El señor se desvanece y antes que llegue al piso trato de que no se golpee la cabeza.

—¡Michael! —grita la señora y yo le reviso el pulso.

Está vivo, pero tiene el pulso débil.

—Brayan, Víctor, ayúdenme —entran el chico de hace un rato y un señor más.

—No lo muevan mucho, con cuidado. Por lo pronto consigan alcohol y algodón, ¿el señor padece alguna enfermedad? —pregunto y ellos lo ponen en el sofá.

—Del corazón —responde la señora y yo frunzo el ceño.

Traen lo que pedí y vierto el alcohol en el algodón. Meto mi mano entre su cabeza y el sofá para elevarla un poco. Le pongo el algodón en la nariz y poco a poco se va despertando.

—Señor, ¿me escucha? —le pregunto y él me mira jadeante, sonríe —. ¿Hace cuánto se tomó su medicamento? —pregunto con preocupación.

No entiendo porqué, si apenas lo conozco.

—No me acuerdo —dice entrecortado y hago una mueca.

Pido que traigan su medicina y Rosaura me trae el agua con las pastillas; me doy cuenta que son las mismas que yo tomo. Se las doy y se toma una, poco a poco va mejorando y lo ayudo a sentarse.

—No se puede descuidar, su condición es delicada —le digo y él solo me mira.

—Michael —la señora llama su atención.

Él no le presta atención porque está ocupado mirándome.

—Scarlett, te llevo para que conozcas a mi hijo, sígueme —comienza a caminar y yo la sigo un poco inquieta.

Subimos las escaleras y nos detenemos en una puerta beige; ella golpea la puerta con los nudillos.

—¡No quiero ver a nadie! —se escucha un grito de fondo.

Ella abre la puerta y entramos, logro ver a un chico acostado en una cama, no le veo bien el rostro por falta de iluminación.

—Parker, no seas infantil —lo regaña la señora y él la mira con odio.

—Vete —dice enojado.

—Ella será tu nueva enfermera —ignora su petición —. Te deseo suerte con este imposible que ni a su madre respeta —dice la señora con asco y él solo la mira con dolor.

Ella se va y nos quedamos solos.

—Como si a eso se le pudiera llamar madre —susurra para sí mismo, pero yo alcanzo a escucharlo.

—Hola —digo acercándome lentamente.

—Yo no pedí una enfermera —dice grosero y lo miro mal.

—Yo no te pregunté si la pediste o no —le respondo de la misma forma.

—¿Quién te crees para hablarme así? —pregunta molesto y yo frunzo el ceño.

—No, la que pregunta eso soy yo. Se supone que soy la mayor aquí y solo vine para ayudarte no para aguantar tus groserías, niño malcriado —respondo hastiada y camino hasta la salida.

—Espera —dice y me detengo —. Dime tu nombre —lo miro incrédula.

—Soy Scarlett y te informo que mañana empiezo con tus terapias así te rehúses. Espero que mañana no te quejes, Parker —digo saliendo de ahí.

Ese chico es un malcriado, me harta y solo llevo minutos de conocerlo.

Escucho gritos y después veo al señor subir las escaleras un poco enojado, parece que todo en esta casa es un lío.

—Señor, ¿se encuentra mejor? —pregunto y él me sonríe.

—Sí, estoy bien. Gracias Scarlett —yo sonrío y me quedo un poco más tranquila.

No sé ni porqué estaba preocupada si apenas lo conozco.

—De nada, estoy para lo que me necesite, con permiso —digo y bajo a la cocina.

Allí está Rosaura, me mira y me da un vaso de jugo, yo sonrío.

—Muchas gracias —ella asiente y me mira desconcertada, yo la miro raro.

¿Qué les pasa a todos en esta casa?

—La señora la espera en su despacho —yo me tomo el jugo y comino al despacho.

Antes de entrar, golpeo la puerta.

—¿Cómo te fue con mi hijo? —pregunta sin mirarme.

—Bien —miento y ella asiente, ahora que me acuerdo no sé su nombre —¿Cómo se llama usted? —pregunto y ella levanta la cabeza de la computadora.

—Yo me llamo Angela, pero para ti soy la Señora Angela —yo ruedo los ojos internamente.

—Está bien —respondo.

Hablamos de cómo me va a pagar, lo harán quincenal, una suma de dinero considerable. Firmo unos papeles y listo.

—Te espero mañana a las 9:00 a.m. puntual, a Parker le fastidia la impuntualidad —yo asiento y salgo del despacho.

Al salir del despacho, camino a la salida y salgo de esa casa de locos.