43.- El amor que te permite volar.
ANTONELLA
Pasamos las fiestas decembrinas en familia, mi tío Ángelo solía hacer una gran celebración para navidad y esta no fue la excepción. La casa estuvo decorada con un enorme árbol de navidad que escogimos juntos y la cantidad de obsequios debajo lo hacía lucir como si fuese el árbol de toda la ciudad, bueno, eso tal vez es un poco exagerado. Pero con tantos niños y personas a las cuales darles obsequios, creo que es justa la comparación.
James me obsequió varias cosas en realidad, el primero un dije con la inscripción "cara" junto con un símbolo italiano que significaba éxito y protección, no he podido quitármelo desde el momento en el que me lo entregó e incluso lo había adaptado para que la joya de mi madre también pudiera colgar de la misma cadena de oro.
Luego, me entregó un cárdigan que habíamos visto en una tienda a nuestra llegada a Italia, y del cual me había escuchado decir "es la prenda más bonita que he visto", y por último, me dio un precioso anillo de esmeraldas bañado en oro blanco que me robó un par de exclamaciones.
Yo, por mi parte, le obsequié un reloj de cuarzo del que se había enamorado cuando fuimos a buscar los regalos para el resto de la familia, junto con un par de trajes que el usó en la fiesta de año nuevo porque dijo que no podía esperar para poder portarlos.
También visitamos a su familia, tuve la oportunidad de conocer a todo el resto de la familia Cavalli y me sentí tan acogida como con su madre y hermana.
Teníamos que volver a París aproximadamente una semana después de año nuevo, pero mi cumpleaños sería pronto, así que mis tíos insistieron en que debería quedarme hasta entonces.
—Siento que ahora que volví, no quieren dejar que me marche —mascullo mientras me escabullo a la cama junto a James —¿no lo has pensado?
—Tal vez solo quieren pasar un poco de tiempo más contigo, sabes que cuando tengamos que volver a París, tal vez pasen meses hasta que podamos tener unas nuevas vacaciones.
Arrugo la nariz, es lo único "malo" que traía la distancia, a pesar de que estamos realmente felices con nuestra nueva vida en París, hay ocasiones en las que echo mucho de menos a mis hermanas, y al resto de la familia.
—Bueno, creo que puedo darles ese poco de tiempo más, porque yo también los extraño mucho. Y supongo que el tío Ángelo no dejará pasar la oportunidad de celebrar mi cumpleaños.
—Ninguno de nosotros en realidad —admite soltando una ligera risa —es en aproximadamente dos semanas, ¿has pensado si deseas hacer algo en específico?
—No —respondo mientras me acurruco contra él —tal vez una pequeña celebración en casa, con toda la familia. Podemos invitar a tu madre y a tu hermana, y puedo invitar a Chiara quien parece que quiere retomar en salidas todo el tiempo que he estado lejos.
Vuelve a reír.
—Ya pensaremos en algo —susurra, un par de segundos después lo siento dejar un beso en mi coronilla y sonrío.
La calidez de su cuerpo me envuelve mientras me acurruco contra su pecho y cierro los ojos, nunca he tenido problema en quedarme dormida en los brazos de James, supongo que cuando te sientes protegida y segura en los brazos de alguien, te dejas ir porque sabes que no hay ningún peligro al asecho, porque sabes que, por más infantil que suene...hay alguien cuidando de ti, y velando tus sueños.
James no está en la cama conmigo a la mañana siguiente, en su lugar, encuentro una nota que dice que tendrá que pasar todo el día en los casinos con mis tíos. No me extraña en realidad así que me tomo mi tiempo para salir de la cama, y espabilarme.
El timbre del departamento suena cuando estoy saliendo del baño, me doy un rápido vistazo para saber si estoy presentable y cuando decido que sí, me apresuro hasta la puerta.
—Hola —la tía Sally y mi tía Daphne me saludan con una sonrisa, y detrás de ellas están Chiara y Bella.
—Hola —sonrío levemente —¿Cómo es que están todas juntas?
—He pensado que podríamos tener un día de chicas —Chiara es la primera en responder —y me he encontrado con tus tías y Bella al estacionar.
—Que coincidencia —abro la puerta y les permito el acceso —llegan en el momento justo porque no he desayunado, ¿ustedes?
—Ninguna de nosotras en realidad —dice Bella —así que, ¿por qué no vas a cambiarte rápido y vamos por algo de comer? Porque yo también estoy hambrienta.
—Así que ninguna ha desayunado y se encontraron casualmente en la entrada de mi casa —estrecho la mirada —estoy demasiado hambrienta y apenas despertando como para analizar esto así que lo dejaré pasar.
—Ve, ve —me apresura Bella —que no queremos que nos de la hora del almuerzo.
No pongo mucha objeción al respecto, cuando tomo el celular noto que tengo un par de mensajes de James deseando buenos días y una fotografía tomada con la cámara frontal en la que aparece en una especie de oficina, supongo que en los casinos.
Antonella: Buenos días, amore. Saldré con mis tías, Bella y Chiara así que ya sabes que si no tomo alguna llamada es porque probablemente estoy examinando hasta el último rincón del centro comercial.
James: Gracias por el aviso, diviértete, Cara. Nos vemos en la noche.
Le envío una corta respuesta y bloqueo el celular dispuesta a escoger un atuendo adecuado para la salida, elijo unos pantalones cortos en color café y una blusa básica en color blanco. Decido darme una rápida ducha aún cuando eso significa hacer esperar a mis inesperadas visitas, pero trato de apresurarme lo más que puedo.
Alrededor de veinte minutos después, estoy lista. Mis tías se encuentran platicando entre ellas cuando bajo y Chiara parece tener una entretenida conversación con mi hermana que se interrumpe ante mi llegada.
—Al fin —dice Bella para molestarme —comenzaba a sentir que me desmayaba.
—¿Desde cuando eres tan exagerada? —inquiero reteniendo la sonrisa.
—Desde que mi hermana tarda mil horas para prepararse —objeta —ahora, ¿podemos irnos? O realmente voy a sufrir un desmayo.
—De acuerdo, vámonos ya, que no queremos averiguar si Bella está hablando en serio —dice mi tía Daph —ya hay un auto esperando por nosotras así que, andando, chicas.
El centro comercial no está demasiado lejos de mi hogar, aproximadamente unos veinte minutos más tarde estamos entrando a uno de los restaurantes para poder tener nuestro necesario desayuno.
—¿Has pensando en tu fiesta de cumpleaños? —inquiere Chiara.
—No quiero nada que llame la atención —advierto —algo familiar, tal vez.
—Podemos hacer eso —dice mi tía Sally —tal vez podemos organizar algo familiar en el jardín de la casa, aunque estoy segura de que tus tíos tienen mejores planes en mente.
Sonrío levemente.
—Deberían dejar de querer celebrar como si estuviese cumpliendo dieciocho.
—Eres su niña, ¿qué esperabas?
—Su niña, pero para que conste la favorita sigo siendo yo, ¿eh? —advierte Bella.
—Nadie se atrevería a quitarte el puesto, Bell —bromeo consiguiendo una risa colectiva.
Durante nuestra comida intentan obtener información sobre lo más preciso que quiero para mi celebración de mi cumpleaños numero veintinueve, es increíble que esté demasiado cerca de los treinta, que ya hayan transcurrido dos años con más rapidez de la que siquiera imaginé.
Cuando parece que tienen lo suficiente, el tema cambia. Pasamos un desayuno tranquilo, luego de comer paseamos por el centro comercial y mis tías insisten en comprar algunos vestidos, y pasar a la estética.
Hace mucho que no compartía momentos como estos con ellas que se siente realmente bien, se siente como si ahora menos quisiera marcharme porque sé que las echaré de menos cuando esté en París.
Gran parte de nuestro día transcurre en el centro comercial, y como es habitual en cada salida, volvemos a casa cargada de bolsas de compras con las que apenas podemos caminar.
Sin embargo, a pesar de los preciosos vestidos que compré, cuando llego a casa, encuentro algo que me arrebata el aliento. Sobre la cama perfectamente tendida, se encuentra un vestido rojo precioso, hay también un par de pendientes que relucen aún cuando me encuentro en el umbral, hay una caja abierta en donde un par de zapatos de tacón en color plata me dejan más maravillada de lo que ya estoy, y justo en el centro de la habitación, un precioso ramo de claveles rosas y blancos llenan la habitación de un aroma delicioso.
Cuando volteo, mirando sobre mi hombro, reconozco la mirada cómplice que todas las mujeres detrás de mí me dan.
No digo nada, dejo las bolsas con descuido sobre la alfombra y camino hasta la cama, solo entonces reparo en la nota que descansa a un lado del precioso vestido, una nota con la caligrafía que reconozco bastante bien.
"Ponte más preciosa de lo que ya eres, un auto te recogerá a las ocho, estaré esperando con ansias verte con este vestido, cara"
—Con amor, J.
Y apenas termino de leer, estoy bastante segura de que puedo sufrir un colapso.
JAMES
He planeado esto por semanas, he puesto cada gramo de mi esfuerzo para asegurarme de que todo salga como deseo, que no existan errores, que todo sea absolutamente perfecto.
Ángelo me lanza una mirada comprensiva, sé bien que está intentando darme ánimos a su manera y lo consigue, porque con la mirada de apoyo que los hermanos Lombardi me dedican, mi estado de pánico parece disminuir tan solo un poco.
Me acomodo el traje, miro la hora en el reloj y mi corazón aumenta su ritmo al notar los números que marcan las manecillas del reloj.
Las ocho con veinte minutos, Anto debe llegar en cualquier momento.
—Ha llegado —la voz de Ángelo me trae de vuelta —es hora que te dejemos solo, ¿estarás bien?
—Si, hombre, no queremos que sufras un ataque de nervios cuando estés por darle el anillo.
—Antoni —lo reprende su hermano —se supone que debes darle ánimos.
—Eso hago —objeta, Ángelo resopla y yo retengo la sonrisa.
—Estaré bien —aseguro —no quiero correrlos, pero deberían irse.
Ambos asienten, Ángelo se acerca para darme un corto abrazo que apaga un poco el temor en mi sistema y coloca las manos a los costados de mi brazo.
—Sabes que independientemente de la respuesta, ella te ama, ¿verdad?
Sonrío, ¿Cómo podría siquiera dudarlo?
—Lo sé —sentencio —no lo dudaré aún si no me da la respuesta que espero.
Parece aliviado, no dice nada más, se limita a elevar su pulgar en un último gesto de apoyo, y luego ambos se marchan.
Después de semanas de planificación, hoy sería el día en donde le pediría a Antonella que se convirtiera en mi esposa. Decir que no estoy asustado, sería mentir. Porque estoy aterrado de imaginar el resultado, he considerado todas las posibles respuestas, todos los posibles caminos que nuestra relación puede tomar en este punto, pero ninguno ha sido lo suficientemente fuerte como para hacerme desistir.
Así que aquí estoy, con el corazón amenazando con salirse de mi pecho, a punto de pedirle matrimonio a la mujer de mi vida.
Las luces centellan a mi alrededor, el gran espejo me deja ver mi reflejo, me acomodo el traje y me encuentro con mi mirada nerviosa, con el gesto ansioso de verla llegar. La sala de ensayos de Bella fue acondicionada que ahora apenas y parece una sala de ensayos. Hay flores y luces, globos y decoración impresionante que esconden las paredes y las barras.
Hay un aroma a dulce, y examino todo a mi alrededor intentando encontrar un error o algo que pueda entorpecer el resultado perfecto, pero no lo hay.
Cuando escucho los pasos acercándose, la ola de nerviosismos cae sobre mí amenazando con arrastrarme al fondo, sin embargo, estoy haciendo el mejor uso de mi fuerza de voluntad para mantener mi autocontrol.
Meto la mano en el bolsillo, envolviendo mi palma alrededor de la pequeña caja de terciopelo que resguarda la joya más preciada.
Cuando las puertas se abren y ella aparece ante mí, no puedo retener la exclamación. Luce preciosa, el vestido rojo que Bella y Rebeca me ayudaron a escoger le sienta de maravilla, como si hubiese sido confeccionado exclusivamente para ella. Los leves tirantes y la abertura en la pierna le dan un aspecto sexi, la tela se ciñe a su silueta y creo que nunca antes la he visto tan radiante.
—Cara, llegaste —sonríe, da un par de pasos para ingresar a la sala al mismo tiempo que las puertas se cierran detrás de ella. —Estás impresionante, tan impresionante como nunca.
—¿Qué es todo esto, James? —hay una mirada emocionada en sus ojos. Recorre cada espacio y soy capaz de reconocer como el sentimiento la llena por completo.
—Es algo que he querido hacer desde que nos reencontramos en California —susurro —algo que ya no puedo seguir callando, Cara.
—James...
—Ven —tomo su mano y la conduzco justo al centro.
Tal vez ella no lo recuerda, pero este fue el sitio exacto en donde todo comenzó, esta la sala de ensayos nos trajo hasta este punto, esa noche en donde ella vino a mí, en donde sus disculpas me hicieron creer que tenía una oportunidad, y la tuve, claro que la tuve, pero no me llevó al resultado que deseaba, sino a algo mucho mejor.
—¿Harás lo que creo...? —su voz tiembla con emoción y sonrío.
—Vine a ti con un propósito distinto, vine a ti hace dos años sin imaginar lo que eso significaría en mi vida —tomo sus manos, ella parpadea tratando de eliminar las lágrimas que cristalizan sus ojos —vine a ti sin tener una idea de que terminaría amándote tanto.
Llevo el dorso de una de sus manos hasta mis labios, dejo un suave beso antes de volver a fijar mis ojos en los suyos.
—Hace poco más de dos años estuvimos aquí, en este mismo sitio, en esta sala compartiendo una de nuestras primeras conversaciones. En esta sala fingí por semanas ser alguien más, me hice otra persona con tal de garantizar tu cercanía. Me viste cuando fingía ser alguien más, me quisiste aún siendo otra persona, debiste de haberme odiado, pero, por el contrario, me entregaste tu perdón y tu amor en grandes cantidades.
—Oh, James...
—Ahora estoy frente a ti, Cara, mostrándote quien soy en realidad, no quiero tener que fingir otra vez, no deseo tener que adueñarme de alguien más para poder estar cerca de ti. Te he amado, te amo, y te amaré sin importar qué. Te amo ahora y estoy seguro de que te amaré también después de esto.
Suelta una de mis manos para poder limpiarse las lágrimas, su rostro luce tan conmovido, tan emocionado.
—Y es por eso, mia cara, que hoy quiero hacerte la pregunta más importante de mi vida —solloza —amo cada parte de ti, amo la manera en la que te has convertido en esta mujer tan fuerte y valiente, amo a la chica que se esconde en mis brazos cada noche, amo a la mujer que sale cada mañana para dirigir el imperio que comenzamos a construir, pero también amo a la chica vulnerable y frágil, quiero ser para todas ellas el sitio seguro en donde puedas encontrar un refugio, quiero ser ese apoyo que necesitas en los momentos difíciles, no voy a abandonarte nunca, me esforzaré cada día para merecerte, para ser el hombre que necesitas que sea. Quiero estar contigo cada día, hasta mi último aliento. No puedo prometer que estaré contigo toda la vida, pero si que estaré contigo hasta el final de la mía.
Un nuevo sollozo brota de ella, pero sus ojos...joder...sus ojos están tan iluminados como nunca.
Cuando me arrodillo, ella solloza con emoción en el momento justo en el que en el espejo se refleja la pregunta que nos llevará hasta nuestro futuro.
—Antonella Lombardi —saco la caja y la abro revelando la joya, mis ojos buscan los suyos, a pesar de las lágrimas...sonríe —¿me harías el honor de aceptarme como tu esposo?
No lo duda, asiente con frenesí y dice las palabras que mi corazón ansiaba escuchar.
—Sí, sí...claro que sí.
Apenas y tengo el tiempo suficiente para incorporarme y recibirla, me abraza, se aferra a mi cuerpo como siempre lo ha hecho, su corazón latiendo contra el mío...latiendo casi al mismo tiempo, como uno solo.
Cuando se aparta, sigue luciendo tan feliz. Deslizo la joya por su dedo y luego busco su mirada, ahí está el mismo sentimiento, la misma sinceridad, el mismo amor.
—Voy a hacerte feliz, Cara.
Sus manos acunan mi rostro, sus ojos fijos en los míos expresando tanto sin necesidad de palabras.
—Ya me haces feliz, amore. Me has dado aquello que ni siquiera yo sabía que necesitaba, me dejaste ser libre, me dejaste sanar, me dejaste ir sin la seguridad de saber si volvería, me diste la oportunidad de encontrarme otra vez... y me amaste...me amaste aun cuando ni yo misma fui capaz de hacerlo. Me amaste...y tu amor me permitió volar, y estuvo ahí...aguardando por mí hasta que fui capaz de volver.
Sus labios se encuentran con los míos en un beso cargado de sentimiento, en uno que demuestra tanto...transmite tanto.
—Siempre te permitiré volar, cara —prometo —quiero que seas libre, quiero que te sientas en un cielo abierto dispuesto para recibirte, pero que aún así decidas amarme, ya lo haces, ya me amas tanto y juro que dedicaré mi vida entera a fortalecer ese amor,
Vuelve a besarme, con más sentimiento, con más necesidad. Sin embargo, cuando se aparta, dice algo que no espero en lo absoluto.
—Tal vez deberíamos invitar a Massimo Santori a nuestra boda.
Nos miramos por unos segundos y luego...ambos reímos tan fuerte ante la tan loca...pero no improbable...idea que a mi futura esposa se le acaba de ocurrir.
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¡El siguiente es el epílogo! AHHHHH
¿Están listas? Las buenas noticias es que tendremos un precioso extra que sé que van a amar <3
¡No se olviden de votar y comentar! Significa mucho para mí.
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