Tú
Mello
Quedaban tres días.
Tres odiosos y fatídicos días en los que tan solo quedaba rezar porque a Clare no le pasara nada malo.
Near insistió en llevarla al hospital para que así pudieran hacerle una revisión. Estuve de acuerdo, y sorprendéntemente ese día coincidí con Near sin siquiera discutir, pero ella se negaba.
-¡Qué no!- exclamó exhausta.-¡Dejad que de esto me encargue yo y no vosotros!-
-¿Acaso se puede ser más cabezota?- dijo Sofia.-¿Qué más te da, Clare, que te hagan una simple revisión para ver si tu cuerpo funciona correctamente?-
-¿Por qué en el caso de que descubriesen algo, que haríamos? ¿Llorar después? ¿Empezar a lamentarnos por nuestros actos mientras lloriqueamos como niños pequeños?- respondió la pelirroja.
No estaba de acuerdo con lo que decía, pero sabía perfectamente lo que quería decir.
Quería disfrutar de estos tres días, o aunque sea intentarlo. Porque en el caso de que su mecanismo estuviese realmente funcionando mal, o incluso saber que le quedaban un par de días hasta perecer. Era algo que la aterraba tanto a ella como a nosotros.
Su amiga tan solo frunció el ceño mientras pasaba de largo para sentarse en el sofá enfadada.
Estaba preocupada. Saber que esta podía ser la última vez que vieses a tu mejor amiga no era fácil para nadie.
-¿Cual es el plan ahora, Near? ¿Tienes algo en mente?- pregunté intentando cambiar de tema.
-Tan solo lo que os mencioné el otro día. Atrapar el cuaderno con nuestros nombres escritos en él.-
-¿No hay un plan B o algo?- pero él tan solo negó con la cabeza mientras construía su puzzle.
-Toca esperar.-
Por primera vez en mucho tiempo no teníamos nada que hacer.
-¿Hay algo que te apetezca hacer?- le sugerí a Clare. Era nuestro primer día libre, o al menos el mío.
-Tan solo quiero salir de aquí.- respondió mirándome a los ojos.-No me gustaría pasarme el último día encerrada.-
Nada más decir eso la agarré por la muñeca, me despedí del resto y me subí en la moto mientras le ofrecía un casco.
-No sé si es buena idea, Mello. Sería malo que alguien te reconociese.- se lamentó.
-Póntelo y sube.-
Al principio dudó, pero finalmente se subió a ella para agarrarme fuertemente por la cintura.
-Cuidado con donde pones las manos.- bromeé, a lo que ella tan solo gruñó por lo bajo.
Me encantaba esta sensación.
Me encantaba notar sus finos brazos rodeándome y el viento sacudirnos el pelo.
Simplemente, me encantaba disfrutar de cada pequeño pecado con ella. Ya sea riéndonos, llorando, enfadándonos, o durmiendo juntos.
Cuando finalmente aparqué, Clare se bajó de un salto para quitarse el casco y dejarlo encima de la moto.
-¿A dónde me has traído?-
-¿Por qué? ¿No te gusta?-
Ella tan solo se dio media vuelta para admirar el paisaje.
La había traído a este sitio porque había dado por hecho que lo que necesitaba era descansar y desconectar. Y que mejor sitio que hacerlo que en la naturaleza rodeada por un lago, un bosque... y yo.
-¿Cómo no me va a gustar?- sonrió.-Si es precioso.-
No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa mientras la cogía de la mano para tumbarnos en el césped.
-Gracias.- me dijo de repente mientras se apartaba el pelo a un lado.
-¿Por qué?- me sorprendí.-No me agradezcas por haberte traído hasta aquí, siempre había querido que vieras este lugar. Suelo venir muy a menudo. -
Pero ella solo sacudió la cabeza de lado a lado.
-Por todo. Por haber estado a mi lado siempre.-respondió con los ojos llorosos.
Y fue ahí cuando me di cuenta.
Se estaba despidiendo.
Un nudo se me formó en el estómago con tan solo observar su rostro.
-Sé que no suelo decírtelo mucho.-me agarró de la mano.-Pero te quiero.- frunció el ceño aguantando las lágrimas.
-Lo sé.- respondí mientras la atraía hacia mi para abrazarla fuerte.-Ya lo sé.-
Pudimos habernos pasado así media hora fácil, sin decir nada, tan solo disfrutando de la cercanía del otro.
Clare se quedó dormida encima de mi pecho y yo no podía dejar de observar cada facción suya.
Desde su cabello hasta su barbilla, acariciaba cada detalle suyo que me parecía hermoso. Mi mano fue directamente a su mejilla y la empezó a rozar con la yema de los dedos con delicadeza. Tenía la piel tan suave que me daba incluso miedo arañarla.
Hasta que de repente se despertó, asustada, con sus ojos como platos mirándome sin comprender nada.
-U-Una pesadilla.- tartamudeó.
-¿Qué era?-
-Mis padres.- agachó la mirada.
Nunca habíamos hablado de ellos, ni de los míos, ni de los de Clare. Pero no por miedo, sino porque preferíamos olvidar el dolor callándonos y haciendo oídos sordos antes que rememorarlo.
Lo cierto es, que nunca nos habíamos atrevido a recordar nuestra infancia juntos.
-¿Tú crees que estarían orgullosos de mí?- me soltó de repente.
Su pregunta me tomó por sorpresa. Clare no solía dudar de ella misma, o al menos no lo aparentaba.
Tan solo hice silencio.
-A veces pienso en ellos. Se me vienen escenas de su muerte, de todos los cumpleaños que hemos pasado juntos, de las comidas.. Y no puedo evitar pensar que estarían decepcionados.-
-¿Por qué crees eso?-
-Por la situación en la que me encuentro ahora. No creo que se que alegraran mucho si se diesen cuenta de todo lo que está pasando.- dijo con un hilo de voz.
-Yo creo que te considerarían una valiente, Clare.- respondí honesto.- No eres consciente de lo mucho que has hecho. El simple hecho de que hayas podido conversar con el asesino que les mató sin perder la paciencia ya es algo digno de admirar. Yo seguramente no podría.-
Ella tan solo rió.-Porque eres muy impulsivo.-
Pero poco a poco, su rostro cambió.
-Que tonta fui convenciéndome aquel día de que ya no existías.-se lamentó.
-Han pasado meses desde aquello.-
-Sí, pero seguramente ese día debiste de tomarme por tonta.-
-Fue un shock para ti, Clare. Es completamente normal que pensaras eso.-
Ella tan solo levantó la cabeza haciendo que ambos nos mirásemos directamente a los ojos.
Ojalá se congelase el tiempo en este instante para poder fotografiar su rostro en mi mente.
Cada vez que la miraba me sentía perdido. El hecho de pensar que esta podría ser la última vez que la viera conseguía hacer que mi pecho, pero sobre todo mi alma, se apagaran.
Noté como Clare posaba sus manos en las mías al darse cuenta lo que se estaba cruzando por mi mente.
Era curioso porque, la miraba, y de alguna forma no conseguía expresar bien lo que me hacía sentir.
Era un sentimiento extraño, pero acogedor al mismo tiempo.
Honestamente, yo siempre creí que decir lo que sientes es de valientes.
Que había que llenarse de coraje para transmitir algo tan complicado como lo son tus sentimientos.
Que hacía falta optimismo y fortuna para encontrar a alguien que no te juzgase por ser tú mismo.
Hasta que la encontré a ella y me di cuenta de que, en el fondo, no me daba miedo mostrarle como era.
No me intimidaba, ni mucho menos me asustaba, el hecho de que ella pudiera echar un paso hacia atrás por mi forma de ser.
Y sentir eso con alguien es precioso.
Ser tú mismo con una persona que sabes que no te va a juzgar es algo que se siente muy pocas veces, pero cuando se hace, por alguna razón te sientes invencible.
Una fuerza absúrdamente poderosa te empuja superando tus límites. Dándote cuenta de que
no tienes que cargar contigo el peso de intentar creer en ti.
Ya hay alguien más.
Hay una persona, que por muy pequeña que parezca, resulta que nunca se da por vencida cuando se trata de ti.
Por primera vez puedo contar con alguien siendo tal y como soy.
Hay una persona que me acepta simplemente por ser yo mismo. Que me quiere aún por mi temperamento y por mis idioteces.
Y que bonita.
Que bonita la vida por haber hecho que nos conociésemos.
Porque vida era lo que aquella persona me daba.
Y lo cierto es, que soy como soy gracias a ella.
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