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22.- Formar parte.

JAMES

Antonella tolera mi presencia, pero aún no confía en mí. Sé que lo intenta, sé que su amabilidad en realidad debería de ser gritos y en vez de miradas suaves debería recibir cuchillas, lo intenta, y eso solo consigue apachurrar mi corazón más de lo que debería.

Sin embargo, me prometí a mí mismo que no importa lo que sucediera, haría hasta mi último esfuerzo para conseguir tener un poco de lo que Antonella me daba antes de mi maldita mentira.

—Deberías tratar de conseguir un empleo —Ross me lanza una mirada curiosa.

—Y tú deberías estar ahora en California —le recuerdo.

Rueda los ojos, le da un sorbo a la tasa de café y vuelve su atención al televisor.

—Solo quieres echarme, lo sé —reprocha con fingido dramatismo. —Pero tengo planes de estar por al menos un par de semanas más, es una temporada de mierda, no tengo ni un solo proyecto en puerta.

—Tal vez si no estuvieses demasiado concentrada en el cabrón de Bianchi, pudieras concentrarte en encontrar un buen papel.

Ross resopla con evidente molestia. Ha mantenido su contacto con Leo, parece ser que su "mentira" se ha transformado en algo más. Y realmente no me importaría con quien mi amiga decide salir, pero no puedo dejar pasar que la persona a la que ha elegido, es el mismo que dejó a Antonella plantada, el mismo que le rompió el corazón.

Una vocecita en mi interior dice que en realidad no tengo porque juzgar, yo la lastimé igual, pero no puedo evitar pensar que, de todos los hombres que Ross pudo escoger, lo eligió a él.

—Yo no me meto en tu vida privada —reprocha —deberías mantenerte al margen de la mía.

Me callo, continúo con mi labor de prepararme una necesaria taza de café cargado. Ha pasado cerca de una semana desde el encuentro que tuve con Leo Bianchi en la mansión Lombardi, una semana en donde he tratado de convencerme que puedo arreglar las cosas, pero lo cierto es que no he encontrado una manera para reparar el daño.

Ante el mundo del periodismo, Cara y Enzo se encargaron de decir que mi despido fue por haber retenido información que "por mi contrato", le pertenecía a la Ciao Mondo. Claramente no tuvieron problema en dejar mi nombre en el artículo para librarse de cualquier responsabilidad si los Lombardi decidían emprender acciones legales por difamación.

—¿Desde cuándo nuestra amistad se convirtió en esto? —volteo cuando Ross habla —¿A caso ya no podremos hablar sin discutir?

Tomo una inhalación, me permito llenar mis pulmones de oxígeno mientras giro hacia ella. Mantiene la cabeza ladeada, observándome casi con súplica.

—Solo no entiendo como es que puedes estar con Leo —admito.

—Sí, entiendo que es complicado para ti entenderlo, para cualquier persona en realidad, pero...—sacude levemente la cabeza —no creo que tenga caso explicarlo, lo detestas, nada de lo que diga va a poder cambiar eso.

—Tienes razón —concedo —no me invites a tu boda.

—No creo que Leo quiera invitarte.

—Cuidado, tal vez no llega —pese a que mi tono sale rudo, Ross se ríe. Lo hace en serio con sus hombros sacudiéndose con fuerza. Su risa me contagia y pronto la molestia entre nosotros se va.

—Eres imposible, James —dice incorporándose. Deja la taza ahora vacía en la barra de la cocina y se acomoda el abrigo —tengo que irme, necesito acudir a un par de castings para proyectos locales, deséame suerte.

—No la necesitas, vas a deslumbrarlos —me lanza una de sus habituales sonrisas encantadoras, se acerca y deja un beso en mi mejilla antes de apartarse

Escucho sus pasos alejándose y luego el sonido de la puerta indicándome que se ha marchado. Suelto un suspiro, me recargo en la barra y dejo caer mi cabeza hacia adelante.

La cafetera emite su sonido característico así que dejo mi pesar a un lado y me sirvo un poco del necesario líquido que mi sistema requiere.

Como desempleado, no tengo mucho que hacer. He estado ignorando las llamadas de mi madre y hermana, con quienes no hablo desde que mi mentira comenzó y a las que no planeo hacer frente pronto.

La pantalla de mi celular se ilumina, y no retengo la sonrisa al ver que se trata de un mensaje de Antonella.

Antonella: Gala en el casino esta noche, detestaría ir sola. ¿Quieres acompañarme?

James: Claro que sí, cara. Será un honor. ¿Me envías la hora y paso a recogerte?

Antonella: 8:00 pm. Un auto nos llevará, puedes dejar tu auto en la casa, estará seguro aquí :)

James: De acuerdo, nos vemos a las ocho.

Sé que definitivamente estoy perdido cuando ese par de mensajes consiguen devolverme mi buen humor.

(...)

—Creí que habías dejado ese asunto por la paz —Lucas me mira con escudriño —y creí que ella te patearía el trasero al saberlo.

—Si me lo pateó —objeto —pero es lo suficientemente bondadosa como para permitirme hacer un último intento.

—No la mereces —dice y rueda los ojos.

Sonrío, me observo en el espejo tratando de decidir si el traje es lo suficientemente adecuado como para presentarme a la gala.

—Lo sé —le lanzo una mirada sobre el hombro —sé que no la merezco, pero quiero merecerla, Lucas.

Giro hacia él, mi amigo me observa con detenimiento, como si no fuese capaz de entender en realidad lo que pretendo.

—No la merezco, pero quiero merecerla. Quiero ser suficiente para ella, y puedes decir que esto es una locura porque apenas llevamos unas pocas semanas de conocernos, pero... es ella, amigo...sé que es ella.

Lanza un chiflido, echa la espalda hacia atrás y me mira con incredulidad.

—¿Realmente te ha deslumbrado no es así?

—Ha hecho mucho más que solo deslumbrarme —me quito el saco del traje decidiéndome que este es el que llevaré.

—Amigo...realmente irás por las grandes ligas. Una Lombardi, ¿eh? —Lucas se ríe levemente —si te casas con ella no necesitarás preocuparte de un empleo nunca más.

Arrugo las cejas, mi atención se posa en él mientras una molestia se clava en mi pecho.

—¿Crees que su familia te acepte?

—¿De que mierda hablas?

—James, por favor, son los Lombardi. Cuando me dijiste lo que estabas haciendo realmente pensé que era solo por tu artículo, pero hombre...ya no tienes el empleo, el artículo fue un desastre... ¿por qué quieres continuar con esto?

—No me importa su dinero, ¿qué mierda es esa? No importa si es una Lombardi o no, no me importa su dinero o apellido, no la quiero por lo que tiene, la quiero por lo que es, por como es, por lo que es.

Lucas arquea la ceja.

—¿La quieres?

Sonrío. —¿Cómo no hacerlo?

Mi amigo se ríe, sin embargo, por la mirada que me dedica me deja saber que no tiene más objeciones respecto al tema, así que no vuelve a mencionarlo.

Lo que más impresiona de Antonella no es su fortuna, su familia o apellido, lo más impresionante...es ella misma. La manera en la que es capaz de dirigir todo un imperio, como tiene ese carácter tan retador y que, a pesar de lo que ocurrió, aún se mantiene con la cabeza en alto,

Lo más impresionante de Anto es como te hace caer ante sus pies, y ni siquiera eres capaz de darte cuenta.

Llego a la mansión Lombardi con pocos minutos de antelación, los guardias me permiten el acceso sin embargo no me pasa desapercibida la mirada cautelosa que me dedican.

—¡James! —Bella me recibe con una sonrisa, le devuelvo el gesto mientras la observo caminar con lentitud. Su tobillo ha mejorado, apenas tuvo que tener la férula unas pocas semanas y parece recuperarse bastante bien.

—Señorita Lombardi —saludo —que bueno ver que has mejorado.

—El médico dice que podré bailar antes de lo pensado —dice con satisfacción —estás tan apuesto, mi hermana va a enamorarse más de ti.

—Tú hermana no está enamorada de mí —objeto —pero agradezco el halago.

Bella resopla y rueda los ojos, claramente en contra de mis palabras, pero no tengo mucho tiempo de responder ya que las voces de los dos hombres llegan hasta nosotros.

Ángelo y Antoni Lombardi, normalmente son intimidantes, pero verlos aparecer con sus trajes negros casi a juego y vestidos de una forma tan elegante...los hace mucho más.

—James —saluda Ángelo con una sonrisa —me alegra verte por aquí.

—¿Irás a la gala? —inquiere ahora su hermano.

—Es invitado de Anto —Bella responde por mí —¿verdad James?

—Sí —trato de no sentirme intimidado por la mirada que el mayor de los Lombardi me lanza, como si estuviese ideando la mejor manera de asesinarme sin dejar rastro. —Y es un honor acompañarla a la gala.

—Anto bajará en un segundo —Daphne aparece, ella aún mantiene cierta amabilidad hacia mí, pero es evidente que todos tienen cierta desconfianza hacia mi presencia en la casa.

Los únicos que no parecen tener problema con eso son Bella y Ángelo. Un breve silencio se instala entre nosotros hasta que los pasos se escuchan, no puedo evitar deslizar mi atención hacia las escaleras.

Mi pulso se dispara tan pronto como mis ojos la miran, su cabello se encuentra en leves ondas que hacen que esté un poco más corto de lo habitual. Porta un precioso vestido verde esmeralda que combina perfectamente con su piel.

Cada parte de su cuerpo reluce, el vestido se ciñe a su cuerpo de tal manera que revela cada curva, cada parte que tiene que ser resaltada, lo hace. La respiración se me corta conforme se acerca, tiene un escote en "V" que dota al vestido de un aire sexi a pesar de lo elegante que luce.

Sonríe, lo hace de una forma tan suave y se siente tan genuino...mientras sus ojos encuentran los míos, me siento tan malditamente afortunado por tener la oportunidad de estar a su lado otra vez.

—Cara, estás...preciosa —sonrío acercándome —completamente espectacular.

Soy consciente como el gesto sincero se filtra en sus labios y su mirada adquiere un brillo especial.

—Gracias, James —he deseado que pronuncie mi nombre por largo rato, y aunque ya lo ha hecho en demasiadas veces, creo que nunca dejaré de sentir el vuelco en mi corazón cada que lo hace. Porque mi nombre suena perfecto viniendo de ella —tú luces realmente apuesto.

—No coqueteen delante de nosotros —Anto resopla cuando el tono divertido de Antoni Lombardi se escucha —podrán hacerlo cuando estén en privado.

—Déjala coquetear, tío —interviene Bella.

—Nadie está coqueteando —refuta Antonella —ahora, ¿nos vamos? Por favor.

Todos parecen de acuerdo con la idea, Antoni dice que irá por su esposa y que luego irán al casino, así que Daphne y Ángelo se suben a un auto y Antonella me indica el nuestro.

—Los trajes te hacen lucir más apuesto —dice con una leve sonrisa.

—Luzco apuesto incluso sin trajes, Cara —la molesto —tienes que admitirlo.

Se ríe, se acomoda sobre los asientos de cuero y toma una inhalación. Un silencio se crea entre nosotros y me gustaría realmente que no sucediera, porque en estos momentos, siento la distancia creciente entre ambos.

—Espero que las galas no te aburran —su voz rompe el silencio.

—Solo he asistido a una, y no fue precisamente aburrida —admito —la disfruté.

Una sonrisa suave se filtra en sus labios.

—Espero que disfrutes esta.

—Seguro que sí.

No hablamos mucho después de esto, el trayecto hacia los casinos es relativamente rápido, cuando llegamos hay una fila de autos frente a nosotros, pero de alguna forma el chofer se las arregla para llevarnos justo a la entrada principal.

Un hombre nos abre la puerta, y salgo primero para luego girar y extender la mano hacia Antonella, la toma en un gesto firme, soy consciente como eleva los hombros cuando los flashes de las cámaras se disparan hacia nosotros y las preguntas surgen.

"¿Es él tu nueva pareja?" "¿Tienes un romance con él?" "¿No significó nada el hecho de que fuese él quien escribió el artículo?" "¿Qué harás al respecto?".

Realmente no esperé este grado de atención, un par de guardias nos abren paso y me siento aliviado cuando podemos ingresar, refugiándonos en el interior.

—Lamento eso —se acomoda el cabello y sonríe a modo de disculpa.

—No es algo por lo cual tú debas disculparte —objeto —no pasa nada, Cara.

Se apega a mí, su brazo cruza por la curva de mi codo y parece encontrar a mi lado, una especie de seguridad.

—¿Has jugado en un casino? —inquiere cuando cruzamos cerca de una de las mesas en donde se encuentran jugando póker.

—Solo un par de veces —admito —supongo que la experta aquí, eres tú.

Sonríe con orgullo.

—Tengo habilidades secretas —me dedica un guiño y se acerca a la mesa, la gente de su alrededor le hace espacio y me coloco detrás de su cuerpo, justo como los otros acompañantes de los jugadores.

La partida comienza, observo el gesto de concentración de Antonella mientras recibe las cartas y luego una pequeña sonrisa se filtra en sus labios.

Realmente no sé mucho sobre póker, mi suerte no es precisamente la mejor en los juegos de azar así que me limito a observar la partida, mirando como las fichas de colores se acumulan en el centro. Antonella hace un movimiento con la mano y pronto le han entregado una pequeña caja con fichas de diversos colores.

No me sorprende en realidad cuando los jugadores bajan sus cartas, y Antonella sonríe con satisfacción.

—Oh, bueno, es una Lombardi —dice uno de los hombres con una sonrisa —los Lombardi siempre son competidores de los cuales temer.

—Ha sido un placer, señores —Antonella en vez de llevarse las fichas, las devuelve al centro y se incorpora con un porte que grita poder desde cualquier ángulo.

Cuando se gira hacia mí, tiene un gesto de satisfacción.

—¿Sorprendido?

—En lo absoluto, cara.

Extiendo la mano hacia ella y no duda en tomarla, siento la calidez envolverme tan pronto como su palma toca la mía y con eso, es ella quien avanza y me conduce por el resto de los juegos del casino.

Hemos pasado horas en el casino, Antonella parece mucho más relajada y cómoda a mi lado. Me conduce por cada juego y me ha hecho jugar en un par en los que claramente demuestro mi mala suerte al perder las fichas que he apostado.

—Eres un mal jugador, no te ofendas —dice con una sonrisa mientras caminamos por los jardines del casino.

—No me ofendo ante la verdad —concedo riendo —aunque intenté advertirte que no era poseedor de la mejor suerte.

Se ríe, su mano se envuelve con un poco más de firmeza alrededor de la mía mientras avanzamos por el húmedo césped.

—¿A que edad aprendiste a jugar?

—A los dieciocho, luego de cumplir la mayoría —sus ojos se deslizan hacia mí —mi tío no quiso meternos al mundo de los casinos antes, aún con Bella, dice que hay cosas más importantes que los casinos.

—¿Qué hay de ti? ¿Piensas lo mismo?

—Creo que todos esperan que asuma la responsabilidad de dirigir el imperio, supongo que mi padre igual lo esperaría.

—La vida es demasiado corta como para ignorar aquello que nos hace felices.

Voltea hacia mí, sabe a lo que me refiero porque ella me dijo exactamente lo mismo cuando recién nos conocíamos.

—¿Qué es aquello que te hace feliz, Cara?

Mantiene la mirada en mí, me observa por largos segundos antes de suspirar.

—Nunca lo he pensado en realidad —su voz casi se desvanece.

—¿Por qué?

—Porque siempre termino perdiendo aquello que me hace feliz —no me mira cuando habla —supongo que, si no te aferras a esas cosas, no te duele cuando las pierdes. Conozco el dolor, estoy familiarizada con él, pero realmente desearía no volver a sentirlo en mi vida.

Nos detenemos en un punto en donde perfectamente podemos ver a los casinos.

—He perdido cada cosa que me hace feliz, James —mantiene la mirada fija en el inmenso letrero del casino —no deseo seguir perdiendo más.

Me acerco, mi mano encuentra la suya, sus ojos me miran y en medio de nuestro silencio, susurro:

—Lamento haberme convertido en parte de esa lista.

Me mira con una sonrisa que no llega a sus ojos.

—Yo también lo lamento, James —sus ojos destellan con dolor —yo también lo siento.

Y nunca me he arrepentido tanto de mi mentira, como en estos instantes, nunca me he arrepentido de haber fallado a la única chica... que no merecía que le rompieran el corazón. 

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