18.- Un desastre
Antonella
Massimo no volvió a llamar, su celular enviaba directo al buzón de voz y los mensajes no le llegaban. Intenté ir a su casa, pero nadie respondió.
—¿Simplemente desapareció? —Chiara me observa casi incrédula —¿Sólo se fue?
—No entiendo —tomo una inhalación mientras fijo la atención en el vaso de café —Realmente no comprendo porqué dijo todo eso. Es como si estuviese demasiado molesto porque pronuncié su nombre.
—¿Dijo que no volvieras a decir ese nombre? —asiento —¿Tal vez tiene problemas de identidad?
Me rio.
—No, créeme, no los tiene —resoplo con frustración echando la espalda hacia atrás —esto apesta, tal vez deba resignarme a estar soltera por el resto de mi vida.
Chiara se ríe, le da un sorbo a su vaso de café helado antes de inclinarse hacia adelante apoyando los codos en la mesa para conseguir estar más cerca.
—No seas una aguafiestas, apenas tenemos veintiséis, tal vez debemos dejar de preocuparnos un poco por el amor y las relaciones, y simplemente disfrutar. Serás la heredera de un imperio de casinos, deberías tratar de vivir la vida relajada antes de tener que encargarte de dirigir todo el imperio de tu familia.
Frunzo los labios. Mi presencia en los casinos requería tiempo y apenas estaba tomando cargos importantes, mi tío Ángelo es quien seguía a cargo de todas las decisiones operativas y solo consultaba conmigo alguna de ellas. Ha intentado hacerme formar parte, pero evidentemente una vez que decida retirarse, yo tendré que asumir su rol.
Y no sé si en algún punto estaré lista para llevar las riendas de todo un imperio.
—¿Has intentado llamarlo? —la voz de mi amiga me regresa a la realidad.
—Muchas veces, siempre es el buzón de voz.
—¿Le dejaste mensajes? ¿Fuiste a verlo? —asiento un par de veces —tal vez adelantó su viaje.
Sí, esa pudiera ser una posibilidad. Parecía tan determinado a irse que tal vez decidió adelantar varios días el viaje, antes de tener la oportunidad de hablar conmigo otra vez.
—¿Dijo a donde viajaría?
—No —Chiara parece frustrada.
—Bueno, ¿entonces como sabremos en donde se está escondiendo tu chico?
Sonrío, bajo la vista mientras sacudo la cabeza en una negativa.
—No es mi chico —mi amiga arquea la ceja —¿qué? Es la verdad.
La observo tomar su celular y teclear algo en él, luego...arruga el rostro.
—Uh, no encuentro sus redes sociales —dice —¿Cómo está en Instagram o Facebook? —permanezco en silencio.
Nuestro contacto fue tan rápido e inesperado que el único medio por el que nos comunicábamos, eran los mensajes de texto.
—No tengo idea —Chiara bloquea el celular y me mira con fastidio —lo siento, ¿bien? Tal vez solo tengo que resignarme a que se fue y no volveré a verlo.
Echo la cabeza hacia atrás mientras cierro los ojos. La molestia en mi pecho vuelve, el sentimiento de sentirme tan frustrada al no saber nada de Massimo comienza a arrebatarme las energías.
—Ya decía yo que no estabas tan enamorada de Leo —abro los ojos cuando Chiara dice aquello —solo mírate, ya echas de menos al profesor de danza.
—No lo sé —desvío la mirada hacia el ventanal de la cafetería en la que nos encontramos, fijo mi atención en las personas que cruzan, en los autos que avanzan con rapidez por la calle. Cada quien, en su mundo, cada persona preocupada por sus propios asuntos. —Todo con Massimo fue tan...repentino.
Recuerdo nuestro primer encuentro, y luego recuerdo cada interacción desde entonces. La manera tan relajada de ser, como parecía no importarle absolutamente nada, ni la opinión de las personas a su alrededor. Recuerdo la forma tan segura en la que me hacía sentir, como si al mostrarle quien realmente soy...no se atreviera a juzgar.
Con Leo me sentía segura...pero nunca a ese grado. Siempre traté de impresionar, a sus padres, a sus socios, a cada amigo que me presentaba. Traté de ser la mejor novia, la mejor prometida...quería ser la mejor esposa.
Me esforcé tanto por ser la mujer perfecta que no sé en que punto me perdí. Y cuando Massimo llegó...fue como volver a encontrarme.
Apenas han pasado veinticuatro horas desde nuestro encuentro, desde que el se fue de casa con tanta rapidez que no pude procesar lo que había sucedido...pero lo echo de menos.
—Es imposible poder sentir algo en tan poco tiempo —trato de excusarme —apenas y tenemos poco menos de un mes de conocernos.
—No se trata de tiempo, Anto —Chiara extiende una de sus manos para poder tomar la mía —estuviste nueve años con Leo y nunca te sentiste de esta manera, pero apenas unas semanas con Massimo bastaron para hacerte brillar otra vez. Nunca se trata del tiempo, se trata de las conexiones entre personas. Y entre Massimo y tú, parece haber la suficiente.
—O tal vez no —mascullo —porque dijo que no estaba siéndome sincero. Dijo que no quería estar a mi lado sino me decía la verdad y ahora no puedo dejar de pensar en eso, en lo que fue tan importante como para hacerlo decidir simplemente desaparecer.
Chiara ladea la cabeza, una mirada comprensiva es lanzada hacia mí. Desearía que no me importara, desearía que Massimo fuese simplemente una persona más, una a la cual no prestarle atención, pero no es así.
—Tal vez fue bueno que se alejara ahora —me encojo de hombros tratando de restarle importancia —antes de que se volviera alguien con mayor importancia.
—Es realmente tan extraño que haya decidido simplemente alejarse, Anto...no parece posible.
—Tampoco parecía posible que Leo me dejara plantada, y ya ves —mascullo —he aprendido que las personas no siempre cumplen lo que prometen. Massimo no tenía ni un compromiso conmigo, y aunque duele que solo haya decidido irse...está bien.
Hay un pinchazo de un sentimiento que reconozco bastante bien. Tomo una inhalación repitiéndome que está bien, esto no significa nada, pero por alguna razón, se siente más importante de lo que en realidad es.
Tomo el celular, abro la aplicación de mensajes y miro su chat. Los mensajes han llegado, un dejo de esperanza me golpea cuando los mensajes le llegan, y luego aparece la confirmación de lectura.
Sonrío levemente mientras espero por una respuesta, porque los ha visto. Aguardo con el celular en la mano hasta que su conexión desaparece, y los mensajes siguen igual...sin respuesta.
—Anto...
Parpadeo tratando de alejar las lagrimas que bordean mis ojos. Esto es ridículo, ¿por qué me siento de esta manera con un hombre al que conocí hace pocas semanas?
—Esto es toda la respuesta que necesito —sentencio —Massimo no quiere saber de mí, no soy nadie para obligarlo.
Trato de aparentar que no me importa, trato de aparentar que no me duele. Pero no es verdad, porque me está doliendo tanto como no pude prever, porque él dijo que yo era suficiente para él.
No dejas de lado a alguien de la noche a la mañana.
Solo lo haces si no te importa, si nunca fue importante.
Y tal vez es eso, tal vez lo que me duele tanto es considerar que tanto para Leo como para Massimo...no fui lo suficientemente importante como para conseguir que se quedaran a mi lado.
JAMES
Esto se siente como la mierda.
He pasado las últimas doce horas en la oficina de la revista, tratando de refugiarme en algo para no pensar en lo que he hecho, en lo que hice. Mantuve el celular apagado hasta que no pude más.
Leo su mensaje, una y otra vez. Lo leo hasta que la punzada de culpa me atraviesa el pecho y me hace apagar el celular otra vez.
He tenido esta extraña sensación desde que salí de su departamento, desde que me marché aún cuando ella me llamó, aún cuando salió corriendo detrás de mí...solo me marché.
Traté de convencerme que esto es lo mejor, si ella no quería mi sinceridad...yo debía apartarme. Después de todo, ¿podría fingir para siempre ser alguien que no soy? Antonella lo terminaría descubriendo tarde o temprano, y considerar que ella podría odiarme...sé que será peor que esto.
¿Cómo explicaría lo que hice? ¿Cómo explicarle que le he mentido desde el primer momento en el que nos conocimos?
Bella me llamó, me gritó cerca de quince minutos al teléfono, pero no consiguió absolutamente nada más de mí. Ella mejor que nadie sabe las consecuencias de mi mentira, sabe lo que le haría a su hermana saber que no soy la persona que ella cree.
Observo la hora en la pantalla de la computadora, esta noche terminaría de imprimirse la edición de la revista en donde se menciona la historia de Antonella. La historia que creamos, donde se muestran en primera plana las imágenes que Donna tomó, la fotografía que yo capturé el día de la boda fallida.
El maldito encabezado: El magnate italiano Leo Bianchi, descubre la felicidad a lado de una actriz americana, ¿esa es la razón por la que no llegó a su boda?
Y luego toda la maldita historia que construimos, todos esos pequeños datos que tomé en las últimas semanas, todo estará ahí.
Tal vez debería de renunciar, y mudarme en serio a otra ciudad.
Decido marcharme, apago el computador y guardo las cosas en el interior de la mochila. Tomo el vaso de café que casi está vacío, y salgo. Casi no hay nadie, exceptuando un par de personas que aún se mantienen trabajando en sus propios artículos así que la oscuridad del edificio se siente más deprimente.
Conduzco a casa, desearía poder estar conduciendo hacia otro sitio distinto, hacia ella, en realidad.
Maldición, James, debes dejar de pensar en Antonella. Solo aléjate, vete. Solo haz lo que debiste haber hecho desde que Ángelo Lombardi dijo que no podrías seguir siendo el maestro de Bella.
—Sabía que cuando publicaras el artículo te pegaría, pero no imaginé cuanto —me sobresalto cuando escucho la voz femenina que brota de un costado de la casa.
Ross me sonríe, mi cuerpo se relaja al descubrir que es ella.
—¿No deberías estar en california ahora? —inquiero forzando una sonrisa.
—No, decidí quedarme unos días más —informa.
Tomo las llaves de la casa, camino hasta la puerta y abro, dejo que ella cruce primero, luego la sigo al interior.
—¿Le dijiste la verdad?
—¿Tú que crees? —inquiero —no soy capaz.
Asiente, se quita el abrigo y lo deja a un costado. La sigo con la mirada mientras va hacia el sillón y se deja caer con descuido sobre él.
—¿Qué fue lo que hiciste entonces para tener ese ánimo de mierda?
Una sonrisa tira de mis labios.
—Nada, solo decidí desaparecer —mascullo —es lo mejor.
Ross se ríe, lo hace enserio y eso aumenta mi molestia.
—No te rías —exijo —esto es serio, muy serio.
—James, por favor —apoya los codos en sus rodillas y ladea la cabeza —¿desde cuando huyes de tus problemas?
—Desde que esos problemas involucran decirle la verdad a una chica —susurro —decirle la verdad y romperle el corazón otra vez.
Ross suaviza su gesto. Me dejo caer con desgano en el asiento frente a ella, cierro los ojos mientras trato de volver a sentirme tranquilo, de volver a sentirme sin esta maldita carga sobre los hombros.
—La publicación es mañana, ¿no es cierto? —inquiere —¿estás preparado para eso?
—Es lo que tiene que ser —me encojo de hombros —no hay nada que pueda hacer al respecto. Si tengo suerte, no volveré a encontrármela. La molestia por el artículo se le pasará, todos olvidarán la historia y ambos continuaremos como si nunca nos hubiésemos conocido.
Mi pecho arde ante mis palabras.
—¿Por qué parece que no es eso lo que quieres que ocurra?
Porque es lo que no deseo que pase. Porque desearía nunca haber mentido, desearía que Antonella conociera a James, no a Massimo. Desearía poder haberle dicho quien soy en realidad...que ella conociera al chico real.
Porque desearía haber tenido mucho más que el tiempo que tuvimos.
—No importa lo que yo quiera que ocurra —mascullo —es lo que tiene que ser.
Me incorporo, no me importa dejar a Ross ahí. Solo me marcho, con la punzada en el pecho deseando algo imposible, algo que podría haber sucedido...pero que no va a ocurrir jamás.
Cuando supe del ascenso, creí que el día que lo consiguiera, estaría rebosando de la felicidad. Creí que estaría tan feliz que querría celebrar en grande. No imaginé que estaría entrando a Ciao Mondo, deseando nunca haber obtenido el ascenso.
La revista se ha distribuido a primera hora de esta mañana, he decidido mantener apagado mi celular deseando posponer lo inevitable.
No sigo mi habitual camino, sino que voy hacia mi nueva oficina.
La oficina del editor ejecutivo.
Nadie me saluda, pero no le doy mayor importancia, recibo un par de miradas que no me molesto en interpretar y solo me concentro en ir hacia mi nueva oficina.
Empujo la puerta, y me detengo en el instante en el que noto que ya está ocupada por alguien más. Mi cuerpo se congela mientras recorro cada espacio de la que debería de ser mi oficina.
—¿Donna?
Voltea, una sonrisa arrogante es lanzada en mi dirección mientras se apoya contra el escritorio.
—James, hola —dice con una falsa amabilidad —¿qué haces aquí?
—¿Cómo? —trato de entender —estás en mi oficina.
—Oh, ¿no te dijeron? —señala la placa que hay sobre el escritorio.
Editor ejecutivo: Donna Russo.
—¿Qué mierda? —espeto.
—James —volteo cuando reconozco la voz detrás de mí.
Enzo está ahí, me lanza una mirada severa antes de decir:
—A mi oficina.
Voy detrás de él tratando de entender que mierda es lo que está ocurriendo. Porque hay alguien más ocupando un puesto que debería de ser mío.
—¿Qué hace ella en mi puesto? —inquiero —¿qué mierda ocurre, Enzo?
—Eso mismo quiero saber —dice con impaciencia cuando llegamos a la oficina.
Cierra la puerta con fuerza y los tacones resonando contra las losas me indican que Cora está aquí también.
—Sabes que en tu contrato se especifica claramente que toda la información que obtengas, debe de ser para nosotros.
—¿De qué hablas?
—¿Por qué retuviste información relacionada con Antonella Lombardi?
Mi respiración se corta, cada musculo de mi cuerpo se tensa ante el entendimiento de lo que ocurre.
Donna, las anotaciones, las grabaciones en la computadora.
—¿Y bien? —Cora se cruza de brazos —¿por qué nos diste una nota falsa, James?
—No es...
Enzo lanza la revista hacia mí, apenas consigo recibirla y tan pronto leo...todo se va al carajo.
"La heredera del imperio Lombardi, ¿obligó a su ex prometido a contraer nupcias? Ya no te amo, esas fueron las palabras de Leo Bianchi a su ex prometida, la respuesta a la interrogante ha sido encontrada: Nunca hubo amor, ¿tal vez conveniencia? Lo cierto es que al parecer Leo Bianchi pudo encontrar el amor con la actriz americana con la que fue visto...pero ¿qué pasará con la heredera de los Lombardi? ¿Encontrará a alguien más para sellar su fortuna?"
—Donna nos trajo la información, dijo que tus notas eran falsas, que estabas ocultando datos —mi corazón golpea con furia.
—Esta...esta no es la copia que recibí.
Enzo sonríe.
—La copia que te enviamos no fue publicada, tienes en tus manos la copia que fue distribuida esta mañana. Intervenimos tu computadora y encontramos las grabaciones, realmente estamos decepcionados.
No me importa una mierda que ellos estén decepcionados, me importa lo que se publicó. Me importa Antonella.
—Y respondiendo a tu pregunta, James, Donna es la nueva editora ejecutiva y tú...tú estás despedido.
Sin embargo, a pesar de que me han despedido...mi nombre figura en el artículo.
Autor: James Cavalli.
Y me aterro, me aterro no por mi despido, no por haber perdido mi puesto. Me aterro porque ella va a saberlo.
Antonella va a saber que fui yo.
Mi razón se apaga, mi corazón golpea con rapidez contra mi pecho mientras me doy la vuelta...y corro fuera. Corro tan rápido como puedo para salir de este sitio.
Porque ella va a saberlo...porque tengo que decirle la verdad antes de que se entere...porque...porque va a odiarme tan pronto como lea lo que se publicó.
Casi no puedo respirar cuando llego al auto, no me tomo el tiempo de recuperar el aliento. Me deslizo en el interior y enciendo el motor.
Conduzco con rapidez, sobrepasando por mucho el límite de velocidad mientras me dirijo al único sitio que no debería, al único sitio del que si salgo...será con unas malditas esposas.
Me siento aterrado, siento la creciente emoción aterradora crecer en mi pecho. Mis latidos son fuertes, rápidos, no sé como no tengo un jodido accidente debido al estado en el que me encuentro conduciendo, no sé como consigo llegar.
Los guardias me abren la puerta lo que me da un consuelo de que tal vez ella no sabe nada, de que tal vez no se ha enterado.
Pero cuando llego...cuando entro a la casa...cuando la amable señora me lleva hasta su habitación y entro...sé que es demasiado tarde.
Ella lo sabe...sostiene la copia entre sus manos, y cuando me mira...joder...cuando sus ojos me miran como si le hubiese clavado un maldito cuchillo al pecho...creo que voy a morir.
—Cara...
—Tenías razón —dice con voz rota —mi odio hacia ti seria inevitable.
La respiración se me corta, siento un vacío en el estómago que se acrecienta con cada segundo.
—Anto, puedo explicarlo —trato de acercarme, pero ella se incorpora, lo hace y me dedica una mirada tan fría y resentida que la desconozco.
—¿Cómo vas a explicar esto...James?
Ahí está, lo dijo. Pero no de la forma que deseé, no lo dijo con esa sonrisa encantadora, no lo dijo con la mirada iluminada.
Dijo mi nombre con odio, con el rencor y resentimiento llenándole la voz.
Dijo mi nombre...de la única manera en la que nunca creí que lo pronunciaría.
De la única manera en la que jamás deseé que fuese pronunciado.
Y sé que, si esperé arreglar esto, si esperé que ella entendiera...no sucederá.
Ya es demasiado tarde.
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¡Hola, hola!
¿Qué les ha parecido?
¿Tienen alguna teoría de lo que pasará ahora? ¡Me encanta leerlas en comentarios!
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