Capítulo 12
Me siento y espero que Parker termine de comer.
—¿Piensa quedarse mirándome? —alzo una ceja.
—Sí y tutéame, me hace sentir vieja que me hables de usted —él asiente.
—Está bien... ¿cómo dijiste que te llamas? —pregunta comiendo.
—Scarlett —respondo observando el cuarto y me doy cuenta que falta iluminación.
Me pongo de pie y abro las cortinas.
—¿Qué haces? —pregunta molesto.
—Abrir las ventanas, no te hace bien el encierro —él suspira.
—Prefiero estar encerrado, alejado de todos —se ve que está triste.
—No digas eso, seguro que a tu familia le gustaría pasar tiempo contigo —sonríe sarcástico.
—Sobre todo a mi mamá, a ella ni le importo, más bien no le importamos. Los únicos que le importaban eran Joham y Nicholas. Pero Nick ya no está —dice triste.
—Oye, no te pongas así y no digas eso, seguro que tu mamá te quiere —digo y me siento a su lado en la cama.
—Ella no me quiere y menos ahora que soy un estorbo —yo frunzo el ceño.
—Tú no eres un estorbo y ya deja de decir esas cosas, seguro que ella te quiere, a su manera, pero te quiere —él se encoje de hombros —. ¿Tienes hermanos? —pregunto y asiente.
—Tenía tres, pero uno murió en el accidente donde yo quedé con esta parálisis temporal en las piernas —dice triste y veo que toqué un mal tema.
—Bueno ya, sonríe, no me gusta ver esa carita triste —sonríe tenue —. Ahora que termines te ayudo a bañarte y comenzamos las terapias, nada de quejas —advierto y asiente, tomo la charola vacía —. Ahora regreso —salgo del cuarto y llevo la charola a la cocina.
Vuelvo al cuarto de Parker y él está mirando hacia el jardín.
—¿Listo para bañarse? —pregunto y me mira incrédulo.
—Sí, sal de mi cuarto, yo te llamo cuando ya me haya bañado —alzo una ceja.
—Como quieras —salgo de allí.
Comienzo a caminar por la casa para matar el tiempo y voy al jardín. El día está precioso y tengo un paisaje hermoso, a lo lejos veo caballos y me emociono. Voy caminando hacia ellos, en el camino tropiezo con alguien y caigo al suelo.
—Este no es mi día —susurro.
—Te ayudo —tomo su mano y me limpio.
—Gracias —digo y al verlo no lo puedo creer —. ¿Tú? —pregunto y él me mira burlón.
Frente a mí tengo al chico de la playa. No puede ser.
—A mí también me da gusto volver a verte, bonita —responde arrogante y yo frunzo el ceño.
—¿Qué haces aquí? —él alza una ceja.
—Yo vivo aquí, la pregunta es, ¿qué haces tú aquí? —me sorprendo.
—No puede ser —respiro profundamente.
—Veo que el destino nos quiere juntos —me mira sonriendo y yo lo miro mal.
—Pues yo no te quiero cerca de mí, así que adiós —estoy dispuesta a irme y me toma de la muñeca.
Siento algo raro con su toque, me suelto rápidamente.
—No me dijiste tu nombre —le dedico una sonrisa falsa.
—No te importa —respondo y me voy de ahí lo más rápido posible.
* * *
—¿Listo para comenzar con las terapias? —le pregunto a Parker y él asiente.
—Sí —dice y lo acomodo en la cama para que quede recto, descubro sus piernas y comienzo flexionándolas —. Esto duele —sonrío.
—Es bueno que duela, así sabemos que tienes sensibilidad y volverás a caminar —sigo en lo mío.
—¿Cuantos años tienes? —me pregunta mientras flexiono y masajeo su pierna derecha.
—Tengo 20 años, voy para los 21 —respondo —. ¿Y tú cuantos tienes? —pregunto, ya que se ve de mi edad, pero no actúa como tal.
—Yo tengo 19, pero los cumplí apenas este año —dice y yo asiento.
Tiene la edad de Jhoidy, salvo que ella cumple los 20 este año.
—¿Podrías contarme porqué estás así? —se tensa.
—No me gusta recordar eso —responde triste y yo comienzo con su otra pierna.
—Está bien, si no quieres no me digas, todo a su tiempo —él sonríe.
—Oye... Perdón por cómo te he tratado, yo no soy así —esta vez sonrío yo.
—Pierde cuidado, te confieso que me estresabas —se ríe y yo sonrío.
—Lo sé, soy estresante a veces —hace muecas de dolor.
—Ya, terminamos por hoy, ahora vamos —me mira raro.
—¿A dónde? —pregunta tapándose las piernas.
—A que almuerces —digo obvia.
—Yo hago todo aquí, no me gusta salir —dice y ruedo los ojos, que chico más difícil y terco.
—Parker, por favor, es por tu bien —se cruza de brazos.
—Dije que no y punto, de aquí no salgo —aprieto los dientes.
—Está bien, ya te traigo el almuerzo —salgo de la habitación y me cruzo con el chico de la playa.
—Oye, a mí nadie me deja hablando solo —me dice arrogante y yo lo encaro.
¿Todos en esta casa son así? Vaya casa de locos.
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