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Capítulo 19

—No hay ningún problema con que Scarlett se siente a desayunar con nosotros. Rosa pon otro puesto en la mesa, por favor —responde el señor y la señora lo mira con indignación.

Me siento en la mesa un poco incómoda; para colmo me toca enfrente de Joham. Me sirven el desayuno y comienzo a comer.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta el señor y yo asiento

—Bien, ya me siento mejor, gracias por preguntar —la señora me mira mal.

—¿Por qué deberías sentirte mal? —pregunta Joham curioso.

—Ayer tuvo un desmayo por alterarse discutiendo conmigo —responde Parker y Joham lo mira mal.

—Los problemas de pareja —susurra y yo me atraganto con el agua.

—¿Pareja? —pregunto y él me mira "tranquilo".

—Sí, mi hermano y tú —niego con la cabeza.

—Entre Parker y yo no hay nada, solo soy su enfermera —respondo y veo un brillo en sus ojos.

—Pues muy raro, porque lo que vi esta mañana no lo hace una enfermera —lo miro confusa.

—¿De qué hablas? —pregunto.

—¡Basta! Entre esta y Parker no hay nada, ya basta de hablar sobre ella —dice la señora y me mira con desprecio, se levanta de la mesa enojada.

El señor rueda los ojos y se disculpa.

—Ves lo que provocas con tus preguntas —le dice Parker a su hermano y este lo mira mal.

—Tú cállate, Parker —responde Joham.

En eso entra al comedor Chantal y al ver a Joham camina hasta él meneando sus caderas. Al estar cerca de él lo besa y siento una pequeña punzada, miro hacia otro lado. Le hago un ademán a Parker y me retiro del comedor. Llego al Jardín y suspiro. En eso mi celular suena, contesto.

—Bueno.

Scarlett Del Castillo Hernández, ¿se puede saber dónde diablo estás metida? Me tienes con el Jesús en la boca —escucho de la otra línea y hago una mueca.

Lo siento, mamá, se presentó un problema ayer y me tuve que quedar para cuidar a Parker —miento.

—¿Por qué no me llamaste? No pude dormir bien —dice y me hace sentir mal.

Lo siento, no se vuelve a repetir. Te amo, mamá —escucho un suspiro.

Yo más, cariño, ¿cuándo vienes? —pregunta.

—Para la cena.

—Vale, entonces te espero, cuídate y tomate la pastilla.

Claro, mamá, adiós —cuelgo la llamada.

—Deberías entrar —escucho una voz detrás de mí y me sobresalto.

—Las personas deberían dejar de hacerme esto, me va a dar un infarto de verdad —Brayan se ríe.

—Calma, Rubia, lo que menos quería era asustarte —sonrío.

—Te creo —digo y comenzamos a caminar.

A lo lejos veo a Elisa sentada jugando con sus muñecas debajo de un árbol.

—Hola, nena —le digo y nos sonríe.

—¿Quieren montar a caballo? —pregunta Brayan y recuerdo la apuesta con el idiota, así que asiento enseguida.

—Siii, quiero ir con Charlotte —dice Elisa y la miro interrogante.

—¿Quién es Charlotte? —pregunto y los tres caminamos hasta las caballerizas.

—El pequeño pony de la niña Elisa —responde Brayan.

Entramos al establo, vemos a un pony Marrón muy lindo y limpio, Elisa corre a hacia él y comienza a hablarle.

—Yo quiero montar a Ángel —Brayan me mira atónito.

—Ese caballo es muy peligroso, Sacar —me dice y yo camino hasta el animal.

—¿Y? Yo quiero domarlo, me reté a mí misma y lo debo hacer en un mes —miento y él me mira como si estuviera loca.

—Ni lo sueñes, te puedes hacer daño —se pone entre el caballo y yo.

—Brayan, por favor, si crees que me haré daño sola, ayúdame tú —lo piensa un momento y asiente, yo sonrío.

—Está bien, pero hoy no —suspiro resignada y no me queda más que aceptar.

—Brayan, ¿puedo dar una vuelta con Charlotte? —pregunta Elisa.

La niña lo mira con esa carita tierna de ella con la que es difícil negarse.

—Claro que sí, pequeña —comienza a preparar al pony y yo cargo a Elisa fuera de la caballeriza.

Nos acercamos a un árbol y allí la siento en mi regazo, ella me mira y juega con mis dedos.

—¿Tú tienes mamá? —me pregunta y yo siento.

—Sí, yo tengo una mamá hermosa —ella sonríe.

—¿Y papá? —yo niego.

—De que tengo papá, sí tengo, pero no lo conozco —ella me mira confundida.

—No entiendo —yo sonrío.

—Son cosas que entenderás cuando seas grande —ella asiente no muy convencida.

—¿Tampoco tienes hermanos? —yo niego.

—No, yo soy hija única, debe ser lindo tener hermanos —ella asiente.

—Sí, yo tenía tres hermanos, y siempre quise una hermana —se queda callada un momento —Tú podrías ser mi hermana —dice y yo la miro atónita.

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