{ 20 · All Hallow's Eve }
Cuando Halloween llegó, Harry estaba ligeramente confundido de cómo celebrarían aquello los magos. Al ver calabazas asadas, velas, murciélagos y el banquete lleno de dulces, estuvo seguro de que en el mundo muggle por lo menos podía disfrazarse de Chucky y amenazar a algunas personas que creían que era adorable y le daban dulces. ¡Pero vamos, amenazar a gente por dulces! ¡Nunca se había encontrado un acuerdo mejor que ese! (Y ni siquiera hacer un pacto con un demonio, porque bien, sí, había tenido magia, tortura, y bastante diversión por años, pero, ¿dulces? ¡Por favor!).
Estaba intentando comer con toda la velocidad del mundo una cena aprobada por la mirada de "no seré tu padre pero puedo ser igual de jodidamente irritante que si tuvieras uno" del demonio a su lado, intentando llegar más rápido que nunca a las fuentes de chocolate fundido, dulces, varitas de regaliz, pasteles de manzana, piña, manzanas con caramelo, almendras bañadas en dulces... cuando al bastardo de Quirrell se le ocurrió aparecer.
—Un troll... en las mazmorras... Pensé que debían saberlo.
Harry sonrió con una expresión de "yo de aquí no me muevo hasta que no coma mi postre" mientras todos se revolucionaban. El director había ordenado que los prefectos enviaran a los alumnos a sus dormitorios, cuando Harry oyó el quejido infantil (pero inteligente) de Draco.
—¡El troll está en las mazmorras y Dumbledore nos manda a nosotros allí! ¿Pero qué se cree?
Todos los demás Slytherin parecieron caer en la cuenta de aquello. Mientras los demás alumnos se movilizaban, la mesa de Slytherin se mantuvo en calma.
Harry cogió varias barras de chocolate y las introdujo a sus bolsillos. Hizo lo mismo con algunos cuantos otros dulces que fueran verdaderamente apetitosos. Tom parecía estar demasiado ocupado intentando controlar a sus compañeras de año en sus ataques de pánico (o, en realidad, disfrutando enormemente de ellos. Tom tenía esa vena sádica que era más allá que física: gozaba del sufrimiento emocional, y de manipular con un par de palabras para conseguir que un inocente fuera culpable). Harry siguió introduciendo dulces a sus bolsillos hasta que Regulus Black se acercó a ellos.
—Chicos, sé lo que estáis haciendo —advirtió a todos los miembros de su casa—. Y no, por supuesto no iréis a Slytherin bajo el peligro del troll. Dumbledore no tiene permitido revelar la ubicación de los demás dormitorios, por lo que debió decir lo de los dormitorios para despistar —muchos parecían aterrados. Harry le dió una mordida a su sándwich de pavo, fingiendo que estaba en calma y que no moría por encerrarse en su habitación y devorar todos sus dulces—. Así que ahora vendréis conmigo. Yo me encargaré personalmente de todos vosotros. Y si alguno de vosotros, mocosos de mierda, se llega a salir del puto camino, os juro que os arrancaré la piel de a trozos mientras aún están con vida. ¿Me habéis oído? Ahora, coged comida y seguidme.
Harry se preguntó de forma ligera, casi como un pensamiento descuidado, por qué Regulus les llevaba a tal y tal sitio, y no era Snape el encargado; también se preguntó qué habían hecho con el cuerpo inconsciente de Quirrell , que se había desvanecido luego de dar el anuncio que puso de cabeza al colegio.
Regulus les llevó por las escaleras y Harry reconoció el camino que tomaban con Tom para ir más rápido al salón de Historia de la Magia. Harry creyó que era un lugar fabuloso para esconderse de un troll: tenía la capacidad para todos los alumnos de Slytherin, independientemente del año, ya que además de las mesas se encontraban extensos lugares donde se podrían realizar representaciones teatrales, proyección de negativos y cierta cantidad de cosas que aún no habían hecho, y muchos de los alumnos mayores podían transfigurar los incómodos pupitres en algo más cómodo.
Harry se alegraba de haber traído dulces. Entonces, cuando volteó la cabeza ligeramente, lo vió.
El puto troll.
Bueno, había visto un par de ellos en el libro de Defensa contra las Artes Oscuras. Pero no pensó que apestara tanto, y que además fuera tan feo. ¡Se parecía a Crabbe! O Goyle. A decir verdad, no tenía idea de cuál era cuál.
Así que, cuando los alumnos doblaron un pasillo, él se retrasó y persiguió al troll.
...
Al llegar al aula de Historia, Tom observó a Harry correr hacia el grupo con ese brillo en los ojos. Tom se mordió el labio y puso los ojos en blanco.
—Dime que no has dejado nada escrito —exigió. Harry le observó con una expresión angelical.
—¿De qué me hablas, Tommy?
Tom tiró de las manos de Harry, arrastrándolo al interior del salón de clase antes de que todos acabaran de entrar, de forma que no quedaran rezagados. Una vez en el interior, Regulus Black cerró la puerta, iluminando todo con velas y pequeñas llamas azules flotantes en cada rincón.
Luego de lo que pareció una minuciosa concentración, Regulus movió su varita y un cuervo hecho en magia luminosa brotó de la punta. Harry apartó la vista, cerrando los ojos con fuerza, sintiendo como si sólo verlo le quemara. La maldita ave mágica no sólo era magia jodidamente fuerte para sus sensibles ojos, sino también era demasiado pura. Harry sólo había visto magia así de pura una vez antes, pero no recordaba cuándo, ni dónde, sólo tenía la breve sensación de ya conocer aquel poder aunque fuera de lejos.
Luego, Regulus se sentó con elegancia sobre el escritorio, una expresión de diversión en su rostro que, iluminado bajo aquellas escasas luces, lucía entre sombrío y perverso. A Harry le agradó.
—Muy bien —sonrió—. Si todos vosotros, pequeñas mierdas, váis a entrar en pánico, que sea por algo que realmente valga la pena: historias de terror. ¿Quién tiene alguna para contar?
Cabe decir que la idea de historias de terror era la mejor que Harry había oído hasta la fecha en ese colegio. Por eso mismo, empujó a Tom contra el suelo y se sentó en su regazo, acomodándose para una buena sesión de pánico colectivo.
...
Regulus Black fue el encargado de contar la primera historia. Harry observó con fascinación morbosa cómo las palabras del hombre eran capaces de transportarlo a la violencia de la Inglaterra victoriana, a la historia de unas hermanas gemelas que, al haber sido expulsadas del Mundo Mágico (algo bastante común en aquella época con ciertas brujas que no cumplían las actitudes esperadas por sus padres), se encontraron en un Londres Muggle cargado de codicia, ambición y perdición. Así que decidieron matar para llamar la atención de los muggles sobre eventualidades sobrenaturales.
Las descripciones sanguinarias de Regulus sobre el aspecto de los cadáveres enfermó a más de un niño desde primero a tercero. Harry observaba a su profesor como si acabara de descubrir a la persona con la que deseara pasar el resto de su jodida vida. Tom, con la barbilla apoyada sobre el hombro de Harry, suspiraba de vez en cuando, pidiendo por piedad a su autocontrol.
Harry contó una historia, por supuesto. Su sonrisa angelical era demasiado perturbadora a medida que narraba con lujo de detalle una de sus historias de terror favoritas. A medida que contaba, Tom escondía la cabeza contra su cuello, intentando que su sonrisa traviesa no se revelara ante sus demás compañeros.
...
El alba despuntó antes de que encontraran el troll. De todas formas, al día siguiente, Severus Snape era uno de los encargados de intentar identificar el paradero de la maldita bestia, cojeando con un dolor infernal en su pierna que aún no había podido atender.
Entonces, llegando al baño de niñas, percibió un aroma a putrefacción repugnante y un camino de rastros de sangre que si bien no eran pisadas, tampoco parecía ser nada accidental. Severus había visto gran variedad de crímenes en toda su vida (que no era particularmente larga), y se consideraba alguien con un estómago bastante resistente.
Y aquello fue la prueba de fuego. Si no había vomitado al ver el espectáculo, ningún tipo de tortura, masacre u homicidio podría hacerlo vomitar en todo lo que quedara de vida.
El troll estaba echado en el suelo, en medio de un charco de su propia sangre, su estómago abierto al medio y sus largos intestinos atusados, cortados y perfectamente encastrados entre sí para formar una escalofriante imagen de una calabaza Jack típica de Noche de Brujas. La sangre del monstruo trepaba por las paredes de los cubículos, por los azulejos de las paredes, e incluso hasta el techo. Sobre los lavamanos, la cabeza calva del troll no tenía ojos, estando cercenada del cuerpo.
Pero lo tétrico fue el mensaje en la pared. La letra era pequeña, precisa, con una floritura que a Severus le dió vértigo, consiguiendo que debiera aferrarse a la pared exterior del baño para evitar ser avasallado con los recuerdos.
Escrito con la sangre del troll, que goteaba consiguiendo que el mensaje fuera repugnantemente cruel incluso para una bestia como esa, decía:
"Pendejos:
Os he salvado la vida, capullos de mierda, pequeñas sabandijas repugnantes que hacen mi día a día un suplicio. No me jodáis, que no le he hecho nada a esta bestia repugnante... ¡ADEMÁS DE MATARLA!
· Es un alivio que me hayan detenido, porque si lo hubiesen hecho a los sesenta y cinco años, podría tener a mis espaldas cientos de cadáveres ·
FELIZ NOCHE DE HALLOWEEN
xxx"
Severus Snape se estremeció, considerando seriamente la idea de pedir un aumento.
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