{ 38 . La mortalidad es una enfermedad }
ADVERTENCIA: yo tengo los feels a mil, no sé ustedes. Amo demasiado este capítulo a pesar de que sea tan corto ESTOY CHILLANDO lo siento, ¿los asusté con la advertencia xd?
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Harry abrió los ojos. Había una figura sentada a los pies de su cama, o más que en los pies, a un lado de sus caderas. Tenía su mano entre las suyas, y las frotaba suavemente, más que nada para sentirle que para hacer cualquier otra cosa.
Tom pareció percibir que estaba despierto. A pesar de ello, no soltó su mano.
—¿Cómo estás?
—¿Qué ocurrió? —murmuró Harry. Tom se inclinó y deslizó las gafas en sus ojos, permitiéndole la vista de figuras concretas en vez de manchas abstractas—. ¿Qué fue lo que...?
—Dementores —respondió Tom, con desprecio—. Sobrevolando el campo de Quidditch. Unos treinta. No alcanzaron a los demás jugadores, pero tú llegaste muy alto.
Harry cerró los ojos. Su cabeza latía.
—¿Cómo...?
—Dumbledore —Tom parecía irritado—. Disminuyó la velocidad de la caída. Luego expulsó a los dementores con un ridículo Patronus de pollo quemado —emuló una risa que no era divertida. A Harry tampoco le hizo gracia, pero fue un buen intento—. Se encargó de que el profesor Snape te trajera a la enfermería. Y tengo algo que quizá te anime un poco.
Tom soltó sus manos. Harry pensaba decirle que si planeaba animarlo no lo conseguiría así, pero sus palabras murieron cuando Tom recogió de la mesita de noche una pequeña bola dorada. Harry observó a la Snitch abrirse entre los dedos de Tom, agitando sus alas, pero sin echar a volar.
—Snape la encontró en tu mano. La apretabas con mucha fuerza. Slytherin ganó 360 a 70. Aun así, Pucey está muy enfadado consigo mismo. Dice que es su culpa que hayan metido esos siete puntos. De todas maneras, nadie está enfadado con él. Creo que te estás perdiendo una fiesta.
Harry suspiró una risa. Cerró sus ojos, sintiéndose fatigado. La mano de Tom se posó en su mejilla y Harry dejó su cabeza reposar contra ella.
—Pude oírla —susurró Harry, al final—. En realidad, también pude verla. Nunca la había visto antes. No tenía ningún recuerdo suyo. Y en el tren... también pude oírla, pero no sabía que era ella. Es...
—¿Quién?
—Mi madre —Harry abrió los ojos. Los ojos de Tom, dos gotas de sangre, estaban sobre los suyos, su rostro tan cerca que podía sentir su aliento metálico en los labios—. Ella está... estaba rogando por mi vida. Ella dio su vida para salvarme. Se sacrificó por mí. Dijo que la única forma en que Voldemort podría herirme sería por sobre su cadáver. E incluso así...
—La mortalidad es una enfermedad —susurró Tom. Su voz era grave y no coincidía con el rostro juvenil, así que Harry se concentró en los ojos, piedras preciosas en bruto—. Los tigres se dicen a sí mismos inmortales. Nada puede contra ellos. Nada puede vencerlos. Astutos, veloces y poderosos, consiguen incluso huir de la muerte hasta que creen que ella no es capaz de alcanzarlos —Harry no comprendía a qué venía aquello. La voz de Tom era una caricia—. Con el transcurso de las generaciones, la inmortalidad estaba grabada a fuego en los tigres. Somos inmortales, se decían a sí mismos. Y lo creían. Vivían como tal. Hasta que un joven tigre fue secuestrado y mantenido entre los mortales, entre los humanos. Allí aprendió que todos los seres que habitan esta tierra son mortales, que todos morirán tarde o temprano, incluso los tigres. Al conseguir escapar de su secuestro, nuestro joven tigre marchó con su antigua familia para informarles su descubrimiento. Todos somos mortales, dijo, con su voz de entusiasmo, incluso los tigres. Solamente nosotros no deseamos reconocer que alguna vez moriremos.
Tom guardó silencio. Harry esperó.
—Su propia manada saltó y rompió su cuello antes de que acabara de hablar. La mortalidad es una enfermedad, declaró el líder de la manada; una enfermedad que hay que erradicar antes de que se extienda y contagie a otros.
Harry tragó saliva. La mano de Tom sobre su rostro parecía una pluma, rozándole con suavidad, y casi podía sentir su magia en ella. Tom podía entrar en su mente, pero no lo había hecho nunca por respeto. Respeto. Algo que antes de Tom, Harry jamás había tenido, ni aspirado a tener. Irradiaba miedo, sí. Pero jamás habían respetado nada que le perteneciera, ni a sí mismo.
Una calidez extraña e inesperada asaltó su mente embotada de manera vertiginosa, calidez que se extendió a su piel y a su pecho acelerando anormalmente sus latidos. Temió, por un segundo, que Tom estuviera intentando adentrarse en su mente e intentó empujarlo, pero Tom le sujetó con cuidado como si no se tratara de otra cosa que la rabieta de un niño.
—Todos somos tigres —murmuró el demonio contra sus cabellos, una de sus manos suave como el ala de una mariposa rozando su cuello, la otra sujetando con casi ternura su rostro, haciéndole alzar la vista y mirándole directamente a los ojos—. Incluso los demonios. Creemos, en nuestro egoísmo, que la muerte no nos alcanzará nunca. Pero hay veces que la vida es la peor tortura. La mortalidad es una enfermedad que no tiene cura. Tarde o temprano, todos caemos enfermos —con aquel tono funesto, los labios de Tom rozaban su frente mientras hablaba, causándole a Harry un ligero cosquilleo en la columna, mientras se deslizaban por sus pómulos, por su mejilla y acababan en la comisura de sus labios entreabiertos, apenas irradiando tranquilidad con cada roce—. Ninguna enfermedad es buena, pero la muerte se hallará incluso en cada esquina. ¿Es mejor pedir por ella que dejar que te tome desprevenido? Es una muerte. Una muerte por sacrificio, que sin embargo no deja de ser una muerte. Pero, quizá, la hace más digna.
Harry envolvió el cuerpo de Tom con sus brazos, apoyando la cabeza sobre su pecho. Irradiaba calor, irradiaba vida, pero no irradiaba latidos. La magia lo envolvía, y parecía comprobar que estuviera bien. Cada hueso sano, cada magulladura siendo tratada.
—Quédate conmigo —pidió Harry atrayéndolo a su lado, mientras volvía a adormecerse, sin saber si le estaba pidiendo su presencia por esa noche o por siempre—. Por favor.
—Nunca me iré, mi pequeño Diamante —prometió Tom, con un tono de devoción que Harry no llegó a asimilar del todo antes de dejarse arrastrar por el sueño en brazos del único ser cuya presencia en su vida era indiscutible e irremplazable.
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Voy a dar algún regalo al que descubra en pequeño-gran cambio en la historia xd No es muy difícil. JEJEJEJE.
Me estoy enamorando de Tommy-demon, y no soy la única -se aclara la garganta y huye en una nube de humo-
A PARTIR DE ESTE MOMENTO SE VIENEN COSAS INESPERADAS (como si el fic en realidad no lo fuera, lo juro, a veces salto de un capítulo a otro unos diez más adelante y me quedo 'qué mierda pasó aquí cUÁNDO CÓMO'). En fin. ¿Apuestan? ;3 Prometo no cambiar nada... además del último cambio radical que hice. JÉ.
Quiero quiero quiero QUIERO VER SI ALGUIEN DE AQUÍ TIENE TEORÍAS. Estoy totalmente entusiasmada con lo que pueden pensar, de verdad. A veces me gusta ponerme en ver qué es lo que podría ocurriros, pero soy un caos con eso ya que yo obvis sé lo que va a pasar y no tiene la misma gracia.
¿Alguien tiene preguntas? Voy respondiendo y actualizando rapidito. Hay una little surprise en Navidad. Aunque no sabría decirles si en nuestra navidad o la navidad del fic... jé. Intentaré hacerlos coincidir. ¡Tengo que ir aprisa! Jejejeje. ;3
Si tienen teorías con las nueva portada aquí rait nau. LKSJDSSASLJD.
Yo quiero un Tommy-demon que me de besitos tranquilizadores. Si quieres uno dime aquí, voy a fabricarlos en masa.
Entonces, uh, ¿nos leemos pronto? xD ¡Muchos besos, muchos saludos a todos, los amo fuerte.
btw hice una playlist con canciones del soundtrack de este fic que amo tanto. Se los cito aquí:
https://www.youtube.com/playlist?list=PLO3oL0rJJzTEqfjhlcCi3a0slctMrwBjD
Todas las canciones están subtituladas al español para quienes no son tan entendidos en el inglés (ni que yo lo fuera tANTO). No sabría decirles en qué capítulo va qué cosa, pero con sólo escucharlas supongo que podrían ambientarse... un poco. Ya saben, encontrar cosas que pasarán PERO NO SABEN CUÁNDO, NI DÓNDE *risa de extrema maldad*
Me voy, LOS AMO MUCHO BAISBAIS.
xxx G.
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