30.- Pérdida sin culpa.
JAMES.
—Maldita sea —mascullo quitándome el traje, observo mi reflejo en el espejo de los baños y hago una mueca al mirar la mancha rosa en la camisa.
Lanzo el saco a un lado y abro la llave del agua, tomo varias servilletas y trato inútilmente de eliminar la marca. Humedezco las servilletas y froto la tela pero eso solo termina por arruinarlo mucho más.
—Joder —lanzo el papel al bote de basura y cierro los ojos. El agua sigue corriendo, extiendo la mano cerrando la llave y me tomo un par de segundos para tratar de recuperarme de la molestia que me ha producido la discusión con Antonella.
Se supone que es su noche, debería ser la mejor de todas, deberíamos estar disfrutando, riendo y bebiendo en vez de estar discutiendo por una mujer que ha decidido que es buena idea tirar un coctel sobre mí.
Es inútil intentar eliminar la mancha, tal vez pueda preguntarle a Ángelo si tiene alguna camisa de repuesto, saco el celular, busco el contacto y abro el chat.
James: Ocurrió un incidente, ¿tendrás de casualidad una camisa de repuesto? Necesito urgentemente una.
Observo la pantalla, en espera de una respuesta.
Ángelo: ¿En donde estás?
James: En los baños, alguien tiró un coctel sobre mí.
No hay una respuesta después de eso, suspiro con pesadez y vuelvo a cerrar los ojos.
Detesto discutir con Antonella, sobre todo en una noche como esta, una noche que debería ser de celebración y no de ella ordenándome que me cambie la maldita camiseta y creyendo que puedo coquetear con otras mujeres.
Ángelo no me da una respuesta, así que opto por salir y buscar por mí mismo una camisa de repuesto. Tomo el saco con una de mis manos y voy hacia la puerta, sin embargo, cuando intento salir, la puerta no cede.
Empujo y trato de abrir, pero es como si estuviese atorada de alguna manera, o como si alguien le hubiese colocado el cerrojo porque, ¿Quién le pondría llave a la puerta de los baños?
No parece haber nadie más dentro, una nueva maldición brota de mis labios mientras intento inútilmente de abrir la puerta.
—Oh, genial. Maldición, ¿esto es en serio?
Empujo el metal y un sonido seco se escucha, trato de ver si la puerta está atorada de alguna manera, pero no parece haber ningún problema.
—¿Hola? ¿Alguien puede abrir? —golpeo el metal con fuerza, pero no hay ni una sola respuesta.
Resoplo, meto la mano en mi bolsillo y tomo de nuevo el celular.
James: Estoy encerrado en el jodido baño, ¿puedes enviar a seguridad?
La confirmación de lectura aparece, pero como ocurrió con el mensaje anterior, no hay una respuesta. Vuelvo a golpear el metal de la puerta con fuerza tratando de que alguien escuche, pero el silencio es la única respuesta que obtengo.
—Realmente esto no puede estar peor —me quejo.
Cuando estoy por golpear otra vez, la puerta se abre. Un chico aparece, me mira con una sonrisa extraña y se aparta.
—Lo lamento, señor, alguien debió de haberle colocado cerrojo desde fuera —lo observo con el ceño fruncido, volteo a los lados y descubro a Ángelo viniendo a prisa hacia mí.
—Me debes una maldita explicación —dice con severidad, su atención viaja hasta la mancha en mi camisa y luego voltea brevemente hacia el baño.
—¿Explicación sobre qué? —inquiero.
—Solo sígueme.
Me hace un gesto con la cabeza y uno de los guardias empuja levemente mi cuerpo para hacerme caminar, lo sigo sin entender realmente a que se debe todo esto, joder, ¿qué demonios está pasando esta noche?
Nos conducen por los pasillos traseros, hasta la oficina de Ángelo. Cuando entro, Antonella está ahí, y luce tan...destrozada que por un segundo me olvido de todo y trato de acercarme a ella, pero lo impide, no puedo imaginar lo que hará, me dirige una mirada furiosa y luego...su mano golpea mi rostro.
Ella me da una jodida cachetada.
El escozor se presenta en la zona mientras doy un paso hacia atrás.
—¿Qué mierda Antonella?
—¡Eres un maldito mentiroso! —grita con el dolor impreso en la voz.
—¿Qué? ¿De que hablas? —trato de acercarme, pero ella me aparta —Cara...
—¡Te vi con ella! —exclama —¡Maldición, James!
Volteo hacia Ángelo, el tiene un gesto indeciso, y yo...yo no sé que mierda es lo que está ocurriendo.
—¿Con quién? Anto...no...no entiendo que...
—Oh, por favor —se ríe con ironía —te vi, James. Vi como Rilee te besó y también vi como no hiciste absolutamente nada para apartarte de ella.
Eso cae sobre mi como un balde de agua fría, me paraliza por completo y no sé como reaccionar porque... ¿de dónde saca eso?
—Antonella, realmente esto es demasiado —mascullo —¿Besarme con Rilee? ¿En qué momento?
—¡Cuánto estabas en los putos baños!
—¡Estaba encerrado en el maldito baño! —es mi turno de gritar —¡Joder! Ángelo, ¡dile! Maldición, te envíe un maldito mensaje, yo no...
Cuando regreso la vista a Anto, me doy cuenta de que ella no cree nada de lo que estoy diciendo. En realidad, ninguno parece creerme.
Retrocedo sintiéndome sofocado, el ardor en mi mejilla persiste y trato desesperadamente de entender de lo que se me acusa, ni siquiera he visto a Rilee luego de que derramara la copa en mi ropa, ¿besarla? Joder no, eso no es posible.
—Cara...no sé que demonios está pasando, pero sea lo que hayas visto, te juro que no soy yo. Estaba en los baños, entré a cambiarme como lo pediste y luego la puerta se atoró, fueron un par de minutos, le envíe un mensaje a tu tío...
—Eso es una excusa ridícula —espeta —¿encerrado en el baño? ¿Escuchas lo ridículo que eso suena?
No parece la misma chica con la que llegué, la forma en la que me mira, como su cuerpo está tenso y lanza miradas filosas hacia mí...comienza a asustarme. Comienzo a creer que ella está convencida de algo que ni siquiera hice.
—Te vi, James —dice con el dolor en la voz —te vi perfectamente.
—No hay forma —sacudo la cabeza —no hay forma de que el hombre al que hayas visto sea yo. Sabes bien que no te haría eso, Cara...
—¡Deja de mentirme! —se acerca con rapidez hacia mí, sus puños se encuentran con mi pecho y solloza mientras golpea, atrapo sus manos tratando de calmarla —¡Eres igual de mentiroso que él! ¡Igual de detestable!
Su tío es el único que consigue apartarla, la suelto cuando sus palabras llegan hasta mí, cuando me golpean de una forma abrupta, tan inesperada. Me arrebatan el aliento y mi corazón parece a punto de estallar con la ira al escucharla compararme con el hijo de perra de Bianchi.
—Tenemos el video —la puerta se abre, Antoni ingresa y en el segundo en el que gira la pantalla hacia mí, mi estómago cae al vacío.
Sí, si yo no estuviese seguro de que nunca besé a Rilee, también creería que se trata de mí.
El hombre que aparece en la pantalla porta exactamente la misma ropa, está de espaldas, el rostro no se ve ni un solo segundo y durante los segundos que el video dura, parece saber exactamente como evitar las cámaras.
—¿Vas a negármelo? —la voz herida de Antonella vuelve a captar la atención —¿Cómo vas a negarlo ahora?
Tengo la mirada acusatoria de tres personas sobre mí y me siento sofocado, tan abrumado porque no tengo ni una jodida idea de como es que esto pudo suceder.
—Ese no soy yo —mi voz brota firme a pesar de los sentimientos que me produce toda esta situación —busca los otros ángulos, ni siquiera se ve mi rostro. ¿Cómo estás segura que se trata de mí?
—James, por favor —Ángelo sacude la cabeza —estás ahí.
—Y ni siquiera se ve mi puto rostro —espeto con molestia —hay un hijo de puta en tu casino haciéndose pasar por mí, ese no soy yo. Busca los otros malditos ángulos, cualquier otra cámara y vas a darte cuenta de que ese hombre no soy yo.
—No necesito ver las cámaras —la voz de Antonella capta toda la atención —me basta con lo que vi.
—Cara...
—Tengo más que suficiente con lo que mis ojos vieron, y eso fue a ti, besándola.
Un nudo aprieta en mi garganta, sus palabras se sienten como una puñalada que me atraviesa por completo y me deja sangrando. La respiración se me corta, mi pulso se dispara y mi corazón late con fiereza contra mi pecho, latidos fuertes, acelerados.
—¿Realmente no crees en mí?
—No.
Me siento caer al vacío, hay un silencio escalofriante entre nosotros.
—Y como soy la encargada de las decisiones operativas, estás despedido, James.
—Anto esto no...—Ángelo intenta hablar, pero ella vuelve a interrumpirlo.
—Estás despedido y no quiero verte ni por mis casinos, ni por mi hogar. No quiero volver a verte.
—Antonella podemos buscar los ángulos, James tiene razón, no se le ve el rostro —Antoni habla con seguridad —tal vez esto es solo un malentendido, no puedes despedirlo...
—Claro que puedo, según sé la que toma las decisiones operativas soy yo, no tú, tío —sisea —ni siquiera eres el dueño.
Esta mujer que habla con rencor y de manera borde a sus tíos no es mi Anto.
—Cuida como me hablas, Antonella —reprende —estás siendo irracional, tal vez Ángelo te quiera demasiado como para decírtelo, pero no puedes despedir al personal así por que sí. Tal vez esto es solo un jodido mal entendido y lo estás acusando sin haber visto todo.
—He visto lo suficiente. La decisión...
—No soy el dueño, pero puedo sacarte del puesto, tengo muchas más acciones que tú y no me importaría sacar a mi sobrina porque está tomando decisiones ilógicas —amenaza —Ángelo estará de acuerdo con que estás siendo irracional, detente a pensar un segundo...
—¡No necesito pensar nada! —cierro los ojos porque todo esto me está sobrepasando.
Se siente tan confuso, tan ilógico e irreal.
—Vuelve a levantarme la voz, Antonella y James no va a ser quien deje de trabajar en los casinos.
—Antoni, basta, no le hables así...—Ángelo da un paso hacia su hermano, pero la mirada que recibe del mayor lo detiene.
—No, debes dejar de ser tan malditamente consentidor porque ocasiones justo esto, que se crea con todo el derecho de despedir al personal sin fundamentos.
—¡Claro que tengo fundamentos!
Me siento sofocado, me siento tan mal y la discusión que se ha originado no ayuda en lo absoluto. No entiendo como pudo haber sucedido, no entiendo que carajos ha pasado, como hay un video con un hijo de perra que se parece a mí.
—Antonella tiene razón —mi voz consigue colocar el silencio entre nosotros —es la directora operativa, acaba de tener su nombramiento. Tiene todo el derecho de correrme si así lo quiere.
Mi pecho quema con intensidad y mi respiración es irregular, fijo la atención en la mujer con la que hasta hace menos de treinta minutos estaba riendo, disfrutando de la mejor noche y escuchándola decir que confiaba en mí.
—Me iré de tus casinos si eso es lo que quieres.
—No deseo nada más.
Sonrío con tristeza, sacudo la cabeza y trato de mantenerme tan firme y sereno cuando lo cierto es que estoy haciéndome pedazos.
—Antonella, por favor —me acerco a pesar de que sus ojos me lo prohíben —ese no soy yo, tienes que creer en mí. Estaba en el maldito baño, busca las otras cámaras, busca los otros ángulos, por favor.
—Ya me mentiste una vez —dice con rencor —no te daré la oportunidad de que juegues conmigo otra vez.
—Anto, busca los otros ángulos —suplico con desesperación —por favor, tienes que creerme, ese no soy yo.
—Si no te vas ahora, voy a llamar a seguridad y no creo que quieras que los guardias te echen fuera.
Algo en mi se rompe, se desgarra con tanta fuerza que me arrebata el aliento. Me roba la respiración y me ahoga...porque...joder...la quiero tanto y ella parece que, en este punto, ya no tiene ningún gramo de amor por mí.
—¿Esto va a ser todo, Cara?
Mantengo los ojos en ella, le sostengo la mirada y observo el dolor, la lucha interna de sus ojos. Pero al final, la frialdad se apodera de sus pupilas, las envuelve y la hace lucir tan lejana.
—Quiero que te vayas, y no vuelvas a mi vida nunca más.
Mis párpados arden y aprieto los dientes tan fuerte que comienzan a doler. Mis uñas se clavan en mis palmas mientras trato desesperadamente de mantener el control y no romperme justo aquí.
Pero es imposible.
Antes pude tolerar el odio de Antonella porque lo merecía, porque hice algo y eso tuvo una consecuencia. Pero ahora...ahora no hice absolutamente nada y ella ni siquiera pudo darme el beneficio de la duda, no pudo confiar en mí ni siquiera como para permitir buscar las otras imágenes, las otras cámaras que demostrarían que digo la verdad.
—De acuerdo —sentencio —no volverás a tenerme en tu vida entonces, Antonella. Pero ese de ahí...—señalo la computadora —ese de ahí no soy yo.
No espero una respuesta, me doy la vuelta y salgo de ahí, afuera la fiesta continúa, las personas siguen divirtiéndose, hay risas y palabrotas, pero todos parecen disfrutar de la noche.
Atravieso el lugar con rapidez, avanzo casi a zancadas necesitando salir de aquí tan pronto como me es posible. Una vez afuera, no me detengo hasta que consigo parar un taxi porque ni siquiera he traído el maldito auto.
—¿A dónde lo llevo, señor? —el hombre me mira esperando una respuesta, hay una amargura en mi pecho que se extiende a pasos agigantados.
—Al bar más cercano, por favor.
Asiente, meto la mano en el bolsillo y enciendo el celular, la imagen de Antonella y mía aparece torturándome un poco más, cierro los ojos con fuerza, apoyo la frente contra la ventanilla y creo que ya no queda absolutamente nada más de mí.
Lo perdí todo de nuevo, solo que esta vez, la culpa no fue mía.
(...)
He perdido la cuenta de los tragos que he tomado. Estoy un poco borracho, pero no lo suficiente, tal vez debería beber más para olvidarme de una puta vez de todo lo que ha pasado en las últimas horas.
—Ay, no es cierto —reconozco la voz sin siquiera voltear —James, dime que no has bebido tanto.
—Bien, no te diré entonces.
Ross resopla, gira hacia el encargado de la barra y extiende la tarjeta de crédito.
—Nos vamos —ordena —espero que puedas caminar porque no planeo arrastrarte.
Me acabo el último vaso de whiskey y dejo el cristal vacío sobre la barra. Llamé a Ross luego de darme cuenta que no traía conmigo el suficiente dinero como para cubrir mi cuenta del bar, el poco efectivo lo gasté pagándole al taxista que me dio una tarifa que era probablemente el doble de la normal, y no quería arriesgarme a intentar irme sin pagar.
Aún soy capaz de caminar, así que salimos del bar y no me toma mucho trabajo localizar el auto de Ross. Camino hacia ahí sin esperarla, ella le quita la alarma e ingreso, deslizándome en el asiento del copiloto.
Cuando ella sube, permanecemos en silencio. Sé que tiene preguntas, preguntas que justo ahora no quiero responder. parece darse cuenta de eso porque se limita a encender el motor del auto, y conducir.
Hacemos el camino en silencio, mi mente no deja de torturarme, tratando de entender que carajos ocurrió esta noche, como todo se fue por a la mierda y ni siquiera pude darme cuenta.
Llegar a casa no mejora mi ánimo, Ross entra detrás de mí y en el segundo en el que me desplomo en el sillón, sé que no puedo tolerarlo más.
—¿Qué pasó?
—Alguien se hizo pasar por mi —mi voz brota llena de amargura —alguien fingió ser yo y besó a una de las modelos. Antonella los vio y cree que soy yo. No me escuchó, no quiso buscar los otros ángulos...solo...solo me ha dicho que no quiere tenerme en su vida, y me ha despedido. Me he quedado sin novia, y sin empleo —me río sin querer hacerlo.
Ross se acerca, apoyo los codos en mis rodillas y sostengo mi cabeza entre mis manos.
—Y lo peor es que no sé qué carajos pasó —mi voz se rompe —Ross no entiendo que ocurrió, ni siquiera me di cuenta, entré al baño dos minutos y al salir...al salir todo se había ido a la mierda. Ella me odia de nuevo y yo...
La siento abrazarme y todo mi autocontrol se va porque...joder, esto duele. Quema tan fuerte que creo que va a acabar conmigo.
—Ella me odia de nuevo y creo que esta vez no habrá nada que pueda hacer para solucionarlo.
Ross no dice nada, sus brazos me envuelven y me quedo ahí, tratando de no romperme más, tratando de no hacerme polvo y desvanecerme por completo.
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¿Ya no odiamos a James? T-T
¡No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí!
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