Epílogo
FRAN
El vestido se siente frío contra mi piel caliente por el sol y por un segundo no reconozco a la chica que me mira desde el espejo. Bueno, ya no es una chica, soy una mujer casada a punto de tener mi verdadera boda. No será algo grande ni extravagante, no soltarán aves blancas cuando llegue al altar ni habrá una orquesta tocando a cada minuto. Nuestra renovación de votos es pequeña, tan solo algunas personas que elegimos para que nos acompañen en este momento.
Nos tomó más de lo esperado decidir qué hacer en este día, fue más sencillo poner una fecha y estresarnos a medida que se acercaba. Al final, elegimos lo obvio, lo que nos hace sentir bien. No necesitamos una fiesta grande para recordarnos cuánto nos amamos, solo necesitamos mirarnos a los ojos.
Milan acomoda una horquilla en mi cabello y me sonríe a través del espejo. Su cabello roza sus hombros y en nada se parece a la muchacha que conocí al mudarme al dormitorio Kappa.
—¿Cómo te sientes, bebé?
—No lo sé.
—¿No lo sabes? ¿Tengo que asustarme?
Niego con la cabeza y ella respira profundo como si palabras la hubieran hecho sufrir.
—Necesito ver a Noah.
—Pero se supone que no deben verse hasta la ceremonia.
—Eso es cuando te casas, no nos estamos casando.
No la dejo discutir, tan solo me alejo del espejo y camino hacia la puerta. Conozco cada rincón de este edificio como la palma de mi mano y sé que mi esposo se encuentra en la habitación al final del pasillo por lo que no dudo en caminar hasta allí. Golpeo la puerta con mis nudillos y aguardo hasta que alguien me contesta sin dejar de sentir la mirada fija de Milan en mi nuca.
—Baker, vaya... Te ves preciosa.
—Gracias, Tony. —Sonrío con sinceridad—. ¿Puedo ver a mi esposo?
—Él estaba preguntando por ti, de hecho.
—Ya ves por qué seguimos juntos.
Me sonríe al salir de la habitación y me deja el camino libre para pasar. No tardo en entrar y me quedo dura a pocos pasos de la puerta al ver a Noah acomodándose su ropa frente al espejo. Me dedica la más hermosa de las sonrisas cuando sus ojos chocolates se encuentran con los míos y mi corazón se salta varios latidos al verlo allí de pie luciendo tan caliente y elegante como nunca.
—¿Sucede algo, Fran?
—No, solo no me gusta esto de estar separados.
—Opino lo mismo.
Abre sus brazos para recibirme y no dudo en acurrucarme contra su pecho. El olor de su perfume me invade y respiro profundo para grabar esa fragancia en mi mente y obligarlo a usarla cada día de ser posible.
—Te he extrañado —confieso con mi mejilla pegada a su cuerpo—. Esta semana ha sido una locura y nuestras madres una pesadilla.
—Mira el lado positivo, mañana seremos tú y yo solos en nuestra luna de miel.
—Extrañaré a nuestro pequeño, será la primera vez que se quede sin su mami y su papi.
—El Señor Bigotes estará bien y quizás encuentre un mejor nombre mientras no estamos con él.
—Oye, no te burles de su nombre.
—Es un nombre horrible. Pobre gato, sus amigos deben hacerle bullying.
—No eres divertido.
—Claro que lo soy.
Me echo hacia atrás para mirarlo y encuentro que sigue sonriéndome. Él luce tranquilo, como siempre porque hay pocas cosas que pueden sacar a Noah Wayne de sus casillas. Yo soy una de ellas y me siento orgullosa de encabezar la lista.
—No te he dicho lo preciosa que te ves en este momento, amor mío.
—Aw, te pusiste romántico.
—Eres un dolor de cabeza.
—Un dolor de cabeza muy precioso, amor mío.
Su nariz acaricia la mía y cierro los ojos disfrutando de la caricia. Hemos estado separados las últimas semanas, él con sus clases en Alemania y yo aquí en Nueva Jersey terminando los últimos detalles para la inauguración de la posada. Nuestra renovación de votos será el primer evento que verá y espero que muchas otras bodas se celebren aquí.
—Tengo hambre —admite Noah—. ¿Cuánto falta para que empiece la ceremonia?
—No lo sé, pero quizás podamos pasar por la cocina y robarnos algo.
—Eres la mejor esposa del mundo.
—Lo sé, no me elegiste solo por mis mamadas.
—A veces olvido lo sucia que puedes ser al hablar.
—No es mi culpa que en Alemania sean todos tan aburridos.
—Te extrañe —susurra al rozar sus labios con los míos—. Estaba esperando ansioso estas vacaciones.
—Ahora en verdad estaremos juntos. Me tendrás molestándote en Berlín hasta que te gradúes.
—Vaya tortura.
Su boca finalmente encuentra la mía y nos fundimos en un beso tierno y tranquilo. Ninguno necesita acelerar el ritmo ni ponerse loco, estamos más que bien con este momento robado. Además, no quiero que arruine mi maquillaje que me costó una hora sentada.
—Deberías volver a tu habitación, Fran. No queremos que las locas organizadoras de bodas nos empiecen a regañar.
—No hables así de nuestras madres —lo regaño con diversión.
—Tú también lo piensas, solo que yo me animo a decirlo.
—Puede que tengas razón.
—La tengo.
Me besa una vez más, un contacto rápido que deja mis labios cosquillando y deseando más. Por ahora es lo máximo que conseguiré, pero esta noche ya estaremos solos de camino a Hawái y podremos pasar tanto tiempo como queramos amándonos sin palabras.
—Te veo en el altar, Francine.
—Te veo en el altar, Noah.
—Recuerda que te amo.
—Espero que no se me olvide en los próximos minutos.
Le lanzo un beso al aire y vuelvo sobre mis pasos hacia la habitación que estoy usando por hoy con el corazón latiéndome a mil y más enamorada de lo que estaba al salir. Parece imposible, aunque es real. Noah me enamora cada día más y cada segundo confirma lo que ya sé: quiero pasar mi tiempo con él y, quizás, el resto de mi vida también.
No nos prometemos eternidades ni estrellas, nos prometemos amarnos cada mañana al despertar y cada noche al irnos a dormir. No dejamos que el cansancio del día nos abrume y nos recordamos al irnos a la cama por qué nos elegimos.
Noah es la elección que tomo todos los días y la razón por la que hoy estoy por caminar al altar, esta vez sin alcohol en mi sistema y segura de lo que voy a hacer. Hoy tendremos nuestra verdadera ceremonia y seremos una pareja que tendrá una boda normal de la que hablar en las reuniones formales.
Y esta vez, cuando alguien me llame señora Wayne, no lo enviaré al demonio.
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