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Capítulo 17

FRAN

Noah luce incómodo, casi como si estuviera esperando el momento indicado para salir corriendo. No puedo culparlo, él dijo que no le gustaban estos eventos y vino solo por mí. Incluso la presencia de Tony no parece aliviarlo y estoy pensando arrastrarlo al jardín para que tome un poco de aire.

—Te quedan bien los trajes, Noah. Deberías usarlos más seguido.

—Gracias, Milan. —Le sonríe con educación porque parece tener unos modales de oro—. Pero la verdad es que no son mi clase ideal de ropa.

—¿Y eso por qué?

Él se encoge de hombros y ahí parece que va a quedar la conversación. Me da un poco de pena, no deja de mirar a todos lados y creo que está por darle un ataque de pánico. Deberíamos irnos, ¿no? Podría inventar una buena excusa para mi repentina ausencia.

—Aunque a veces es bueno usar algo distinto, ¿no crees? Salir de la zona de confort y todo eso.

—Tienes razón, Milan. ¿Qué dices? ¿Debería usar ropa de diseñador?

Mi amiga suelta una risita y la sonrisa de Noah se ve más real.

—Sí, no te vendría mal de vez en cuando. ¿Crees que debería usar ropa de superhéroes?

—No, claro que no. —Ríe—. Definitivamente lo tuyo es la ropa cara.

Milan parece contenta por haberlo hecho reír y me busca mirando aprobación. Suelto en silencio un «gracias» y ella le resta importancia con la mano. En verdad se está esforzando y se lo agradezco.

—Oye, Wayne, te ves amarillo —comenta Tony al volver del baño—. ¿Te sientes bien? Pareces un Simpson. No te veía así desde...

—Me siento bien —lo interrumpe antes de que pueda seguir—. Tranquilos.

—Se ve enfermo, ¿verdad? —Busco la mirada de su mejor amigo y él asiente—. Creo que es hora de irnos, Noah.

—¿Qué?

Sus ojos chocolates buscan los míos y niega con la cabeza. Es terco, eso lo supe cuando nos conocimos, y comprendo que no se irá pronto sin importar cuánto le insista.

—No nos iremos, recién llegamos.

—Pero te sientes mal, te ves fatal.

—Vaya, gracias, esposa. Qué buen halago.

—Sabes a lo que me refiero.

No sé por qué lo hago, pero poso mi mano sobre la suya y la acaricio. Su atención viaja con rapidez hacia el punto de piel que mi pulgar acaricia y no es el único pues Milan y Tony se ven igual de asombrados. ¿Por qué tanta sorpresa? Estoy consolando a alguien. Fin.

—Iré por un poco de aire y estaré bien, de verdad.

—¿Quieres que te acompañe?

Niega con la cabeza y se pone de pie, dejando su servilleta sobre la mesa.

—Vuelvo en unos minutos, estaré bien.

Que lo repita me da a entender que no estará bien tan rápido como él cree, pero lo dejo ir porque me parece que necesita su espacio. No quiero preguntarle sobre el trasfondo de su malestar porque ha venido por mí y lo mejor es respetar su decisión; sin embargo, hay alguien a quien sí puedo interrogar.

—Suelta la bomba.

Tony me mira con sorpresa y deja caer el pan que tiene en su mano.

—¿De qué hablas?

—¿Qué le sucede a Noah?

—Lo siento, Baker. Solo soy leal a mi amigo, si él no te ha dicho nada, yo tampoco.

—Me contaste sobre su padre —susurro con agresividad.

—Eso fue distinto.

—¿Por qué?

—Porque tarde o temprano Noah te lo diría.

—¿Y esto no?

Mueve su cabeza de lado a lado como negativa y suspiro dándome por vencida. Él tiene razón, no tengo que meter mis narices donde no me corresponde, pero Noah se ve mal y siento que es mi culpa.

Dejo el tema pasar y finjo que está todo en orden cuando, minutos más tarde, mi esposo falso regresa luciendo más tranquilo.

—Lo siento por eso, no se me dan bien las multitudes.

—¿Es parte de tu timidez? —le pregunta mi mejor amiga con ese tono de doctora.

—Eso creo.

—Estoy tomando algunas clases de psicología, puedes hablar conmigo si necesitas apoyo.

Mis ojos se abren de par en par al escucharla y por cómo se remueve en su asiento noto que no soy la única que la está mirando así.

—¿Qué? —chilla con sus mejillas sonrojadas—. Voy a ser doctora, ¿es tan difícil eso de creer?

—Claro que no, pero es raro que muestres amabilidad, Maléfica.

—Tony, no seas grosero —lo reprendo.

—Lo siento.

—Gracias por la oferta, Milan. La tendré en cuenta.

Milan guarda silencio por un tiempo tras eso y nuestra conversación se vuelve incómoda hasta que llega la comida y podemos llenar nuestras bocas. Le debo una disculpa porque es obvio que está esforzándose y nadie parece tomarla en serio. Puede ser una mala amiga a veces, pero no es mala persona.

—Oh, oh.

—¿Qué sucede?

Ella señala con disimulo a las mujeres que recorren las mesas y creo que voy a desfallecer. Allí está, Celestine y sus secuaces, no sé si podré hacerlo. ¿Y si no se lo creen? ¿Y si meto la pata? ¿Y si...?

—Oye, tranquila, Fran.

—Quiero irme —murmuro y no puedo despegar mi mirada de sus ojos chocolates que se sienten como un lugar seguro—. Hacer esto ha sido una estupidez.

—Estaremos bien.

No-oh. Se me da fatal mentir bajo presión, ¿por qué crees que intento ser siempre sincera?

—Ya les has mentido antes y salió bien.

—Era distinto.

—¿Por qué?

—Porque no estabas aquí.

Es su turno de tomar mi mano y acariciarla para reconfortarme. Agradezco el gesto, en verdad lo hago, aunque preferiría que hiciéramos una salida épica como en las películas y huyéramos de esa cena. Mierda, mierda, se están acercando.

—Yo hablaré.

—Esa es una mala idea.

—Mejor a que hables tú.

Muerdo el interior de mis mejillas para no decir nada estúpido pues las mujeres de la fraternidad ya están en nuestra mesa. Se dirigen a nuestros acompañantes primero, luego su atención recae en Milan, Tony y, por último, en Noah y en mí.

—¿Es quién creo que es? —suelta con esa elegancia que parece irreal.

—Mucho gusto, Celestine. Soy Noah, Fran me ha hablado de ustedes sin cesar. Tienen una pequeña admiradora aquí.

Grandísimo mentiroso y adulador; sin embargo, ella se lo cree y su sonrisa se expande.

—Es un placer conocerte, cuando nos enteramos de su matrimonio no pudimos estar más contestas. Y ahora viven juntos, ¿no?

Asiento porque estoy tan nerviosa que podría empezar a reír a carcajadas hasta morir.

—Eso es adorable, ustedes lo son. ¿Cómo se conocieron?

—Bueno, como verán tenemos amigos en común. —Señala a Tony y a Milan y quiero quitarme un sombrero imaginario porque eso se le ocurrió muy rápido—. Desde el primer momento en que la vi fue obvio que pondría mi mundo de cabeza.

Una sensación caliente se instala en mi estómago al notar la manera que me ve y me sonríe, cómo lleva nuestras manos unidas a sus labios y besa mis nudillos. Y tengo que recordarme que está fingiendo porque voy a sufrir si caigo en el juego.

—Fran fue la decisión correcta, siempre lo será.

Celestine suelta un largo suspiro de enamorada y no es la única, todos en la mesa lo hemos hecho. Sí, incluso Milan, Tony y yo.

—Eso ha sido precioso, me encanta ver el amor joven. Espero poder seguir hablando con ustedes luego, quiero escuchar más de esta historia.

—Claro, Celestine —digo con voz aguda y una tonta carcajada escapa de mis labios.

Al fin se alejan y me desinflo sobre la silla, dejando caer mi cabeza sobre el hombro de Noah.

—Eso salió bien —comenta Tony y estoy de acuerdo.

—¿Cómo lo hiciste, Noah? Sonaste tan... sincero.

—Tengo práctica —admite y noto que no está orgulloso de eso.

No sé a qué se refiere con práctica y quiero preguntar; no obstante, me doy cuenta que es otra parte de sí que no está listo para sacar a la luz. ¿Cuántas historias y secretos oculta bajo su expresión tranquila?

NOAH

Estoy haciendo mi mayor esfuerzo para que Fran pase un buen momento. Tras mi pánico inicial, creo que he hecho un buen trabajo. Con la presencia de Tony y Milan ha sido más sencillo. Trabajo en equipo y toda esa mierda.

—Oh, no de nuevo —se lamenta mi esposa y deja caer su cabeza sobre mi hombro con completa naturalidad por segunda vez en la noche—. No se cansan de rondar por las mesas.

No tengo que mirar para saber a qué se refiere y es que Celestine y sus secuaces han pasado como cuatro veces por nuestra mesa y se han detenido a hablar sobre nuestro matrimonio. Me aclaro la garganta y dejo mi servilleta junto al plato vacío de postre.

—¿Quieres bailar?

—¿Sabes bailar?

No me molesta su sorpresa y asiento para brindarle una respuesta. Extiendo mi mano hacia ella y con desconfianza la toma, permitiéndome guiarla hacia la pista de baile donde algunas parejas se desenvuelven al ritmo de un vals.

—No me pisarás, ¿verdad?

—Tendrás que arriesgarte —bromeo.

—Puede que yo sí te pise, mis conocimientos de baile se limitan al twerk y ni siquiera me sale muy bien.

—Tendrás que enseñarme algún día tus pasos.

Me dedica una sonrisa divertida y nos posicionamos en la pista. Tomo su mano entre la mía y coloco la otra sobre su espalda, en su cintura. Me acaricia el cuello con los dedos antes de dejar descansar su mano en mi nuca.

—Nunca te imaginé como un bailarín —susurra, no hay necesidad de elevar la voz—. Sin ofender.

—Nadie me imagina como un bailarín y la verdad no es que se me dé muy bien.

—Lo estás haciendo genial, creo que ya habría pisado tres veces mi vestido de no ser por ti.

—Tomé clases.

—¿En serio? —chilla sin poder creérselo—. ¿Por qué?

—Tuve una novia que asistía con frecuencia a eventos así y aprendí para no hacerla pasar vergüenza.

—Eso es lindo y raro a la vez.

Me encojo de hombros, no hay nada más para decir. Hice muchas cosas por Micaela para encajar en su mundo y no me arrepiento de ninguna, a pesar de no haber disfrutado muchos de esos eventos.

—Así que salías con una chica rica.

—Así es.

—¿Y qué sucedió?

—Me casé.

Sus ojos se abren de par en par y una carcajada baja escapa de mis labios.

—¿Te hice terminar con ella? Oh por todos los cielos...

—Estoy bromeando, terminamos hace mucho.

—Oh, vaya. —Suspiró—. Casi me da algo.

—¿Qué tal si cambiamos de tema? —propuse y la hice girar sobre su propio eje, ganándome una sonrisa genuina—. ¿Has notado que este es nuestro primer baile como marido y mujer?

—Hoy estamos cumpliendo muchas tradiciones. Los anillos, el baile, ¿me llevarás al apartamento en brazos?

—Quizás.

Ríe bajito para luego dejar descansar su cabeza contra mi pecho. No dudo en acercarla más a mí y poso mi mejilla sobre el tope de su cabeza. Bailamos sin hablar hasta que sus pies comienzan a doler y por alguna razón terminamos saliendo al jardín en busca de aire.

—¿Noah?

—¿Sí?

—Pensé en tu propuesta por las fiestas y...

—¿Y...? —la animo a continuar.

—Puedo pasar Acción de Gracias y Año Nuevo contigo y tu familia, incluso decirle a mi madre, pero Navidad es una fecha que solo comparto con ella y eso no está en discusión.

Asiento de acuerdo y la miro por el rabillo del ojo. Tiene su cuerpo dirigido hacia mí y su pelo largo baila al ritmo de la suave brisa. Luce preciosa y ella no parece estar al tanto de eso.

—Le avisaré a mi familia que irán por Año Nuevo y no te preocupes por Acción de Gracias, no la celebramos en familia.

—¿No?

—No, mi madre está de voluntaria en un comedor y mis abuelos de viaje. Siempre somos Tony y yo comiendo macarrones con queso y haciendo maratones de Marvel.

—Entiendo, ¿puedo participar? Puedo hacer el postre.

—Claro, estás invitada.

El silencio nos acompaña por unos momentos y es tan cómodo que parece irreal. Y en parte lo es porque no puedo creer que hayamos ganado tanta confianza en cuestión de semanas.

—Noah —me llama en un susurro—, gracias por esta noche.

Eso sí consigue hacerme girar hacia ella y noto que se ha acercado. Tengo que descender mi barbilla para poder observarla a los ojos y el gris me atrapa por completo, dejándome sin palabras.

No sé si es una buena idea hacerlo, pero me inclino hacia abajo y uno nuestros labios. Fran no se aparta y sé que he sellado un trato sin emplear palabras.

¡Hola, mi gente! ¿Cómo están? No me olvidé de ustedes, tan solo tuve una mañana un tantito ocupada.

¡Noah dijo que sí! No con palabras, pero un beso es mejor, ¿no creen? También conocimos un poquito más de la ex de nuestro muchacho, ¿qué se imaginan de ella?

Muchísimas gracias por comentar, votar y, obvio, leer. Les deseo una bella semana.

MUAK!

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