Capítulo 6
GRACE
La mañana después de la mordida es incluso peor. La cabeza me da vueltas, tengo el estómago en llamas y quiero vomitar porque está claro que no comer como corresponde y una medicación fuerte no van de la mano. Sumado a eso, esta mañana me toca tomar el subte para poder ir a trabajar y eso implica salir antes de casa. Si tan solo pudiera moverme sin sentir que alguien me martilla cada músculo del cuerpo.
Desayuno un té de manzanilla con tostadas para que mi sistema pueda tolerarlo y me coloco más maquillaje que en un día normal porque mis ojeras son tan profundas que podrían confundirme con un mapache y encerrarme en el zoológico.
No ayuda al dolor de cabeza el recuerdo de mi sueño y todas las dudas que tengo respecto a Tony. ¿De dónde sacó mi número? ¿Por qué sabe dónde vivo? ¿Qué lo llevó a comprarme la cena? Y muchas, muchas más.
Está claro que tengo que pedirle disculpas, así como agradecerle por preocuparse por mi salud y obligarme a ir a la enfermería. Si no fuera por él, quizás ahora estaría sintiéndome peor y con una seria infección en la pierna. Que el chihuahua estuviera vacunado contra la rabia fue un alivio, pero no es la única enfermedad que podría haberme pegado.
Recordatorio para el futuro: nunca tener un chihuahua. Y mantenerme alejada de esos demonios.
Llego al instituto a horario y hago mi camino hacia mi oficina. Ayer cerré la biblioteca al horario del almuerzo y no me asombra encontrar mi puerta llena de post-it de estudiantes pidiéndome libros. Es una forma de comunicarnos que establecí el año pasado y que, en este momento, no me agrada mucho por la cantidad de pendientes que tengo.
—Gracie.
Dibujo una sonrisa en mis labios y giro hacia la voz femenina que me ha llamado. Katherine viene hacia mí luciendo estupenda como siempre y con su habitual taza térmica en la mano.
—Buenos días, Kate.
—¿Te encuentras bien? La directora Castillo nos comentó lo que te sucedió. —Coloca su mano en mi hombro y parece verdaderamente preocupada.
—Fue una tarde difícil, estuve bastante adolorida —contesto con sinceridad mientras recojo las notas adhesivas—. Pero ya estoy de vuelta.
—Oh, eso es genial. Porque necesito algunos libros y no sabría a quién pedírselos si tú no estuvieras aquí.
Ahí muere toda su preocupación, por supuesto. Me necesita.
—Claro, anótame cuáles necesitas y te los llevaré en breve.
—Eres un sol, Gracie.
—Es mi trabajo —murmuro.
—Me alegra que estés bien. Recuerda que este viernes tenemos la salida al bar de salsa con el resto de los docentes y no puedes faltar.
—Anotado.
Deposita un nuevo post-it sobre mi puerta y me sonríe antes de marcharse. Recojo ese también y los que me quedan pendientes para luego ingresar a mi oficina. Hoy será un día ocupado y todo por culpa del chihuahua que me mordió en el primer día de clases.
Pierdo la noción del tiempo organizando mi día, leyendo los correos electrónicos y recolectando los libros que tanto los profesores como alumnos me han pedido. No llevo ni un cuarto de los pedidos y mi carrito esté repleto, lo que significa que debo ponerme en marcha. Guardo mi móvil en el bolsillo de mi pantalón formal y abro la puerta de par en par para poder salir. Me quedo de piedra al ver a Tony con la mano en el aire como si hubiese estado a punto de golpear.
—Buenos días —saluda bajando su mano.
—Buenos días, Tony. —Trago en seco en un intento de olvidar el sueño—. ¿Qué tal tu mañana?
—Ocupada, quise pasar por aquí al llegar, pero los alumnos querían hablar conmigo.
—Eres toda una estrella.
—No diría una estrella, pero les gusto y eso es gracias a ti.
—Yo no soy quien da tus clases.
—No, pero fuiste quien me indicó cómo presentarme y tratarlos. —Reposa su hombro contra el marco de la puerta y sonríe—. Todavía no conozco a todos mis alumnos y aun así estoy seguro que tus consejos servirán.
—Me alegro que hayan funcionado.
—¿Cómo estás tú? —Suaviza la voz.
—Sigue doliéndome y los medicamentos son fuertes.
—¿Estás drogada ahora? —bromea.
—En las nubes, con suerte si puedo ver tu cara por todos los duendes que danzan a tu alrededor.
—¿Y cómo pasaste la noche?
Se me acaban las palabras al escucharlo y por un segundo lo imagino leyéndome la mente y encontrando los restos del sueño de anoche. Viendo cómo me estremecía bajo sus brazos, la manera en que recorría mis piernas con sus labios y escuchaba mis gemidos cuando me complacía con su lengua. Sin embargo, pronto recuerdo que Tony, por muy apuesto que sea, es solo un humano y que se refiere a la fiebre.
—Dormí como un bebé. Gracias por la cena, por cierto.
—No pude darte el almuerzo. —Se encoge de hombros—. Me alegra que estés mejor, Grace.
—Cuando me sienta bien, tú y yo tendremos una conversación.
—¿Y eso?
—Me preocupa que tuvieras mi número y mi dirección. No habla muy bien de ti.
—También sé tu grupo sanguíneo y tus alergias.
—¿Leíste mi historial médico? —chillo.
Niega con la cabeza y una bonita y sexy sonrisa se instala en sus labios.
—Estoy bromeando.
—Me cuesta creerlo.
Tomo el carrito con firmeza y lo empujo ligeramente hacia adelante. Él no tarda en comprender la indirecta y se aleja de mi camino por lo que no tardo en salir de mi oficina y cerrar tras de mí.
—¿A dónde vas con todo eso? —pregunta con curiosidad.
—A hacer mi trabajo. Tengo que entregarles a los profesores sus pedidos y a los alumnos también.
—¿No pueden buscarlo simplemente por aquí?
—Pueden, pero como ayer no estuve, me parece bien de mi parte dárselos en mano. —Señalo la puerta—. Si tienes algún pedido y yo no estoy cerca, puedes pegar un post-it con lo que necesitas más tu nombre.
—O puedo enviarte un mensaje.
—Considerando que no sé cómo lo obtuviste, no puedes.
—Oh, vamos, Grace. Te encantó recibir un mensaje de mi parte.
Encantar es una palabra inmensa, aunque sí admito que me alegró un poco. No lo esperaba y fue un detalle de su parte que se preocupara por mí luego de haberlo hecho enojar.
—Oye, lamento lo de ayer.
—¿Qué cosa?
—Mis prejuicios.
—Bueno, todos los tenemos, Grace.
—Sí, pero no suelo tenerlos con nadie que no seas tú.
—Eso es porque me adoras.
Blanqueo los ojos y comienzo a caminar empujando el carrito por el pasillo.
—Lo digo en serio, Tony. Lamento haberte tratado así cuando tú no has sido más que amable conmigo.
—Estás disculpada —acepta mientras avanza a mi lado—. Y no te preocupes, entiendo que tengas una mala imagen de mí dadas las circunstancias en las que nos conocimos.
—Tú no tienes una mala imagen de mí.
O al menos no lo ha dicho.
—Tú no te negaste a decirme tu nombre.
—Técnicamente no tenía opción —le recuerdo—. Sin el nombre en la manzana, no podía participar.
—Como sea, estamos a mano. Ahora si la cagas, tendrás que hacer un número musical para recibir mi perdón.
—Claro, Troy Bolton.
—Me gusta más pensarme como Chad, ¿sabes?
Río por lo bajo.
—Chad era bastante tóxico.
—Sí, pero nunca abandonó a sus amigos. Troy era un cabrón inmenso que ponía la universidad como excusa.
—Vaya... —Ahogo una carcajada—. Estás muy enojado con un personaje ficticio.
—Tienes que admitir que era un cabrón.
—Lo era.
—Y que siempre pusieron a Gabriella como la villana cuando su papel era literalmente estar ahí para Troy.
Esta vez sí me río con fuerza porque luce tan enojado que pareciera que estuviéramos hablando de personas reales.
—Gabriella también era tóxica.
—Claro que sí, pero dime, ¿tú no te enojarías si tu novio te deja plantada una y otra vez?
—Lo haría —admito.
—No me hagas empezar a hablar de Sharpay.
—Descuida, la conversación llega hasta aquí. —Sonrío con diversión—. Tengo que hacer las entregas, pero gracias por pasarte a ver cómo estaba.
—Nos vemos para el almuerzo entonces.
—Espero estar desocupada, tengo mucho trabajo atrasado.
—Si dejo una nota en tu puerta, ¿tienes que cumplir con lo que pido? —suelta con curiosidad y no termino de comprender hacia dónde se dirige.
—Depende de lo que pidas.
—Nos vemos luego, Grace.
Saluda con la mano y correspondo el gesto. Vuelve por el camino que veníamos y me quedo un momento en silencio observándolo alejarse. Sin poder evitarlo, mi mirada baja hasta su perfecto y redondo trasero de infarto.
Sacudo mi cabeza como un perro mojado intentando borrar la imagen de mi cerebro y vuelvo a emprender la marcha. Tiene un culo bonito, pero no es el único hombre en Nueva Jersey con uno así y, sobre todo, es el único que me podría traer problemas.
TONY
Llego a la biblioteca casi veinte minutos luego del inicio del horario del almuerzo. Cargo en una de mis manos una bolsa de tela con el almuerzo y en la otra mi botella térmica a la que le cargué agua antes de salir de la sala de profesores. Una parte de mí no cree que Grace vaya a aceptar mi invitación para almorzar y que tendré que buscarla en su oficina para darle la sopa prometida. Otra parte, la que ansía hacer amigos, está nerviosa porque no quiere meter la pata.
El resto de los profesores me agradan, pero siento que no terminan de ser del todo sinceros conmigo. Grace, en cambio, no ha sido más que sincera desde nuestro primer encuentro. No quiero pasar todos mis días con personas a las que no sé con certeza si les agrado.
Camino hacia la zona de estudio donde la luz del sol brinda calidez al espacio. Nada más entrar noto a Grace sentada en una de las mesas con un libro entre sus manos.
—Veo que aceptaste mi invitación.
—Yo no lo llamaría una invitación —contesta sin despegar la mirada de las hojas y pega en la mesa el post-it que le dejé en su puerta esta mañana.
«Almuerzo en la biblioteca. Me la debes por salvar tu pierna», se puede leer y va acompañado con el dibujo de una sopa.
—Para la próxima —suelta cerrando el libro—, podrías llegar a horario.
—Lo lamento, los profesores me abordaron en tanto entré a la sala.
—Eso suena raro.
—Me invitaron este viernes a bailar salsa o algo así.
Asiente con la cabeza.
—Kate y otras profesoras organizaron una salida a un bar latino donde se come bien y tienen una pista de baile donde ponen salsa y música alegre toda la noche.
—¿Tú irás? —pregunto sentándome frente a ella.
—Sí, es la idea.
—Entonces iré.
Arquea una ceja.
—¿Cuándo nos volvimos mejores amigos?
—Cuando salvé tu pierna. De nada.
—Nunca estuvo en peligro —responde con diversión y el fantasma de una sonrisa en sus labios—. Solo te gusta exagerar tu grandeza.
—Oh, Grace. Créeme que no tengo que exagerar mi grandeza.
Le toma un segundo entender el doble sentido de mis palabras y sus mejillas se tiñen con rapidez. Es tan pálida que no hay manera en que pueda ocultar el sonrojo; sin embargo, lo intenta llevándose su propia botella a los labios.
—Entonces, ¿sopa?
—Así es. —Le entrego uno de los recipientes herméticos que calenté antes de salir de la sala de profesores—. Espero que te guste, es una receta de mi nonna.
—¿Tú cocinaste? —pregunta llena de sorpresa.
—Afirmativo, me encanta cocinar.
—Ojalá pudiera decir lo mismo. Cocino porque tengo que alimentarme, pero lo detesto.
—¿Por qué?
—Porque cuando cocino, solo puedo contar calorías y es una mierda.
No sé cómo responder a eso por lo que entierro la cuchara en mi salsa y le doy un sorbo.
—Puedes decir algo, ¿sabes?
—No creo que tenga que opinar sobre cuerpos ajenos.
—Tú mismo nos declaraste besties hace dos minutos, te estoy contando esto con toda la confianza del mundo. —Es su turno de llevarse la sopa a los labios—. Cielos, está asombrosa.
—Gracias.
—No quiero que esta semana termine, mi comida es desabrida.
—Puedo cocinarte si quieres. —Me encojo de hombros—. Estoy acostumbrado a cocinar para dos y siempre termina quedándome mucha comida.
—No te preocupes, sobreviviré.
—Entonces... —Me aclaro la garganta—. ¿Por qué cuentas calorías?
—Por mi madre.
—¿Vives con ella?
—Es como si lo hiciera —bufa—. Tengo su voz grabada en mi cerebro y hay momentos en que no puedo dejar de escucharla.
—¿Estaba obsesionada con tu peso?
Mueve su cabeza de arriba abajo como respuesta y le da un nuevo sorbo a la sopa que de pronto me sabe mal por lo que me ha contado.
—Lo lamento —murmuro.
—Bueno, uno no puede elegir a la familia que le toca.
—Lo lamento si en algún momento te hice sentir incómoda sobre tu peso.
—No lo has hecho.
—Pero ayer...
—Ayer estaba con fiebre y no pensaba con claridad —me interrumpe.
El silencio se instala entre nosotros mientras tomamos la sopa. No sé cómo responder a su revelación y noto que tuvo un poco de razón cuando dijo que las personas no se acercan a mí porque no encuentran a alguien comprensivo. Sí, con mis amigos me es sencillo, pero la verdad es que no tengo tantos amigos tampoco. Noah es como mi hermano, nos conocemos desde pequeños y, al crecer juntos, se nos hizo natural comprender al otro. Fran, su esposa y mi mejor amiga, siempre me dijo cómo se sentía y saber que nunca nada sucedería con ella hacía todo más sencillo. Y luego está Milan quien me odiaba al principio y con quien tengo una relación pasivo agresiva que funciona para nosotros.
—Puedo pasar por ti el viernes a la noche —se ofrece rompiendo el silencio—. Seguro no conoces del todo la ciudad y el bar es difícil de encontrar.
—Eso sería genial —admito—. Me pierdo cada vez que voy al gimnasio y está cerca de mi apartamento.
—¿El viernes a la siete?
—Te pasaré mi dirección.
—Supongo que estaremos en igualdad de condiciones.
—¿Seguirás con eso hasta que te diga cómo conseguí tus datos?
—Exacto.
Bebo un poco más de mi sopa para dejar que el suspenso la irrite.
—Gloria.
—¿Cómo?
—Gloria me pasó tu número cuando empecé a trabajar por si necesitaba algo de ti y ayer le conté tu situación y le pregunté si sabía dónde vivías.
—Entonces no viste mi expediente médico.
—Tranquila, no sé qué anticonceptivos tomas.
—No tomo anticonceptivos —responde.
—¿Eres parte de esas religiones que...?
—No —me corta y se le escapa una risita baja—. Mi organismo no las metaboliza bien y me hacen engordar muchísimo.
—En ese caso no te olvides jamás del preservativo.
—No debería olvidarlo ni tomando anticonceptivos —responde con obviedad—. La ETS son un tema serio.
—Tienes razón.
—¿Cómo?
—Que tienes razón.
—¿Puedes decirlo más alto? Me gustaría grabarlo para el futuro.
—Vete a la mierda, Grace.
—Lo haría, pero me da pereza encontrarte allá.
Le enseño el dedo medio y ella corresponde haciendo lo mismo. Nos retamos con la mirada por un momento y ninguno parpadea como si hacerlo fuera signo de debilidad. Sin embargo, cuando mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y casi no puedo distinguirla, su móvil suena y termina con la competencia.
Por el suspiro que suelta comprendo que se trata de su ex novio y está a nada de cortar la llamada cuando me inclino sobre la mesa y le robo el teléfono. Sus ojos color miel se abren de par en par, pero ya es tarde porque deslizo el dedo por la pantalla y contesto.
—¿Hola? —suelto.
—¿Hola? ¿Es el teléfono de Grace?
—Así es.
Observo a mi compañera y noto que está debatiéndose entre rodear la mesa, darme un golpe y robarme el móvil o dejar que haga lo que se me venga en gana. Por su expresión de cansancio, determino que la segunda ha ganado y eso me indica que no quiere saber nada más con este muchacho.
—¿Podrías comunicarme con ella?
—En este momento Grace no puede atender tu llamada.
—¿Por qué? —insiste el ex.
—Porque me la está chupando.
La línea y la biblioteca se quedan en silencio y muerdo mi labio inferior para no empezar a reír a carcajadas. Grace luce sorprendida, abochornada y divertida en partes iguales lo que es un alivio porque esperaba ver furia pura.
—No es gracioso, ¿sabes? Devuélvele el teléfono a Grace o llamaré a la policía.
—¿Y qué le dirás? ¿Que la dejaste ir y ahora que sabes que se la está chupando a otro la quieres de vuelta?
—Te denunciaré.
—Adelante.
—Devuélvele el teléfono, maleante.
El ex corta la llamada y la carcajada que estoy conteniendo escapa de mis labios. ¿Maleante? ¿Con quién salía Grace? ¿Con mi abuelo?
—Lo lamento, sus llamadas comenzaban a molestarme —me excuso.
—Fue excesivo —admite—, pero gracias. Sus llamadas también me estaban comenzando a molestar.
—¿Crees que volverá a llamar?
—Espero que no.
—Puedo contestarle otra vez si quieres.
—¿Y que envíe a la policía?
—Dudo que pueda encontrarme solo por mi voz.
—Me preocupa que envíe a la policía a mi casa.
Me encojo de hombros.
—Puedo decirle a la policía también que me la estás chupando.
—Ya quisieras, Tony.
—Nunca se le dice que no a una mamada —bromeo.
—Y luego la promiscua soy yo.
—Ambos —determino—. Somos igual de promiscuos.
Asiente de acuerdo conmigo y vuelve a tomar su sopa. Parece que después de todo, sí me hice una amiga.
¡Hola, gente bella! ¿Cómo están? ¿Qué tal les trata la vida?
Primero que nada, GRACIAS POR SU PACIENCIA. De verdad, sé que hay lectores que no aguantarían tanto por un nuevo capítulo y se los agradezco de todo corazón.
Ahora bien, ¿qué opinan? ¿Les ha gustado el capítulo? ¿Alguna parte favorita?
Gracias por su apoyo, cariño y, nuevamente, su paciencia. Gracias por leer, votar y comentar.
Les deseo una bellísima semana.
MUAK!
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