Capítulo 37
TONY
El silencio nos invadió después de la noticia. Ninguno dijo nada, como si hubiésemos olvidado el mecanismo natural que impulsaba el habla. Salí del baño y la busqué con la mirada, solo para encontrarla observando un punto fijo y sin expresión alguna. Así mismo me sentía yo por lo que no demandé ninguna reacción de su parte y tan solo me senté a su lado, donde había estado unos segundos antes. Nos mantuvimos de esa manera por horas, con la mente perdida en el futuro, el pasado, en las posibilidades y, a la misma vez, sin ningún tipo de pensamiento.
Nos tomamos de la mano en algún momento de la tarde y continuamos sin pronunciar palabra ni hacer ruido, siempre con la mirada fija en un punto como si pudiéramos procesar la situación mejor de esa manera. No recuerdo bien cuándo me fui, ni si me despedí de ella o simplemente agarré mis cosas y salí de su departamento. Tampoco sé cómo llegué a casa, no tengo recuerdos sobre eso. De pronto, estaba en mi propia cocina, bebiendo una cerveza y comiendo los restos de mis cereales favoritos.
No pude dormir esa noche y dudo que Grace lo hiciera tampoco. Mi mente vagó sin rumbo en la oscuridad, me llevó a mi infancia, adolescencia y etapa universitaria. Me recordó el primer encuentro con Grace y también el segundo. Reviví la noche de la biblioteca donde cambiamos nuestros destinos sin saberlo. Sin embargo, me negué a pensar en un bebé. Sí, ella estaba embarazada, pero podría dejar de estarlo pronto si así lo decidía y no quería estresarme antes de tiempo, aunque ya lo había hecho para ser sincero. La única conclusión real que obtuve fue que debía hablar con ella, aclarar lo que estaba pasando y lo que pasaría. Me llevó horas cerrar el bucle de pensamientos y, aun así, cuando sonó la alarma, no me sentía cansado.
Me di una larga ducha que me ayudó a conectar de nuevo con la realidad y evité mirarme al espejo por temor a ver algo en el reflejo de mis ojos. Desayuné lo primero que encontré en casa y mientras caminaba hacia el metro, me di cuenta que por primera vez desde que había empezado a trabajar, no llevaba preparado mi almuerzo. Ni el de Grace.
Por lo general, odio el trayecto en transporte público porque va repleto y no tengo espacio ni para respirar, pero hoy de alguna manera lo agradezco. Todas las sensaciones me ayudan a conectar con el presente, con lo que estoy viviendo ahora y cuando llego al instituto, me siento un poco más como yo mismo.
Quiero llamar a Noah, hacerle saber que finalmente metí la pata como tantas veces temí y escuchar sus consejos o palabras de aliento. Quiero llamar a mi papá, decirle que necesito que él sea el adulto y me ayude. No hago ninguna de las dos porque como me prometí durante la noche, no puedo terminar de procesarlo hasta saber qué es lo que Grace quiere. Dudo que haya podido determinarlo en una noche, aunque quizás le sea de ayuda saber cuáles son sus posibilidades.
Siempre dije que no quería ser padre; sin embargo, eso no significa que, si ella decide tenerlo, le daré la espalda y me fugaré al otro extremo del planeta. Se necesitan dos para procrear y por azares del destino, nosotros lo hicimos.
Miro mi teléfono al llegar a mi aula y me resulta extraño no ver un mensaje de su parte. En un día normal, hablamos desde que nos despertamos hasta que vamos a dormir. No quiero que eso cambie, incluso si todo lo demás lo hizo.
Buenos días, Gracie
¿Cómo estás?
Me genera tranquilidad ver su respuesta llegar pocos segundos después.
Buenos días, Tony
¿Debo que saber cómo me siento?
No, no debes
Estupendo, porque no lo sé
¿Tú?
Lo mismo
Tengo una mala noticia
Me olvidé de preparar el almuerzo
No vuelvas a hablarme jamás
¿Almorzamos afuera hoy?
Nos vendría bien hablar, ¿no crees?
Sí, estoy de acuerdo
¿Nos vemos en la puerta principal a la hora del almuerzo?
Yo invito
El infierno se debe haber congelado
Púdrete
Saber que nuestra amistad no ha cambiado me produce más tranquilidad de lo que puedo explicar. Anoche, entre el tumulto de pensamientos, barajeé la posibilidad de que ella no quisiera saber nada de mí después de esto. No la culparía. Si fuera otra persona, alguien a quien no estimo, es probable que yo tampoco quisiera saber nada de ella tampoco.
Mi actitud cambia y si bien sigo asustado hasta la mierda, logro concentrarme en mi trabajo y hacer como si nada sucediera mientras hablo de literatura con mis estudiantes. Las horas pasan rápido y para cuando suena la campana que anuncia el almuerzo, me cuesta creer haber atravesado la mitad del día sin descompensarme.
¿Sigue en plan el almuerzo?
Estoy saliendo de mi oficina, te veo en 5
No me dejes plantada o te mataré
¿Por qué tanta agresividad, Gracie?
Tú sabes bien por qué
Trago saliva con fuerza, sin poder creer que haya sacado el tema y esté echándomelo en cara. Por fortuna, su siguiente mensaje no tarda en llegar y quiero golpearme la cabeza contra el escritorio por caer en el pánico.
Olvidaste nuestro almuerzo
Mereces un golpe
Soy humano
Puedo cometer errores
No lo tienes permitido
Sonrío con diversión y no demoro en tomar mi bolso para luego encaminarme hacia la puerta principal. Saludo a los alumnos al pasar por los pasillos y también a mis colegas. Hoy no fui a la sala de profesores al llegar, no podía arriesgarme a que alguien viera algo en mí que los alertara de lo que estaba sucediendo. Sí, admito que es una idea descabellada, pero nada en mi vida tiene sentido en este momento.
—Hola, Gracie —la saludo al llegar y ver que ya está allí.
—¿Algún día pararás con eso?
Niego con la cabeza.
—Tendré que hacerme la idea.
—Exacto. —Sonrío—. ¿Vamos?
—Sí, ¿quieres comer algo específico?
—No tengo ningún antojo —digo mientras descendemos los escalones y me quedo inmóvil al entender mis palabras—. No me refería a eso.
—Descuida, Tony. —Ríe—. Entiendo lo que querías decir.
—Iremos donde tú quieras.
—¿Comida vegetariana? —propone.
—Cuenta conmigo.
Caminamos unas pocas calles hasta un pequeño restaurante que no está tan lleno considerando que está rodeado de oficinas. Nos acomodamos en una mesa, la más lejana y solitaria que podemos encontrar, y pedimos lo primero que vemos en el menú para poder concentrarnos en lo que en verdad importa. Cuando el mesero nos trae nuestras bebidas, dejamos las conversaciones cotidianas y sin sentido, y compartimos una mirada que lo dice todo.
—¿Cómo estás? —pregunto, dudando si alargar mi mano para tomar la suya.
—Nerviosa —admite—. Me cuesta procesarlo, sobre todo porque creí que quedar embarazada era algo complicado con mi condición. ¿Tú?
—Asustado. No dormí nada anoche.
—Yo tampoco. Tenía muchas cosas que procesar.
Asiento con la cabeza, entendiendo a qué se refiere.
—¿Cuál crees que deba ser nuestro primer paso?
—Saqué un turno con mi médico de confianza —responde—, dije que era una emergencia y me verá mañana. Creo que antes de preocuparnos realmente, deberíamos tener toda la información.
—Eso es... —Tomo aire—. Una gran decisión.
—¿Quieres venir? —dice tomándome por sorpresa.
—¿A tu cita médica?
—Sí. Puedes no hacerlo, te diré todo luego.
—No —la interrumpo—, sí quiero.
—Debo confesar que también estuve mirando internet...
Su tono vergonzoso me hace reír y ella blanquea los ojos con diversión.
—Estuve buscando información —continúa— e informándome sobre las posibilidades. Ya sabes: aborto, adopción, crianza responsable.
—Debería haber hecho lo mismo —admito.
—¿Puedo ser sincera contigo, Tony?
—Siempre.
Muerde su labio inferior con nerviosismo y por un segundo creo que no dirá más nada, que se ha arrepentido y prefiere guardarse la verdad para sí misma.
—Estoy asustada y no sé cuál es la opción correcta. No creo tener lo necesario para ser madre ni tampoco saber mentir lo suficiente para ocultar la verdad en el instituto.
—Yo tampoco me siento listo para ser padre —digo con sinceridad—. Nunca quise serlo.
—Somos dos.
—Pero soy una persona de palabra y te apoyaré en lo que sea que decidas —le prometo—. Si necesitas dinero para la primera opción, lo conseguiré. Si quieres ir por la adopción, te ayudaré a buscar a los mejores padres y me aseguraré que todo el proceso sea tolerable para ti.
—Eso es muy tierno de tu parte.
—Y si decides la última —murmuro con un nudo en la garganta—, seré el mejor maldito padre que haya pisado esta tierra.
GRACE
Días como hoy agradezco trabajar en una biblioteca y poder tener momentos de tranquilidad y soledad. Acomodando libros, preparando informes y planificando futuras clases, mi cabeza parece ir acomodándose y poco a poco dejo de querer llorar cada vez que la realidad me pisa los talones. Las olas interrumpidas de estudiantes son un alivio también porque llegan justo cuando estoy por perder los papeles y me alinean de nuevo.
La noticia de mi condición no es cosa sencilla ni algo pequeño. No he terminado de procesarla y no sé si algún día podré hacerlo del todo, incluso si pasan veinte años y miro hacia atrás. Por instantes, necesito encontrarle una explicación no biológica, saber el por qué a mí, por qué a nosotros. Otros, en cambio, necesito pasar la página y pensar en otra cosa, algo que no sea tan filosófico ni tampoco implique mirar a futuro.
Mierda. El futuro es lo que me asusta más que nada y si bien intenté no compartir todos mis miedos con Tony durante el almuerzo, la verdad es que no sé qué camino tomar. La idea de un aborto me deja paralizada. Por otro lado, dar en adopción a una criatura me genera ansiedad porque no soy buena despegándome de las cosas, mucho menos lo seré si se trata de un ser humano. No solo eso, la idea de entregar un bebé a una pareja que no conozco y hacer como si nada hubiera sucedido me resulta incómoda, nunca sabría si le dieron una buena vida o si, en cambio, decidió odiarme. Y la crianza, sin dudas, es la que más miedo me genera. ¿Cómo podré mantener viva a una persona, cuidarla por toda mi vida, guiarla, asegurarme que sea feliz y no le falte nada? ¿Cómo podré hacerlo si ni siquiera puedo cocinarme?
Tony es otro factor que me hace querer hiperventilar. No quiero atarlo a ninguna decisión y, a la misma vez, siento que no permitirle formar parte sería egoísta, cruel y rompería nuestra amistad para siempre. Prometió que me acompañaría en cada paso, que aceptaría la decisión que tome y no me presionaría hacia un lado u otro; sin embargo, su promesa no lo hace más sencillo. Si esto fuera con un desconocido, quizás la decisión sería más fácil.
Escucho la puerta de la biblioteca abrirse e intento no maldecir a la persona que haya decidido interrumpir mis últimos cinco minutos de trabajo. A pesar de que este lugar me ha ayudado, necesito volver a casa y seguir procesando todo en mi zona de confort con mis almohadas mullidas, mantas suaves y mucho, mucho té de manzanilla. Salgo detrás de la estantería que estoy terminando de ordenar y camino por el pasillo central hacia la puerta. Me quedo helada en tanto descubro al intruso y toda la tranquilidad que he podido reunir hoy, se desvanece.
—¡Bienvenida de vuelta!
Liam me observa desde la entrada con una amplia sonrisa en su rostro y un ramo de flores en su mano. Está vestido de traje por lo que presumo que ha salido del trabajo para venir por su hermano y, de paso, hacerme una visita sorpresa. En otro momento de mi vida, estaría encantada de recibirlo y no podría dejar de sonreír como una idiota. Ahora mismo, siento una profunda vergüenza que no sé cómo ocultar.
—Ho-hola —tartamudeo reanudando la marcha—. No esperaba verte aquí hoy.
—Disculpa si disturbo. Mi madre me llamó de último momento para que venga por mi hermano y decidí tomarme el atrevimiento de pasar a verte. ¿Hice mal? —duda.
—Claro que no.
Termino de acortar la distancia a él y lo saludo con un beso en la mejilla porque si bien hemos tenido algunas citas y hemos compartido besos, no sé en qué etapa de la relación estamos o si se podría considerar una relación. Mucho menos ahora que estoy embarazada y no es de él precisamente.
—Te traje flores —dice, entregándomelas—. Las vi y me recordaron a ti.
Recibo el ramo con el corazón acelerado, aunque no determino si es por la culpa o por su lindo gesto. Es un ramo inusual, con flores de distintos colores que combinan de una manera perfecta. Hay un poco de blanco, otro poco de amarillo, unas cuentas rosadas y hojas de plantas verdes que le dan el toque. De alguna manera, me recuerdan al otoño y tiene sentido que hayan gritado mi nombre.
—Son hermosas —digo con honestidad—. No te hubieras molestado, pero de todas maneras muchas gracias.
—No quería pasar la oportunidad de saludarte —repite—. Me encantaría quedarme más tiempo o invitarte un té, pero debo llevar a Ashton a su clase de piano.
—No te preocupes, lo entiendo completamente.
—Pero, si te parece bien, me gustaría que quedemos una noche para ponernos al día —propone con una sonrisa un poco tímida—. Me encantaría escuchar sobre tu viaje.
—No hay mucho que contar, solo drama familia.
—Entonces podemos hablar de lo que quieras.
—Claro —acepto porque no sé cómo rechazarlo sin soltar la bomba—. Envíame un mensaje y encontraremos la mejor fecha.
—Lo haré. Nos vemos luego, Grace.
—Gracias de nuevo por las flores.
No me sorprende que, a diferencia de mí, él si tenga las agallas para agacharse y darme un beso corto en los labios. Le dedico una sonrisa porque él es estupendo y me gusta, y por un momento olvido lo que sucede en mi vientre y todas las complicaciones que tengo a futuro. Sin embargo, en tanto sale de la biblioteca, la sonrisa se me borra y un nudo de culpa se apodera de mi corazón.
Con todos los problemas que me encontraron este fin de semana, un desastre tras otro, Liam no vino ni una vez a mi mente. Ni siquiera cuando mi madre insinuó que era una perdedora que no podía conseguir una pareja sin su ayuda. Ni mucho menos cuando la posibilidad de un embarazo se instaló en mí. Ni una vez su rostro, voz o nombre vino a mí. Sé que no hemos salido por mucho tiempo, poco más de dos semanas, pero ¿qué dice eso de mí?
No quiero alejarlo de inmediato y a la misma vez no considero justo que él no sepa la verdad, sin importar qué rumbo decida tomar. Tiene derecho a saber que está saliendo con una mujer embarazada para que pueda elegir qué quiere hacer. De estar en sus zapatos, yo saldría espavorida y nadie podría culparme.
Miro las hermosas flores y un nuevo peso se instala sobre mis hombros. Quiero llegar a casa y llorar porque es la única idea lógica que se me ocurre. Ahora mismo, desearía tanto tener otros amigos a parte de Tony para poder compartir mi estrés y penas con alguien más. No puedo llamarlo a él, no cuando también está atravesando su propio calvario.
Suspiro y froto mis ojos con cansancio.
No decidiré nada hasta que mi doctor me evalúe. No diré nada hasta entonces. Y si lo que tengo delante de mis narices no es un embarazo de riesgo, llamaré a la primera persona que quiera escucharme y me desahogaré hasta que no quede ni un secreto dentro de mí. Incluso confesaré haber robado el maquillaje de otra chica en una de los concursos de belleza y que me oriné en la cama a los quince años porque tuve una pesadilla.
Mientras salgo del instituto unos minutos después, con el ramo de flores en mi mano, no puedo evitar preguntarme si algún día yo seré como esas mamás que vienen por sus hijos al colegio o si esta situación será un trauma para mí.
¡Hola, hola, gente! ¿Cómo están? ¿Qué tal su semana?
Tengo dos cosas para decir:
1) Si van a cometer errores, que sean con alguien como Tony.
2) ¿Les gustaría que suba imágenes para los mensajes de texto? Pregunto porque sé que varias leen sin conexión, pero pienso que se vería bonito.
Me ha gustado mucho escribir este capítulo, ver cómo se apoyan y como, a pesar de no tener idea de lo que va a pasar, saben que pueden contar con el otro.
Les agradezco como siempre por su apoyo y paciencia.
Les deseo un bellísimo día y nos leemos pronto.
MUAK!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro