{ 33. (No hay ningún) descontrol (aquí) }
¡Hola, linduras! ¿Qué tal? SÍ SOY G. Estoy de momento por aquí, por hoy, porque necesito ánimos, porque necesito comentarios bonitos o reírme un poco con/por/gracias a ustedes. Espero que de verdad esté todo bien con ustedes, yo desde mi rinconcito nunca dejé de amarlos y de leer a escondidas algunos comentarios cuando robaba wifi <3
Este capítulo es algo largo. SÉ que muchos han querido mi muerte por el capítulo anterior, pero anda, no me digan que no lo disfrutaron *guiño guiño*
Los amo demasiado. Gracias por conseguir sacarme una sonrisa, en cualquier momento <3
#datoooo: Capítulo dedicado a Fray porque me hace reír mucho, y a Luna porque ha estado publicándome todo y haciéndome portadas y, ¿no son un amor? YO LAS AMO, DADLES AMOR.
Ya, los dejo con el cap.
...
33
(No hay ningún) descontrol (aquí)
Astoria chilló cuando salió de la mazmorra de Slytherin rumbo al Gran Comedor para desayunar el primer día de clases. No fue la única que lo hizo, pero fue una de las primeras en ver el espectáculo sanguinolento en las mazmorras.
La sangre claramente no era humana. Era de un color grisáceo, putrefacto y repugnante. Su olor fétido recordaba, a aquellos que habían estado hacía dos años, el incidente del troll. Pero en absoluto era sangre de troll. La sangre parecía pertenecer a algo cuya vida se resumía a destrucción, a robar vida de los demás.
Siguiendo el camino, justo en las escaleras al Gran Comedor había una explosión de caos. Parecía que un enorme fuego se había iniciado en las puertas negras, aunque cuando Filch, el conserje squib, tocó el tizne, éste se apegó a su dedo como si se tratara de brea.
Tom oyó los gritos mientras acababa de anudarse la corbata y suspiró. Era claro que Harry no soportaría no descargarse de alguna manera después del suplicio del tren. Pero cuando observó la confusión (la confusión real de Harry), fue uno de los más curiosos.
Por lo visto, no sólo un Patronus podía detener a un dementor.
Por lo visto, existía algo que podía matarlos.
Y por más que Tom supiera que Harry era muy poderoso, dudaba mucho que un chico de trece años hubiera matado a un dementor (criaturas que se propagaban desde el tártaro, pútridos espectros que habían sido liberados siglos atrás, que se alimentaban de recuerdos y felicidad en busca de retomar su humanidad, devorando alma tras alma indiscriminadamente en busca de sentirse llenos de lo que les faltaba), y mucho menos de esa forma. Harry parecía como una serpiente cuyo nido había sido amenazado.
...
Durante la mañana previa a la limpieza mágica de casi todo el castillo en busca de eliminar los rastros de dementores muertos, el profesor Snape pasó repartiendo sus horarios a los alumnos de Slytherin. Harry y Tom habían tomado Runas Antiguas y Aritmancia. Draco les observó con una mirada altamente homicida cuando comprobó que no tenían ninguna clase en común. Draco había optado por Cuidado de Criaturas Mágicas y Adivinación, y Harry le prometió que le ayudaría a estudiar. Draco no estuvo conforme hasta que le prometió que cargaría sus libros por una semana (lo cual claramente haría Tom).
La primera clase de Harry y Tom fue Aritmancia. Tom ya la había tomado en su primera vez en Hogwarts, pero eso no le prohibió apreciar la clase. Harry estaba bastante emocionado: aquella clase era lo más parecido a matemáticas que había visto en años, y siempre había odiado las matemáticas por ser tan infalibles y lógicas, y siempre había amado debatir abiertamente con sus profesores. Además de las cuentas, estaban las previsiones, los usos numéricos mágicos, y lo que ocurría con los números positivos y negativos (no en forma cuantitativa, sino en forma energética). Harry creyó que se había tratado de su mejor clase hasta la clase del día siguiente, Runas Antiguas, en la que el profesor esbozó una sonrisa tétrica y les impuso descifrar un código: había una frase escrita en un pergamino, única para cada alumno. La frase estaba escrita en runas nórdicas, y un par de runas estaban traducidas al anglosajón. Diferentes letras traducidas, y el resto dispuesto a suposición y lógica.
Harry amó la clase.
Hasta que tuvo su primera clase con el Profesor Lupin el jueves después del almuerzo. Profesor en mayúsculas, porque ese hombre sí merecía el título.
...
Cuando los Slytherin y los Ravenclaw de tercer año entraron al aula de Defensa tomaron asiento, sacaron los libros y los útiles, y esperaron pacientemente que el profesor se presentara. Luego de unos minutos de murmullos entre amigos, el profesor Lupin se presentó ante la clase.
Harry no despegó los ojos de su caminar apresurado, enérgico de una manera en la que no le había visto anteriormente. Su ceño se frunció ligeramente al ver que algunas de las heridas de su rostro, tan marcadas durante su viaje en el tren, habían desaparecido. En cierta forma, el profesor Lupin parecía más joven, más despierto y mucho más vibrante.
—Buenas tardes —saludó, apoyándose ligeramente en el escritorio—. ¿Podríais, por favor, meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitaréis las varitas mágicas.
Todos los alumnos intercambiaron miradas de curiosidad. Nunca habían tenido una clase práctica de Defensa, y considerando que sería la primera resultaba ciertamente emocionante.
—Muy bien... —dijo el profesor Lupin, cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tenéis la amabilidad de seguirme...
Desconcertados pero interesados, los alumnos se pusieron de pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Harry observó a Tom, como retándole a adivinar lo que se les avecinaba. El demonio se encogió de hombros; también estaba intrigado.
El profesor Lupin los condujo a lo largo de un desierto corredor. Doblaron en una esquina, y todos se detuvieron, incluido Tom y usando su brazo para detener a Harry.
Peeves, el poltergeist, flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura. Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin, quien era el único que había avanzado, estuvo a medio metro. Entonces, Lupin se acercó hasta el poltergeist y susurró en voz clara:
—¡Bú!
Peeves chilló de forma infantil antes de alejarse como un bólido, zumbando y soltando tacos bastante malsonantes. Harry sentía que todo su cuerpo temblaba de la anticipación cuando la carcajada del profesor Lupin le hizo parecer cinco años más joven, y cargado de vida.
Se pusieron otra vez en marcha, casi todos los alumnos observando al profesor Lupin con una extraña expresión entre curiosidad y respeto. Con su sola presencia había espantado a uno de los más revoltosos de Hogwarts.
El profesor Lupin los condujo por otro corredor y se detuvo en la puerta de la sala de profesores.
—Entrad, por favor, y tened mucho cuidado con lo que os aguarda dentro. En sus días malos, puede ser muy peligroso.
Todos los alumnos se adentraron. La sala de profesores era una estancia larga, con paneles de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispares, y solamente se encontraba una persona en su interior.
Severus Snape observó a Lupin con un desagrado convertido en una sonrisa sardónica.
—Lupin.
—Severus.
—¿Tienes el oro encima?
Todos se sobresaltaron ante la pregunta del profesor de pociones. Lupin extrajo una pequeña bolsita de su bolsillo, agitándola y haciendo resonar las monedas.
—Por supuesto. Faltaría más.
Severus enarcó una ceja. En su expresión cargada de humor cínico, Harry pudo vislumbrar una diversión oscura y siniestra que, mierda, le fascinaba. Era como cuando Severus le hablaba de la guerra, e incluso de las investigaciones sobre asesinos seriales de su madre.
—Mantengo mi número —dijo Snape, recargándose contra la pared, apartándose del camino. Harry se alzó de puntillas y volvió a sus pies varias veces, intentando calmar sus ganas de reír a carcajadas, golpear algo o en todo caso exigirles que explicaran todo, porque él quería saberlo.
El profesor Lupin se dirigió hacia adelante del salón de clase. Solo Harry lo siguió con la mirada.
—Muy bien —el profesor Lupin tenía un matiz burlón en su voz mientras se acercaba a un viejo armario desvencijado. Golpeó el armario con un dedo, y se sacudió como si la criatura que estuviera en su interior tuviera algún tipo de ataque epiléptico—. No hay por qué preocuparse —intentó tranquilizar—. Hay un boggart ahí dentro.
Todos los alumnos habían oído hablar de un boggart al menos alguna vez en sus vidas. Efectivamente, a todos les parecía algo preocupante.
—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin, mirando de reojo al profesor Snape, arqueando una ceja de forma burlona como diciendo "Y conozco a alguien que conviviría perfectamente con un boggart". Snape bufó—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario debajo del fregadero... En una ocasión vi uno que se había metido en un reloj de pared. Este vino aquí ayer por la tarde, por lo que pedí amablemente a mis colegas si le podían dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Hermione levantó la mano.
—Es un ser que cambia de forma —explicó—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
—Yo no lo podría haber explicado mejor —el profesor Lupin le dirigió una cálida sonrisa y Hermione pareció irradiar algún tipo de brillo—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir, se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Eso significa —los ojos del profesor Lupin recorrieron a todos los alumnos con atención— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?
Harry se sobresaltó ligeramente al ser nombrado.
—Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse.
—Exacto —el profesor Lupin expuso una sonrisa ancha, sus dientes brillando ligeramente bajo las luces que se adentraban de las ventanas altas—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se deberá convertir, en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni una gota de miedo —su sonrisa cargada de burla era extrañamente reconfortante—. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tenéis que hacer es obligarle a que adapte una forma que vosotros encontréis cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repetid conmigo: ¡Riddikulus!
—¡Riddikulus! —repitieron todos a la vez.
—Muy bien —el profesor Lupin tenía una sonrisa en la cara—. Excelente. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como veis, la palabra sola no basta —sus ojos volvieron a recorrer, uno a uno, a los alumnos desperdigados. Sus ojos se posaron en Harry más de una vez, pero siguió de largo—. Theodore Nott.
Casi todos se sobresaltaron. El chico avanzó varios pasos hasta estar frente al profesor Lupin.
—¿Si, profesor?
—¿Estás dispuesto a una demostración? Sé que no es la primera vez que encuentras un boggart. ¿Sabes lo que debes hacer?
Theodore asintió. Lupin explicó en voz alta.
—A los boggart se los vence con la risa —repitió, caminando con suavidad y dejando el paso a Theodore para que se enfrentara con el armario—. Deben tener la expectativa de aquello que más miedo os da, y enfrentarlo, convertirlo en algo capaz de hacer reír. Una vez que Theodore haya vencido al suyo, os toca. ¿Vuestro mayor miedo es una araña? ¡Arrancadle las patas! ¿Vuestro mayor miedo es un vampiro? ¡Que el sol del Caribe le dé un bronceado! Anda, Theodore, tú puedes.
Remus se apartó, moviendo su varita, y la puerta se abrió. Entonces, del interior del armario, surgió una figura ligeramente espectral: la carne estaba descolgada parcialmente de la piel, los ojos en blanco, y sectores de su cabeza sin cabello. Se movía como un poseso, dispuesto a atacar a Theodore.
La voz de Nott no salió cargada de valentía; en realidad, surgió como un murmullo.
—Riddikulus.
El Inferi chilló mientras todas sus heridas estaban cubiertas con vendas y banditas rosadas. Theodore soltó una risita. Las risas en general del resto del curso consiguieron que el boggart intentara ver con los ojos en blanco, desorientado.
—¡Anthony, adelante!
Anthony Goldstein reemplazó a Theodore. El Inferi giró sobre sí mismo en un chasquido, y de pronto se erguía sobre él una criatura enorme similar a un dragón, de tres cabezas feroces. Una Hydra.
—¡Riddikulus! —gritó Anthony, y la Hydra se achicó hasta transformarse en una figurilla, comenzando a corretear sin rumbo alguno. Las carcajadas aumentaron.
—¡Pansy!
Pansy Parkinson se adelantó con la cabeza en alto. La pequeña Hydra se transformó con rapidez en un León de Nemea.
—¡Ri-Riddikulus! —balbuceó Pansy, y el león se quedó calvo. La carcajada fue más extensa, y Lupin se unió a ella.
—¡Hermione!
El boggart de Hermione era un hombre muggle, de cabeza rapada casi a cero y gafas pequeñas que ocultaban unos ojos oscuros. Hermione se atragantó mientras intentaba pronunciar el hechizo. "¡Riddikulus!", y de pronto aquel hombre tenía largos cabellos espesos que se enredaban a su cuerpo como una camisa de fuerza. Las carcajadas fueron extensas más por la situación que por el reconocimiento del muggle.
—¡Ian!
Harry observó a Tom con espanto. Tom avanzó, fingiendo que no ocurría nada.
El boggart se transformó en una extraña figura asexuada, de recortada melena roja como la sangre derramándose en desigualdad, de rostro anguloso y carnosos labios pintados de negro. Los ojos, con un fuego verde vivaz como si de maldiciones asesinas se trataran, estaban delineados de negro en una raya gruesa mientras se inclinaba ante él con una reverencia burlona, la expresión enloquecida, las uñas largas y puntiagudas de negro. Llevaba botas de cuero hasta las rodillas y el más ajustado de los pantalones en torno a las piernas delgadas, con una enorme camisa blanca de vestir que caía hasta sus muslos, salpicada con cientos de manchas de sangre y remangada hasta los codos, dejando ver una serie de tatuajes por sus brazos blancos: una calavera escupiendo una serpiente, una "A" de anarquía, largas y largas fechas y números y espirales que trepaban hasta su cuello y se movían como serpientes negras rodeando su ojo y rostro que Harry creyó reconocer durante una fracción de segundo.
Tom alzó la varita.
—Riddikulus —pronunció, sin inmutarse de ninguna manera que cualquiera pudiera detectar. La figura pelirroja chilló, sus cabellos comenzando a arder como si en vez de sangre fueran llamas y toda aquella figura tornándose violentamente más extraña, la espalda de la camisa desgarrándose y dos enormes alas brotando de ellas, plumas blanquecinas esparciéndose mientras aquello miraba con pánico su nuevo vestuario de túnicas blancas, celestiales.
Las risas fueron dudosas, pero fuertes. La carcajada de Tom resonó con malicia.
A Tom le siguió otra muchacha de Ravenclaw. A ella, Daphne. Uno a uno, el boggart confundiéndose más y más. Con Draco, se transformó en una criatura imponente, cubriendo su cuerpo apenas con unas túnicas plateadas. Sus largos cabellos como la luna llena se derramaban hasta sus caderas en ondas, y cuando observó a Draco, los mismos ojos grises de él le contemplaban. Draco ahogó sus miedos, pronunciando un alto y claro ¡RIDDIKULUS!, la ninfa convirtiéndose de pronto en una criatura calva y vestida de harapos.
El boggart temblaba, chasqueaba y dudaba en qué convertirse. Las carcajadas lo aturdían. Harry desde su sitio era capaz de ver la expectación de Snape, y la sonrisa de Lupin, ensanchándose más y más.
—¡Harry! —dijo Lupin, al final, y Harry se acercó al frente. Entonces, el boggart se transformó.
Tembló, una y otra vez, transformándose de formas en las que ninguno podía descifrar durante varios segundos. Harry mantenía su varita en alto, observando con increíble atención cada atisbo del boggart tomando alguna forma definida. Entonces, finalmente, tomó una forma que agrandó los ojos de Harry hasta lo inverosímil. Con rapidez sacudió su varita pronunciando "¡Riddikulus!", el boggart estallando en virutas de humo y destellos.
—¡Muy bien! —el profesor Lupin tenía una sonrisa juguetona en los labios—. ¡Muy bien hecho todos! Vamos a ver. Os daré cinco puntos a cada persona que se haya enfrentado con el boggart. Y cinco más a Hermione y Harry, quienes han respondido correctamente mis preguntas —todos los alumnos dieron aplausos, y el profesor Lupin se inclinó en una reverencia burlona, haciendo una floritura elegante con la mano—. Gracias, gracias. ¡Muy bien! Ha sido una clase estupenda. Como deberes, vais a tener que leer la lección sobre los boggart y hacerme un resumen. Me lo entregaréis el lunes. Eso es todo. Podéis marcharos.
Los alumnos abandonaron con entusiasmo la sala de profesores, a excepción de Harry y Tom. Se rezagaron un poco mientras Harry buscaba una pluma que se le había caído, lo suficiente para ver a Snape pagarle a Lupin con una mirada hosca.
—Nunca apuestes conmigo, Sev —murmuró casi con ternura Lupin, sus ojos dorados observándole de forma cargada de algún infantil entusiasmo, antes de volverse y observar a Harry y Tom, arqueando una ceja. Su voz seguía estando cargada de aquel humor peculiar—. ¿Y vosotros qué hacéis allí? ¡Marchaos!
Harry y Tom siguieron con rapidez a sus compañeros, oyendo las entusiastas conversaciones sobre la forma de sus boggarts.
...
De alguna forma, Hogwarts sobrevivió a un inestable Harry Potter hasta el domingo por la tarde. Estaban volviendo de la selección de Quidditch de ese año, y Snape había discutido con Draco, prohibiéndole jugar e indicándole a Adrian Pucey, el nuevo capitán, que no le dejara ni siquiera montar una escoba. Draco había protestado, claramente, pero Harry no había creído que Draco llegaría a exigirle que hablara con el profesor de pociones.
Harry lo había tomado con calma.
Definitivamente, según Tom, jalar a Draco del brazo, estamparlo contra una pared e intentar ahorcarlo cuando quiso abrazarlo por sorpresa no era tomarlo con calma.
Tom debió separarlos. Draco tenía una mirada aterrada, y Harry temblaba como si estuviera en ropa interior bajo la nieve.
—¡DEJA DE HACER ESO! —la voz de Harry se elevó por el pasillo de las mazmorras—. ¡DÉJALO, MALFOY!
Draco le observó con terror.
—¡No sé a qué te refieres!
Tom movió su varita, envolviéndolos en una burbuja silenciosa. Harry siguió gritando.
—¡ESTÁS TODO EL TIEMPO CON TU ALLURE, LLAMANDO A CUALQUIER MAGO QUE ESTÉ CERCA TUYO! ¿ACASO CREES QUE-...?
—¡ALLURE! —Draco gritó espantado—. ¡No sé a qué te refieres, Harry!
El corazón de Harry latía tan acelerado que Tom podía sentirlo en sus brazos, desde donde sujetaba para evitar que se lanzara contra el heredero de los Malfoy.
—Harry tiene razón —concordó Tom. Draco le miró perplejo—. Quizá tú no lo notas, Draco. Pero tienes tu allure activo. Todo el mundo te está mirando, todo el tiempo. Y es bastante imposible dejar de hacerlo, y bastante imposible no querer... tocarte.
El rostro de Draco pasó del blanco al rosado, y al ver la expresión de Harry, al rojo.
—Vale —murmuró— yo voy a.... pedirle al profesor Snape... yo sólo...
Y huyó.
Entonces, era Harry quien estaba estampado contra la pared. El corazón de su humano se aceleró más si era posible.
—Harry, ¿qué te ocurre?
Harry tragó saliva.
—Nada.
Tom inhaló y lo arrastró de la mano hasta las mazmorras, a su habitación y hacia la selección precisa de armas blancas que guardaba, reemplazándolas cada vez que Harry las consumía.
Sin embargo, aquello no pareció animar tanto a Harry como había sucedido muchas veces antes.
Tom no quería admitirlo, pero estaba ligeramente preocupado.
...
El lunes por la mañana, Tom observó un paisaje diferente a lo que solía ver. La sangre estaba fresca en la entrada al castillo, roja e insoportablemente artística curvándose sobre los muros como relatando una historia. Tom podía ver dónde la saña había pasado al odio, y dónde la agonía había pasado al autodesprecio.
No era ningún alumno ni ningún miembro del personal. No al menos uno competente.
Argus Filch parecía haber sido despedazado por una bestia, a pesar de que, claramente, la sangre cubriendo las paredes y el mensaje escrito por ella decían que quien lo había hecho, por lo menos, hablaba inglés.
"Mírame hacia abajo y verás a un tonto.
Mírame hacia arriba y verás a tu Dios.
Mírame de frente y te verás a ti mismo".
Severus Snape y Regulus Black limpiaron todo -aunque Tom pudo ver cómo Severus tomaba una fotografía de la inscripción y le dirigía a Regulus una mirada divertida.
Ningún alumno o profesor preguntó por la desaparición de Filch. Después de todo, el hombre era francamente irritante.
...
Tom creyó que Harry estaría pleno con Filch aproximadamente por un mes. Sin embargo, el miércoles por la mañana, Harry tenía ojeras profundas y observaba sus manos de dedos temblorosos. Se sobresaltaba por todo. No hilaba una conversación decente. Su voz ascendía al tono de histeria cada vez que reía por compromiso. No prestaba atención a sus clases, y sus ojos, ligeramente perdidos, se curvaban en las esquinas más oscuras como si estuviera contemplando su pasado allí. Tom sentía sus propios dedos cada vez más insensibles de tanto pellizcarlo, y sabía que muy probablemente Harry aparecería con moretones.
Por la tarde, Harry volvió a estallar. No atacó a nadie. Simplemente cayó en medio de un pasillo vacio cuando iban a la Sala Común, aferrándose a la cabeza, con uno de los ataques de pánico más extraños que Tom pudiera haber visto en su vida. Su boca estaba abierta, pero ningún sonido brotaba de ella. Sus ojos estaban perdidos, pero no había lágrimas allí, como si todas hubieran muerto.
Tom decidió dormirlo y llevarlo a intentar descansar. Lo acostó contra su cuerpo y veló en su sueño intranquilo durante toda la noche.
...
Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos. Harry pareció mínimamente interesado cuando una de aquellas criaturas pequeñas y desagradables corrió hasta él y se abrazó a su pierna. Luego de ello, el profesor Lupin debió encerrarlos para que dejaran en paz a Harry.
Tom no tenía idea de cuándo había ocurrido, pero Hagrid, el guardabosque, encontró un cadáver cerca de Hogsmeade. No era ningún squib ni ningún dementor. Era, por lo visto, un brujo que había decidido pasar a saludar a Albus Dumbledore y estuvo en el momento equivocado con la persona incorrecta. No había mensaje sangriento, al menos a simple vista, porque tallado sobre su pecho la caligrafía furiosa dictaba:
"Una roca no toma una decisión mientras está cayendo.
Cae, y eso es todo".
Tom decidió que Harry necesitaba hablar un poco de sus problemas y matar menos, porque recién llevaban tres semanas en el colegio y ya había matado a dos personas.
...
Harry estaba sentado en su cama, abrazando sus rodillas contra el pecho y observando las aguas intranquilas del lago negro a través de la ventana de su habitación. El verde se extendía por las paredes, y el calamar gigante pasaba de vez en cuando, sus tentáculos moviéndose y estirándose.
Tom se adentró y le alcanzó una barra de chocolate.
—Toma.
Harry observó la barra de chocolate y luego lo observó con las cejas alzadas.
—¿Estás pensando envenenarme? Tú odias que coma chocolate.
—Come el puto chocolate, Harry.
Harry lo abrió y mordió un trozo. Era dulce y se derretía suavemente contra su lengua, su sabor exquisito expandiéndose contra sus papilas gustativas.
Tom no dudó mucho en hablar.
—Necesitas parar con esto.
Harry tragó su chocolate y le observó.
—¿Con qué?
—Ya van dos. Dos. No ha pasado ni un mes, Harry, y vas matando dos personas. En un colegio. Ninguna de ellas justificada.
—Discúlpame, pero mis muertes nunca han estado justificadas. Son muertes. No pueden justificarse porque sí.
Tom debió darle la razón.
—¿Por qué lo haces?
Harry le observó, su cabeza girando de forma pausada como si intentara verle más de lo que ya veía.
—¿Matar?
El demonio puso los ojos en blanco.
—No, comer chocolate —Harry parecía dispuesto a responder, pero Tom lo silenció—. Sí, matar.
Harry suspiró.
—Me trae calma.
—Explícate —pidió Tom. Harry mordió otra porción de chocolate, diminuta entre sus labios.
—Cada vez que veo la sangre correr me doy cuenta de que tengo el poder. Puedo decidir. Puedo decir quién vive y quién muere. Soy invencible. Nada puede detenerme. Nada puede hacerme daño, no si yo le hago daño primero.
Tom asintió con la cabeza. Harry mordió otra porción de chocolate.
—¿Por qué te gustan los asesinos seriales?
—Soy uno —Harry se encogió de hombros—. Pero nunca decidí serlo. Un asesino serial no decide de un día para el otro que será uno. No dice "Oh, qué lindo día. ¿Por qué no me convierto en un asesino serial y lo hago más lindo?". No. En absoluto. Son una serie de circunstancias que lo llevan al acto. Y es... plenitud. Me gustan los asesinos seriales porque fueron atrapados, porque cometieron errores. Me gusta ver en ellos los errores que nunca deberé cometer.
—Pero los estás cometiendo. Estás sin control.
—No —Harry frunció el ceño—. Estoy en total control de mí mismo. Eso es lo que ocurre.
Si Harry se lo estaba diciendo, era porque realmente lo creía.
Tom suspiró. Se venían tiempos difíciles.
...
Notitas finalesssssss:
¡Si echaste de menos a la autora, comenta aquí!
Si has amado algo del cap, ¡dime qué!
Si has amado a Remus (yo lo he amado, YO LO AMO) comenta aquí.
Si tienes teorías, diME DIME DIME DIMMEEEE.
Si tienes preguntas: ¡éste es el lugar para hacerlas!
Y sé que nunca hago esto, pero quiero decirles algo que quizá sea triste, pero es real y quiero que lo tengan en cuenta: nadie ni nada es eterno. Todos estamos hechos de carne y hueso y sangre y respiramos el mismo oxígeno, estamos bajo el mismo cielo, y quizá algunos estén en la misma ciudad, viviendo los mismos peligros, viviendo los desastres naturales, los atentados terroristas, las enfermedades... Nada de lo que nos rodea es eterno. Incluso lo material se irá algún día. Así que, mientras tengan a alguien que aman (mamá, papá, sobrinos, ahijados, mascotas) ¡no lo guarden! No importa que tan fríos sean. Nunca es tarde para abrazar con fuerza porque quizá sea la última vez. YA SÍ ME PUSE SAD, ESTOY SEGURA QUE KYUUBI ME PASARÍA UN MEME. Muy bien, los amo mucho, ¿sí? Cuídense mucho, mucho, mucho. Y siempre sean felices, persigan la felicidad, persigan sus ambiciones y lo conseguirán todo.
No olviden que esta escritora de aquí los ama mucho.
Eso, ya. Bai xd
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