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25.- No dar oportunidad

JAMES.

Ángelo me lanza una mirada dudosa.

—Esto es ridículo, James —dice con una sonrisa tirando de sus labios —¿estás preocupado de lo que pueda hacer? Leo sabe que no podrá acercarse de nuevo a Antonella, no hay manera. Ella lo ha dejado claro, no planea aceptarlo de regreso.

—No me preocupa el hecho de que ella lo acepte, sino lo que él pueda hacer en su intento de conseguirlo.

—Yo que tú, no me preocuparía tanto —se incorpora, lo sigo con la mirada mientras rodea el escritorio y toma asiento a mi costado —tienes cosas más importantes por las cuales preocuparte ahora.

—Lo sé, pero...

—Pero nada —interrumpe —Antonella es lo suficientemente adulta y madura, sabe mantenerse firme en sus decisiones y a pesar de que Leo fue alguien importante, no lo aceptará de vuelta. Respecto a que él haga algo, no se atrevería. Sabe bien que no toleraré que vuelva a dañar a mi sobrina, lo único que desea ahora es poder creer que tiene la oportunidad, los hombres como él detestan ser remplazados, detestan dejar de tener importancia.

—¿No crees que pueda hacer algo?

—Quiero ver que lo intente —sonríe de manera despreocupada —ahora, hablo en serio al decir que tienes mejores cosas por las cuales preocuparte.

Suspiro.

Han pasado un par de días desde que tuve la visita de Ross, dos días en donde traté de convencerme que realmente no tenía absolutamente nada de que preocuparme, pero fracasé terriblemente.

Así que vine aquí, a hablar con el único hombre que sé que puede hacer algo al respecto. Sin embargo, parece ser que Leo no representa una preocupación para Ángelo.

—Luzco ridículo, ¿no es cierto?

Se ríe, y eso solo aumenta mis sospechas de estar pareciendo ridículo.

—No luces ridículo —afirma —me pareces un hombre interesado realmente en la mujer que quiere. Y eso me agrada, que temas perder a Antonella.

—Temo perderla a cada segundo —confieso —pero me las arreglo para ocultarlo.

—Lo sé, realmente me agrada que las cosas entre ustedes se estén arreglando, sé que Anto puede ser complicada de convencer, pero ten paciencia, dale tiempo y verás que podrás recuperarla otra vez.

—Estoy poniendo cada gota de mi esfuerzo para que así sea.

—Y más vale que obtengas un resultado favorable, ¿eh? —y sé que a pesar del tono divertido que emplea, no está bromeando. —Ahora, ¿Cómo vas con lo de tu trabajo?

Arrugo la nariz con desagrado.

—Aún no tengo ninguna oferta, he enviado mi currículum a varias revistas y canales, pero parece ser que el rumor de "retener información para beneficio propio" se expandió con rapidez. El mundo del periodismo una vez que eres fichado, no hay vuelta atrás.

—Bueno, entonces tengo una propuesta para ti —admite —tengo un espacio en el área de publicidad para el casino, sé que eres reportero y probablemente no es tu área, pero puedes participar mientras encuentras algo.

—¿De verdad?

—De verdad —asiente con una leve sonrisa —necesitamos a alguien que sea bueno con las palabras, mi editor renunció hace unos días y necesito a alguien que sepa manejar a la prensa, que pueda defender el nombre de mis casinos, creo que eres el hombre adecuado para eso.

—¿Quieres ofrecerme el puesto de editor? Ángelo...

—No es la gran cosa —se encoje de hombros, pero sé perfectamente que él es consciente de que esto claramente es la gran cosa. —Puedes ir mañana a los casinos, hablar con el equipo de publicidad y ver que te parece. ¿De acuerdo?

—Claro —trato de mantener mi entusiasmo al margen.

—De acuerdo, ve mañana al mediodía, habrá alguien esperándote ahí.

—Gracias, sé que piensas que no es la gran cosa...pero si lo es.

Se incorpora y me dedica una sonrisa amable.

—Me gustaría seguir platicando, James, pero tengo trabajo que hacer. Esos casinos no se dirigen solos.

—Oh, claro —me incorporo también y estrecho la mano con el hombre que tengo al frente —gracias otra vez.

—Es un placer ayudar si puedo hacerlo. Y, por cierto, este fin de semana habrá un almuerzo, estás invitado si deseas venir.

—Gracias, aquí estaré —sonrío un poco más y temo verme como un chiquillo emocionado.

Me despido y salgo del estudio, la mansión Lombardi está extrañamente solitaria. No me topo con nadie al salir, mi auto está aparcado en la entrada de una forma casi descuidada debido a mi prisa por hablar con el señor Lombardi.

Salgo de los terrenos de la mansión tratando de decirme que Ángelo tiene razón, Leo no tiene ninguna oportunidad, y realmente sería estúpido de su parte intentar algo en contra de Antonella, ¿Quién en su sano juicio lo haría?

Detesto decir esto, pero el cabrón es inteligente, sabe bien que hacer algo como eso sería su perdición.

Y tal vez es porque lo sé, que temo lo que pueda ocurrir.

Me obligo a dejar de pensar en eso, no necesito más preocupaciones, justo ahora tengo asuntos más importantes que requieren de mi atención.

No me demoro mucho en llegar a casa, cuando lo hago, estaciono el auto y me tomo el tiempo de responder el par de mensajes que Antonella me ha dejado.

Sin embargo, cuando he guardado de nuevo el celular y bajo del auto, sé que Ángelo se equivoca al decir que no tengo de que preocuparme. Porque Leo Bianchi está aquí.

—James Cavalli —se incorpora de los escalones y me sonríe falsamente. —¿Crees que podamos mantener una conversación?

—Temo que voy a decepcionarte, no tengo tiempo.

Cruzo por su lado sin prestarle mayor atención, lo que sea que pretenda hablar no debe de ser nada bueno.

—Deberías alejarte de ella —dice consiguiendo que me detenga —no eres suficiente.

Cuando vuelvo a mirarlo, tiene las manos escondidas en los bolsillos de su saco. Una sonrisa irónica se filtra en mis labios cuando deja de hablar.

—¿Y tú sí? —arqueo la ceja —por favor, Leo. Con todo lo que hiciste, eres la última persona que puede decidir si soy o no suficiente.

Se ríe.

—Eso es lo que crees, James. Pero no estarás a su altura jamás. Una mujer como Antonella requiere valentía, tenacidad, merece a un hombre que sepa manejar el poder que ella representa.

—Y es por eso que no te quedaste con ella.

Su rostro se contrae con evidente molestia.

—No sé que pretendes, pero estás perdiendo tu tiempo, Leo. No volverás con Antonella.

—Sé bien que no volveré con ella, no soy idiota. Pero tampoco voy a permitir que un idiota como tú, sé la quede.

—Ella no es algo que le pueda pertenecer a un hombre —espeto —dijiste que no la amabas, que nunca quisiste casarte con ella. ¿Por qué no la dejas en paz entonces y permites que sea feliz con alguien que si la valora?

No responde, estoy comenzando a perder la paciencia y sé que no debo porque tal vez es eso lo que vino a buscar.

—Es porque no toleras que te haya olvidado en un mes, ¿cierto? No toleras que seas tan poca cosa para Antonella, que haya podido reemplazarte con tanta facilidad. No toleras que sea feliz porque tú no lo eres, y estabas decidido a que al dejarla serías libre, serías afortunado, podrías ser feliz, pero ha ocurrido todo lo contrario.

—No sabes de lo que hablas.

—No, sé bien lo que estoy diciendo.

—Los Lombardi nunca van a aceptarte, no eres como ellos, no dejarán que estés con ella.

Es mi turno de reír.

—Fue el mismo Ángelo Lombardi quien me animó para luchar por Anto. Bella me adora, Daphne es ta amable como nadie. Soy invitado a las galas de los casinos, y tengo una invitación para almorzar con ellos este fin de semana, como yo lo veo, Leo, ya me han aceptado.

—Eres un cabrón con suerte, eso es todo.

—No, lo que soy, es un hombre que, si sabe luchar por lo que quiere, quiero a Antonella, y ten por seguro que no me detendré hasta recuperarla.

—Nunca vas a tenerla, jamás va a confiar en ti, puede que ahora lo parezca, pero no lo hará. Se obsesionará con que no la abandones, y cuando lo intentes, va a odiarte.

La molestia se dispara en mis venas, una ira hacia el cabrón que no deja de hablar así de Antonella.

—¿Sabes cual es la diferencia, Leo? Que conmigo no tiene esa maldita duda, que ella sabe perfectamente que no la abandonaré. Se siente segura conmigo, encuentra seguridad a mi lado. Y aún cuando no fuese así, pasaría los días recordándole lo mucho que la quiero, lo mucho que significa para mí. Le repetiría tantas veces como fuese necesarias, que no la abandonaré.

—¿Aún cuando te obligue a ponerle una maldita argolla en su mano?

Sonrío.

—Se la pondría sin la necesidad de que ella lo mencionara. Eso es lo que ocurre cuando alguien es realmente importante, cuando realmente tienes sentimientos por una persona.

Doy un paso más al frente, quedando más cerca de él.

—Déjala en paz —advierto —hazte a un lado, Bianchi. Hablo en serio.

—¿O qué? ¿Vas a escribir otro artículo difamándome?

—Escribiré otro que te arruine por completo. Y de paso, tal vez te rompa la cara que te lo estás ganando a pulso.

—¿Es una amenaza?

—Es una advertencia, aléjate de mi chica —exijo —ya la has perdido, tú mismo provocaste eso así que sé un hombre, y déjala ser feliz.

Le doy la espalda sin esperar una respuesta, estoy subiendo los escalones cuando él habla otra vez.

—No la tendré —me detengo —pero ten por seguro que tampoco tú.

Mis manos se cierran en puños a mis costados, Leo me lanza una sonrisa maliciosa.

—No la tendrá ninguno, James.

Y ahora es él quien no espera una respuesta, lo miro alejarse y subir al auto polarizado que espera al otro lado de la calle, y se marcha.

—Voy a acabar contigo —prometo mirando el auto alejarse.

Voy a hacerlo, tengo que hacerlo. De lo contrario, sería darle la oportunidad de jodernos y eso no es algo que yo pudiera permitir. He jodido las cosas una vez, no dejaría que ahora alguien más, lo haga por segunda ocasión.

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