño grano de arena. Tom se lo arrebató de las manos antes de que lo girara.
—Se llama giratiempo, pequeño Sherlock. ¿Puedes usar tu cerebro o tienes falta de irrigación sanguínea allí por la cantidad de pajas que te haces por día?
Harry le lanzó una patada. Tom la esquivó ágilmente.
—Qué cariñoso eres —gruñó, arrugando la nariz—. Entonces, giras el reloj y dependiendo las vueltas que da es el tiempo que va hacia el pasado. Esto es tan jodidamente genial. ¿Por qué no me lo mostraste antes?
Tom suspiró.
—Estaba bajo el ojo de todos los profesores, mucho más Dumbledore. Se supone que estos giratiempos están supervisados y nadie puede tener uno si no está inscripto para qué, y puede mantenerlo luego de exámenes de cómo usarlo... esas cosas. En realidad, no están a la venta y uso de, bueno, estudiantes. Quiero conservar una fachada, muchas gracias.
Harry puso los ojos en blanco. Intentó quitarle el giratiempo otra vez y Tom lo alzó por sobre su cabeza.
—¡Eso no se vale! —protestó Harry, cruzándose de brazos y dejándose caer nuevamente en el colchón—. Sabes, es bastante infantil eso. Tú alzas algo por tu cabeza y esperas que intente quitártelo saltando y protestando como solía hacer cuando tenía diez. Y no es así esta mierda. Además, es bonito quitarte las cosas cuando no te das cuenta, ¿eh? —y le enseñó el giratiempo en su mano.
Tom bajó la mano, observando que el giratiempo que tenía en realidad era un simple reloj de bolsillo que había estado segundos antes sobre el buró. Soltó una carcajada.
—Te he enseñado bien. Ya casi estás listo para ser mi cena, ¿no te parece? Creo que incluso antes del siguiente año...
Harry le arrojó el giratiempo como si quemara.
—No aprendí, no aprendí. No jodas Tom.
Tom volvió a carcajearse. Los ojos le destellaban en genuina diversión.
—Muy bien —sonrió apenas casi sin mover los labios. Cruel, irónico. Harry tembló en una risa contenida—. Entonces, ¿quieres divertirte esta noche un par de horas?
Harry le observó como si estuviera perdiéndose algo importante.
—Tommy, ¿qué-...?
Sirius abrió la puerta de una patada.
—Harry, Levy, no contaminen la sagrada habitación de mi puta favorita, en el más allá deberá estar esperando que verdaderamente no follen donde ella jamás pudo hacerlo. Salgan de aquí niñatos.
Harry enarcó una ceja.
—¿Levy?
Tom sacudió sus manos y Sirius fue lanzado hacia atrás en un impulso mágico, con tanta mala suerte que cayó sobre Severus, que justo pasaba arrastrando un pequeño baúl.
—¿QUÉ MIERDA? ¡QUEJICUS ME ESTÁ TOCANDO, TENGO QUE BAÑARME CON CHAMPÚ ANTES QUE SE ME PEGUE LA GRASA!
—REGULUS, VEN A BUSCAR A TU PUTO HERMANO.
—Severus, yo también soy puto. Y tú, al menos que yo sepa, pareces muy puto cuando estamos follando.
—Cierra la puta boca, Regulus.
—Qué-...
Harry se carcajeó y salió, intentando ver dónde había una puta cámara en esa casa porque quería fotografiar la pelea que se vendría. O por lo menos un poco de guerra entre aquella extraña familia que tenía.
Tom exhaló, aliviado.
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La cena fue la más divertida que Harry vivió desde la guerra de comida antes de los exámenes. Junto a él se sentaban Tom y Remus, ambos flanqueando a cada lado. En frente de Harry se sentaba Regulus, junto a él Severus y frente a Remus, Sirius, quien por lo visto no le había gustado en lo absoluto estar sentado del mismo lado de la mesa que Severus, sin varita mágica, y sin poder insultarlo porque Remus había amenazado con ponerle de patitas en la calle si causaba más caos –siempre teniendo en cuenta que hasta el momento había incendiado una de las túnicas de Severus "sin querer", roto uno de los floreros de la familia Black que Regulus amablemente había traído como una cortesía, y casi liberado una horda asesina de insectos del tamaño de una mano al leer en voz alta unas frases en otro idioma de uno de los libros que le había arrebatado a Tom.
Y, ya que no podía hacer magia, Sirius hablaba.
—Harry —pronunció, los ojos grises casi saltones, la sonrisa ancha divertida—. ¿Te he contado cuando Lily, Remus, Regulus y yo nos unimos contra Quejicus porque se había olvidado su aniversario con Regulus?
Harry alzó las cejas.
—Cuéntame.
Severus apartó su plato e hizo ademán de levantarse. Regulus le jaló de la túnica y lo mantuvo sentado, su sonrisa apenas si transformándose en sádica.
—No es una historia tan compleja —se encogió de hombros—. Quejicus nunca fue Prefecto, uh, para estar librado de ese tipo de cosas. Pero Regulus sí lo fue por lo que no necesitaba mayor puntuación. Estaban en sexto y séptimo año, y el profesor Slughorn, que era el profesor de Pociones, apuntó a Snape a una actividad intercolegial de ese tipo. Snape tenía que recrear cinco pociones e inventar una totalmente nueva. Entonces, se pasó casi tres meses leyendo todo lo que encontrara de pociones, creando, recreando, y haciendo sus cosas raras de doctor Frankenstein. Y nuestro amado Reggie realmente pensó que Severus le haría una sorpresa, cosa que no ocurrió. Así que con Lily y los Merodeadores hicimos lo que mejor sabíamos hacer en Hogwarts.
Harry arqueó una ceja.
—¿Algún tipo de broma?
Sirius compuso una expresión sádica, su sonrisa extendiéndose por todo su rostro con los dientes expuestos y la insanidad brillando en los ojos.
—No. Hacer la vida de alguien miserable hasta que esa persona parecía querer pedirte perdón de rodillas —Sirius sonrió con dulzura—. Fueron días bonitos, ¿no, Regulus?
—Semanas —aclaró Remus, cortando su carne apenas con tono conversacional.
—Meses —gruñó Severus, enterrando la cabeza en las manos.
Regulus se inclinó para besar la mejilla de su esposo.
—Es por eso por lo que nos hemos casado en nuestro aniversario de novios. De esta forma no tendrás dos fechas que recordar.
—Mi memoria es muy buena —expresó Severus, observándole casi con indignación.
—Mejor que la de Harry es —murmuró Remus. Tom rió.
—Eso no es decir mucho —comentó casual.
Harry decidió que era un buen momento para embarrarle el rostro de salsa.
No hubo una guerra de comida, por suerte para la casa. Pero sí hubo un Ian Prince-Black queriendo estrangular a Harry Potter cuando Sirius sacó su cámara de fotos mágica y tomó varias imágenes de su expresión perpleja bajo el rostro sucio.
La noche llegó con una sonrisa negra.
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Harry entreabrió los ojos. Su habitación estaba vacía a excepción del baúl y la cama, y Tom estaba de pie en la puerta, recargado contra ella, con los cabellos negros en rizos elegantes y los ojos rojos hundidos en él. Lucía tan demoníaco como atractivo, y Harry lo observó embobado mientras los ojos rojos le examinaban de arriba abajo. Llevaba ropas negras y un bolso de viaje colgando de su hombro.
Harry se incorporó a medias.
—¿Qué-...?
—Guarda silencio —Tom estaba junto a él un segundo después, envolviéndolo con su brazo—. Quédate quieto. Dime que no tienes alguna de esas ropas a las que tengas fobia manchar o apego sentimental porque haya pertenecido a tu madre o algo así.
Harry puso los ojos en blanco.
—Eh, no. Tengo una camisa que tomé de tu baúl.
Tom le observó incrédulo y le destapó observando la camisa que le llegaba hasta los muslos. Harry se encogió de hombros.
—Bueno, Remus dice...
—No quiero ni siquiera saber —Tom inhaló y exhaló, envolviéndolos a ambos con una larga cadena dorada que les abrazó los cuellos y los rostros a centímetros—. Quédate quieto. ¿Entendido? Quieto.
Harry salió de las sábanas y se apegó a Tom mientras él giraba el pequeño reloj en torno a sus cuellos. Fue apenas un segundo, dos, tres, observando el pequeño reloj girar y todo en torno a ellos curvándose y turbándose mientras viajaban en el tiempo.
Harry no sintió náuseas, solo una ligera confusión mientras observaba las ventanas irradiando luz clara, sus baúles desaparecidos y la cama perfectamente extendida. Tom sonreía, cínico.
—Toma, ponte estos.
Le alcanzó unos pantalones. Harry puso los ojos en blanco mientras tanteaba la tela, demasiado caliente, y la transfiguró una vez que estaba en sus piernas. El pantalón de cuero envolvía sus piernas torneadas y la camisa le caía hasta los muslos mientras Harry arremangaba un poco las mangas para que no colgaran hasta más allá de sus manos.
Tom enarcó una ceja mientras retrocedía un palmo, observándole con una impresión pálida imposible de descifrar.
—¿Tom? —dudó Harry. Tom se encogió de hombros.
—Nada —y le alcanzó unas botas de combate. Harry las amoldó hasta envolver sus tobillos y sonrió, amplio, mientras se apartaba unos mechones del rostro.
—Muy bien. Ahora, ¿vamos a un antro o algo así?
Tom puso los ojos en blanco.
—Quizá cuando tengas más edad te lleve a uno. Ahora tengo un plan que quizá te guste más. Ven.
Tom lo tomó de la mano y lo arrastró. Las habitaciones estaban vacías y sólo el silencio podía oírse en la casa. Sus pasos resonaban contra las maderas y sobre algunos muebles era capaz de verse una fina capa de polvo.
Al pasar por la puerta que no se había abierto antes Harry se soltó de la mano de Tom y la empujó. La puerta se abrió revelando una habitación inusitadamente clara, de paredes cremosas con una pequeña cama a un lado, de una sola plaza y edredón de tono suave reflejando los toques del sol en los pequeños puntos brillantes como gotas de oro cada pocos centímetros. Contra la pared se encontraban pinturas de árboles, pájaros que canturreaban agudamente con los rayos de sol, un clóset de madera clara cargado de prendas coloridas de niño y varias fotografías sobre una encimera ubicando lo que parecía una pequeña familia feliz. Harry apenas si pudo distinguir su silueta antes de que Tom le jalara del cabello, llamando su atención.
—Harry, me gustaría decirte que tenemos todo el tiempo del mundo, pero no es así. Son las siete de la mañana y actualmente estamos tomando Expreso de Hogwarts. Así que tenemos hasta las tres de la tarde, y sé que te gusta divertirte.
Harry frunció el ceño, pero Tom lo empujó hasta fuera de la casa y del terreno antes de envolverlo en brazos y desaparecerse.
En ese momento Harry sí se mareó un poco. O quizá más que un poco, cayendo sentado y jadeante como si hubiera corrido una maratón después de comer y estuviera a punto de botarlo todo. Tom rió y jaló de su brazo mientras le enseñaba dónde estaban.
Harry enarcó una ceja, curioso.
—Uh, Tom. ¿Estamos en... Privet Drive?
Reconocía el jardín trasero, sus arbustos y la silueta de la casa en el amanecer. Tom rió suave contra su cuello, necesitando inclinarse ante él para susurrar contra su piel:
—Un pequeño regalo, sabes. Es quizá para mantenerte en consciencia de que, sin importar todo tipo de terapia que tomes, sin importar todo lo que descubras del mundo, siempre serás este hermoso bebé psicópata que abrió las puertas del averno llamándome años atrás. ¿Quieres divertirte, Vashra?
Harry jadeó con la comprensión cuando Tom extendió ante él el bolso de viaje, abriéndolo y enseñándole armas. Armas. Cuchillas, martillos, dagas. Clavos. Un universo de posibilidades desarrollándose en su mente.
—Petunia no se suicidó —comprendió—. Fue asesinada.
—Ya has visto que la has matado —Tom seguía susurrando sobre su hombro, acariciándole el cuello con su respiración—. Por supuesto, la has torturado de mil formas antes de proporcionarle un final digno. No hace falta ni siquiera que consideres mantener su forma de fingido suicido, repararé todo antes de irnos y lo dejaré tal como lo has encontrado hoy por la tarde. Ella merece todo lo que desees hacerle, todo el desastre que quieras crearle, todo lo que sientas que pueda dolerle. ¿Tanta venganza, tanto dolor inquebrantable desarrollado en quebrar tu alma una y otra y otra vez durante años? Tanto que ella podría haber hecho por ti, por su sobrino, por aquel que debería haber protegido... y no hizo. Oh, bebé, su vida es tuya a partir de ahora. Diviértete. Estaré por aquí fuera si me necesitas.
Harry chilló y se volteó, abrazándolo y besándolo con fiereza, antes de cargar el bolso de viaje sobre su hombro y adentrarse a la casa. Tom lo observó marchar, pantalones de cuero envolviendo sus piernas, camisa larga aferrándose a su cuerpo, y aferrándose a los goznes de las sensaciones que, abruptamente, le azotaron como un látigo en dirección al pecho, todo retumbando casi como si sintiera... ¿miedo?
Inhaló y exhaló, riendo ante su propia estupidez. Al parecer la estupidez humana era, ciertamente, contagiosa.
( . . . )
De verdad no quieren saber que he estado desde las 7pm editando esto. Son las 23pm y estuve la mitad del tiempo en youtube y la otra mitad mirando memes en facebook. Sepan comprender al prójimo.
Así que, comenzando-...
¡HOLA MIS HIJOS DEL INFIERNO! -aquí es donde dicen 'hola mami' okno-
Quiero disculparme por demorar tanto. SÉ que la última vez dije que no iba a tardarme tanto... lo positivo es que ya escribí el capítulo más difícil hasta ahora y me salió bien así que puedo respirar tranquila... al menos hasta el siguiente más difícil que me va a costar lo que no tengo de paciencia y la poca sensibilidad de mis dedos habiendo sido quemados contra las teclas de la laptop. COOOMO DECÍAAA de verdad, sorry. Los invito cordialmente a agregarme en Facebook (está en mi profile de aquí Wattpad) para ver las tonterías que hago cuando debería de estar escribiendo xd
Saliendo de las boberías, ¿puedo pedir su opinión sincerísima del capítulo? ¿Qué les pareció?
Si tienen preguntas: ¡AQUÍ! Porfapls.
Si tienen teorías (VAMOS, TENEMOS PORTADA NUEVA, SE VIENE 4TO AÑO, TEORÍAS ES LO MÍNIMO VERDA!?): este es el lugar para que me deslumbren con su imaginación -y si se acercan se ganan un dibujito-.
Les dejo un espacio para decirme algo que quieran decirme y no se animen nunca (?) o preguntarme por qué hago estas mamadas, quéseyo.
PsychoBaby los echó de menos<3 Y yo eché de menos cada comentario que me hacen, cada voto, cada palabra bonita que me dejan... escribir fics ya de por sí es una alegría, pero los comentarios sólo hacen que la alegría se transforme en sonrisas y compañía <3
YA ME ESTOY PONIENDO CURSI WTF Hasta la vista bebés<3
xxx G.
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