Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 47

GRACE

Navidad está a la vuelta de la esquina y el espíritu navideño no es lo único que ha traído consigo. La gente parece estar a punto del colapso, como si el fin del mundo fuera real y ocurriera el veinticinco de diciembre. Los veo ponerse de los pelos intentando planificar sus vacaciones, comprando regalos, coordinando con sus familias para ver quién lleva qué plato para la cena y cuál es el atuendo adecuado para sentarse en casa por horas y mirar los mismos rostros de siempre. En el instituto no es diferente, las madres están desesperadas por el baile, queriendo que los alumnos tengan la experiencia perfecta cuando, en verdad, a ellos poco les importa la decoración o si el catering es el mismo que se sirve en el Hotel Plaza.

Por primera vez, me siento aliviada de no formar parte de la demencia colectiva. Otros años habría estado igual que ellos, intentando ponerme de acuerdo con mi madre y rogándole a los cielos que no fuera tan dura conmigo. Este, en cambio, tengo mayores preocupaciones como, por ejemplo, decidir mi futuro y el del bebé que crece en mi vientre. Las pequeñas vacaciones en casa de Tony no me han alterado, lo cual es toda una sorpresa, y de cierta manera, las estoy esperando con ansias.

Observo la biblioteca llena de gente, intentando mantener la paciencia y una sonrisa en el rostro. Sería feliz si todas estas personas estuvieran aquí para leer o buscar recomendaciones de libros, en cambio, están decorando cada rincón con árboles, copos de nieve, luces y guirnaldas. No soy el Grinch, de verdad me agradan las festividades, pero este año es como si todo me molestara. Culparé a las hormonas cuando alguien se queje de mi malhumor.

—Muchas gracias a todos por venir —les digo en voz alta, mientras me paseo por los pasillos—. Podemos seguir mañana con el trabajo, recuerden que las clases terminan en breve.

Mis palabras parecen un hechizo que los saca de su ensoñación navideña porque todos comienzan a guardar las decoraciones pendientes. De verdad aprecio que tantos voluntarios se hayan presentado en la biblioteca para ponerla bonita, pero lo apreciaría más si fuera una actitud que durara todo el año y no solo en determinadas fechas.

Poco a poco, la habitación se vacía y agradezco el característico silencio que me hace amar mi lugar de trabajo. Presiento que encontraré copos de nieve falsos entre los libros por meses, pero debo admitir que se ve bien y acogedora.

Knock, knock —dice una voz detrás de mí.

Giro mi cuerpo hacia la puerta y fuerzo otra sonrisa al ver a Katherine con su pelo rubio brillante cayéndole sobre un hombro y vestida de rojo oscuro para combinar con la estación. Es extraño verla en la biblioteca, ya no la frecuenta tanto como antes. Mi teoría es que odia a Tony y es un pequeño alivio para mí no tenerla alrededor todo el tiempo.

—Hola, Kate. Creí que ya estarías camino a tu casa.

—Tuve que terminar de corregir unos exámenes. —Se encoge de hombros—. Además, quería verte un segundo sin tantos voluntarios alrededor.

—¿Ah, sí?

Asiente con la cabeza y termina de acortar la distancia que hay entre nosotras. Me sonríe todavía más, lo que es un poquito espeluznante, y me hace ver el sobre que lleva en sus manos.

—Quería darte tu regalo de Navidad.

—¿De verdad?

—Claro que sí, tontita. Eres mi amiga.

Parpadeo confundida y una puntada de culpa se apodera de mi pecho. Desde la llegada de Tony, no he pasado tanto tiempo con ella como solíamos hacer antes y creí que ambas estábamos bien con eso. Kate puede pasar más tiempo con sus compañeras de departamento y yo ignorar sus comentarios punzantes que nunca puedo descifrar. La duda de si me odia o quiere nunca se ha ido. A pesar de que Tony diga que es una mala persona y debo alejarme de ella, una partecita de mí se siente mal por haberla dejado de lado.

—Sé que has estado súper ocupada con el trabajo y tus nuevas amistades —continúa, entregándome un sobre color verde pino— y que no pasamos tanto tiempo juntas como antes, pero quería asegurarme que pudiéramos remendar eso.

—Es muy gentil de tu parte, Kate.

—¿Qué harás estas fiestas? ¿Irás a ver a tu madre?

Niego con la cabeza.

—Nuestra relación es más complicada de lo usual.

—Me entristece mucho escuchar eso. Me encantaría poder invitarte a pasar Navidad conmigo, pero la verdad es que iré a conocer a la familia de Tatcher.

—¿Tatcher? —repito confundida.

—Mi novio —me recuerda con una risita—. Te hablé de él hace poco.

¿Lo hizo? ¿Es siquiera Tatcher un nombre real?

—Me alegro por ti —digo y no es mentira, es agradable saber que está en una relación que parece hacerla feliz—. Y no te preocupes por mí, no estaré sola.

No pregunta nada más al respecto y es un alivio que no lo haga. Por lo general, Katherine hace diez millones de preguntas sobre la vida de los otros, escarba hasta lo más profundo para tener toda la información. Tal vez está cambiando, madurando y el tal Tatcher la ayuda a ver la vida desde otra perspectiva.

—¿No vas a abrir tu regalo?

—Oh, sí, sí. Lo siento.

Abro el sobre sintiendo su mirada sobre mí y esbozo una sonrisa de cortesía al sacar una tarjeta de regalo de su interior para un lugar que no conozco.

—Es una bonificación de un mes para una clase de spinning —explica—. Me pareció que sería lindo compartir una actividad juntas fuera del instituto y te inscribí a mi clase para poder hacerlo. Si lo recuerdas, ahí es donde conocí a Tatcher y estoy segura que también podrías encontrar el amor. Está lleno de gente súper interesante.

—Guau, muchas gracias, Kate. Intentaré arreglar mi agenda para poder asistir pronto.

—Verás que es estupendo y te divertirás un montón —continúa—. Quemas muchísimas calorías y sales sintiéndote renovada, con energía.

—Suena divertido —miento.

—Te vendría bien, podrás despejarte, conocer gente, estar conmigo y bajar los kilitos de más que has subido últimamente.

Su sonrisa no se transforma, por el contrario, permanece en su rostro como si no se hubiera dado cuenta de sus últimas palabras. Quizás fui yo la que escuché mal.

—¿Disculpa?

—No quiero ofenderte, pero se nota, Grace. Tienes más pancita que antes y ya no se ve tan lindo. Bueno, lindo nunca se vio, pero entiendes.

—No, no entiendo —respondo cortante para que no dude de mis emociones.

Ahora sí deja de sonreír y debe ser porque es la primera vez que contesto a alguna de sus pullas.

—No me malinterpretes...

—Un poco tarde para eso —la interrumpo—. Acabas de llamarme gorda e insultaste mi cuerpo.

—¡No fue con esa intención! Quiero cuidarte.

Blanqueo los ojos y guardo la tarjeta de regalo en el sobre.

—Gracias por el regalo, veré de usarlo en algún momento para que mis kilos de más no te molesten.

—No, Grace...

No la dejo continuar, me alejo de ella dando por finalizada la conversación. Está claro que Tatcher no ha sacado su mejor versión y que ella seguirá dándome señales erróneas toda su vida. Por un momento, un pequeño momento, me sentí mal por haberme alejado de ella, por dejar que nuestra complicada amistad se disolviera y por centrarme mayormente en Tony. El momento se esfumó y solo puedo pensar en que hice lo correcto.

Sin embargo, hay una parte de sus palabras que sí se quedan conmigo y pienso en ello mientras termino de ordenar mi oficina, mientras cierro la biblioteca y me llevo la laptop para terminar trabajo pendiente. El embarazo comienza a notarse, los vestidos y faldas que siempre han formado mi guardarropa ya no cumplen su objetivo de esconder mi vientre y pronto todos lo notarán. ¿Qué diré cuando la directora Castillo se acerque para preguntarme? ¿Qué mentira debo darle para tapar lo que Tony y yo hicimos?

Las vacaciones ya no se ven como un oasis de tranquilidad para mí.

TONY

Es casi la hora de la cena cuando salgo de la ducha y, en lugar de ponerme el pijama y comenzar a cocinar, me abrigo desde los pies hasta la cabeza y me dispongo a salir al frío de la ciudad. Escondo el cuello tanto como puedo en la gruesa bufanda y me apresuro hacia la entrada del metro; no quiero demorar más porque a, me estoy congelando hasta los huesos y, b, Grace debe estar esperándome.

Hoy pude escapar de la reunión con los padres para la organización del baile de Navidad y aproveché para visitar el gimnasio para asegurar mi cordura. Lamentablemente, no podré escapar del baile en sí, pero no me parece tan mal como antes porque al menos me permitirá tener un ojo sobre Grace. A la mañana siguiente, nos iremos en tren hacia la casa de mi padre y pasaremos la Navidad más rara de nuestras vidas.

La respuesta de Grace demora en llegar un buen rato, lo necesario para haber acortado la distancia entre su casa y la mía.

No contesta y tampoco necesito que lo haga porque nada más entrar a su edificio, la veo en la puerta de su casa, esperándome.

—¿Hace frío? —pregunta mirando las capas y capas de abrigo que me cubren.

—Solo un poco —miento ingresando a su cálido apartamento—. ¿Cómo te fue en la reunión?

—La misma tortura de siempre. —Se encoge de hombros y cierra la puerta tras de sí.

—Espero que una sopa compense la mala tarde.

—Una sopa podría compensar cualquier cosa. —Me sonríe—. Estaré en mi habitación acomodando algunas cosas, ¿te molesta?

—Ve tranquila, avísame si necesitas ayuda.

—Estaré bien, pero gracias.

No tardo en ponerme manos a la obra, sacando los ingredientes de su heladera que ahora está más llena que la mía cuando antes se veía como un desierto. Me muevo por su cocina con soltura, lo he hecho tantas veces que ya sé dónde encontrar cada utensilio y también cómo funciona cada electrodoméstico. Me lleva solo quince minutos tener las verduras cociéndose a fuego alto y, en lugar de adelantar alguna preparación para mañana como siempre suelo hacer, voy a la habitación de Grace para saber qué está haciendo.

Tan solo al girar en el pasillo noto que ha ocurrido una desgracia, su dormitorio parece haber atravesado un tornado. Hay ropa por todos lados, zapatos desperdigados, libros y más libros donde sea que se mire. Es tan impropio de ella que no puedo evitar preocuparme.

—¿Está todo bien?

—Disculpa por el desorden —dice escondida en su armario—, estoy haciendo un poco de limpieza.

—Limpieza es lo último que pensaría al ver este lugar.

Saca la cabeza de entre la ropa y me dedica una mirada asesina que sí es propia de ella.

—¿Segura que todo está bien?

—Sí, estoy haciendo limpieza de fondo de armario.

—¿Eso significa que...?

—Que estoy sacando lo que no uso o necesito —completa la frase por mí—. Hay muchísima ropa que no uso hace años y otra que ya no me entra ni en una pierna.

—¿Y por qué has decidido hacerlo justo ahora?

Esta vez no saca la cabeza para responderme, tan solo se queda quieta, congelada en el tiempo y eso termina de confirmar que algo está mal.

—¿Gracie?

—No puedo llevar todo conmigo —contesta finalmente— y tampoco puedo seguir ocupando todo el armario.

—¿Llevarlo dónde?

No dejo de hacer preguntas y sé que eso la irrita, a mí también lo haría, aun así, contesta a cada una de ellas.

—A tu departamento. Estuve pensándolo y tienes razón, es más cómodo para ambos que vivamos allá.

Vaya, no me esperaba que accediera tan rápido.

—Pero no puedo dejar mi departamento —continúa—, es mi hogar. Sin embargo, sí quiero que esté más ordenado porque pronto tendré que comprarme ropa más grande y...

—¿Y?

Me mira a través de la habitación y todo un mundo pasa entre nosotros. Sé lo que está pensando, ella sabe en lo que yo estoy pensando y ninguno dice nada.

—Y si decidimos quedarnos con el bebé, necesito espacio para sus cosas.

—¿Puedo ayudarte?

Asiente con la cabeza y lo tomo como una pequeña victoria. Por la próxima media hora, me turno entre ir guardando la ropa que ella decide que ya cumplió su ciclo en una caja y en revisar la sopa para que no se queme o pase. También separamos algunos libros para donar y hacemos limpieza a fondo de su armario. Para cuando la cena está lista, su habitación se ve un poco más ordenada, aunque sigue pareciendo víctima de un fenómeno meteorológico.

—Entonces... —digo tras darle el primer sorbo a la sopa—, has decidido mudarte conmigo.

—Temporalmente.

—¿Algo te ha hecho cambiar de opinión?

—No, tan solo noté que tenías razón.

—¿Puedes repetirlo por favor? —Sonrío con falsa inocencia.

—No me hagas cambiar de parecer —suelta con diversión.

—¿Qué harás con este lugar?

—Seguiré pagando el alquiler —responde sin más—. Es mi hogar, no quiero perderlo.

Asiento de acuerdo porque mudarse por completo conmigo, dejando su casa atrás sería un error. Todavía no hemos tomado una decisión sobre el futuro y es importante tener un plan B. Además, la convivencia va a ser un desafío y estoy seguro que ella regresará aquí tanto como pueda para estar a solas y también por Trevor, el gato de la vecina.

—¿Tony? —me llama.

—¿Sí?

—¿Comienza a notarse?

Frunzo el ceño sin entender.

—¿Qué cosa?

—Mi vientre. ¿Se nota que estoy embarazada?

Niego con la cabeza de inmediato, aunque me detengo tan rápido como comencé. La realidad es que sí, si le prestas atención, sí se nota. Para mí es fácil darme cuenta porque paso tiempo con ella y porque sé la verdad, pero si no fuera así, quizás pasaría desapercibida. Ha comenzado a usar ropa más suelta para esconderlo, quiere tener un poco de tiempo antes de contarlo, planea hacerlo después de las fiestas para alargar su normalidad tanto como sea posible.

—¿Se nota? —insiste.

—Yo lo noto, pero no sé si el resto también. ¿Por qué lo preguntas?

—Ayer Katherine...

—Odio cómo empieza esa oración —la interrumpo.

—Ayer Katherine —repite ignorándome— me regaló una tarjeta de regalo para su clase de spinning insinuando que estoy más gorda y que debería hacer ejercicio.

Blanqueo los ojos.

—Odio a esa mujer. ¿Por qué no se mete en sus asuntos?

—Tony, es importante.

—No lo es. No escuches lo que ella tenga para decir —respondo elevando el tono de voz más de lo necesario—. Es una mujer envidiosa que solo sabe tirar veneno por la boca. Nunca te dirá nada lindo sin sacar algo a cambio y tampoco puedes confiar en sus palabras.

—No lo hago, pero si ella ha notado los cambios en mi cuerpo, puede no ser la única.

­—Lo ha notado porque está obsesionada y es gordofóbica.

­—Puede haber otros que también lo hayan notado —insiste.

—¿Y eso qué?

—¿Qué les diré cuando pregunten?

—Lo mismo que pensabas decirles antes. Que estás embarazada.

—¿Y cuándo pregunten de quién? ¡No puedo hacerme la tonta!

—Sí puedes, no es problema de ellos.

—¿Y cuándo pregunte la directora Castillo? —chilla—. ¿Le diré que no se meta donde no le corresponda?

—Sí.

—¡Tony!

Suspiro, intentando armarme de paciencia porque la corta intromisión de Katherine en nuestra conversación me ha sacado de quicio. ¿Con qué derecho opina del cuerpo de Grace? ¿Acaso nunca nadie le dijo que no debe meterse en los asuntos de los demás? No solo eso, conozco a Grace, sé que sus palabras se han grabado a fuego en su memoria y que desde entonces no ha dejado de mirarse al espejo juzgándose porque así de nocivos pueden ser los comentarios de Katherine.

—No lo sé —contesto finalmente, con sinceridad—. No sé qué puedes decirles. Podríamos pedirle ayuda a mi padre.

—Eso sería súper vergonzoso.

—Claro que no, sabes que mi padre no nos juzgará.

Es ella la que suspira ahora.

—He pensado en algo... —confiesa—. No me encanta, pero creo que es una buena excusa.

—Te escucho.

—Podría decir que mi viaje a Texas fue una tapadera para someterme a una inseminación artificial porque mi prima no puede tener hijos y le ofrecí mi útero.

—Es una buena excusa —admito—, pero los tiempos no cuadran.

—Podría decir que ella vino antes aquí para hacer el procedimiento y viajé a Texas cuando tuvimos el positivo.

Asiento de acuerdo, aunque no me agrada mucho la idea. No me gusta pensar en Grace teniendo que mentir, en tener que ocultar el hecho de que ese bebé es en realidad cincuenta por ciento mío. No me agrada la idea de que piensen que otro hombre estuvo con ella, incluso si la excusa es una inseminación artificial.

Por alguna razón, quiero que se sepa que el bebé es mío, que yo soy el padre biológico y que yo fui el que estuvo con Grace. No tiene ningún sentido, pero la sensación quema bajo mi piel como lava ardiente y deja una herida sangrante y humeante en mi pecho.

¡Hola, hola! ¿Cómo están? Qué rápido pasa el tiempo, por favor. Un momento estoy con bloqueo escritor, al otro de viaje y de pronto ya ha pasado más de un mes desde la última actualización. Disculpen por eso, mi vida va a mil kilómetros por hora.

A pesar del retraso, espero que les haya gustado el capítulo y que disfruten de la historia.

¿Qué es lo que siente Tony? ¿Celos o solo un poquito de enojo por no poder decir su verdad?

Muchísimas gracias por su paciencia y apoyo. Gracias por leer, votar y comentar.

Les deseo una maravillosa semana y nos leemos pronto.

MUAK!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro