37.- ¿Aún espera por mi?
JAMES.
Cuatro meses después.
—Pareces un ermitaño viviendo tan solo —Rebeca me lanza una mirada divertida —creí que Ross estaría por aquí.
—Ross tiene sus propias ocupaciones que atender —informo dándole un sorbo al café frío que me he preparado antes de la llegada de mi hermana.
Parece que Rebeca había decidido pasar sus cortas vacaciones veraniegas en california, con lo cual la tendría hospedada en mi hogar por el par de semanas que planeaba estar de visita.
—Es bueno que me tengas aquí entonces —dice con una sonrisa —soy buena compañía.
—Eso no es lo que recuerdo según mis veinte años viviendo juntos —la molesto.
Rueda los ojos, se recoge el cabello en una coleta mientras da una mirada más detallada a su alrededor. Hace cuatro meses que me mudé del departamento de Ross. Ella decía que no había necesidad de que buscara algo propio, pero luego de cinco meses compartiendo sitio, se sentía realmente necesario.
Respecto al trabajo, me fue mejor de lo que pude haber imaginado. Un puesto de editor ejecutivo en una pequeña pero reconocida revista me dio todo lo que por años pasé luchando en Italia, y en este punto tenía la suficiente economía como para permitirme alquilar un departamento propio.
—¿Arrepintiéndote de haber decidido hospedarte en mi departamento en vez de un bonito hotel?
—No, solo que me doy cuenta que definitivamente te hace falta un toque femenino aquí —dice arrugando la nariz —todo es demasiado...frío.
—Te doy hospedaje en mi hogar y tú no haces más que criticar —mascullo empleando un fingido tono de indignación.
Se ríe, apoya los codos contra el mármol de la barra de la cocina y me lanza una mirada curiosa.
—¿Cómo va todo con el trabajo? Mamá dijo un par de cosas antes de mi viaje.
—Todo va tan bien como puede —sonrío levemente —trato de mantener la revista en el ojo público y no perder la atención de los consumidores, lo que resulta algo complicado.
—Eres excelente dirigiendo, lo has demostrado con los pocos meses que llevas en esto, papá estaría orgulloso de todo lo que has conseguido.
Una leve sonrisa se posa en mis labios cuando la escucho decir aquello.
—Supongo que hubiese esperado que triunfara sin la necesidad de salir del país al que siempre quiso tanto.
Mi hermana ladea la cabeza con comprensión, es evidente que en Italia no encontraría las mismas oportunidades de trabajo. Quiero decir, sé que han pasado poco más de nueve meses, pero no quería abandonar lo que he conseguido ahora en california por una vaga esperanza de que en mi país natal se hubiesen olvidado de la información que Enzo y Cara difundieron para lavarse las manos con el asunto del artículo que involucró a los Lombardi.
—No tienes que quedarte en un solo sitio para triunfar —dice con una mirada comprensiva —Antonella es un ejemplo de eso, toda su familia ha triunfado en Italia y ahora mírala, conquistando Francia.
Una sonrisa nostálgica se posa en mis labios cuando la menciona, Anto ha estado demasiado ocupada en los últimos meses, el casino en París ha resultado ser todo un éxito, con lo cual se ha colocado en uno de los primeros lugares de Francia.
—Sí, supongo que tienes toda la razón —expreso.
Mi hermana se da cuenta de mi cambio de humor ante la mención de Anto, es difícil...pero una parte de mí se encuentra feliz al saber que está obteniendo y consiguiendo todo lo que ha merecido.
Nueve meses sin verla se han sentido más largos de lo que en realidad son, como una especie de tortura que no parece tener pronto fin. Una punzada en mi pecho se hace presente cuando recuerdo como nuestras conversaciones se hicieron más cortas con cada llamada, como nuestros mensajes aumentaron las horas de espera para tener una respuesta.
Nos habíamos esforzado mucho por hacer que la distancia se sintiera menos dolorosa, pero en este punto...dolía con mayor intensidad que antes.
—Lo siento, no quería que te sintieras mal —parpadeo volviendo la atención a mi hermana.
—No pasa nada, estoy bien —intento sonreír —deberías terminar de instalarte, luego puedo darte un tour por la ciudad, me he vuelto un experto.
No está demasiado convencida, pero termina incorporándose para ir hacia la habitación que ocuparía durante su estadía en mi hogar. Cuando está lo suficientemente lejos, me permito desplomarme sobre el asiento.
Meto la mano en el bolsillo y tomo el celular, abro el chat de Anto y observo mi mensaje sin respuesta, han pasado cerca de cuatro horas y no pienso mucho en teclear uno nuevo:
"Hola, Cara. ¿Crees que podamos hablar esta noche antes de que te vayas a la cama?"
Mantengo la mirada en la pantalla del celular esperando una respuesta, cuando esta no llega, resoplo y lanzo el celular a un costado.
—Esto es una mierda.
He intentado esforzarme por parecer animado durante el recorrido que le estoy dando a mi hermana por la ciudad, sin embargo, evidentemente no lo estoy haciendo del todo bien.
—Bien, creo que, si me hubiese contratado un guía turístico, hubiese sido más animado el recorrido.
—De acuerdo, lamento no haberte dado el recorrido que esperabas —me disculpo cuando tomamos asiento en uno de los bancos libres que hay en el parque. Frunzo los labios en una mueca mientras comienzo a sentirme mal por haberle dejado notar mi estado de ánimo.
—Es broma, tonto —golpea mi hombro —anda, sabes que puedes contarme lo que sea.
Permanezco en silencio, una nueva inhalación me permite llevar a mis pulmones el oxigeno suficiente como para trasmitirme una leve sensación de control.
—Creo que no tengo que hablar para que sepas que ocurre.
Rebeca permanece en silencio, siento su suave mano colocarse sobre la mía, y me atrevo a mirarla.
—Me hago una idea, pero no soy adivina. Preferiría que mi hermano me contara lo que ocurre.
Una sonrisa casi nostálgica se filtra en mis labios.
—¿Es demasiado ridículo pensar que Antonella ya no siente lo mismo por mí? —mi hermana frunce las cejas.
—¿Por qué habrías de pensar eso?
Vuelvo a suspirar, dejo de mirarla para fijar la atención justo al frente. Las personas de nuestro alrededor parecen demasiado concentradas en sus asuntos, hay gente ejercitándose, familias comiendo y niños corriendo por todo el parque.
—No hablamos como antes, apenas y me toma las llamadas, a veces no responde los mensajes y juro que la entiendo porque...es la directora de un casino, y no cualquiera. Lo que probablemente le hace falta a su día son horas, pero...realmente echo de menos hablar con mi chica.
Mi corazón se estruja ante la manera en la que la llamo porque, vamos, todo este tiempo he dado por hecho que Antonella seguiría queriéndome con la misma intensidad, pero ahora ella es alguien...distinta. Y amo cada parte de ella, sigo tan enamorado de la mujer en la que se convirtió y me siento orgulloso de que ahora sea tan feliz en París, pero una parte de mi echa de menos las charlas, las llamadas de horas, los mensajes constantes y escuchar su voz diciéndome lo mucho que me echa de menos.
—Nunca sería un impedimento para sus sueños, ni para que pueda conseguir lo que desea. Solo me pregunto si alguna vez volveremos a ser esos chicos que se enamoraron en Italia sin tener consideración si era demasiado rápido o no, simplemente se enamoraron.
—Ustedes siempre serán esos chicos —susurra dejando un apretón en mi mano —estoy segura de que Antonella sigue queriéndote con la misma intensidad, sigue queriéndote tanto como tú la quieres, no lo dudes.
—¿Realmente lo creo?
—No solo lo creo, estoy convencida. La forma en la que ella te quiere no es fácil de borrar, James. Y en realidad apenas y vi la forma en la que te miraba, no miras así a cualquier chico, solo miras así a la persona que estás segura que amarás para siempre.
—Nuestros caminos ahora no parecen poder cruzarse pronto, estamos a miles de kilómetros de distancia, realmente no creo que podamos coincidir en un mismo sitio sin que uno renuncie a su sueño, y ambos tenemos la experiencia de que eso no terminará bien.
—No tienes que renunciar a nada, Jimmy —retengo la sonrisa cuando me llama del modo en que solía hacerlo cuando era pequeña, y sabía que me molestaba tanto —te sorprendería las soluciones que el amor puede dar.
Se incorpora de la banca, me dedica un guiño y luego extiende la mano en mi dirección, la tomo sin dudarlo, tira de mí y me obliga a avanzar por el sendero, y es de cierta manera como si una parte de la carga, aunque no toda, se haya quedado en aquella banca.
Ojalá la hubiese dejado toda, pero en este punto...algo es mejor que nada.
No tuve una respuesta de Antonella durante las horas siguientes, me fui a la cama y la llamé antes de dormir, no obtener una contestación solo hizo que el pinchazo en mi corazón fuese más fuerte...y mi sueño fuese todo menos placentero.
Así que, a la mañana siguiente, no estoy con el mejor humor.
—¡Dos columnas! —expreso con impaciencia —santo cielo, ¿tan difícil es entender que quiero dos columnas? No vamos a desperdiciar material dejando una columna y más del setenta por ciento del espacio solo con imágenes.
Derian, lo más cercano que tengo a un asistente, frunce los labios ante mis palabras.
—De acuerdo, ¿por qué no van a sus áreas y trabajan en las indicaciones? —interviene y los responsables de cada área de la revista asienten sin protestar.
Cuando se marchan, gira hacia mí.
—No debes desquitar tu mal humor con los empleados, jefe —dice y resoplo.
—Realmente detesto que me llames jefe y hoy no estoy de humor para tolerarlo —advierto —¿podrías por favor verificar que entreguen los resultados que he pedido?
—Me encargaré de eso —asegura —¿quieres hablar de lo que te tiene de mal humor?
Elevo la mirada y eso es suficiente para hacerle entender que no lo deseo. Derian eleva las manos y se marcha murmurando algo por lo bajo que no consigo captar. Cierro los ojos y me tallo las sienes ante el leve dolor que comienza a hacerse presente.
Mi celular vibra, no quiero abrir los ojos porque no deseo ver que se trata de algún pendiente o problema que tengo que resolver, sin embargo, mi sentido de la responsabilidad me hace abrirlos y cuando lo hago, prácticamente salto para responder al leer el nombre de Antonella en la pantalla.
—Cara —mi voz brota más entusiasmada de lo que pretendo.
—¡Hola! —ella saluda con la misma emoción —lamento no haber podido tomar tus llamadas y no responder los mensajes, pero las últimas doce horas han sido de locos.
Se ríe levemente, reconozco voces de fondo y deduzco que probablemente está en los casinos, aunque teniendo en cuenta la hora, ya es un poco tarde para eso.
—No hay problema, lo entiendo perfectamente —afirmo —¿Cómo estás? ¿Has estado bien?
—Excelente, todo bien por aquí. ¿Qué hay de ti? ¿Estás en la oficina?
—Sentado justo frente a mi escritorio —admito —echaba de menos escuchar tu voz.
Hay un breve silencio.
—Yo también echaba de menos escucharte, siento mucho que no estemos hablando como solíamos. Sé que todo esto es complicado y lamento...
—No te disculpes —pido, las voces al otro lado de la línea disminuyen y deduzco que probablemente ha ido a su oficina o un sitio más privado.
—Esto está siendo más complicado de lo que previmos, ¿no es cierto?
—Mucho más. Pero supongo que así es como tiene que ser, dijimos que estaríamos bien, y no quiero ponerme sentimental en la primera llamada que tenemos en días.
—No podría culparte —el volumen de su voz baja —estoy a punto de ponerme sentimental.
Sonrío, deslizo la atención hacia su fotografía, esa en donde aparece tan sonriente y radiante, esa fotografía que me ayuda a mantenerla en la mente, que me hace echarla de menos cada día y desear tenerla frente a mí en vez de solo su fotografía.
—¿Puedo preguntar algo? —cierro los ojos brevemente.
—Lo que sea.
—¿Tú corazón aún espera por mí, cara?
No hay una respuesta, su silencio me talada el pecho, produce una sensación ardorosa que no puedo manejar.
—¿Por qué no abres la puerta para averiguarlo?
Me congelo, dirijo la atención hacia la puerta de la oficina que permanece cerrada. Dejo caer el celular mientras me incorporo y casi corro hacia ahí, mi corazón golpea con furia contra mi pecho, lo hace con una rapidez que creo que va a colapsar y sufriré un paro cardiaco justo ahora.
Mi piel arde contra el pomo de metal, y cuando lo abro...cuando al fin lo hago...ella está ahí. Mi respiración se corta y mi estomago parece contraerse de una forma casi dolorosa, porque...ella está aquí.
—Cara...
—Siempre, James —responde sonriéndome —mi corazón siempre va a esperar por ti.
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