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{ 48 . Familia (o lo más cercano a una) }

Mi nivel de querer actualizar se resume exactamente al hermoso hecho de estar subiendo un capítulo con datos móviles. Y probablemente hacerlo con las demás historias para encerrarme en un huequito y no salir en unos cuantos días.

Mi amor siempre está con ustedes;3

( ... )

—A veces me gustaría que te murieras.

—Inténtalo.

—Lo juro. Que te hicieras pedazos contra una pared mientras vas volando en tu escoba. Que intentes atrapar la puta Quaffle y te des de cara contra una de las torres.

—¿Quieres hacerme reír?

—Eres un maldito bastardo, te mataré con mis propias manos.

—¿Bastardo? Emh, déjame pensarlo... bueno, que yo sepa, mis padres estaban casados entre ellos cuando yo nací, aunque no tengo la exactitud de si lo estaban cuando me concibieron...

—...

—JODER, ¡CÁLMATE! ¡Y DEJA DE INTENTAR AHORCARME!

...

Harry despertó sobresaltado, con aquella extraña sensación de muerte en la garganta, sintiendo que había algo que acababa de olvidar. O, más que olvidar, abandonar. Lo había dejado marchar en algún lugar de su subconsciente y ahora estaba tan extrañado como cuando acababa de entrar a una habitación y había olvidado por qué motivo había ido allí.

Se incorporó, tallando su frente, sintiendo un brazo tirante sobre su cuerpo. A su lado, Tom entreabrió los ojos rubíes, enarcando una ceja con curiosidad.

—¿Pesadilla? —preguntó, quitándole importancia, arrastrándolo de nuevo a sus brazos. Harry se acurrucó, bostezando y cubriéndose la boca, negando.

—No exactamente —farfulló—. Sé que soñé algo, pero no lo recuerdo. No habrá sido muy importante.

Tom pasó los dedos por los cabellos de Harry varias veces, consiguiendo que el cuerpo del chico se apegara más al suyo, buscando aquella sensación de áspera tranquilidad que le causaba electricidad por las venas.

—¿Sueñas? —preguntó de pronto Harry. Tom detuvo sus caricias por unos segundos—. Cuando duermes, claro. No lo haces muy a menudo.

—A veces sueño —murmuró Tom, casi apático con ello—. No es algo a lo que esté ajeno. No necesito dormir, aunque a veces también lo hago. Es casi agradable desconectarse unos segundos y darte cuenta de pronto que han pasado un par de horas de un tiempo infinito.

Harry rió contra su cuerpo. Cuando Tom prosiguió sus caricias contra su cabello, Harry ya estaba dormido nuevamente. Deslizó con suavidad los dedos por las hebras negras un par de veces más para luego cerrar los ojos y analizar qué podría suceder en las próximas horas. Eran las cinco de la mañana. Doce horas después Harry debería beber la poción Matalobos, y todos deberían rogarle al infierno porque la magia de Tom fuera compatible con la magia lupina que ahora corría por las venas de Harry. Que Harry y Remus aparecieran heridos y débiles (o muy fuertes, dependiendo de su alimentación) justo después de la luna llena daría mucho de qué hablar. Los alumnos de Hogwarts eran un poco ingenuos, pero no estúpidos (no todos, al menos).

...

Harry recibió bastante apoyo moral durante todo el día. Pequeños detalles como tener un pudín de chocolate extra durante el desayuno, o no tener tareas durante las clases de Pociones, o que sus compañeros de Slytherin se ofrecieran a llevar sus cosas o a prestarle los apuntes (más que de costumbre). Harry creyó que el secreto de su nueva licantropía era algo no tan secreto gracias a las enormes ojeras y su delgadez más alarmante que de costumbre uniéndose a las heridas en su rostro del mes anterior, mucho más cuando la profesora McGonagall le alcanzó un certificado que le dispensaba de las clases de astronomía de la medianoche y le daba un asentimiento cálido.

El profesor Lupin les invitó a tomar el té después de sus clases de la tarde. Harry arrastró a Tom con él con sus dedos entrelazados.

—Muy bien —Lupin llevaba sus casi típicos pantalones sueltos que caían por sus caderas estrechas, y las túnicas apenas le cubrían un poco del pecho con la enorme abertura que revelaba que no tenía camisa—. Harry, bebe esto.

Harry lo acercó a su nariz y arrugó el rostro.

—Huele horrible. No lo...

Dos segundos después Remus le estaba sosteniendo los brazos atrás de la espalda y Tom estaba deslizando toda la copa por su boca, Harry en un vano intento de resistirse e incapaz de ceder ante el fuego infernal de los ojos de su demonio particular.

—Muchas gracias por tu cooperación, Harry —Remus cerró los ojos y expresó una sonrisa soñadora durante unos segundos, la expresión asqueada y francamente desagradable de Harry perforándolo cruelmente—. Yo ya he bebido la mía, por cierto. Ian, ¿no has considerado trabajar conmigo cuando acabes Hogwarts? O cuando te devores a Harry-NO EN EL SENTIDO QUE ESTÁS PENSANDO, JODER, POTTER, DEJA DE REÍR Y BEBE TU PUTA LIMONADA, ya sabes, su alma y eso.

Tom, sentado elegantemente en un cómodo sillón individual que más parecía un trono, se encogió de hombros.

—No lo sé. No tengo muchos planes a futuro. En realidad, creo que aquí ni siquiera tenemos planes. Todo fluye como Harry quiere que fluya.

Harry estaba bebiendo su cuarto vaso de limonada. Su mirada era homicida.

—Por supuesto —bufó mientras enumeraba con los dedos—. Tengo un demonio, un hombre lobo, un ángel, un animago y un pocionista a mi favor. Digamos que, si las cosas no fluyen como se me antoja, algo estaré haciendo mal.

Tom escondió su carcajada en una tos claramente fingida. Harry le dio una patada a su sofá y se sirvió su quinto vaso de limonada fresca en cinco minutos, con dos hojas de menta y la clara sensación de que todo su cuerpo se revitalizaba.

—En fin. Sé que estamos aquí para algo más importante que simplemente tomar el té, así que, profesor Lupin, ¿cree que podría ir al grano?

Remus rió suavemente.

—Te daría una hermosa y extensa charla sobre todo lo que sentirás con tu primera transformación, que será la peor mierda que puedas sentir alguna vez, sobre la enorme dualidad que surgirá entre tu lado animal y tu lado humano, además de que a partir de los primeros rayos de sol surgiendo por la mañana podrás observar y sentir el mundo totalmente diferente... pero no tengo muchas ganas porque eres un pendejo de mierda y ahora sólo quiero golpearte, aunque un poco menos que ayer. Sigue bebiendo tu limonada y disfruta de tu humanidad mientras puedas.

Harry hizo un puchero y se sirvió su sexto vaso. Remus apartó la jarra vacía y trajo otra llena nuevamente.

—Me siento como un paciente terminal que tiene doce horas antes de morir —bufó, dándole otro sorbo a su vaso—. ¿Qué podría hacer?

Tom observó el reloj contra la pared.

—Bueno, son las cinco y diez, y tienes hasta que aparezca la luna en lo alto. ¿Diría una hora y media, quizá? Estamos en invierno.

Harry observó a Tom, sonrió e hizo el ademán de que le cortaría el cuello cruzando sus dedos de un lado al otro. Remus soltó una carcajada.

—Ustedes son tan adorables, son la pareja perfecta —rió—. Tan pronto termine mi pastel iremos a La Casa de los Gritos —murmuró, mientras cortaba otra porción con su tenedor y la llevaba a su boca—. Y no, Ian no puede ir.

—¿¡POR QUÉ NO!? —chilló Harry, totalmente indignado. Remus le sonrió con tanto cinismo que incluso Tom retrocedió.

—Ian es un puto demonio de los cojones y yo soy un hombre lobo necrófago. Sería como si pusieras a una persona con una herida abierta frente a un vampiro.

Harry soltó un "Ohhh" de comprensión y Tom rodó los ojos.

—Lo dices como si no pudiera contigo, chucho.

Remus le observó alzando una ceja.

—¿Perdón?

—Te disculpo —Tom hizo un ademán—. Los demonios existimos desde la creación. No creo que los hombres lobos tengan la capacidad de...

—Disculpad, creo que he oído el ego en alto de alguien —murmuraba Remus medio segundo después, mientras Tom intentaba quitarse un tenedor de la garganta sin abrir más la herida. El tenedor, incrustado, parecía hacer brotar más y más la sangre ennegrecida, y Remus se apartó con unas gotas de ella salpicándole los dedos—. ¿Sabes cuál es el peor defecto de los demonios, Harry? Subestimar a sus oponentes. Creen que son invencibles. Lily me contó una vez una historia al respecto que habla de eso, aunque con una metáfora muy particular de animales que lo convirtió en una extraña fábula no menos sangrienta que las de Esopo y Samaniego. Pero no iré con ello ahora.

Mientras Remus chupaba desinteresadamente el dedo con la sangre demoníaca, Harry observó el interesante trabajo de Tom intentando quitarse el tenedor sin manchar las túnicas escolares ni causar más molestia de lo que, por lo visto, ya causaba, haciéndole torcer todo el rostro en asco.

—En fin —Harry rió tontamente mientras Tom conseguía quitarse el tenedor de la garganta, la herida cerrándose lentamente sin dejar cicatriz atrás—. ¿Algún consejo, profesor Lupin?

—No intentes suicidarte con un arma muggle, te dará dolor de cabeza —Remus le observó atentamente—. No creo que debas usar más las gafas a partir de ahora, pero nunca se sabe. Y, ohm, podrías llevarte una muda de ropa de cambio, a menos que tu demonio esté dispuesto a que te vea desnud-...

Harry ya tenía sobre las piernas dos mudas de cambio, prolijas y en el orden preciso para no desatar su ansiedad. Alzó las cejas y las comprobó, notando que una de las mudas de cambio era bastante más abrigada que la otra.

Remus reía a carcajadas.

—Y yo sigo sorprendiéndome de la velocidad que los seres sobrenaturales poseemos —el profesor Lupin alzó las cejas, su sonrisa extendiéndose de forma salvaje por su rostro remarcando los dientes afilados—. Por cierto, Sirius vendrá con nosotros.

Tom, que ya había parecido decidir que su voz estaba lo suficientemente estable (o no tan afectada) por ser apuñalado con un tenedor en la garganta hasta casi el mango del cubierto, se aclaró la garganta.

—No creo que sea lo más conveniente para...

—Sirius me ha acompañado en cada una de mis transformaciones en Hogwarts a partir de nuestro tercer año como estudiantes. Definitivamente, él querrá acompañar a Harry, y si no está bajo mi cuerda supervisión, puedo apostar que se lanzará de cabeza a Hogsmeade a hacerlo corriendo el riesgo de ser atrapado... teniendo en cuenta que aún no está libre de los cargos y está siendo buscado. De modo que, mis enormes disculpas si no todo se maneja de tu infernal manera, oh gran reina del infierno azucarado, pero esto es así y conmigo no se discute.

Harry se cubrió la boca para evitar que se oyeran sus risas infantiles ante el claro duelo de poder entre Tom, su demonio personal y el encargado de su salud, su alma y básicamente todo lo que representaba, y el profesor Lupin, Remus, quien a partir de su primer luna llena sería algo tal como el alfa de su manada de dos, casi como un padre a una forma extraña, teniendo en cuenta que al parecer tenía los cojones demasiado puestos y sabía todo lo que debía hacerse y deshacerse, además del claro hecho que involuntariamente había sido su maldición la que había contaminado a Harry.

No quería ser partidario (ambos le convenían, pero más específicamente ambos le agradaban) y la estruendosa llegada de Sirius en su forma de animago consiguió que no tuviera que decidir por una de las dos personas que habían llegado a marcarle en su vida.

Sirius se lanzó, empujando la puerta con sus patas y ladrando, moviendo la cola peluda y saltando sobre todos como lo haría un verdadero cachorro. Sólo que ese cachorro pesaba aproximadamente treinta kilogramos luego de ser alimentado y cuando se paraba en dos patas era más alto que Harry.

Tom se apartó, casi horrorizado, y Harry palmeó sus piernas, una enorme sonrisa trepando su boca.

—¡Canuto, aquí!

Sirius saltó hasta el regazo de Harry, haciéndole caer hacia atrás con su silla incluida y lamiéndole la cara por entero. Casi un segundo después Remus estaba sosteniendo a Sirius de la piel del pescuezo como una madre a su cachorro y Tom apartaba a Harry, limpiándole la cara con el puño de su túnica, ambos mirando de forma homicida al animago. El perro bufó, transformándose en Sirius Black nuevamente, cayendo sentado en el suelo con sus elegantes y refinadas túnicas robadas del clóset de Regulus que cubrían los jeans desgastados y la playera de La Naranja Mecánica, una playera que Harry recordaba haber visto a Remus usando tan sólo en la navidad.

—¡Oh, vamos! Estoy a punto de llamar a Amargolandia para que venga a buscar a dos de sus ciudadanos ejemplares —bufó Sirius, cruzándose de brazos y haciendo un puchero—. Simplemente quería saludar a Harry mientras aún le durara lo lampiño.

—¿Y eso implicaba lamerle toda la cara? —Remus tiró de él para ayudarle a ponerse de pie, envolviéndolo en un estrecho abrazo de unos cuantos segundos—. Sirius...

Sirius compuso un adorable puchero, sus ojos grises destellando como estrellas platinadas. Harry tiró del agarre de Tom (que le estaba reprochando los problemas a su cervical que podrían causar golpes como aquellos) y empujó a Remus, frunciendo el ceño.

—¿Dónde queda el "Sirius Black es un hombre ejemplar; siempre lo fue y lo ha sido, no debes temer de él ni rechazar ninguna de sus muestras de afecto"? —imitó Harry, alzando las cejas con una expresión burlona—. Remus, ya párale a tu mierda y déjame disfrutar de afecto familiar por primera vez en mi vida.

Remus parecía dispuesto a responder. Entonces, retrocedió y le observó boquiabierto. Harry le observó atentamente.

—Emh, ¿tengo algo en la cara? —preguntó, mirando a Remus. Luego observó a Tom, que le miraba alzando una ceja—. ¿Tengo algo?

Tom negó, sus labios apenas curvándose en una sonrisa burlona. Harry volteó para observar al profesor Lupin mirándole con los ojos, claras motas de oro y canela, cálidos sobre él como pequeños soles destellantes antes de que se lanzara a abrazarlo con fuerza asfixiante.

Harry casi gritó de sorpresa. Remus le abrazaba, y él no entendía ni dos cojones una mierda de absolutamente nada.

—¿Qué mierd-...?

—Harry, acabas de llamarme Remus por primera vez.

Harry se apartó, retorciéndose del agarre de Remus como si quemara.

—¿Y? —se encogió de hombros, chasqueándose los nudillos entre sí con las palmas de las manos—. ¿Qué tiene? Es tu nombre.

Remus suspiró.

—No lo entiendes. Hasta el momento me has llamado profesor Lupin, y tal. Y simplemente creí que siempre me verías como un profesor. Pero me has llamado Remus, y creo decir que hasta un sociópata como tú puede notar la diferencia.

Harry enarcó la ceja.

—¿Soy un sociópata?

Sirius le coreó, apoyándose en sus hombros como un bastón y mirándole intrigado.

—¿Es un sociópata?

Remus observó a Tom desganadamente.

—Anda, faltas tú y es el lote completo.

Tom estaba recargado contra un muro, ojeando algunos de los diarios de apuntes de Remus, cargados de garabatos y pasadizos de Hogwarts, como si fueran los preparativos para recrear un enorme y mágico mapa... aunque el pergamino era más viejo y la tinta ya estaba decolorándose en él. Tendría sus buenos veinte años.

—Yo no pregunto obviedades —murmuró Tom, con la apática voz de niño de trece años que vestía en ese momento—. Aunque no creo que sea un sociópata.

Remus se llevó la mano al pecho en una teatralización de indignación.

—¿Disculpa? Yo he sido quien lo he estado atendiendo estos últimos meses.

—Te disculpo, Remus, yo solamente he sido quien ha estado con él los últimos casi cinco años, a sol y a sombra, y quizá solamente tenga una visión de su estado mental parcializada por las circunstancias.

Lupin parecía tener una expresión de ver qué otro tipo de elemento punzante podía enterrarle en la garganta con la mirada seriamente enloquecida mientras chasqueaba cuello, hombros y espaldas en un movimiento fluido. Sirius tenía una expresión burlona. Jaló a Harry de los hombros y lo arrastró más hasta el interior de la habitación de Lupin como quien conoce la exactitud de la posición de todo.

—¿Sabes, Harry? —Sirius alzó la ceja y le señaló un mueble. Lo golpeó cuatro veces y empujó contra él, arrastrando a Harry a un pasadizo y cerrando el librero detrás de ellos. Unas largas escaleras se extendían, y Sirius movió sus manos iluminándose con llamas mágicas, blanquecinas y poderosas, iluminando los ladrillos y la curva de ellos, garabatos y escrituras añadidos a las heridas del tiempo—. Cuando éramos jóvenes y estudiábamos aquí en Hogwarts, Remus siempre quería tener la razón en absolutamente todo. No le gustaba que le llevaran la contra y solía reaccionar muy... mal, por decir algo, cuando eso ocurría, aunque mal es decir poco. Lo que tiene Remus con tu primo es, bueno, supongo que algo de celos. Remus y yo deberíamos haberte criado y dado todo lo que pudiéramos, conseguir que tu vida no fuera miserable y estuviera cargada de amor, dulzura, caprichos, y ahora Rems cree y quiere saber todo de ti, conocerte como a su cachorro... en cambio, está Ian, que puedo saber que sabe demasiadas cosas que Remus no y que ambos jamás imaginaríamos sobre ti, cosas que incluso ni tú mismo eres capaz de saber.

Harry oyó atentamente mientras Sirius le empujaba escaleras abajo hasta llegar a otra puerta más discreta contra el muro. Las escaleras seguían en descenso, pero la puerta de madera se abrió bajo la mano de Sirius y Harry se adentró.

—No le apodé Lunático solamente por su licantropía, ¿sabes? —Sirius rió sonoramente—. Remus siempre fue un lunático en su mejor manera. Estaba a favor de todo lo que estaba socialmente mal visto como los aretes en las orejas, los piercings, debatir a todo pulmón con cualquier profesor que expusiera algo ilógico e inclusive algo que tuviera una interpretación desagradable para gente como él, pero incluso con esos arranques de locura y rebeldía adolescente no dejaba ser una de las personas más responsables que conocí en mi vida. Bueno, diría la más responsable. Era un Gryffindor que estaba tras la falda de los Slytherins... casi literalmente, puedo decirlo —Sirius soltó una risita burlona—. Entonces, descubrí que era un hombre lobo. Remus, le dije, burlonamente, ¿cuál es el colmo de un hombre lobo?, bromeé. Él tenía casi doce años y me observó espantado, todavía recuerdo exactamente la expresión de su rostro y puedo jurar que vi un brillo casi siniestro en sus ojos, como si fuera capaz de cualquier cosa por mantener su secreto... Entonces, le sonreí y dije, totalmente animado: ¡Que esté lunático!, y bueno, Remus me ha dicho que mis chistes nunca han sido buenos... Lily también solía decirlo, aunque los suyos eran peores —Sirius frunció el ceño y arrugó los labios mientras las llamas de sus manos se extendían a las antorchas, iluminando una habitación circular de ladrillos sepia, con alfombras cómodas y cargada de comics, juegos de mesa, algunos libros, muchos pergaminos y tinta de muchos colores—. Remus te quiere mucho, Harry. Te adora con toda su alma, con todo lo que es y lo que tiene. Eres como un hijo para él —Sirius guardó silencio un instante, agravando su tono—. Sabes que él no puede tener hijos, ¿verdad? Es por su condición lupina, su genética no es compatible con la humana, y claramente otros hombres lobo no podrán tener sus cachorros ya que se alteraría con cada luna y podría perderlo sin lugar a duda. Es horrible, y jamás ha sintonizado con los niños o los jóvenes desde que lo supo, a los dieciséis. Los trataba horrible y sólo se llevaba bien con nuestro grupo de amigos, aunque se rebeló un poco más contra lo que se esperaba de él... Me sorprendí cuando terminamos Hogwarts y dijo que quería ser profesor. Fue bastante catastrófico en ese momento, ya que, bueno, un hombre lobo cero empático dándole clases a niños que había parecido despreciar los últimos dos años al punto de gruñirles... Pero al parecer lo ha superado bastante bien. Eres como el hijo que no pudo tener y ha superado mucho gracias a ti en estos últimos tiempos, puedo verlo y sentirlo en su voz, en su chispa de alegría, en su mirada. Cuando él te ve, ve a Lily y-... —Sirius se interrumpió y sonrió, frágil—. Hará todo por ti, por asegurarse de tu bienestar, tu felicidad, tu plenitud. Él te quiere demasiado.

Sirius se dejó caer en el alfombrado, mirando hasta el techo. Harry se dejó caer a su lado, alzando la vista y observando un techo que parecía emular el mismo encanto que el del Gran Comedor del cielo expuesto... con la diferencia que todo era pintura, una pintura que parecía moverse, constelaciones en ebullición de nuevas formas y figuras, y Sirius mirándolo todo como quien observa un lugar al que pertenece después de estar mucho tiempo fuera de casa.

Harry observó el cielo artificial y extendió su mano. Una estrella fugaz de pintura blanca y platinada cruzó la pintura.

—Lo sé. Yo tamb-...

Abruptamente, todo el techo tembló. Sirius se sobresaltó y Harry alzó las cejas mientras oían el escándalo que parecía algo similar a una pelea a puño limpio seguida de gruñidos que retumbaban contra las paredes. Chasquidos de objetos rompiéndose, muebles desmoronándose, algún que otro gruñido mucho menos que humano que no alcanzaba a ser un gruñido, pero sí algo como huesos rompiéndose, al parecer. Harry bostezó luego de unos segundos y metió la mano por el cuello de su camisa, casi casualmente, como si estuviera rascándose, y giró sus dedos en círculo por la marca. Khaos, Khan.

La puerta de Sirius se abrió medio segundo después y un Tom Riddle (o, mejor dicho, Ian Evans) totalmente desarreglado en su uniforme sin casi un fragmento de tela que no estuviera arañada se asomó, con los cabellos desordenados y lo que parecía un enorme rasguño en la mejilla, sangre negra limpiándose bajo los dedos apresurados.

—Ian —Harry extendió sus brazos hacia él como un niño que quiere estar en brazos. Tom le observó fatal y fulminante, aunque su expresión no era contra él, sino contra que lo hubiera obligado a dejar la pelea—. ¿No te parece que pelear a puño limpio con un profesor es, bueno, un poco contra las reglas?

Tom entrecerró los ojos y le enseñó el dedo del medio. Harry sonrió, con una sonrisa enorme que enseñaba todos los dientes, y su risa brotó en una carcajada que casi le retorció todo el cuerpo a la vez que una corriente de aire apartaba la cortina de la pequeña ventana.

Sirius le sujetó al mismo tiempo que Tom tiraba de él, intentando quitarle la ropa mientras todo su cuerpo temblaba, sus ojos enormes con las llamas saladas de un verde eléctrico y mortal, sus dientes en afilados caninos e incisivos que parecían estar dispuestos a hundirse en cuellos, brazos y carne mientras Tom le sujetaba del rostro con firmeza.

Harry se desconectó cuando sus ojos giraron a la pequeña abertura en un hueco de lo que Sirius solía llamar La torre de la princesa, donde residía justo debajo del despacho/habitación de Remus, justo en el hueco que permitía que la luz del día se adentrara y ahora mostraba un afilado rayo de luz selénica a un lado del sol que no había acabado de ocultarse.

Luna llena, enorme en el cielo púrpura del atardecer, nubes grisáceas salpicadas de colores apenas cubriéndola, las primeras estrellas aún sin brillar en un cielo que sólo demostraban la silueta curva y perfecta de una luna redonda y blanca, con matices de dolor rosado y tristeza lila bajo la sonrisa nublada.

Harry se sintió engullir por la oscuridad.

...

—¿Sabes, Remus? Ayer estaba pensando que deberías conseguirte un novio.

Remus se ahogó con su chocolate caliente mientras, a su lado, Lily bebía de su té con limón, sus ojos pintados de sombras destellantes y mirándole fijamente.

—¿Por qué? Ya tengo...

—Un novio fijo, me refiero —Lily alzó las cejas—. Está bien que estés acostándote con todo Hogwarts: no tengo nada que decir al respecto mientras utilices las debidas protecciones que te impliquen una vida sana, larga y feliz, y joder que estoy hablando como un folleto de clínica médica, me han dado bastantes el último verano y estoy hasta el coño con toda esa mierda de sexo seguro, como si yo estuviera interesada en tener sexo con el primer gilipollas que se me cruzara, y no es que ofenda tu estilo de vida ni nada Rem, ocurre que eso no es para mí y... me refiero a que... Remus, pareces triste.

Remus tiró del brazo de su amiga y la envolvió en un abrazo, besando su sien suavemente.

—No estoy triste. Simplemente estoy... bueno, pensando. Todo el tiempo pienso, pero a veces suelo pensar más que otras veces, en ese tipo de cosas que suelen retorcerse como gusanos tóxicos en una herida y no la dejan cicatrizar, y el dolor sigue. Mis pensamientos son esos gusanos, Lils. Y yo soy la herida. Yo soy una herida. No creo que haya alguien que me quiera en este mundo, nadie para mí. Por eso estoy con muchas personas. Sé que podrá ser divertido mientras pase, y que nadie espera más de mí. Nadie espera que yo sea, no lo sé, un romántico o un pesado. Todos saben que conmigo es diversión responsable y todo ese rollo porque soy Prefecto. Pero... no creo que mis gusanos se marchen cuando aparezca la persona indicada, y toda esa mierda.

Lily suspiró sonoramente. Extendió su mano y tomó la de Remus entre las suyas, apretándole con determinación.

—No sé decirte si te amo, Remus —susurró Lily vagamente—. Sólo sé que por ti mataría, por ti me dejaría herir, y jamás sería capaz de hacerte daño. Matar y morir está limitado al extremo. Hay muy pocas personas por las que podría morir, Rem, pero tú eres una de ellas. Y sé que, si yo he llegado a conocerte y amarte de esta manera, habrá alguien en el mundo que también lo haga. Alguien que consiga poner la cantidad de medicina en ti lo suficientemente fuerte para anestesiar la herida y quitar los gusanos. En libertad, algunos gusanos arman capullos y se transforman en mariposas.

Remus rió y observó a Lily. Largas pestañas remarcadas de negro, sidecut a un lado de la cabeza y los cabellos rojos como melena de sangre por todo su hombro izquierdo, aretes en las orejas y sonrisa de un millón de galeones. La atrajo a sí en un abrazo eterno y Lily besó su mejilla, dulce.

—Eres hermosa, Lily.

Lily batió las pestañas.

—Lo sé. Me lo dicen muy a menudo —Remus se carcajeó, hoyuelos alegres marcándose en su barbilla y su mejilla—. Ahora, toma ese chocolate. Luego iremos a las cocinas y robaremos algo de comida. Necesitamos tener un picnic.

Remus le dio otro sorbo a su chocolate y observó a Lily acabar su té y salir de la mesa de Gryffindor, donde solía desayunar y almorzar varias veces recibiendo las miradas insidiosas de los demás miembros de la casa de los leones, para correr al otro lado junto a Severus, donde trepó a su cuello y besó su mejilla. Casi podía oír la voz de Lily, alegre, preguntándole si uniría su huesudo y delgado trasero a un picnic, y la respuesta apática de Severus que seguramente era afirmativa, además de la clara provocación de que su trasero no era nada huesudo, y ella podría comprobarlo cuando lo deseara (y por descontado, el pisotón amargo de Regulus sobre el pie de su novio, que le miraría con esas miradas tan cálidas que no hacían falta sonrisas). Remus suspiró con suavidad, notando que para su vida ser una enorme herida en un mundo que solía estar entero hasta que él caminaba en ese rumbo, Lily realmente conseguía que los gusanos negros y tóxicos se arrastraran fuera al menos por unos breves momentos que podrían detenerse en una eternidad fragmentada en memorias cuando moría un poco en cada luna llena y resurgía en cada amanecer.

( ... )

No sé si quedó claro que me gusta Lily *se aclara la garganta* y que amo a Remus. Son preciosos, los Psycho Baby's First Generation.

Como decía... me gustaría aclarar (no sé qué es lo que han comentado sobre los últimos párrafos del capítulo, pero tengo una gran sospecha): el amor de Lily por Remus es amor. Punto. Ambos se aman, se aprecian y harían cualquier cosa por el otro, lo que no significa que estén enamorados, y mucho menos significa que sean pareja. El amor es una palabra tan complicada y tan profunda, y puedo decir en opinión personal que depende a quién lo diga sé que para esa persona y para mí tendrá una fuerza diferente. A mi mejor amiga (Maddy si lees esto TE AMO) me costó casi un año decirle que la amaba, porque sentía que con ella era todo demasiado suave y fluía con colores y con destellos radiantes, y simplemente no necesitábamos decirlo, sólo ponernos Hufflepuff entre nosotras con cientos de emojis y esas cosas. En cambio, mi esposa (Lex si lees esto cosa que ciertamente dudo, te amo fuerte) me costó... cosa de un par de semanas desde que comencé a ser su beta, porque las cosas con ella funcionan de esa manera espontánea, fuerte, radiante, explosiva; somos dos víboras venenosas y nuestros emojis más usados son los corazoncitos rotos y las caritas llorando o llorando de risa. Con estos ejemplos digo: el amor funciona, sirve, existe y fluye diferente no sólo para cada persona individual, sino para cada relación de la misma persona. (Y aquí les digo: si quieren o aprecian a alguien, no teman decirlo, el amor no tiene por qué explicarse sólo sentirse y expresarse).

El último párrafo es la autora reflexionando y yéndose ALV. Así que volvemos con los métodos usuales:

Si tienen preguntas, teorías, cositas que comentar, parte favorita, parte menos favorita, parte que quieran ver en un dibujo, parte que quieran explicación (ALLY PALLY LOL todavía no explico eso y está desde los primeros capítulos, A-M-A-D-M-E) sólo comenten y ya los estaré leyendo cuando salga del hoyito del diablo.

xxx G.

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