XII
Sobrevolemos los rincones de tus palabras insensibles. Sobrevolemos los fáusticos intereses que tus labios causan en mi memoria cuando, al rozar de los relojes, se me agota la existencia previa al disfrute de serme tuyo.
Porque tu nombre, ese que todavía no es tuyo del todo, suele aparecer entre mis más sinceras murmuraciones, entre mis más lúcidas fantasías.
Y me miras desde el recuerdo. Y te miro desde la distancia. Y nos miramos desde la inexistencia sabida, comprendida y esperada, esa que nos declama como supuestos, como simples extraños.
Extraños, solo eso.
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