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{ 37 . El lirio negro }

Pucey los intentaba animar durante la mañana del sábado. Harry comía desganadamente unas tostadas, incluso más desganadamente que Tom. De verdad que no quería resfriarse de ninguna manera. El viento golpeaba con violencia las ventanas y las paredes, y las lechuzas que traían el correo chorreaban agua de sus plumas. La lluvia descendía torrencial sobre sus cabezas, y aterrizar en el césped era más o menos igual que aterrizar en lo profundo del Lago Negro.

Pucey los arrastró. Draco, por supuesto, no jugaba. Su lugar había sido ocupado por Blaise Zabini, que había resultado ser un cazador decente; nunca tan bueno como Draco, pero, a decir verdad, Harry nunca había visto a nadie jugar tan bien como lo hacía Draco —y no tenía nada que ver con que Malfoy fuera su amigo ni nada de eso.  

Mientras estaban marchando bajo la lluvia hasta los vestuarios de Slytherin, Hermione corrió hacia ellos.

—¡Harry! ¡Harry!

Harry se volteó, recibiendo a la muchacha empapada que con rapidez le arrancó las gafas de la cara y las apuntó con su varita. Impervius, y cuando las gafas estuvieron de nuevo en sus ojos, no había gotas de agua en ellas.

Harry definitivamente hubiera besado a Hermione, pero Tom estaba cerca y no quería poner en riesgo la salud de su amiga.

Sin embargo, Pucey le posó una mano en el hombro. Hermione se tensó, pero Pucey susurró en su oído:

—Muchas gracias, de parte de todo el equipo, Granger.

Pucey era un chico atractivo para estándares comunes, y fue normal que Hermione se marchara con la cara totalmente roja a pesar del frío viento y la lluvia.

El equipo se componía de Adrian Pucey (nuevo capitán del equipo y guardián), Blaise Zabini, Zammer Rosier y Strew Quion (los tres cazadores), Crabbe y Goyle (los dos golpeadores) y Harry (buscador). A decir verdad, Harry no tenía idea de qué hacía en el equipo aún sin Draco. Pero Tom había considerado que aquella podría ser una distracción factible.

Las túnicas esmeraldas de los Slytherin salieron al campo, enfrentándose con las escarlatas de los Gryffindor. Harry no reconocía a casi ninguno de ellos, con la excepción de los gemelos pelirrojos. Weasley, pero para ser de aquella calaña, no eran realmente malos jugando ni tampoco actuaban como actuarían normalmente los Gryffindor. Eran astutos, revoltosos y solían hacer las mejores bromas.

Con un pitido del silbato de madam Hooch, se lanzaron a la tormenta y al partido tan difícil que Harry se apostó a sí mismo ganarlo.

La buscadora de Gryffindor era una chica de cabellos rubios que brillaban con cada relámpago. Lo rodeaba, girando en torno a su escoba, esperando que Harry observara la Snitch para que ella pudiera cogerla. Harry cada tanto se lanzaba en picada, pegando el cuerpo al palo de escoba, y se alzaba para confundir a la buscadora. En los últimos veinte minutos ella había caído tantas veces en el truco que Harry dejó de considerarlo gracioso.

Entonces Harry observó un pequeño destello dorado brillando bajo la luz de un relámpago y se lanzó en picada para distraer a la buscadora, que irracionalmente lo siguió, y apegó el cuerpo a la escoba para lanzarse hacia arriba, arriba en los cielos, arriba en las nubes, su mano cerrándose con fuerza sobre algo pequeño a la vez que era capaz de oír gritos, notando el frío y la desesperación en los huesos cuando ya era demasiado tarde.

Las sombras de los dementores se movían sobre él, succionando el aire, la vida, la felicidad, dejándole atrapado en un vórtice de agonía, su cuerpo soltándose del agarre de la escoba y descendiendo en picada con los gritos en sus oídos.

A Harry no. A Harry no. A Harry no, por favor. Por favor... Por favor.
Apártate, estúpida. Apártate.

A Harry no. Se lo ruego. Máteme a mí. Máteme a mí en su lugar. Tómeme...

¡Muchacha estúpida! ¿Crees que vales la pena? ¿Crees que me sirves de algo? Apártate. Antes de que sea tarde. No quiero verme obligado a...

¡MÁTEME! —la voz, desgarrada en agonía—. ¡Máteme, pero a Harry no, por favor!

No te mataré. Apártate.

Deberá matar a Harry por sobre mi cadáver —la voz de madre, cargada de pasión, una voz con un amor tan poderoso y tan fuerte que el corazón de Harry latió más rápido, sus ojos llenándosele de lágrimas mientras descendía en picada—. Deberá hacerlo. Es la única forma que podrá acercarse a mi hijo.

Con un último grito de agonía, Harry casi observó el cuerpo de su madre caer sobre el suelo. Los gritos resonaban en su mente, no sólo los gritos de su madre, sino miles de gritos de agonía que había podido oír en un rincón de sus monstruos personales. Pero la imagen parecía grabada en sus retinas incluso mientras la oscuridad se lo llevaba: el cuerpo delgado cayendo, los cabellos derramándose como sangre por su espalda y sus hombros. Su madre. Su madre muriendo por él.

Harry cerró los ojos, y deseó que fuera por siempre.

{ ... }

Tengo como esta cosa llamada déficit de atención que no me acuerdo si no me están haciendo acordar. En fin. Lo lamento por la demora y el capítulo corto xD 

Es corto el capítulo, sí. Pero tiene algo fundamental justo aquí. ¿Apuestan qué es? ;)

Intercambio teorías por actualizaciones. ¿Tienes la tuya? Déjala aquí.

¿Preguntaaaaas? Estoy de buen humor. Pregunten lo que gusten ;3

Nunca digo esto, pero, ¿quieren pasarse por otros de mis fics? También necesitan amor. Son buenos y no muerden xD

¡Muchas gracias por leer!  

Nunca olviden: G os ama. Sino no estaría interrumpiendo sus sesiones de karaoke por publicar. 

xxx G ;3

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