9.-Un indicio de verdad
JAMES.
Donna observa las notas como si tratara de entender la relación entre todos los papeles que están regados sobre el escritorio.
—Nada de infidelidad, no tiene otro amorío —suspira con pesadez —entonces, ¿qué? ¿Solo la dejó?
—Eso es lo que parece —murmuro.
—Vaya historia estás persiguiendo, ¿eh? —dice cerrando la libreta —necesitaremos más que esto para que Cora y Enzo acepten que aparezca en la revista.
Llevábamos tres días investigando a Leo Bianchi, conseguimos algunos informantes dentro de sus empresas que estuvieron dispuestos a hablar por algo de dinero. Sin embargo, nada fue tan importante como lo imaginamos.
—No queremos hablar sobre sus inversiones o sobre si es un jefe tirano —Donna lanza la carpeta —nada de esto se relaciona con Antonella.
—Ahora sabemos que Antonella quiere destruirlo, su familia también —sigo las notas en mi libreta —los Lombardi han cortado toda relación comercial con los Bianchi, y según sé, ellos eran los principales financiadores de las instituciones bancarias de Leo Bianchi, los acuerdos que se tenían con el casino significaban más de un setenta por ciento de las entradas de los bancos Bianchi.
—Sí, eso es interesante, pero nadie quiere leer sobre términos de dinero —objeta —tal vez estamos viendo el lado equivocado.
—¿El lado equivocado?
—¿Qué tal si no quiso casarse con ella por algo en particular? —inquiere con gesto pensativo —¿qué tal si Leo descubrió algo sobre Antonella? No lo sé, tal vez fue ella la que no fue fiel.
—¿Te estás escuchando? Eso es imposible.
—Por favor, James —Donna rueda los ojos. —Ni siquiera conoces a la mujer, tal vez no es la cara exitosa e inocente que pretende mostrarle al mundo. Tal vez, la víctima aquí no es la señorita Lombardi.
Una punzada de molestia se me clava en el pecho cuando Donna habla así. Es imposible que Antonella fuese la culpable. No. No hay posibilidad.
La he visto destrozada, he visto la preocupación genuina de su familia. Que alguien se atreviera a pensar que Antonella es culpable me molesta más de lo que debería.
—No, esa posibilidad está descartada —sentencio —te recuerdo que he estado en casa de los Lombardi durante casi tres semanas...
—Y apenas has podido obtener información —reclama —realmente pensé que tendríamos una historia que contar, James. Pero debemos ser realistas, tal vez esto es solo una boda fracasada y ya. Antonella no será la primera mujer a la que dejen plantada.
—Pero es la primera que, con su historia, nos puede hacer subir de puesto —le recuerdo —ninguna otra lo hará. Si fallamos en esto, Enzo y Cora no volverán a confiar en mí ni en ninguna otra de mis historias.
Tomo una inhalación tratando de eliminar la sensación de frustración que comienza a adueñarse de mi sistema. Era decepcionante que, después de tres semanas, no tuviésemos ningún avance.
—Puedo empezar con esto —dice mi compañera —comenzar con la enemistad de las familias, pero necesitaremos algo más. Necesitamos el motivo de porqué Leo Bianchi no llegó. No se ha sabido mucho de él, la prensa no lo ha visto demasiado en las últimas semanas, es como si se hubiese alejado de todo.
—Tal vez se arrepintió —me encojo de hombros —o tal vez está siendo lo suficientemente cobarde para no dar la cara.
Donna se ríe, toma su vaso de café y me mira con ojos curiosos.
—Eso sonó demasiado personal —dice —sé que estás conviviendo demasiado con los Lombardi, pero somos periodistas, James. Debemos de ser imparciales, que no se te olvide eso.
—No se me olvida, puedes estar segura —cierro la libreta y tomo la chaqueta —te dejo trabajar, trataré de conseguir la información faltante.
—Date prisa, que el tiempo se nos acaba, James.
Vuelvo a tomar una inhalación mientras salgo de la oficina. Es tarde, es cerca de media noche y me siento agotado. He pasado los últimos días persiguiendo información para tener la historia que prometí contar, pero en este punto, no puedo evitar considerar que las palabras de Donna sean verdad.
Que esto sea solo una boda fallida más, sin ningún misterio, sin ninguna justificación.
Conduzco a casa tratando de mantener la esperanza de que aún puedo conseguir mi historia prometida. No he pasado mucho tiempo en mi hogar, he estado moviéndome de la oficina a la casa de los Lombardi y luego, de nuevo a la oficina.
Prácticamente el único tiempo que pasaba en mi hogar, era para dormir y ejercitarme antes de ir al trabajo, no tengo tiempo para descansar, tal vez si consigo la historia, pueda hacerlo.
—Hola, desparecido —me sobresalto cuando abro la puerta de mi hogar, y me encuentro con una mujer sentada en mi sala. Me toma unos minutos reconocerla: Ross de Luca.
Esta distinta a como la vi la última vez, ahora tiene el cabello tirando a rojizo y está mucho más delgada, viste con unos pantalones entallados y un top blanco a juego con una chaqueta café. Y luce tan magnifica como siempre.
—Volviste —lanzo a un lado la mochila y abro los brazos. Ella no duda en correr hacia mí y envolver sus brazos alrededor de mi cuello —cielos, Ross, han pasado ¿qué? ¿casi seis meses?
—Poco más de seis meses —corrige —en los cuales apenas me llamaste y ahora que volví, he venido a visitarte, pero nunca estás en casa. ¿Qué tiene tan ocupado a mi mejor amigo?
Suspiro —El trabajo, pero eso no es lo importante, ¿Cómo entraste?
—Aún tienes la llave de repuesto en el mismo lugar —responde —así que decidí entrar y esperarte aquí. Porque de lo contrario, es imposible que pudiera dar contigo.
Sonrío, Ross camina con confianza hacia la cocina en donde la cafetera se encuentra encendida. La sigo, me coloco en el banco frente a la barra mirando a mi mejor amiga desde la infancia moverse como si se encontrara en su casa.
—¿Te estás quedando en casa de tus padres? —inquiero.
—No, en realidad me estoy quedando en un pequeño departamento. No planeo estar aquí mucho tiempo.
—¿Tendrás una nueva producción? —desliza la tasa de café hacia mí y se acomoda en el asiento de enfrente.
Ross es actriz, desde sus veinte años, casi nunca se ha quedado demasiado tiempo en Italia. Viaja por los Estados Unidos buscando producciones que la quieran incluir y siempre consigue buenos papeles. Viene a Italia para las fiestas, la última vez que la vi fue hace seis meses, cuando tomó unas cortas vacaciones con su familia.
—Si, esta vez es en las grandes ligas —sonríe —una pequeña producción de Hollywood.
—Oh, vaya —exclamo —eso es increíble, Ross. Quiero invitación especial, eh. Tu querido amigo podría estar ahí como prensa para cubrir todos los detalles, ya sabes.
Se ríe, le da un sorbo a su tasa de café mientras asiente.
—¿No estarás demasiado ocupado como para atender mis llamadas? —es mi turno de reír. —¿O es que acaso hay algo más que te mantenga ocupado?
Sé lo que quiere saber, sacudo la cabeza y eso parece decepcionarla.
—¿Qué hay de ti? ¿Has conseguido tu conquista de Hollywood?
—Nah —frunce los labios —tuve algo, con un magnate italiano, es lo más cerca que he estado de tener a mi "pareja ideal", pero el hombre era comprometido. En realidad, estuvimos a punto de enrollarnos, pero gracias al cielo dijo que estaba comprometido antes de quitarnos la ropa.
—¿Ibas a enrollarte con un hombre comprometido? —exclamo —¿qué...?
—En mi defensa, no vi la argolla —se encoje de hombros —el hombre era apuesto, así que no pensé mucho. Pero fue agradable, al final, supe que no se casó. Me llamó hace como tres semanas para decirme.
—¿Aún mantienes contacto con él? —asiente, como si no fuese nada del otro mundo.
—Ya no estoy interesada, si eso te preguntas. Solo somos amigos, el pobre necesitaba un par de consejos. Decía que nunca tuvo deseos de casarse, pero por alguna razón iba a tener su boda en dos semanas, pero no quería hacerlo. Así que le dije... ¿si no es lo que quieres porqué hacerlo? A la mierda, tu prometida lo entenderá.
—¿Estás segura que me estas contando algo que pasó y no tu próxima película?
Ross se ríe con fuerza.
—¿No te sientes mal sabiendo que a lo mejor impediste que una boda se realizara?
—James, el hombre no era feliz. Se le veía en el rostro —emplea un tono serio —solo le dije lo que pensaba, él tomo su decisión.
—Actriz y arruina bodas, eres increíble Ross de Lucca.
Coloca la mano en el pecho como aceptando el halago y me rio ante eso.
—¿Qué hay de ti? ¿Qué es ese trabajo que te mantiene tan ocupado? ¿Estás espiando a alguien?
—Algo así —eso consigue darme la total atención de Ross —de hecho, estoy escribiendo sobre una boda que no se realizó. Una historia mediática, pero no está resultando del todo bien.
—¿Una boda que no se realizó? —inquiere.
—Dejaron plantada a la novia —Ross suelta una exclamación —y nada más que a Antonella Lombardi, la sobrina del dueño de los casinos mia regina y...
—Me suena el nombre —interrumpe —ya lo he escuchado...
—Seguramente cuando hablan de ella como la heredera de los casinos —me encojo de hombros —su boda fallida es mi historia para contar, ya sabes, quiero averiguar la verdad.
Ross se ríe, apoya los codos sobre la mesa y entrelaza los dedos.
—Cuéntame más.
—No hay mucho que contar, Leo Bianchi y...
—Espera, espera —me detiene antes de poder seguir hablando —¿la boda que estás escribiendo es sobre Leo Bianchi?
—Sí...
—¿Dejó plantada a su prometida? —exclama casi horrorizada.
—Es lo que acabo de decirte —respondo arrugando las cejas —¿no me has estado escuchando?
Ross ignora mis palabras, mete la mano en su bolsillo y toma el celular. Parece teclear algo en él y luego, gira la pantalla hacia mí.
—¿Este Leo Bianchi? —me congelo, es una fotografía del ex prometido de Antonella, sonriendo a la cámara mientras abraza a Ross por los hombros. No tengo que responder, mi amiga lo deduce por mi expresión —mierda.
Nos quedamos en silencio. Ella mirando la fotografía y yo uniendo la información.
—Me estás diciendo que Leo no se casó, ¿porqué le dijiste que no lo hiciera? —inquiero —¿dejó a su prometida porque una extraña le dijo que ella lo entendería?
—Yo nunca le dije que la dejara plantada —se defiende —dije que no debería casarse si no lo hacía feliz, lo que es distinto. Solo fui buena persona dándole un consejo a alguien que parecía necesitarlo.
—Dices que aún tienes comunicación con él, ¿cierto?
—Hablamos esta mañana —sonrío —¿por qué sonríes así?
—Porque tú, amiga mía, me vas a ayudar a tener mi historia prometida —sentencio —tú me vas a ayudar a obtener información sobre Leo, eres mi salvación, Ross de Lucca.
Ella sonríe, sacude la cabeza y suspira.
—Yo no he dicho que voy a ayudarte.
—¿Por favor? —le lanzo la mirada más suplicante que poseo —tienes motivos, dile que te has enterado del escandalo mediático, graba las conversaciones, y envíamelas. Será sencillo.
Parece pensárselo demasiado.
—No lo sé, James —suspira otra vez —esto...
—Bien, voy a contarte algo —sé que Ross no me ayudará si no le digo todo, así que lo haré —vas a creer que es una locura.
Ahí le cuento todo, absolutamente todo. Desde como ahora soy alguien fingiendo ser un maestro de danza, hasta la promesa silenciosa que le hice a Antonella de destruir al cabrón que le rompió el corazón.
Me toma apenas treinta minutos convencer a Ross de ayudarnos. Así que, a la mañana siguiente, nos reunimos con Donna.
—Esta es la clase de ayuda que necesitamos —dice pareciendo aliviada de que Ross haya accedido a darnos su ayuda para conseguir información.
—Bueno, si puedo hacer algo para que mi querido amigo tenga ese ascenso, no lo dudaré —afirma con una sonrisa —¿qué necesitan?
—La información que nos diste, aunque es valiosa, no es suficiente —expreso —no podemos decir que Leo plantó a su novia porque una extraña se lo aconsejó.
—Que yo no le aconsejé que la deje planta —objeta con exasperación —yo solo dije que, si eso no lo hacía feliz, ¿qué caso tiene?
—Eso es —ambos miramos a Donna cuando habla con entusiasmo —eso es justo lo que necesitamos.
Toma un par de mis notas que están en el escritorio y las coloca una a lado de la otra.
—El magnate italiano Leo Bianchi, descubre la felicidad a lado de una actriz americana —sonríe hacia nosotros.
—¿Esa se supone que soy yo? —Donna asiente —pero no soy americana, soy italiana.
—La nacionalidad no importa —dice mi compañera con un ademán —lo que importa, es que necesitaremos una foto, una de espaldas, donde estés con él. No te preocupes que no se verá tu rostro, o lo cubriremos, pero necesitamos una en donde él aparezca.
Donna parece estar ideando el perfecto plan en su mente.
—¿Tienes alguna fotografía que sea de cuando se conocieron? ¿Antes de su boda?
—Sí, pero no la posteamos en ningún sitio, y si estás pensando en que se las entregue, debo negarme porque tengo una reputación que cuidar. Si Leo se entera que estoy dando información, puede arruinarme —Ross habla con seriedad, con una firmeza inquebrantable —puedo ayudarlos a conseguir fotos recientes, pero no voy a entregarles material de cuando nos conocimos.
Donna intenta hablar, sé que quiere convencerla, pero conozco a Ross desde los cinco años, cuando dice que no hará algo, no hay forma de hacer que cambie de opinión. Ni siquiera ahora.
—Lo siento, James —dice —es todo lo que puedo hacer por ustedes.
—Lo entiendo, será suficiente, Ross —aseguro —gracias, porque no tendrías que hacer esto.
Mi amiga asiente, toma su bolso y nos lanza una última mirada.
—Adiós, envíenme un texto cuando decidan algo —pide antes de marcharse.
Cuando Donna y yo nos quedamos solos, me lanza una mirada que entiendo perfectamente.
—Sabes que con una fotografía antigua sería más que suficiente —afirma —no tendríamos necesidad de seguir investigando, crearemos la historia de la infidelidad, colocamos las fotografías y tendrás la historia. Todo el mundo va a creerlo, será fácil.
Sí, sería completamente sencillo hacerlo, pero no es lo que quiero.
Leo no fue infiel, estuvo a punto, pero no lo fue.
Con la historia, ¿qué es lo que Antonella pensaría? Ella no tiene forma de saber que es mentira, que el articulo será todo un teatro creado por la prensa, creado por nosotros.
No necesita sufrir más, no necesita creer que Leo además de humillarla, la engañó.
—No —murmuro —usaremos fotografías actuales, diremos que Leo nunca tuvo interés de comprometerse con Antonella, y que parece que la vida relajada sin compromisos le gusta más.
—James...
—Diremos que es un hombre sin gusto por el compromiso, hablaremos de sus negocios diciendo que está buscando codearse con gente importante porque sus finanzas están afectadas debido a los lazos comerciales rotos con los Lombardi, y estableceremos que Antonella Lombardi tuvo suerte de no unirse a un hombre como Leo Bianchi.
Donna entorna la mirada hacia mí, sus ojos se estrechan mientras considera todo lo que he dicho.
—Es una buena historia, pero quieres seguir dejando a Antonella como la pobre víctima. Sería mejor que el publico pensara que el engaño fue desde antes, hacerles creer que nunca tuvo interés real en su prometida. Y que solo la veía como un medio para hacerse más poderoso.
No respondo.
—Sería un escándalo, James —insiste acercándose. Se coloca justo frente a mí, con una sonrisa maliciosa —¿o es que estás preocupado de que el corazón de Antonella se rompa más?
Le sostengo la mirada, enterrando la molestia que me producen cada una de sus palabras.
—Se hará como ya lo dije —sentencio —te guste o no, yo estoy a cargo de la historia.
—Solo espero que al final, James, recuerdes porque estás haciendo esto —dice con molestia —y tu maldito corazón bondadoso no haga que le des al publico una historia cursi y sentimentalista.
Me da la espalda dispuesta a marcharse, la puerta se cierra con un fuerte golpe ante su abrupta salida y cuando me quedo solo, la ola de frustración vuelve.
No tengo un corazón bondadoso, porque si lo tuviera, no estaría mintiéndole, no estaría fingiendo ser alguien que no soy para poder conseguir la historia.
Si tuviese un corazón bondadoso, nunca hubiese tenido la idea de fingir ser alguien más para entrar en su vida y utilizarla.
No tengo un corazón bondadoso, pero Antonella ha sufrido lo suficiente. Y creer que fue engañada, creer algo que será una total mentira...terminará por destruirla.
Acabaría con lo que queda de ella y eso es algo que no puedo llevar en mi maldita consciencia.
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