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21.- El hombre que si existe.


Antonella.

No puedo hacer mucho para evitar el enfrentamiento que ocurre, James no tarda mucho tiempo en lanzarse hacia Leo.

—¡James! —mi grito no puede hacer mucho para impedir que él lance su puño contra el rostro del Leo.

—¡Eres un jodido hijo de perra! —brama —¡Aprovechando la jodida oportunidad!

Leo jadea cuando James conecta su rodilla contra sus costillas, nunca creí poder ver a James tan fuera de sí, tan furioso. El hecho de que él fuese una cabeza más alto que Leo y mucho más fornido, añadiendo el hecho de que mi ex prometido nunca esperó una reacción como esa, hacen que acabe en el suelo con el cuerpo de James sobre él.

—¡Detente, basta! —trato de tirar de su cuerpo hacia atrás —¡James es suficiente!

Antes de que pueda hacer algo, un quejido brota de James cuando Leo consigue golpearlo, sin embargo, no es suficiente. No parece suficiente para ninguno de los dos.

—¡Deténganse!

Los guardias de seguridad entran apartándolos, Leo permanece contra las losas cuando consiguen librarlo de James. Tiene el labio reventado y los pómulos enrojecidos por los golpes, en cambio, James tiene una ligera herida en la esquina de sus labios.

—¿Qué crees que haces? —inquiero con molestia —¿has perdido la maldita cabeza, James?

Su mirada se encuentra con la mía, el dolor sigue ahí, la culpa también. Rompo el contacto porque no soporto seguir mirándolo más tiempo. Me acerco hasta Leo, lo ayudo a incorporarse mientras él se limpia la sangre del labio.

—Déjenlo —pido cuando los guardias hacen el ademán de sacar a James.

Me lanzan una mirada que me deja saber que no están convencidos, pero ninguno replica. Se marchan, pero aún tienen una mirada sobre los dos hombres, y sé que permanecerán detrás de la puerta sin importar que les diga que se marchen.

—Cara...

—Deja de llamarme de esa forma —exijo —no tienes derecho a llamarme así. ¿Con qué derecho lo golpeas de esa manera?

—Después de todo lo que hizo...

—Al menos yo no fingí ser alguien más —Leo mantiene una mano en sus costillas, pero se acerca a James —puedes golpearme si así lo quieres, es evidente que estás interesado en Antonella.

El rostro de James se contrae con ira y aprieta los puños.

—Lástima que ahora no tendrás ni una sola oportunidad. No quiero hacerme el héroe, pero ella me importa. Al menos yo no la usé como medio para vender una historia.

El pinchazo en mi corazón vuelve, estoy harta de todo esto, tan frustrada de que nada esté resultando como debería.

—¿Anto? —su voz brota esperanzada, me observa como si mi respuesta fuera decisiva.

—Quiero que te vayas y no vuelvas —mantengo la mirada en James sin un dejo de indecisión.

El dolor explota en su mirada, el azul de sus ojos se apoca y su rostro se contrae. El músculo de su mandíbula se cuadra por la fuerza que está empleado para mantenerse controlado, o al menos, es lo que supongo.

Mueve la cabeza lentamente en un asentimiento, parece derrotado, resignado a que todo se ha jodido.

Mi pecho se contrae de una manera feroz, tan fuerte que me creo incapaz de tolerarla. Verlo así, tan culpable, tan afectado...me duele.

Y no debería.

Mientras mantengo la mirada en él, noto que se ha dejado crecer la barba, tiene una camisa de algodón que no va con su estilo habitual...no parece el mismo hombre que he conocido las últimas semanas.

—Bien, de acuerdo —su voz tiembla ligeramente. Me sostiene la mirada antes de dar un paso hacia atrás y cuando va a girarse...vuelvo a hablar.

—No tú —se detiene —te lo digo a ti, Leo.

Giro el rostro hacia mi ex prometido. La incredulidad cruza por su rostro.

—Quiero que te vayas y no vuelvas nunca. Si te apareces otra vez por aquí, mis guardias harán que te arrepientas...yo haré que te arrepientas de creer que aún puedes venir y pretender que eres alguien gentil. Lo que hiciste, nunca voy a perdonarlo, sin importar cuantas entrevistas des. Ve y di lo que quieras de mí, de nosotros, de la boda que ahora estoy agradecida que no se celebró.

—Anto...

—No me importa lo que hagas —doy un paso hacia él, elevando el mentón —no voy a perdonar ni olvidar lo que hiciste, aún quiero que pagues por haberme roto el corazón.

—¿Lo dices por este idiota? ¡Fue él quien escribió...!

—No me interesa —me mantengo calmada, mostrándole que él ya no me importa en lo absoluto —puede que después de todo, yo tampoco te amé como dije hacerlo.

Retrocede, una molestia se instala en su rostro y sé que he dado un golpe en su orgullo.

—¡Thomas! —mi voz suena fuerte por la casa. El guardia entra, seguido por dos más —saquen al señor Bianchi de aquí, y si quiere volver, déjenle bastante claro que no tolero repetir lo mismo dos veces.

—Como ordene, señorita Lombardi.

Los guardias llegan y Leo trata de impedir que lo tomen del brazo.

—¡Solo quiere aprovecharse de ti! —grita forcejeando —¡Eres una ilusa, Antonella!

Forcejea y maldice, pero al final terminan por sacarlo de la casa. Solo entonces mis hombros se desploman y la firmeza se va.

—Cara...

—James —me atrevo a mirarlo —ese labio se ve mal.

Una sonrisa ladeada se apodera de sus labios, sus ojos recuperan un poco del brillo que los caracterizan.

—No es nada —baja la vista por un segundo —¿crees que podamos hablar?

Tomo una inhalación, llenando mis pulmones de oxígeno.

—¿Anto? —la suave y adormilada voz de Dante se escucha.

Dirijo mi atención hacia las escaleras y ahí está él, talla uno de sus ojos y le doy una rápida mirada a James antes de caminar hacia la escalera.

—Oh, ¿te despertamos, cielo? —me inclino para tomarlo en brazos —lo siento.

Acaricio su espalda y Dante suelta un bostezo mientras esconde su rostro en el hueco de mi cuello. Cuando voy a avanzar hacia su habitación, miro sobre mi hombro.

—No te quedes ahí —murmuro hacia James —ven conmigo.

Lo hace, escucho sus pasos detrás de mí mientras avanzamos hacia la habitación de Dante quien prácticamente ya se ha dormido en mis brazos.

Empujo la puerta y la decorada habitación infantil me recibe. Dejo con suavidad a Dante sobre la cama y acaricio su cabello. Está prácticamente dormido, pero me quedo a su lado, le tenue luz que proviene de su lamparita de dinosaurio es suficiente para permitirme observarlo.

El menor de mis primos se acurruca abrazando a su oso de felpa y eso me roba una sonrisa. Me quedo con él hasta que estoy completamente segura de que se ha dormido, solo entonces me incorporo y encuentro a James en el umbral, observándonos.

Le doy una última mirada a Dante y salgo de la habitación. James me sigue en silencio, hablar en la sala hará que los guardias escuchen y suficiente tengo con que vayan a decirle al tío Ángelo lo que ocurrió.

—Hay que limpiar la herida de tu labio —pronuncio cuando entramos en mi habitación —siéntate, vuelvo enseguida.

No replica, voy hacia el cuarto de baño y tomo el pequeño botiquín que contiene lo necesario para curar el corte de la esquina de su boca, y vuelvo.

Ninguno habla, mientras tomo el algodón y me acerco...no decimos ni una sola palabra. Mi corazón aumenta sus latidos, la fuerza de los golpes contra mi pecho se hace más intensa cuando estoy entre sus rodillas, lo suficientemente cerca como para permitirme limpiar el rastro de sangre de sus labios.

Un pequeño quejido brota de su boca cuando el alcohol hace contacto con la herida, James arruga la frente, pero no dice nada más.

—No duele —lo molesto —creí que tolerabas el dolor.

—No todos los tipos de dolor —admite.

El golpe que recibió dejó un solo corte en su labio, tendrá un moretón seguramente, pero a él parece no importarle. Cuando he eliminado toda la sangre de su labio, considero el ir por hielo, pero realmente no quiero marcharme a la cocina.

Me deshago de los algodones manchados y guardo el botiquín otra vez. Hay silencio tenso, uno que nunca antes ha estado entre nosotros.

—Lo siento —retengo la respiración —realmente lo siento, Anto.

—Leí la historia que escribiste —sus ojos buscan los míos, la forma en la que me observa me hace confirmarlo, dice la verdad —era bueno.

—Era igual de malo que el que salió —sacude la cabeza —porque nunca debí haber fingido ser alguien más. Nunca debí mentirte.

Volvemos a quedar en silencio.

—Lamento haber hecho una escena en tu sala —continúa —pero cuando los vi...creí que habías decidido estar con él otra vez. Sé que no tengo derecho a hacer nada de eso, que ni siquiera debería estar aquí, pero...

—Nunca podría estar con él otra vez —afirmo —supongo que lo sabes.

Me encuentro de nuevo con su mirada, los ojos de James me observan con detenimiento, siguen siendo tan calmados, sigo encontrando en ellos todo lo que necesito para sentirme en paz.

Aún con lo que hizo, aún después de todo...aún me siento protegida a su lado.

—Hubiese deseado saber la verdad —mi voz brota en un susurro —hubiese deseado qué, a pesar de mi petición, me hubieses contado.

Parpadeo cuando la punzada de dolor vuelve y las lágrimas acuden a mis ojos.

—Probablemente te hubiese odiado también, pero saberlo de ti...que tú me hubiese contado la verdad...hubiese sido menos doloroso. Enterarme de esa manera, saber que no eras en realidad Massimo Santori...fue...tan doloroso, James.

—Fui demasiado cobarde como para atreverme a decir la verdad porque no toleraría la idea de ti odiándome, no quería que lo hicieras.

No lo odias.

La voz en mi cerebro casi grita las palabras, no, no lo odio. No puedes odiar a una persona que significa tanto, no puedes odiar a un hombre que te ha devuelvo la sonrisa, que te ha enseñado que puedes sentir cosas que ni tú misma imaginaste.

—No te odio —sus hombros caen con alivio —te quiero demasiado como para poder odiarte.

—Cara...

—Pero no confío en ti —un nudo se instala en mi garganta —no sé que es real, no sé cual es la verdad. Siento que el hombre al que he conocido las últimas semanas, no existe en realidad.

—Claro que existe —susurra atreviéndose a tomar mi mano.

Sacudo la cabeza en una negativa.

—Ya no puedo confiar en ti, James —me incorporo y a pesar del pinchazo en mi corazón, sé que tengo que hacer esto. —No tienes mi odio, pero tampoco tienes mi confianza.

—Déjame arreglarlo —casi suplica —por favor.

Sacudo la cabeza otra vez.

Cara, ya conociste a James siendo Massimo, ahora déjame mostrar a James siendo...James.

Y ahí, mientras él se acerca a mí, mientras elimina la distancia entre nosotros y acuna mi rostro entre sus manos...deseo creerle.

—Déjame mostrarte que ese hombre al que quieres...si existe. Y está aquí, justo frente a ti.

Su mirada se encuentra con la mía, el mar azul profundo me atrapa y trato de convencerme que puedo hacerlo, que aún puedo confiar en él.

—Sé que no tengo tu confianza, lo sé bien, Anto. Por eso estoy suplicando que me dejes recuperarla.

No estoy convencida y él lo nota, lejos de apartarse, o presionar, solo sonríe.

—Voy a luchar por ti, si me dejas, voy a demostrarte que soy suficiente para ti.

Retengo la respiración, su sonrisa, ese gesto tan cálido me devuelve absolutamente todos los sentimientos que he echado de menos estos días.

—Quiero ser suficiente para ti, Anto, quiero merecerte, así que, si estás dispuesta, pondré todos mis esfuerzos para recuperarte.

—¿Y si no lo consigues?

—Me retiraré sabiendo que dejé hasta la última gota de esfuerzo tratando de recuperarte.

—No puedo prometer...

—No quiero que prometas nada —sus nudillos acarician el costado de mi rostro —me basta con saber que me permitirás intentarlo.

Asiento, es un movimiento casi involuntario, pero le doy la respuesta que necesita. El alivio se filtra en su rostro, sus hombros se relajan mientras se inclina hacia mí...y sus labios se encuentran con mi frente.

Un gesto tan cálido, tan protector, un gesto que me deja muy en claro...por qué conseguí sentir en tan pocas semanas...todo aquello que, en nueve años, nunca pude experimentar.

—No voy a fallarte de nuevo, cara.

Y en el fondo de mi alma, deseo que esta vez, James Cavalli me esté hablando con la verdad. 

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