Capítulo 34
FRAN
Somos un matrimonio.
He llegado a la conclusión de que, en algún momento de este desastre, Noah y yo comenzamos a actuar como un matrimonio real sin esfuerzo y de manera continua. No necesitamos público, ni un incentivo para mentir, nos sale natural y eso me preocupa. Me asusta un poquito lo que todo esto significa, sí, pero me aterra lo que pasará después. No creo en los cuentos de hadas y en los «felices para siempre», y comprendo que la graduación es nuestra fecha límite.
Noah se irá a Alemania, no dudo de eso. Él es inteligente y lo conseguirá y yo volveré a Minnesota si no consigo un trabajo a penas me gradúe. Lo que sea que esté sucediendo entre nosotros tiene caducidad y eso es lo que en verdad me deja sin respirar.
—¿Qué te sucede?
—¿Mmmm?
—¿Francine, estás bien?
—Bien, bien, no. Bien, sí.
—¿Cuál es la diferencia? —pregunta divertido, aunque oculta su sonrisa tras la taza de café.
—Uno tiene dos «bien», es como un súper bien.
—Entiendo, ¿y por qué no estás súper bien?
—Estoy nerviosa.
Con la mirada me hace saber que no entiende y suspiro; no porque me moleste, sino porque contarlo lo vuelve realidad.
—Hoy tengo una entrevista de trabajo.
—¿Bromeas? ¡Eso es genial, Fran!
—Sí, no es la gran cosa. Es un pequeño hotel de tres estrellas que tiene su temporada fuerte en las graduaciones.
—¿Estás intentando convencerme a mí de que no es gran cosa o a ti?
—¿Ambas? —Muerdo mi labio inferior y noto la sonrisa en su rostro—. Estoy nerviosa, ¿sí? Sería mi primer trabajo real asociado a lo que estudio.
—Te irá genial.
—La gente siempre dice eso y cuando luego te va mal, nadie puede deshacer el trauma.
—Te irá genial —repite, llenándose la boca del budín de naranja que preparé por la noche—. No lo digo para hacerte sentir mejor, lo sé.
—¿Ahora ves el futuro?
—Claro.
—Dime los números de la lotería.
—Va contra las reglas de los psíquicos.
—Uh, aburrido.
Nos sonreímos a través de la mesa para luego volver a desayunar en un cómodo silencio. Los consejos de Milan resuenan en mi cabeza, sus buenos ánimos que buscan darme la fuerza necesaria para confesarle a Noah que me gusta y abro la boca para hacerlo, pero la cierro tan rápido que es como si nunca hubiese pasado. Lo vuelvo a hacer y para la tercera vez ya me siento como un pez fuera del agua.
—¿Qué sucede contigo, Fran?
—Nada.
—¿No te cansas de esta conversación? Tú me dices que todo está bien, yo te digo que no te creo y terminas diciéndome la verdad.
—Eres un sabelotodo y a nadie le gustan los sabelotodos.
—Estás cambiando de tema.
—Estoy nerviosa.
—¿Por la entrevista?
—Claro.
—Bien, ¿y si te ayudo a pensar en otra cosa?
¿Y si me ayuda a no pensar?
—Dime tus ideas.
—¿Qué es eso que toda tu vida has querido hacer y nunca has podido? Y no digas algo como ganar la lotería o viajar a París.
Rio por lo bajo y miro mi taza casi vacía. Me gusta esta pregunta inocente y tengo cientos de respuestas porque durante toda mi vida he querido cosas que nunca pude costear u obtener por mi cuenta; sin embargo, hay una pequeña cosita que siempre veo y me gustaría experimentar.
—¿Has visto todas esas películas, series y videos con escenas épicas donde el o la protagonista va en su automóvil con las ventanas bajas y cantando a todo pulmón alguna tonta canción en la radio?
—Claro.
—Siempre quise vivir eso, sentir que nada importa y que tengo el control en mis manos.
—¿Y por qué no lo has hecho?
Me encojo de hombros.
—No sé manejar y mi madre nunca tuvo un auto para enseñarme.
Lo observo darle un último sorbo a su café y sacudir sus manos como si alguna miga le molestara. Se pone de pie y se acomoda la ropa para luego posar sus ojos chocolates en mí.
—¿Qué esperas? Ya tenemos planes para hoy.
—¿Tenemos planes? —suelto con confusión.
—Sí, te enseñaré a conducir así puedes tener tu propio momento.
—Estás bromeando.
—¿Me veo como alguien bromista?
—No, pareces más un perro viejo y amargado.
—Auch.
—Un perro viejo, amargado y bonito.
—Tierno. Ahora termina tu desayuno que tenemos un largo día por delante.
Me es imposible no sonreír de par en par al escucharlo. No sé cómo este hombre llegó a mi vida y me alegra que todavía siga en ella porque estoy segura que no encontraré a otro igual.
NOAH
Sus pequeñas manos están sobre el volante, sus pies sobre los pedales y su mirada fija en el exterior, no sé por qué se ve tan concentrada si continuamos en el mismo lugar que hace cinco minutos, sin movernos ni encender el motor, pero no me atrevo a molestarla.
—¿Estás lista?
—En unos segundos, estoy entrando en papel.
—¿Necesitas silencio?
—No, puedes hablar. ¿Tienes algo importante para decir?
—No es importante, solo quería saber si tienes planes para las vacaciones de primavera.
Sus bonitos ojos me buscan y su ceño se frunce ligeramente.
—Noah, no tengo trabajo ni dinero, ¿cómo podría tener planes?
—Milan.
—Bueno, ella me invitó a un viaje, pero le dije que no. ¿Tú tienes planes?
—Tony me invitó a un viaje a la playa con sus compañeros de fraternidad.
—¿Pero...?
Sonrío, ella ya me conoce y sabe lo que diré.
—Pero la última vez que viajé con ellos terminé drogado y casándome ebrio con una desconocida. No quiero que se repita.
—No sería legal.
—¿Qué?
—Aunque lo hicieras, no sería legal porque este país solo permite un matrimonio por persona. No podrías tener dos esposas.
—Es un buen punto.
—Lo sé. —Vuelve la mirada al espejo—. Estoy lista si tú lo estás.
—Lo estoy.
—Bien, suelta tu conocimiento, Noah Wayne.
Me acomodo en el asiento y giro hacia ella, le pido su mano y la coloco sobre la caja de cambios.
—Esta es una pick up vieja...
—No me había dado cuenta —suelta con sarcasmo.
—Respétala o tu sueño se acaba.
—Lo siento. —Sonríe con diversión, como una niña pequeña que se ha salido con la suya—. Sigue.
—Te estaba diciendo antes de que nos faltaras el respeto, que es vieja y como verás la caja de cambios está junto al volante. Poner los cambios es sencillo, solo no seas delicada porque no los tomará.
—Entiendo.
Con mi mano sobre la suya, le enseño cómo mover la palanca para poner los respectivos cambios y luego le doy su tiempo para que lo haga por sí misma con la camioneta apagada. Se ve entretenida y concentrada, una excelente alumna que puede ser un poco rebelde.
—Lo tengo o eso creo.
—Bien, el siguiente paso es conocer la función de los espejos.
—Eso lo sé —afirma con orgullo—. La teoría la tengo fresca.
—¿Sabes cómo encenderla?
—Lo averiguaremos.
Con la emoción a flor de piel, Fran gira la llave a la vez que pisa el embrague para darle vida al motor y no me sorprende que no lo consiga a la primera porque la pick up es terca y hay que tratarla con rudeza.
—Con fuerza.
—¿Y si se rompe?
—Estarás condenada.
—No es broma —chilla con indignación—. No quiero dañarla.
—No lo harás.
—No eres muy bueno dando ánimos, ¿sabes?
—Solo enciende el motor.
La segunda, tercera y cuarta vez no lo consigue; puedo notar en su rostro que para la quinta oportunidad ya lo siente como un desafío personal y su mirada se impregna con un poquito de locura que me obliga a aguantar la risa. Me sonríe orgullosa cuando el motor vibra y se mantiene encendido.
—Ahora tienes que avanzar, sé que puedes hacerlo.
—Claro que puedo hacerlo, Noah. Soy una diosa de la conducción.
—Correcto, diosa. Muéstrame tu magia.
—Eso sonó pervertido.
—Claro que no —me defiendo.
—Oh, en mi mente sí lo hizo.
—Creo que la pervertida eres tú.
—No lo niego.
—Estás pareciéndote a Tony, tendré que prohibirte verlo.
—Inténtalo. —Sonríe con desafío—. Hablando de tu mejor amigo, no ha dejado de preguntarme por un vibrador.
—Oh, cielos.
Cierro los ojos con fuerza y ella ríe a carcajadas al notarlo. Mi mejor amigo no ha dejado de fastidiar con la compra de un juguete sexual para mi esposa y con la finalidad de que dejara el tema en el olvido, le dije que iba a regalarle un vibrador. Supongo que no fue una buena idea porque ha pasado de molestarme a mí a molestar a Fran.
—No le prestes atención.
—No necesito que me compres un vibrador, tengo uno.
La miro con sorpresa y ella cuadra sus hombros.
—¿Qué? Soy una mujer que sabe auto complacerse. Admito que los penes son geniales, aunque sus portadores no suelen serlo.
—No sé cómo sentirme.
—Halagado, tú tienes un buen pene y una buena personalidad.
—Correcto, volvamos al manejo.
—Que aburrido eres —dice con una sonrisita aún en sus labios—. ¿Ahora tengo que presionar el acelerador?
—Sí, no tengas miedo de hacerlo con fuerza.
—¿Y si nos estrellamos contra un árbol?
—Le haremos más daño al pobre árbol que a nosotros.
Infla sus pulmones con aire para luego soltarlo con lentitud y aferrarse al volante como si su vida dependiera de eso. Con la vista fija al frente, presiona su pie contra el pedal y la camioneta comienza a moverse.
—¡Oh por todos los cielos! —exclama—. ¡Estoy conduciendo!
—Presta atención, estamos en una calle concurrida.
—Oye, no le quites emoción.
—No le estoy quitando emoción, estoy dándote un consejo.
Sus ojos grises viajan hacia mí y me dedica una mirada de soberbia que me parece adorable; sin embargo, me preocupa mucho más que no esté mirando al frente y nos estemos acercando a una senda peatonal.
—Fran, presta atención.
—Estoy prestando atención.
—¡Fran!
Vuelve a mirar al frente y respiro profundo cuando pisa el freno al ver a unos ancianos más adelante. No tengo miedo que los atropelle, sobre todo porque vamos a cinco kilómetros por hora, pero eso no le quita importancia al asunto.
—Casi los asesino.
—Estabas lejos de asesinarlos.
—Podría haberlo hecho.
—Por eso tienes que prestar atención.
—Pero en las películas se ve tan sencillo, nadie presta atención.
—Por eso en las películas se mueren en accidentes.
—¡Eso no ayuda!
—Lo estás haciendo bien —la tranquilizo—. Solo recuerda mirar por los espejos y también mirar el camino.
—¿Tienes seguro?
—Sí, pero no matarás a nadie.
—Me tienes mucha fe.
—Por supuesto, Fran. Confío en ti.
Mis palabras parecen animarla porque se acomoda de nuevo en el asiento y enciende el motor una vez más dispuesta a darle una segunda oportunidad. Volvemos a avanzar lento y seguro por la calle vacía, estoy orgulloso de ella.
—¿Nunca tuviste una clase?
—Tuve algunas en el instituto, nos daban tres gratis a los dieciséis.
—¿Y luego?
—Y luego tenías que pagar por las siguientes.
—Aprendiste bien.
—Tengo un buen profesor ahora.
—Sabes que puedes pisar un poco más el acelerador, ¿no? No puedes ir en primera todo el tiempo.
—Cambié de parecer, ya no eres tan buen profesor.
—Te propongo algo.
—Eso suena interesante. —Me da una rápida mirada y demonios, adoro los pensamientos sucios de esta chica—. Quiero escucharte.
—Iba a proponerte ir por un helado.
—Oh.
—Pero si llegamos a salvo al departamento, puede que tengas dos premios.
—Define «a salvo».
—En una sola pieza, sin rasguños y contigo tras el volante.
—Eres exigente, pero acepto.
—Bien, presiona el acelerador.
Con la promesa de un helado y sexo, Fran parece más segura conduciendo y dejo de prestarle tanta atención a nuestro alrededor para no despegar mi vista de ella. Luce feliz, emocionada y condenadamente hermosa en este momento y ella no es consciente de eso.
Fran es increíble y es horrible saber que pronto no voy a poder estar disfrutando de su humor cambiante y sus comentarios con doble sentido. No me agrada pensarla conociendo a alguien más y mucho menos llegando más lejos. Y sí, soy patético por ponerme celoso de su futuro, aunque no puedo evitarlo.
Tres meses y medios para la graduación, casi el mismo tiempo que llevamos casados. Parece poco y a la vez mucho, un poco de ambas, pero en definitiva no es suficiente.
¡Hola, hola, bellezas! ¿Cómo están? ¿Qué tal su fin de semana? ¿Nos extrañaron?
Este capítulo me gusta mucho porque es bien dulce (inserte suspiro de enamorada) y me encanta lo bonito que se tratan. ¿Qué opinan ustedes?
¿Tuvieron una parte favorita? Las leo así nos emocionamos juntas o reímos.
Hoy intentaré ponerme al día con las invitaciones al grupo de WhatsApp, disculpen si las he hecho esperar.
Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Prepárense que el próximo capítulo se viene lleno de emociones y es solo el inicio.
Les deseo una bonita semana, hasta el jueves.
MUAK!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro