42.- Dejar el pasado
JAMES
Ángelo me mira con el rostro casi implacable. Su sorpresa ha pasado, y ahora tiene esa calma que me resulta casi inquietante.
—¿Sabes lo que ocurrió la última vez que un hombre vino a pedir mi aprobación para casarse con Antonella?
Estrecha la mirada hacia mí.
—Yo no soy ese hombre.
Echa la espalda hacia atrás, toma una inhalación y solo entonces el destello de preocupación explota en su mirada.
—El matrimonio es un tema fácil para ella, lo sabes bien, ¿no es así?
Asiento, recuerdo todas las veces que he hablado con Antonella sobre eso. Y también recuerdo el destello emocionado de sus ojos cuando se permitía pensar en una boda, aún cuando parecía que se esforzaba por ocultarlo.
—Lo sé, Ángelo. Y te juro que, si ella dice que no, lo aceptaré. Estoy dispuesto a seguir a su lado sin necesitar una boda. Si ella lo desea de ese modo, lo aceptaré. Pero...el no ya lo tengo, ¿no es cierto?
El parece pensar en mis palabras, como si en serio se permitiera considerarlo.
—Quiero arriesgarme por ese sí.
Vuelve a quedar en silencio.
—Pero antes de hacerlo, quiero saber si estás de acuerdo porque eres importante para ella. Porque si ella quisiera decir que sí, pero tú no estás de acuerdo...la harás desistir.
—James...
—Y te juro, Ángelo...que no planeo hacerla sufrir, juro que eso es lo que menos deseo, yo la amo, lo hago de verdad y estos casi dos años me han hecho enamorarme aún más de ella, de lo que significa. Quiero convertirme en el esposo de Antonella, y deseo que tú me aceptes en tu familia como tal.
La preocupación se esfuma, sonríe levemente sin apartar la mirada de mi rostro y a pesar del gesto tranquilo que tiene, mi corazón martillea con furia contra mi pecho.
—No dudo de tus sentimientos hacia Antonella, sé que la quieres tanto porque se lo has demostrado en cada oportunidad que tienes. Solo que detestaría verla sufrir otra vez, lo que ocurrió la destrozó por completo, no soportaría verla de nuevo de esa manera.
—Yo sé que el tema para ella es complicado, me lo ha dicho. Pero también sé que le hace ilusión, me he dado cuenta de eso y sí, probablemente esté asustada tan pronto como vea el anillo, pero si ella me da la oportunidad, si ella dice que sí, entonces puedo jurar que pasaré el resto de mi vida demostrándole que no se equivocó al elegirme.
Ángelo sonríe, ladea la cabeza y luego...luego asiente.
—No podría permitir que otro hombre que no fueses tú se convirtiera en su esposo, eres el indicado para ella, lo supe desde que decidiste ocultarle la verdad para no lastimarla, lo supe cuando decidiste dejarla libre, cuando le permitiste sanar aun cuando eso significó tenerla lejos.
La emoción estalla en mi pecho.
—Se que la cuidarás y la harás feliz, eso es todo lo que me importa.
—Gracias, significa mucho para mí que confíes en mi de esa manera, no voy a fallar a esa confianza, te lo prometo.
Nos incorporamos y de pronto él se acerca para darme un abrazo, se siente cálido, reconfortante, como el abrazo de un padre.
Cuando se aparta, lanza una mirada hacia mí, me sonríe divertido y dice:
—¿Te he dicho lo bueno que soy para preparar propuestas de matrimonio?
Antonella.
Mi tía Daphne mantiene la atención en el área de juegos en donde los trillizos y Dante se encuentran jugando.
—No creí que volver pudiera sentirse tan bien —admito con una leve sonrisa —pero pasar tiempo lejos me hizo darme cuenta de cuento los echo de menos.
—Alejarse a veces es la mejor forma de sanar —sonríe al deslizar su atención hasta mí —y me alegra tanto ver que vuelves a ser tú.
—Me perdí por algo de tiempo, ¿no es cierto?
Ella me dedica un gesto comprensivo, extiende la mano a través de la mesa y toma la mía haciéndome sentir tan reconfortada.
—No importa si te perdiste o no, cariño. Lo importante es luchar por intentar encontrar el camino de vuelta —ladea la cabeza levemente —y tú lo hiciste.
—Con algo de ayuda —añado.
Sonríe y suelta mi mano, ahora hay un gesto divertido en sus labios, una mirada pícara que me deja saber que entendió mis palabras.
—Hablando de eso, ¿Cómo va todo?
—Excelente, es un hombre increíble. James es tan...tan...ni siquiera sé como describirlo. Es tan bueno que ninguna palabra le hará justicia.
Se ríe levemente, no de manera de burla, así que me contagia la risa también.
—¿Sabes? Yo sentí exactamente lo mismo cuando me enamoré de tu tío —una sonrisa dulce se posa en sus labios —es un hombre tan excepcional, es la clase de hombres a los que no puedes evitar entregarles tu corazón.
—Siempre he creído que ustedes tienen un amor como de película, siempre quise encontrar un hombre que me amara tanto como el tío Ángelo te ama, y pensé que con Leo lo había encontrado, no pude estar más equivocada.
—A veces las cosas no resultan del modo en el que las planeamos, tesoro, el mudo funciona de una forma en la que no entendemos. Pero al final, todo pasa por algo, ¿no es cierto? Mírate ahora, eres una mujer distinta.
—Lo soy —asiento levemente —y me siento realmente feliz, es como si antes del desastre, antes de James, hubiese estado viviendo bajo la piel de otra persona. Como si nunca me hubiese tomado el tiempo de saber que es lo que realmente deseaba.
—Al final elegiste los casinos.
—Una parte de ellos —asiento —no por completo, quiero formar parte, pero no quiero dedicarles mi vida entera. Quiero hacer otras cosas, quiero que James y yo podamos tener una vida aparte, y lo estamos consiguiendo, el casino es un éxito y nosotros estamos tan felices.
—Me alegra tanto escuchar eso, tu tío y yo siempre hemos esperado verte de esta manera, tan feliz y plena, sin importar que estés haciendo, o con quien, solo queremos que seas feliz.
—Ya lo soy, tía, ya lo soy.
No es la primera vez que lo digo, pero si es la primera vez que mis palabras desbordan más sinceridad que nunca.
Tengo la vida que siempre desee, tengo al hombre que siempre esperé, que me deja saber que soy suficiente, que él es suficiente, no tengo que esforzarme, no tengo que hacer absolutamente nada más que ser yo.
Y eso es lo mejor del asunto.
James me ama por lo que soy, no por lo que espera que pueda llegar a ser.
Y eso me hace amarlo, amarlo tanto como para añorar de nuevo aquello que nunca pensé poder volver a desear.
Cuando vuelvo a casa, James ya está ahí.
—Cara —saluda con una sonrisa —¿Cómo te fue?
—Bien —sonrío acercándome —¿qué hay de ti? Mi tío dijo que tuviste una visita gratificante.
Se ríe levemente.
—¿Está mal haberme sentido tan bien luego de que se fuera?
—Claro que no, ellos jugaron sucio en tu contra, es justo que les devolvieras tan solo una pequeña parte de todo lo que sentiste.
Se inclina hacia adelante y sus labios se encuentran con los míos, el contacto me envuelve en una sensación que conozco bien pero que, a pesar de ser conocida, no deja de hacer sentir como en las nubes.
—Aunque desearía que hubiese sido alguien más.
Entiendo perfectamente a lo que se refiere, a quien se refiere.
—Ya hablamos sobre esto. Creo que no vale la pena mencionarlo después de tanto tiempo. Él ya es pasado, no vale la pena traerlo a nuestro presente. Confío el que el tiempo podrá a las personas en el sitio en donde deben estar.
—Podemos ayudar un poco al tiempo y echarle la mano...
—James —interrumpo con una sonrisa —¿por qué estamos hablando de mi ex prometido?
—Porque me quedé con muchas ganas de romperle la cara —se sincera.
Golpeo su pecho, sin embargo, no puedo ocultar la risa que eso me produce. Por mucho tiempo luego de mí no boda, desee que Leo sufriera de alguna manera, quise que sintiera lo mismo que yo, pero ahora...ahorra realmente ya no me interesa. Tal vez si lo merece, pero al final de cuentas, yo solo quiero vivir de la mejor manera posible, sin remordimientos de por medio.
—No eres el único, pero ya no vale la pena, tesoro.
No valía la pena traer a fantasmas del pasado que solo entorpecerían mi presente, después de todo, Leo Bianchi ya no significa absolutamente nada para mí, dejó de significar algo hace mucho tiempo, es pasado...y ese es el sitio en donde debe permanecer, para siempre.
Siempre he pensado que el Karma y el universo tiene modos de actuar poco lógicos, difíciles de entender a la razón. Y realmente tampoco comprendo porque a veces se tarda tanto tiempo para obtener algo que antes deseabas que ocurriese en el instante.
Tal vez es casualidad, o el destino. No sé en realidad a que se deba que, a la mañana siguiente de mi conversación con James, me encuentre con Leo Bianchi cuando paseaba con mi tía Daphne.
Ella no disimuló su desagrado al verlo, y si no fuese por mi intervención, realmente se hubiese liberado al decir todo lo que opina sobre él.
Un parque familiar, el sitio en donde menos creí que me lo encontraría. Luce cambiado, y teniéndolo ahora de frente...es extraño no sentir nada. Absolutamente nada.
—Estaré cerca —dice mi tía cuando Leo pide hablar conmigo.
Le sonrío dejándole saber que está bien, que estaré bien. Cuando se aleja, pero no lo suficiente, vuelvo mi atención al hombre del que creí estaría por siempre enamorada.
—Leo —sonrío con educación —ha pasado tiempo.
—Dos años para ser exactos —dice —preguntaría como te ha ido, pero es evidente que bien —sonríe levemente —¿volviste para quedarte?
—No, James y yo solo venimos para las fiestas decembrinas, luego volveremos a Francia.
Soy consciente de como aprieta los puños y sonrío levemente.
—¿Qué hay de ti?
—Todo bien —responde dejando de mirarme —realmente te quedaste con él.
—¿Debería de haber hecho algo distinto? —ladeo la cabeza —James nunca me mintió, no importa lo que intentaste hacer para convencerme de lo contrario.
—Yo no...
—Por favor, han pasado dos años, Leo. Creo que puedes admitir abiertamente lo que hiciste, realmente creo que merecías toda la mierda que mi tío quería darte, pero ¿sabes algo? No vales el esfuerzo que eso conllevaría.
—¿Sigues odiándome? —casi suena a burla.
—No, odiar es un sentimiento desgastante. Te odié, pero ya no lo hago más, hacerlo sería tenerte más presente en mi vida de lo que siquiera mereces y honestamente, realmente no deseo tenerte más, así que...si me lo preguntas, ya no siento absolutamente nada por ti, ni malo ni bueno.
No responde.
—Espero que te vaya bien, o no —sonrío —ya no me importa.
Cuando me doy la vuelta para irme, su voz me detiene.
—Estabas tan malditamente enamorada —dice casi con enojo —¿Cómo...?
—¿Cómo lo quise tan rápido? —termino la frase por él —porque tal vez en realidad nunca te amé, solo creía hacerlo.
La ira explota en su mirada.
—Lo que sentí, lo que me hiciste sentir, no era amor. Lo sé porque ahora tengo un amor real, uno que si es verdadero. Lo que sentí por ti...era algo parecido al amor sin llegar a serlo.
Vuelvo los escasos pasos que he avanzado.
—¿Y sabes algo? —sonrío —que no llegaras a esa boda fue horrible, pero también fue lo mejor que pudiste hacer por mí. Porque al final, Leo, no eras el amor de mi vida, creí que te amaba, y estaba tan confundida.
—Anto eso es una mentira, tú me amabas —espeta —tú...
—Sí, la Antonella herida, la Antonella que aún no podía superar la muerte de sus padres, la Antonella que se sentía tan dependiente de lo que sea que tú me dabas, esa chica te amaba, o creía que lo hacía. Te amó una chica llena de heridas que no era capaz de amarse a ella misma. No era un amor sano, ni real, era uno casi iluso, uno que tarde o temprano terminaría por acabarse.
Retrocedo algunos pasos sin dejar de mirarlo.
—Gracias por no llegar ese día, Leo. Ha sido el acto más sincero que has hecho por mí.
Esta vez me doy la vuelta y no me detengo aún cuando lo escucho llamarme, Leo Bianchi había significado mucho para mí antes, casi acabó conmigo.
Sin embargo, ahora sé que es lo que debía pasar. Porque al final...lo encontré a él.
Y sé que James vale todos los riesgos, James vale tener la valentía como para decir: quiero estar con él por el resto de mi vida.
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