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{ 28 . Harry Potter y la Inverosimilita del Aburrimiento }

El primero de septiembre, Harry y Tom estuvieron puntualmente en el Andén 9 ¾.Y con puntualmente, se decía a las ocho de la mañana, con todo el puto andén vacío de cualquier alma humana y decente.

Harry tomó asiento en un compartimiento y Tom se sentó frente a él, observando a su humano prácticamente temblando de la emoción. Una sonrisa extraña estaba cruzando su rostro. Ah, Harry, su pequeño Harry. Durante todo el transcurso de las vacaciones había esperado regresar a Hogwarts. Tom lo comprendía. En Hogwarts, Harry podía sentirse completo.

—¿Qué expectativas tienes para este curso? —preguntó Tom, recargándose contra su espalda, dispuesto a estirar un poco las piernas antes de que alguno de los mocosos que se decían sus amigos llegaran.

Harry ladeó la cabeza, los ojos ligeramente soñadores.

—El curso pasado —murmuró, enumerando—, convencí a una sangresucia de unirse a mis segui-... —se interrumpió ante la mirada aireada de Tom y se corrigió— amigos. Castigué a un Prefecto en su primer día. Maté un Troll. Escalé hasta volverme de alguna forma inexacta e inexplicable amigo de todos los Slytherins de mi año. Además de hacerme respetar, conseguir pasar todos mis exámenes con la nota máxima, y matar al profesor de Defensa. Tengo grandes esperanzas para este segundo año.

Tom rió suavemente.

—Yo diría que lo del profesor de Defensa fue... accidental —susurró, quizá algo provocativo. Harry alzó una ceja.

—¿Por qué lo dices?

—Quirrell era un estúpido.

—Quirrell estaba poseído por Voldemort.

Tom chasqueó la lengua.

—Tecnicismos. Seguía siendo un estúpido. No había nada que Voldemort hubiera podido hacer, teniendo en cuenta que Quirrell siempre sería un estúpido.

Harry rió suavemente. Tom entrelazó sus dedos sobre su regazo, observándole con la cabeza ladeada.

—Apuesto que no puedes volver a hacerlo.

La seriedad cubrió el rostro de Harry.

—Volver a hacer... ¿qué?

—Matar al profesor de Defensa de este año. No todos pueden ser tan estúpidos e ignorantes como el profesor Quirrell. Algunos, tal vez, sepan defenderse.

Harry le observó con ojos cargados de emoción.

—Me estás dando... vía libre... carta blanca... ¿para matar a un profesor? —jadeó, totalmente maravillado. Tom asintió, sonriendo perversamente.

—Estoy apostando que no podrás volver a hacerlo, al menos solo. Si me llamas en busca de ayuda, pierdes. Aunque técnicamente deba ir tras ti y ayudarte si la cosa se pone fea.

Harry chilló y en un movimiento ya estaba en el regazo de Tom, abrazándolo con fuerza.

—¡Graciasgraciasgraciasgracias! —gritó, cargado de emoción.

...

Harry tomó asiento en el pupitre de en medio del salón de Defensa Contra las Artes Oscuras. Sus ojos estaban iluminados por una curiosidad velada.

El humor negro en las facciones de Tom era claro.

Un hombre apareció. Era rubio, distinguido, con una cara cargada de arrogancia y tirante por los claros encantamientos de rejuvenecimiento. Sus túnicas parecían similares a las que debería usar un mago-stripper en una fiesta de Halloween muggle. (Y Harry se estremeció con aquel pensamiento).

El profesor tomó un libro de un pupitre y lo alzó, mostrando su rostro en la portada que guiñaba juguetonamente un ojo.

—Yo —dijo, señalando la foto y guiñando el ojo él también— soy Gilderoy Lockhart, Caballero de la Orden de Merlín, de tercera clase, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras, y ganador en cinco ocasiones del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista Corazón de bruja, pero no quiero hablar de eso. ¡No fue con mi sonrisa con lo que me libré de la banshee que presagiaba la muerte!

Harry sintió su sonrisa y su emoción quebrársele en la cara. Un ligero tic nervioso se instaló en su párpado.

—Veo que todos habéis comprado mis obras completas; bien hecho. He pensado que podíamos comenzar hoy con un pequeño cuestionario. No os preocupéis, sólo es para comprobar si los habéis leído bien, cuánto habéis asimilado...

Cuando terminó de repartir los folios con el cuestionario, volvió a la cabecera de la clase y dijo:

—Disponéis de treinta minutos. Podéis comenzar... ¡ya!

Harry alzó el papel, se ajustó las gafas y leyó:

1. ¿Cuál es el color favorito de Gilderoy Lockhart?

2. ¿Cuál es la ambición secreta de Gilderoy Lockhart?

3. ¿Cuál es, en tu opinión, el mayor logro hasta la fecha de Gilderoy Lockhart?

Tres páginas después, seguía con aquel ritmo insufrible.

54. ¿Qué día es el cumpleaños de Gilderoy Lockhart, y cuál sería su regalo ideal?

La sonrisa de Harry tenía una nota de histeria. Tom soltó una risita mientras su pluma rasgaba el papel. Harry tomó aire varias veces e intentó mantener la calma. Entonces, entintó la pluma, golpeteó la cantidad de veces suficientes el pergamino para calmar en nudo en su pecho, y comenzó a escribir.

...

Incluso en la Sala Común, Tom seguía riéndose. Se mantenía en un estado de nebulosa seriedad para, de pronto, recordar la clase de Defensa y que una risa escapara de sus labios.

Bueno, Tom no era el único. Draco había reído hasta que su estómago había dolido, y luego había tenido que correr al baño.

La expresión de Lockhart era una clara oferta de ser fotografiada para la posteridad cuando cogió el cuestionario de Harry, leyendo las respuestas.

1. Su color favorito es una derivación entre los matices del ego inquebrantable de alguien tan vacío que debe ser llenado por falsa admiración, el color de su propia mirada cuando se encuentra con su reflejo y la clara tonalidad del brillo que falsamente agrega a sus dientes. ¿Podría decir lila, quizá?

2. Lista de posibles ambiciones secretas en base a la redacción y no al texto: a) ser admirado por más personas, quizá a orden mundial; b) conseguir aparecer en los cromos de las ranas de chocolate; c) escribir otro puñetero libro que me costó más de siete galeones y no estoy forrado en oro joder; d) ser entrevistado por una revista de orden mundial y reconocido popularmente, quizá de ese modo deteniendo de alguna forma las hordas del mal; e) crear su propia línea de productos de belleza para no depender de los encantamientos rejuvenecedores y no dejar rastros de que se le fueron aplicados; f) todas las anteriores.

La expresión de Lockhart era un poema. Harry rió hasta que dolió hacerlo.

Esa clase iba a ser un puto chiste.

...

Draco lo arrastró durante el primer fin de semana que pasaron en Hogwarts.

—¡Harry, POR FAVOR!

Harry hundió los talones en el suelo, negándose.

—No, Draco Malfoy. No me convencerás de esto. No habrá nada que puedas hacer, decir o prometer para que esté dispuesto a esto. No es más que una abominación contra natura. Y, además, valoro mucho mi vida como para hacerlo. No lo haré. Es un no definitivo y rotundo.

Diez minutos después estaban montados sobre escobas, Harry ayudando a Draco a practicar para tomar el puesto de cazador del equipo de Slytherin. Desde las gradas del campo de Quidditch, Tom fingía leer mientras les observaba.

—Muy bien, Harry —Draco alzó la voz, resonando por el aire—, ¡lánzame la bola!

Harry resopló. Se aferraba a la escoba con ambas manos, y atribuía el temblor de todo su cuerpo al frío aire y no a estar a más de doce metros del suelo.

—No puedo —gruñó—. ¿Cómo se supone que me suelte de esta escoba?

—¡Harry, venga! ¡Ayúdame!

Harry gimoteó antes de convocar la bola (con un nombre sorprendentemente incapaz de aprendérselo), y lanzársela a Draco cuando él volaba a un lado suyo. Draco la atrapó en el aire. Luego se la lanzó nuevamente, y Harry la atajó bajo su brazo, moviéndose.

Con cada uno de los pases, Draco demostraba tener talento, y Harry dejaba de temblar tanto.

Con la puesta de sol del sábado, Draco y Harry aterrizaron en el césped del campo de Quidditch. Harry sentía que le temblaban las piernas. Draco, con la bola extraña en las manos, se agachó para guardarla en el baúl. Sin embargo, cuando lo abrió, una pequeña pelotita dorada abrió alas y echó a volar a toda velocidad.

Draco gimoteó.

—¡Maldición! ¡Flint va a matarme! —gruñó—. Se supone que teníamos que tener cuidado con la Snitch. Es la única que tenemos para practicar...

Pero Harry no lo oía. Simplemente observaba la pequeña pelotita, flotando cerca de uno de los arcos. Con el atardecer naranja, los destellos solares arrancaban destellos brillantes a las alas de la diminuta bola, y Harry casi ni lo consideró cuando dió una patada en el suelo y se elevó en los aires, acelerando y persiguiendo la Snitch por algunos metros hasta que por fin estuvo en sus manos.

Antes de que pasara el minuto había aterrizado. Draco le miraba con la boca abierta.

Harry resopló.

—Que no se te escape otra vez —gruñó.

Draco seguía con la boca abierta. No cerró la mano en torno a la Snitch, y ésta volvió a huir. Harry soltó un gimoteo desesperado antes de elevarse nuevamente en el aire, persiguiendo el brillo dorado con el viento salpicándole el rostro y erizándole la piel de los brazos bajo el uniforme. Se demoró más esta vez, quizá un minuto y medio, antes de volver a traérsela a Draco.

Esta vez el chico cerró la mano con fuerza en torno a la de Harry, el destello de manía en los ojos plateados demasiado vívido.

—HARRY, ESTO ES REALMENTE GENIAL, NO PUEDO CREERLO, ¡TIENES QUE PRESENTARTE COMO BUSCADOR ESTE AÑO! —chilló Draco, con emoción. Harry agradeció que Draco no fuera parte banshee por enésima vez desde que lo conocía.

...

El Quidditch no resultó tan malo una vez que se acostumbraba a sobrevolar a veinte metros del suelo montado en un simple palo de madera.

Draco le regaló una Nimbus 2001. Tom apareció en su primer partido a regañadientes con los colores de Slytherin pintados en el rostro, por algo que Harry reconocía claramente mano de Astoria Greengrass. Así como su hermana era una experta en los peinados, Astoria era una artista del pincel excelente. Blaise, Theodore, Crabbe y Goyle le hicieron barra durante los escasos diez minutos que duró el partido.

Flint, el capitán, había sido muy claro con Harry.

—Muy bien, Potter. Tenemos en claro que tienes una habilidad innata para encontrar la Snitch en cualquier parte. Así que la encontrarás, no la perderás de vista, y cuando hagamos una puntuación que supere los cien puntos cogerás la Snitch. Mientras más puntos marquemos en el partido, es mayor la posibilidad del recuento para ganar la copa de Quidditch.

Harry no entendía ni pío de Quidditch, solamente sabía que debía esperar hasta cien puntos para atrapar la pelotita dorada. Y eso hizo.

La celebración de la noche los mantuvo a casi todos despiertos. Slytherin parecía ser algo diferente a lo que Harry había conocido hasta entonces: todos eran amigables con todos, todos reían a carcajadas, todos se abrazaban. Lanzaban cánticos, jugaban al póker muggle, contaban chistes de dudoso humor para menores de edad, y festejaban bebiendo grandes tragos de cerveza de mantequilla. Draco parecía encantado. Harry decidió relajarse un poco. Después de todo, aquello parecía una pequeña interrupción en toda su aburrida rutina hasta el momento. Ver aquella cara de los Slytherin era algo que no se le había permitido ver antes.

...

Durante la primera noche luna nueva en Hogwarts, Regulus Black condujo a Theodore Nott a la habitación de Blaise Zabini y cargó de encantamientos que cerrarían la puerta de Draco Malfoy hasta las primeras luces del alba.

...

Harry visitó a Hermione en la Sala Común de Ravenclaw. Una chica asiática de tercero le miró mal.

—¿Qué hace un Slytherin aquí? —preguntó, despectiva. Harry le dirigió una sonrisa tranquilizadora.

—Las normas de Ravenclaw dicen que cualquiera que pueda responder la pregunta puede entrar —respondió—. ¿Dónde está Hermione?

La chica bufó y no respondió.

—Está en su habitación —respondió una voz aguda. Harry se volteó, observando a una niña de largos cabellos claros y ligeramente sucios, con enormes ojos pálidos rodeados de pestañas claras y expresión de ligera sorpresa. Tenía un collar de corchos en el cuello y aretes de rábanos en las orejas. Su uniforme estaba al revés.

A Harry le cayó bien inmediatamente.

—Muchas gracias —Harry le sonrió. La chica también le sonrió.

Harry subió las escaleras de dos en dos hasta llegar la habitación de Hermione. O, mejor dicho, intentó subir, porque las escaleras se transformaron en una resbaladilla. Harry pegó sus manos a las paredes y siguió subiendo, como si estuviera escalando por el suelo firme, consiguiendo llegar hasta la puerta.

Golpeó, dudoso.

—¿Hermione?

Escuchó el sollozo de la chica. Volvió a golpear.

—Hey, ¿Hermione? ¿Puedo pasar?

La chica soltó algo parecido a un "¡NO!" ahogado y estrangulado. Harry empujó la puerta.

Hermione se encontraba envuelta en sábanas, con el cabello más despeinado de la cuenta y los ojos hinchados. Harry pasó saliva.

—Hey.

—Vete —gruñó la chica, sorbiendo por la nariz. Harry corrió hasta su cama y tomó asiento junto a ella.

—Daphne me lo ha dicho —murmuró Harry—. Estás... ¿bien?

—No me estoy muriendo —balbuceó Hermione, limpiándose sonoramente la nariz con un pañuelo de tela—. Simplemente me siento humillada. El profesor Flitwick no sabía qué hacer... debió venir la profesora McGonagall... ¡Estaba tan asustada!

Harry mordió su labio y extendió su mano para apartar algunos cabellos del rostro de Hermione.

—¿Quieres saber algo positivo de todo esto? —dudó Harry suavemente. Hermione le observó con los ojos hinchados.

—¿Ningún compañero de Hogwarts se olvidará de mí por los próximos cien años?

Harry rió suavemente.

—Nop —se giró en la cama, enredando sus dedos suavemente a los cabellos de su amiga. Con suaves movimientos consiguió desenredarlo y apartarlos de su rostro, peinándolos en una trenza cruzada desde el lado izquierdo de su cabeza al derecho—. Que en los próximos meses serás una muchacha bellísima, y con una simple excusa podrás salvarte de las lecciones de vuelo. Y probablemente te vuelvas una mujer infartante antes de sexto año. Y cuando me transforme en una estrella internacional de Quidditch, estaré encantado de presentarle a todo el mundo a mi mejor amiga, una ex-Ravenclaw que además de tener un cerebro enorme, además es una mujer guapísima.

Hermione rió, las lágrimas cayéndole por el rostro. Harry la atrajo hacia sí, limpiándoselas con la túnica.

—Eres un buen amigo, Harry —susurró Hermione, dejando que el chico la cargara de afecto—. Gracias por estar conmigo. Sé que debe ser... difícil, para ti... Anthony Goldstein comenzó a hacerme preguntas incómodas, dice que quiere ser sanador, pero a decir verdad parecían preguntas más morbosas que...

—Shhh —Harry la arrulló entre sus brazos—. Estaré para ti siempre, Hermione. ¿Vale? Así que, si necesitas algo, ya sabes, un dulce, un abrazo, gritarle a alguien, estoy aquí. ¿Hecho?

Hermione asintió y dejó que Harry siguiera acariciando sus cabellos.

Harry, con aquella falsa sonrisa entre sus labios, maldijo a Tom y a la maldita apuesta que habían hecho. La primera de cualquiera de sus amigas de cualquier casa que se desarrollara, si lo hacían antes del receso de invierno, sería él el encargado de consolarla; sin embargo, si lo hacían después, sería Tom. Lo que comenzó una mala broma teniendo en cuenta los ciclos de luna nueva de Draco acabó por una verdadera apuesta.

Ahora, Harry estaba pagando.

...

Halloween estuvo cargado de chocolate. Harry comió (sin oír las advertencias de su demonio) hasta que su estómago literalmente dolió y su cuerpo se brotó de una muy molesta reacción alérgica durante el amanecer del día siguiente. Tom no lo sanó hasta que Harry prometió que tendría más cuidado con su consumo de chocolate y dulces.

Algo que no cumplió, claramente. Dos días después estaba comiendo ranas de chocolate como si nunca hubiera probado una.

...

El Club de Duelo se abrió con el apoyo de Gilderoy Lockhart. Harry deseó encerrarse en su cama y no salir hasta que el triste intento de mago fuera atropellado por una maldición asesina. Aunque si se encerraba solo se aburriría, así que probablemente debería encerrar a Tom con él. En fin.

Lockhart estaba animado cuando subió a la tarima con Snape. Snape, con su mirada turbia y cargada de humor sádico, hizo una burlona reverencia a Lockhart mientras él la correspondía.

—Como veis sostenemos nuestras varitas en la posición de combate convencional —explicó Lockhart a la silenciosa multitud—. Cuando cuente tres, haremos nuestro primer embrujo. Pero claro está que ninguno de los dos tiene intención de matar.

—Yo no estaría tan seguro —susurró Regulus Black por detrás de Harry y Tom. Harry rió suavemente y el profesor Black le revolvió los cabellos, juguetón.

—Una..., dos... y tres.

Ambos alzaron las varitas y las dirigieron a los hombros del contrincante. Snape apenas movió su varita y pronunció claramente:

—Expelliarmus.

No necesitó gritar para que un volantazo de luz roja golpeara a Lockhart, que despegó en el aire, voló hacia atrás y salió de la tarima, golpeando contra el muro y cayendo hasta quedar tendido contra el suelo.

Regulus aplaudió con un orgullo que hacía relucir sus mejillas de un tono más rosado y sus ojos grises destellando con emoción.

Nadie preguntó por la salud de Lockhart, aunque poco después éste se puso de pie, aturdido y desorientado.

—¡Bueno, ya lo habéis visto! —dijo, tambaleándose al volver a la tarima—. Eso ha sido un encantamiento de desarme; como podéis ver, he perdido la varita... ¡Ah, gracias, señorita Brown! Sí, profesor Snape, ha sido una excelente idea enseñarlo a los alumnos, pero si no le importa que se lo diga, era muy evidente que iba a atacar de esa manera. Si hubiera querido impedírselo, me habría resultado muy fácil. Pero pensé que sería instructivo dejarles que vieran...

Snape parecía dispuesto a matarlo, y quizá Lockhart sintió que su vida peligraba seriamente, porque dijo:

—¡Basta de demostración! Vamos a colocaros por parejas. Profesor Snape, si es tan amable de ayudarme...

Fueron creando parejas. Snape intercambió unas palabras en voz muy baja con Regulus, que en un movimiento suave le apartó un mechón del rostro. Snape le dirigió una diminuta sonrisa antes de sentir los ojos verdes de Harry sobre ellos y emparejarlo con Anthony Goldstein. Lockhart emparejó a Ian con Hermione, apenas a unos metros de donde ellos estaban.

Una vez todos en sus respectivos sitios, Lockhart siguió con la voz de mando.

—¡Poneos frente a vuestros contrincantes —dijo, de nuevo sobre la tarima— y haced una inclinación!

Anthony Goldstein tenía los cabellos castaños ondulados suavemente, ojos de un nítido azul y piel cargada de pecas. Se inclinó suavemente, sin despegar los ojos de él, y Harry hizo lo mismo.

—¡Varitas listas! —gritó Lockhart—. Cuando cuente hasta tres, ejecutad vuestros hechizos para desarmar al oponente. Sólo para desarmarlo; no queremos que haya ningún accidente. Una, dos y... tres.

Harry apuntó la varita, pero Anthony pronunció algo demasiado veloz y Harry cayó hacia atrás. Harry frunció el ceño y escupió una palabra entre dientes a la vez que convocaba algún hechizo que su varita quisiera darle, porque seguía siendo realmente malo recordando los nombres de los hechizos.

Anthony Goldstein se retorció, respirando con dificultad.

—¡He dicho sólo desarme! —gritó Lockhart a la combativa multitud cuando Malfoy cayó de rodillas. Harry no tenía idea qué encantamiento había utilizado, pero Goldstein respiraba con dificultad, quizá por las risas que sacudían todo su cuerpo.

Luego de varios hechizos, Lockhart detuvo el duelo. Los destrozos de los combates con alumnos poco experimentados eran entre cómicos y terribles.

—Muchachos, muchachos —decía Lockhart, pasando por entre los estudiantes—. Creo que será mejor que os enseñe a interceptar los hechizos indeseados —decidió—. Necesito un par de voluntarios... Longbottom y Finch-Fletchley, ¿qué tal vosotros?

—Mala idea, profesor Lockhart —Regulus Black se acercó a Lockhart, envolviendo los hombros del hombre con su brazo. Harry no se perdió la mirada homicida de Snape—. Longbottom no tiene un control demasiado bueno sobre el ámbito del ataque, y no tengo realmente muchos deseos de tener que enviar un estudiante a la enfermería —suspiró sonoramente. Lockhart rió como si aquello hubiera sido una buena burla—. ¿Qué tal Malfoy... y Potter? —sugirió Black.

Harry buscó a Draco con la mirada. Draco se encogió de hombros.

—¡Excelente idea! —dijo Lockhart, haciéndoles un gesto para que se acercaran al centro del Salón, al mismo tiempo que la multitud se apartaba para dejarles sitio—. Vamos, Harry. Cuando Draco te apunte con la varita, tienes que hacer esto.

La floritura de varita causó que ésta cayera al suelo. Harry escondió una sonrisa de burla.

Entonces, Regulus se acercó a su sobrino, agachándose y susurrando varias palabras en su oído sin dejar de mirarlo. Los ojos de Regulus ardían como dos monedas de plata.

Draco sonrió con una malicia que Harry realmente no conocía en su rostro. Harry retrocedió un paso, observando mejor la situación.

—¿Te asusto, Potter? —susurró Draco, con la mirada ciertamente provocadora. Harry entrecerró los ojos.

—Estoy seguro que eso desearías.

Lockhart hizo la cuenta regresiva y Draco movió su varita, pronunciando un claro "¡Serpensortia!". De la punta de ella brotó una larga serpiente negra, deslizándose con suavidad por el suelo, sus escamas brillando como pequeñas piedras de ónice.

Era hermosa.

Lockhart parecía aterrado. Retrocedió dos pasos, tropezando con el pie de Snape que casualmente estaba extendido fuera de su túnica, y cayendo sentado en el suelo. Estaba espantado, y Harry hubiera reído si no estuviera tan embelesado con la serpiente.

Se acuchilló, observándola. La serpiente le devolvió la mirada.

Hey, eres hermosa, ¿lo sabes? —susurró Harry, las palabras arrastrándose por su lengua. La serpiente se deslizó más cerca suyo, abandonando la posición de ataque y ofreciéndole su cabeza en algo similar a un gato pidiendo cariño. La serpiente siseó, y Harry comprendió cada una de sus palabras sin sorprenderse—. ¿Has asustado al profesor Lockhart? Eso ha estado bien. Me hubiera gustado verlo. ¿Podrías hacerlo otra vez?

La serpiente, gustosa, se apartó y se deslizó hasta enredarse en las piernas de Lockhart, que chilló desesperado. Harry fue el único en reír, y su risa se elevó en el espanto del Salón junto a los gritos de Lockhart.

Snape movió su varita y la serpiente desapareció. Entonces, hundió sus dedos blancos con fuerza en el hombro de Harry, arrastrándolo de allí con la sombra de su risa burlona aún fresca en la cara.

...

Tom le esperaba en las habitaciones. Debería estar en clase.

—Hablas pársel —escupió el demonio, estrechando sus ojos. Harry mordió su labio.

—Sip.

—¿Lo sabías?

—Nop —se encogió de hombros—. Es decir, solía hablar con serpientes de pequeño. Pero no sabía que era justamente pársel. Snape me lo acaba de decir.

Tom le acorraló contra la pared, sujetándole de la mandíbula, observándole como si fuera la primera vez que lo veía realmente.

—Háblame.

Harry alzó una ceja.

—En... ¿pársel?

—Sí.

Harry jugueteó con la corbata verde y plateada de Tom entre sus dedos y murmuró sin mirarle a los ojos:

¿Sabes por qué te he besado antes, Tom? Antes, cuando me trajiste la Piedra. Solamente podía pensar en Voldemort, en cómo se deshizo tan frágil bajo mis manos, y luego tú... por más que hiera tu cuerpo soy incapaz de herirte, incapaz de perderte, y a la vez me aferro más a ti. Tú eres mío, mi Príncipe. Quizá no totalmente, y mucho menos ahora, pero... ¿en unos años? Pondré a prueba si tu tentación por mi alma se extiende a mi cuerpo. Serás totalmente mío, mi Príncipe. Mío.

La risa de Tom trepó con suavidad por su columna cuando sus labios le rozaron la garganta, la carne de gallina bajo la respiración cálida, y susurró contra su oído:

Tú eres quien será totalmente mío, mi Diamante.

Harry chilló, sintiendo que su rostro pasaba automáticamente a ser un emblema de la casa Gryffindor, mientras lo empujaba y balbuceaba cosas torpes hasta conseguir hilar una frase coherente.

—¡NO ME DIJISTE QUE HABLABAS PÁRSEL, MALDITO BASTARDO!

La carcajada de Tom lo persiguió incluso en sus sueños.

...

—No voy a salir de esta cama en todo el día.

Tom le observó con una falsa mirada de borrego.

—Harry, es catorce de febrero. Quiero ver esto. ¿No tenías un plan muy elaborado para el día de hoy?

Harry mordió su labio.

—No. Ya lo olvidé. No importa. Vete.

Harry estaba cubierto con las sábanas hasta la barbilla. Tom tiró de ellas y Harry lo maldijo con un rayo de magia que, casi como electricidad, actuó velozmente expulsándolo de la habitación.

Tom (alabado sea Merlín por los pequeños favores) no llegó a ver nada del estropicio pegajoso en las sábanas.

...

Harry no llegó al desayuno (y menos mal, porque las paredes del Gran Comedor estaban cubiertas de flores grandes en un rosa chillón, y del techo azul pálido caían confetis en forma de corazones) pero estaba presentable para su primera clase. Tom le observó intrigado cuando escogió un asiento en el aula de pociones junto a Draco y no junto a él.

Snape estaba tan amargado como siempre, aunque quizá su amargura se tornaba más homicida mientras volaban pequeños corazones rosas por sobre su cabeza, hechizo quizá obra de algún bromista. Harry tampoco tenía ánimos de bromear. Realizó su poción junto a Draco y se encaminó a su siguiente clase. Tom lo atrapó en el camino y lo arrastró hasta un pasillo vacío.

—¿Qué ocurre?

El rostro de Harry estaba caliente. Tom posó su mano en su frente, comprobando su temperatura, y Harry se escabulló.

—¡Nada! —chilló, con voz aguda, antes de echar a correr detrás de su curso. Tom talló su frente. Malditos humanos.

...

Harry recibió treinta y tres tarjetas, tanto reales como amistosas e inclusive de broma. Quizá, para distraerse del calor de la pierna de Tom contra la suya mientras cenaban, las abrió una por una. Draco, Hermione, Pansy, Theodore, Blaise, Draco otra vez, Astoria, Daphne, Adrian Pucey, un tal Colin Creevey, Draco otra vez, Luna Lovegood (una chica con la que había hablado una sola vez en su vida, por lo que recordaba), y demás personas que no conocía mucho hasta llegar a una tarjeta totalmente negra al final de la pila.

La abrió, leyendo las letras en blanco sobre el negro. No había firma, sólo la floritura de la letra que Harry ya conocía bien.

"Los monstruos también son necesarios en la naturaleza".

Los ojos de Tom le observaron cómo rubíes un momento antes de regresar a su claro color y seguir comiendo.

...

—Tengo la breve sensación de que se me olvida algo.

Tom estrechaba la mirada. Harry golpeaba su baúl cerrado con su varita.

—¿Algo como...? —Tom parecía expectante. Harry sonrió.

—¡Oh! —su rostro se iluminó—. Ya lo recuerdo. Espera...

Harry echó a correr fuera de la sala común y no se detuvo hasta la oficina de Snape. Golpeó suavemente.

El profesor de pociones le observó curioso, notando sus mejillas sonrojadas y su cabello alborotado por la carrera.

—Señor Potter —alzó las cejas—. ¿Qué hace aquí?

—¡Profesor! —Harry chilló, con un espanto latente—. ¡El profesor Lockhart apareció flotando en el lago negro! ¡Puedo verlo desde mi ventana!

Snape mordió su labio y negó con su cabeza.

—Potter... —Snape lo arrastró hasta el interior de la oficina y tomó aire, intentando que su fachada no se quebrara—, ¿no podría haberlo hecho a principio de año? Quizá de ese modo Dumbledore me habría considerado para el puesto.

Harry soltó una carcajada estruendosa. La mirada negra de Snape estaba cargada de un extraño afecto casi paternal.

—Lo tendré en cuenta para el próximo año —prometió Harry. Snape curvó su sonrisa sádica.

—Le haré recordarlo. 

*****

Si te gustó el capítulo y mi forma de explicar UN AÑO ESCOLAR en menos de 5 mil palabras, dale estrellita (y si no también).

Si amaste el trolleo de Tom a Harry con el pársel, COMENTAD AQUÍ JEJEJEJE. 

Si tienes preguntas: aquí.

Si tienes teorías: aquí.

Si tienes sugerencias: aquí.

Si tienes algo que decirme y/o preguntarme: aquí. 

Y recuerda siempre: G te ama.

xxx G.

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