15.- Danza y algo más.
ANTONELLA
Acaricio el cabello de mi hermana con suavidad, en un intento de reconfortarla.
—Será temporal, Bell —susurro —no te preocupes, te recuperarás pronto.
—Serán casi tres meses —solloza —¿Cómo estaré tres meses sin bailar? Ya he faltado demasiado tiempo a la academia, para cuando vuelva, seré la más atrasada del curso porque no podré tomar mis clases particulares.
—De acuerdo, tranquilízate —coloco las manos a los costados de su cuerpo —sí, estarás tres meses sin bailar, pero es eso...o arriesgarte a tener una lesión mucho más grave que te haga no volver a bailar.
Me veo en la necesidad de endurecer mi tono porque hemos tratado de explicarle de mil maneras distintas, pero ninguna ha funcionado. Entiendo que sea complicado, pero realmente necesita entender que suspender la danza por un par de meses, es necesario para que pueda continuar haciendo lo que ama.
—¿Es eso lo que quieres? —sacude la cabeza —Bien, entonces debes de tranquilizarte y comenzar a centrarte en tu recuperación.
Mantiene su mirada en mi por algunos segundos, y luego la desvía hacia un costado. Toma una inhalación y cierra los ojos.
—¿Qué ocurre ahora?
—Nada —frunce los labiosa antes de volver a mirarme —¿Massimo no ha venido?
Sonrío.
—De hecho, está en la sala de espera —informo —ha estado preocupado por ti desde que te trajimos.
—¿Has estado con él? —pregunta y parece repentinamente emocionada.
—Algo así —retengo la sonrisa —¿por qué parece que eso te entusiasma?
Bella se encoge de hombros, pero no me pasa desapercibida la mirada curiosa que lanza hacia mí.
—Massimo está soltero —dice —o eso creo.
—¡Bella! —reprendo —no quieras intentar crearme interés en tu maestro de danza.
—Sí, no quiero perder mi empleo —volteo cuando reconozco la voz escuchándose en la habitación.
Massimo sonríe hacia nosotras, tiene un ramo de rosas y tulipanes variados, y un par de globos de helio.
—Hola —saluda a mi hermana. Se acerca sin apartar la sonrisa de sus labios y le entrega el ramo —quise traer algo para animarte.
Ellos comparten una mirada que no sé muy bien como interpretar.
—Bueno, creo que Bella necesita un poco de motivación —me incorporo —así que los dejaré para que, como su maestro de danza, le des un buen consejo.
Massimo me sonríe con ligereza, tengo que retener la tentación de rodar los ojos cuando reconozco la mirada traviesa de Bella y solo le devuelvo la mirada de advertencia antes de salir de la habitación.
Me encuentro con mi tío Ángelo en el pasillo, luce cansado y supongo que es porque no ha dormido ni descansado bien en el último par de días. Sin embargo, eso no impide que reconozca la forma en la que sus ojos me analizan.
—Sabes que no tengo la costumbre de cuestionar lo que haces...pero creo que tienes un par de cosas que aclararme —dice con suavidad —¿te parece si vamos por café y hablamos?
Sé que no puedo huir de la conversación que tenemos pendiente, así que me resigno y decido terminar con esto de una vez. Caminamos por el pasillo hasta la cafetería del hospital, mi tío compra un par de cafés americanos y luego nos acomodamos en una de las mesas que están disponibles.
—Los guardias te dijeron, ¿no es cierto?
—Tienen que decirme todo lo que ocurre en la casa —pronuncia con naturalidad —es parte de su trabajo.
Muevo la cabeza en un asentimiento. Me debato entre contarle la verdad sobre lo que Leo dijo, o simplemente dejarlo pasar. Sé que no va a presionarme, quiere una explicación, pero, aunque no le de la real, va a conformarse.
Sin embargo, no se siente bien ocultarle algo.
—Leo fue a casa hace un par de noches, fue para decirme el porqué no llegó a la iglesia el día de la boda —soy consciente de como sus manos se cierran en puños, como las venas de sus brazos resaltan ante la fuerza que emplea.
Su semblante es duro, su mandíbula se cuadra por la fuerza que emplea y solo permanece observándome.
—Dijo algunas cosas —dejo de mirarlo —como que en realidad dejó de amarme hace mucho, y que no quería sumir su vida a la de una mujer que no podía superar la muerte de sus padres.
La fragilidad me invade, aunque con menor intensidad, porque estoy realmente hastiada de sentirme de este modo. Una parte de mí ya se siente cansada del dolor y el sufrimiento, siente que ya ha llorado y sufrido lo suficiente.
No me atrevo a mirar la expresión de su rostro, permanezco con la mirada fija en el gran ventanal que muestra el exterior del hospital. Las personas cruzando con rapidez, todas demasiado concentradas en sus propios asuntos como para prestar atención a algo más.
—Es curioso, ¿cierto? Pasé semanas preguntándome cual fue el motivo...cuando siempre estuvo frente a mí, pero estaba tan enamorada que no fui capaz de darme cuenta.
—Eso no lo justifica.
—No lo estoy justificando —deslizo la mirada de nuevo hacia él —no lo hago en lo absoluto, porque lo que me hizo, nada va a justificarlo. Y aún quiero que se arrepienta, aún deseo que sufra un poco de lo que yo sufrí. Pero que el dijera eso...que él dijera el motivo...fue doloroso, aunque liberador. Ahora ya no estoy preguntándome que ocurrió, ni el porqué.
Llevo el vaso de café a mis labios, el sabor me reconforta un poco. Me tomo el tiempo antes de continuar, el gesto de mi tío se ha relajado, pero aún reconozco el rastro de molestia en sus ojos.
—Leo Bianchi es un idiota, y ahora estoy agradecida de no haberme casado con él. Hubiese deseado que dijera la verdad antes...pero no puedo hacer nada para cambiar el pasado, ¿o sí?
Sacude la cabeza en una negativa. Su cuerpo se relaja y se inclina hacia adelante. Extiende la mano a través de la mesa y la envuelve alrededor de la mía.
—No podemos cambiar nuestro pasado, pero siempre podemos cambiar la flecha y apuntar hacia algo mejor —sonríe con ese gesto tan cálido que me hace sentir tan segura y confiada —¿Cómo estás al saber eso?
Me encojo de hombros —Es doloroso, pero llevo sintiendo eso semanas, así que no es del todo nuevo.
Ladea la cabeza, una de sus cejas se arquea y sé que espera una mejor respuesta.
—Lo que quiero decir, es que estoy bien, fue doloroso en el momento, pero ahora estoy bien.
—¿Tengo que intervenir para salvar a Massimo de una acusación por agresión? —inquiere y me rio.
—No —aunque quiero retener la sonrisa no lo consigo —solamente dijo que tenía muchas ganas de partirle la cara.
—Sí, bueno, no es el único —se encoje de hombros —y ya que has tocado el tema de Massimo...
—Solo somos amigos —lo interrumpo —no tienes que amenazarlo, ni despedirlo, ni investigarlo. Él no tiene interés conmigo de esa manera, es solo el maestro de Bella.
—No tendría nada de malo que sintiera algo por ti, pero si tú sientes algo...estaría preocupado porque es demasiado pronto.
Me lo pienso, la presencia de Massimo en mi vida es...intrigante. Una parte de mí se siente segura al tenerlo cerca. Estar con él es refrescante, liberador. No tengo la necesidad de fingir estar bien, él me da la suficiente libertad como para sufrir sin recibir lástima o compasión.
Nos conocemos desde hace poco más de tres semanas, pero es como si lo conociera de toda la vida. Como si su amistad, hubiese estado conmigo desde hace muchos años atrás.
Me siento...comprendida, aceptada. Me siento suficiente.
—Es apuesto —lo molesto —pero no hay nada entre nosotros. Solo una amistad, que me ha ayudado muchísimo, por si quieres saber.
—Claro que te ha ayudado, has vuelto a ser mi desastre sonriente y rebelde —bromea —me alegra ver que vuelves a ser tú.
Luego del accidente, fuiste otra, dejaste de ser tú.
Recuerdo las palabras de Leo. Recuerdo todas las cosas que dijo.
—¿Crees que cambié? —mi tío arruga la frente —luego de que mamá y papá murieran... ¿crees que deje de ser yo?
Su gesto se relaja, parece entender la intención de mi pregunta, y tal vez es por eso que no me responde de inmediato.
—Claro que cambiaste —dice luego de un par de minutos —porque perdiste a dos de las personas más importantes en tu vida. Eras demasiado joven en ese momento, y luego yo no fui tan bueno los primeros meses. Asumiste un rol que no te correspondía y lo sigues cumpliendo, cuidas de tus hermanas y tienes el peso de su cuidado sobre los hombros.
Deja un apretón en la mano que aún sostiene en la suya.
—Pero eso está bien, desastre. Perder a alguien que amas tanto...te cambia. Lo hace porque una parte de ti se queda con esa persona, porque el dolor a veces es tan fuerte que nos moldea de una manera en la que jamás pudimos imaginar. Eres distinta...pero eso no es algo de lo cual debas arrepentirte, sino debes de sentirte orgullosa, de saber que sigues de pie, tan fuerte y valiente.
Sus palabras se graban en mi mente, como siempre, sabe exactamente que es lo que tiene que decir para apaciguar las tormentas.
—Ya llegará la persona que sepa valorar esos cambios, que te acepte por como eres, por quien eres. Llegará esa persona que te mostrará que todo el dolor anterior valió la pena, porque se han encontrado, que te hará entender que ese corazón roto...puede volver a amar, puede volver a ser amado.
—No creo ser capaz de confiar en alguien de esa manera otra vez.
—Créeme, desastre, lo harás —dice con firmeza —lo harás y ese día voy a sufrir otro colapso.
Ambos reímos, lo hacemos en serio y la carga sobre mis hombros disminuye considerablemente.
—Pero valdrán la pena todos los colapsos que me hagas pasar, solo si al final eres feliz. No importa con quien, solo quiero que seas feliz.
Y una parte de mi le cree, una parte de mí realmente quiere pensar que lo que ocurrió...tiene un porqué. Aunque ahora mismo...no sea capaz de encontrar una sola razón válida.
Massimo ha estado ignorándome, o al menos, eso es lo que creo.
Observo el último mensaje que le he envíe. Ese que sigue sin responder, echo la cabeza hacia atrás y suelto un suspiro.
—Solo estás paranoica —mascullo para mi misma —él no tiene porque estar ignorándote.
¿Esto será porque compartimos la misma cama? ¿A caso fue demasiada confianza?
Bloqueo la pantalla del celular y vuelvo a cerrar los ojos. Han pasado un par de días más, cuatro para ser exacta desde el accidente de Bella. Mi hermana está mejor, parece haber aceptado que deberá dejar la danza por algunos meses y aunque en ocasiones tiene la actitud de "odio a todo el mundo", creo que resultó mejor de lo que todos nosotros esperó.
Sin embargo, claramente sus clases se suspendieron, y con eso...las visitas de Massimo a la casa.
—Extrañas a mi maestro de danza, ¿no es cierto? —inquiere Bella cuando consulto mi celular por quinta vez durante los veinte minutos que he estado aquí.
Se acomoda en la cama, la férula de su tobillo está decorada con los trazos y dibujos de los trillizos, así que ahora tiene un aspecto mucho más colorido.
—Tienes una extraña obsesión por creer que tengo interés en Massimo —objeto apartando el celular —somos amigos, es todo.
—No creo que vuelva —dice y parece decepcionada —el tío Ángelo dijo que cuando termine la recuperación, volveré a la academia, así que no habrá más clases, al menos no prontas. Tuvieron una corta reunión antes de que saliera del hospital, tal vez ya le informó.
¿Será por eso que no responde los mensajes? ¿Por qué no planea volver a tratar con mi familia?
—Así que no volverá por aquí, ¿cierto?
Mi hermana sacude la cabeza en una negativa, no quiero lucir demasiado decepcionada, pero termino haciéndolo.
—Aunque...—Bella parece pensar demasiado lo que dirá, no luce demasiado convencida porque suspira con resignación —supongo que siempre puedes visitarlo, ¿cierto?
Entrecierro los ojos hacia ella.
—No recuerdo su dirección, y si pretendes que le escriba preguntándole en donde vive...
—No hay necesidad, yo tengo el dato —dice encogiéndose de hombros. Toma su celular, la miro teclear algo en él y un par de instantes después, el mío suena —listo, ya la tienes.
Observo la dirección escrita. Ya he estado antes en la casa de Massimo, pero en esa ocasión no presté demasiada atención así que sin esto...se me hubiese sido muy difícil encontrarlo.
—Él enserio te agrada, ¿no es verdad?
—¿Por qué pareces preocupada, Bell? —inquiero con curiosidad.
—Porque no quiero que salgas lastimada otra vez —dice en un hilo de voz —ya sufriste lo suficiente.
Sonrío con comprensión.
—Massimo no va a lastimarme —aseguro —es un buen amigo, él es una buena persona, Bell. No todos van a mentir.
Me incorporo, mi hermana sigue mirándome y creo que es buen momento para dejarla descansar, así que le digo que tengo que marcharme y ella parece extrañamente aliviada.
Cuando salgo, antes de que pueda cerrar la puerta, la escucho hablar.
—Necesito hacer algo pronto.
Me quedo en la puerta un par de segundos cuando la escucho hablar, pero no dice nada más luego de eso. ¿Qué es lo que debía de hacer? Sacudo la cabeza, tenía mis propios asuntos para preocuparme como para sumar los de Bella a mi lista.
Son cerca de las cinco de la tarde y no tengo nada que hacer, cuando llego a mi habitación me lanzo sobre la cama, y enciendo el celular otra vez. Voy al chat de Massimo sin pensármelo demasiado, y me quedo ahí, leyendo una y otra vez mi última respuesta.
Cuando he leído más de lo necesario las mismas palabras, voy hacia la conversación con mi hermana. Observo la dirección, ¿es una locura tener la tentación de ir a visitarlo sin avisar?
—Dios, Antonella, ¿qué sucede contigo? —me incorporo de la cama, tomo uno de los pequeños bolsos y coloco dentro mi celular y cartera. Observo mi aspecto en el espejo y decido que no necesito un cambio de ropa.
No le doy tiempo a mi arrepentimiento de surgir, salgo de la habitación con rapidez y apenas respondo las preguntas de mi tía cuando cuestiona el motivo de mi salida.
Subo al auto y abro el navegador, coloco la dirección que Bella me ha enviado y tan pronto como el camino a seguir aparece en pantalla, piso el acelerador.
Me toma cerca de veinticinco minutos llegar a la casa de Massimo, demoré más de lo normal porque di un par de vueltas erradas que retrasaron el recorrido, pero al fin he llegado.
Y no debería sentirme tan nerviosa mientras bajo del auto, y subo los cortos escalones que dirigen hacia la puerta. Me permito pensar por un par de segundos si esto está bien, ¿qué pensaría Massimo de encontrarme en su puerta?
Cierro los ojos y tomo una respiración profunda.
A la mierda lo que piense, yo quiero verlo.
Me atrevo a tocar el timbre, aguardo por un par de segundos y cuando escucho la voz de Massimo al otro lado, mis nervios explotan con tanta fuerza que tengo la tentación de salir corriendo de vuelta al auto.
La puerta se abre antes de que pueda considerar escapar, Massimo parece desconcertado al verme, luego la sorpresa se filtra en su rostro.
—Anto —sonríe levemente —que sorpresa, pasa.
Se hace a un lado casi de inmediato, y me siento tan solo un poco más aliviada al ver que él no luce enojado o incómodo por mi visita.
—Hola, lamento haber venido sin avisar —me disculpo.
—No, no hay problema —pasa la mano por su cabello húmedo y solo en ese punto me doy cuenta de que él parece estar alistándose para ir a un sitio.
Lleva puesta una camiseta blanca con orillas cafés en las mangas y parte del cuello, los botones de la zona superior están abiertos. La tela se ajusta perfectamente a su torso, y porta unos pantalones negros de vestir combinados con zapatos cafés.
Luce tan apuesto.
—Lo lamento, ¿vas de salida? —inquiero, cierro los ojos sintiéndome de pronto avergonzada —lo siento, debí avisar. No te quito más tiempo, yo...me iré. Si...me iré.
Intento caminar con dirección a la puerta, pero tan pronto como cruzo frente a él, me detiene. Sus dedos se envuelven alrededor de mi brazo, impidiéndome avanzar.
—Deja de disculparte —pide con suavidad —no me quitas mi tiempo, ¿qué te trae por aquí?
El azul de sus ojos parece más intenso de lo que recodaba, las comisuras de sus labios están elevadas en una pequeña sonrisa y se ha afeitado. Parpadeo, tratando de salir del pequeño trance en el que he entrado y me aclaro la garganta.
—¿Estás ignorándome? —inquiero.
Eleva las cejas, su sonrisa se amplia un poco más. Luego ladea la cabeza, mirándome con curiosidad.
—¿Viniste hasta mi casa porque pensaste que estaba ignorándote? —luce divertido, trato de echar a un lado mi vergüenza y decirle la verdad.
—¿No es eso lo que haces? No hemos hablado desde que Bella estuvo en el hospital. Si estás ignorándome y eso tiene que ver con que dormiste en mi cama...
—No —la firmeza en su voz me interrumpe —no tiene absolutamente nada que ver con eso.
—Pero si estás ignorándome —frunzo las cejas —¿por qué? ¿Mi tío te dijo algo? ¿Te despidió? ¿Es por eso que no volverás a darle clases a Bella?
—De acuerdo, muchas preguntas —dice sonriendo —No, tu tío no me dijo nada más que debido a la lesión las clases de danza se acabarían.
—Eso no responde a la pregunta de por qué estás ignorándome —me libero del agarre que aún ejerce sobre mi brazo.
Coloca una de sus manos en su cintura y con la otra revuelve su cabello.
—No quiero que las cosas entre nosotros se confundan, no quiero causarte malos entendidos con tu familia. Sé que estás pasando por un momento complicado, no quiero contribuir a que tengas más problemas.
Estrecho la mirada, Massimo mantiene el contacto visual y no aparta los ojos.
—Me tiene sin cuidado lo que ellos piensen, es decir, soy lo suficientemente adulta como para manejar mi vida personal, créeme.
Sonríe, da un paso para acercarse y una ola de nerviosismo me golpea cuando se aproxima demasiado.
—Realmente no quiero causar malos entendidos.
—No los causas, te lo aseguro.
Asiente. Su celular emite un sonido y él mira hacia el colchón, lo sigo cuando él camina hacia el sitio y toma el artefacto entre sus manos.
—No te quito más tu tiempo —Massimo me mira cuando hablo —te dejo...
—Tengo una reunión con amigos en treinta minutos —guarda el celular en su bolsillo —iremos a comer y beber un poco, si no tienes planes...puedes venir.
—¿De verdad? —asiente.
Miro mi atuendo, no es demasiado adecuado para una salida. Mis pantalones negros lucen bien pero no creo que zapatillas deportivas sean la mejor opción.
—Estás perfecta, cara.
Mi pecho se contrae cuando me llama de esa forma, tan suave, casi cariñosa.
—Creí que no querías que se dieran malos entendidos.
Se ríe, baja la vista por un par de instantes antes de volver a posar su atención en mí.
—¿Vienes o no?
Y creo que no hace falta decir cual fue mi respuesta.
(...)
Massimo pareció nervioso cuando llegamos con sus amigos, la pareja que nos esperaba en una de las pizzerías del centro de Milán no pareció sorprendida ante mi llegada, lo que me hacía deducir que tal vez Massimo les avisó de mi presencia. El sitio al que llegamos se trata de un establecimiento relativamente pequeño, atiborrado de gente en la que parecía que no cabía ni un alma más.
Sin embargo, el ambiente es demasiado relajado, la música en vivo ha llamado a la gran mayoría de personas al centro de la pista, en donde hay risas y voces cantando a coro las canciones que se escuchan.
Lucas y Regina son agradables, ambos han estado al pendiente de que me sienta cómoda con ellos, no preguntan demasiadas cosas de mi vida y ahora parece como si fuésemos amigos desde hace ya bastante tiempo.
—¿Te diviertes? —Massimo se acerca a mi oído para permitirme escuchar lo que dice.
—Sí —sonrío —tus amigos son agradables.
Deslizo mi atención a la pareja que baila en la pista, las personas han disminuido considerablemente así que hay ciertos espacios como para albergar a más parejas.
—¿Quieres bailar? —regreso la atención a Massimo, me observa con una leve sonrisa en los labios, aguardando la respuesta.
Una típica música local esta siendo interpretada, así que asiento. Es extraño encontrar sitios que toquen la música tradicional italiana, y este parece ser uno de esos pocos y extraños lugares.
Massimo se incorpora y me toma de la mano para llevarme a la pista, las personas se han dispersado un poco dándoles espacio a las parejas que comienzan a bailar la música típica, los amigos de Massimo son una de las pocas parejas que permanecen en el centro y sonríen cuando nos ven acercarnos.
La música de la Tarrantella Siliciana suena mientras Massimo toma mi mano y ambos comenzamos a hacer los pasos iguales a los de las demás parejas. Las palmas de las personas a nuestro alrededor se escuchan mientras nos movemos, giramos y brincamos siguiendo la danza.
Ambos reímos cuando nos confundimos en un par de movimientos, pero retomamos el ritmo. El baile me trae recuerdos de cuando papá nos llevaba al sur de Silicia de vacaciones, y bailaba con mamá. Recuerdo lo feliz que me hacía mirarlos y lo mucho que Bella y yo aplaudíamos al observarlos.
Massimo me toma con firmeza de la cintura cuando la música cambia para indicar que ahora siguen los brincos coordinados y luego, me hace girar mientras la música coge más rapidez.
Las personas gritan y ríen cuando la música acaba, estamos agitados y sudorosos, pero no me importa porque me siento bien. Me siento realmente bien.
Massimo está agitado, el calor aumenta y necesito tomar un poco de aire fresco.
—Voy a salir un momento —informo —necesito aire.
—Voy contigo —se ofrece.
No me opongo, Massimo avisa a Lucas y a Regina de que volvemos en un momento y me acompaña hasta la salida.
La brisa se siente refrescante, me recojo el cabello en una coleta y dejo caer mi cuerpo contra uno de los asientos que hay fuera del establecimiento.
Massimo se coloca a mi costado, sujeta la tela de su camisa y hace un movimiento como para darse aire.
—Quien diría que bailas tan bien la danza Siliciana —dice con una sonrisa —eres una mujer talentosa, ¿eh?
—De ti no me extraña en realidad —admito —sería extraño que, siendo un maestro de danza, no supieras nuestros bailes típicos.
Su sonrisa titubea un poco.
—No te confíes demasiado, soy una caja de sorpresas.
Fijo mi atención en él, su cabello está levemente pegado a su frente por el sudor, pero no deja de verse tan bien. ¿Cómo es eso posible?
—Realmente voy a echar de menos verte por la casa —admito.
—¿Vas a echarme de menos? —arquea la ceja —quien lo diría.
—No eres como esos típicos maestros de danza amargados, tú eres agradable. Supiste ganarte a mi hermana, ese ya es un gran mérito.
—Bella es una adolescente normal, está en su etapa de creerse la dueña del universo —me rio —creo que todos pasamos por esa etapa.
—Sí —concedo —yo también me sentí así.
Hay un corto silencio entre nosotros. La brisa sopla con más fuerza y me siento fresca y cómoda.
—Yo también voy a echar de menos verte —dice, pero no me mira, parece levemente tenso, lo que no entiendo —mucho, en realidad. Te eché de menos estos días.
Un sentimiento extraño se me clava en el pecho, cuando se trata de Massimo, no entiendo muchas cosas. Es como si una parte de mí se sintiera tan cómoda, tan segura, tan aceptada.
—Pero no quiero...
—No vas a crear malos entendidos —lo interrumpo —¿realmente eso es más importante para ti?
—No, no quiero decir eso —gira centrando su atención en mí —solo que no deseo ocasionar problemas, no quiero que la gente piense algo distinto de lo que sucede.
—Así que... ¿solo me ignorarás? —me siento repentinamente molesta —somos adultos, Massimo. Podemos hacer lo que queramos sin tener que estar preocupados por lo que las personas opinen.
—No entiendes...
—¿Qué cosa no entiendo? Dime, ¿qué es eso que quieres decir?
—Estás saliendo de una ruptura, estás superando el asunto de Leo y no quiero darte problemas, no quiero que tengas a personas interesadas en saber algo que no existe. Tus tíos ya lo piensan, creen que tengo interés en ti y...
—¿Y eso es algo malo? —me incorporo —¿Qué mis tíos lo piensen? ¿Qué alguien más lo crea?
—¿Quieres por favor permitirme dejar de hablar? —inquiere casi con desespero —estoy tratando de decir que, si tu familia lo cree, más personas lo harán. ¿Recuerdas la nota que sacaron cuando nos fotografiaron en el club? ¿Lo que decían sobre ti? No deseo ocasionar problemas.
—Así que tú también me dejas, ¿no es cierto? —ni siquiera me doy cuenta de lo que pregunto, pero él entiende perfectamente.
Su mirada se suaviza, se incorpora del asiento y se acerca. Su mano se envuelve alrededor de mi cintura y retengo la respiración ante lo cerca que se encuentra.
—No lo pienses ni por un segundo —casi ordena —no es así.
—A mi me parece que si —susurro.
—Antonella...
Me libero de su agarre, me aparto de su cuerpo y tomo una inhalación.
—No quieres causar problemas, bien —mascullo —no los causarás.
Retrocedo tratando de no sentirme del modo en el que lo hago. Como si esta fuese una especie de ruptura, aunque claramente no lo es.
Pero lo que Massimo dice se siente como una maldita excusa. Como algo que se utiliza solo para salir librado de una situación.
—Antonella, no —su voz brota firme, casi autoritaria —no es de ese modo y lo sabes bien. Deja de pensar que estoy abandonarte.
—No puedes abandonarme porque no somos nada —respondo con molestia —ni siquiera amigos.
Su rostro se endurece y eso es suficiente para hacerme darle la espalda. Necesito salir de aquí, necesito irme antes de que todo esto termine por explotar.
Consigo dar un par de pasos antes de sentir la fuerte mano tomándome del brazo, y girándome con rapidez. Choco contra su cuerpo, Massimo me sostiene con firmeza y antes de que pueda procesar su rápido e inesperado movimiento...
Me besa.
Massimo Santori me besa.
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Decir que estoy emocionada por este capítulo se queda corto.
¡No se olviden de dejarme sus comentarios!
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