GRACE
El tiempo pasa volando cuando se está hasta la coronilla de trabajo y pierdes completo control de tu vida. He hecho más horas extras estas dos semanas de las que hice todo el año pasado. Me despierto pensando en libros y actividades, me voy a dormir y sueño con autores y sus representantes que ignoran mis llamadas y correos.
Estoy estresada, cansada, con un humor de perros y mi inútil súper poder, como lo llama Tony, ha vuelto a aparecer. Al menos una vez al día desde que empezó esta semana termino arrodillada frente al inodoro soltando todo lo que comí. Me sentiría miserable si no fuera porque Tony está igual que yo, sin lo vómitos, claro. Somos infelices juntos.
—No, no, no, no —digo con más volumen del necesario—. Esos dos autores no pueden estar juntos en la programación. Se odian, se despedazarían frente a los alumnos. Estoy segura que ya te lo he dicho más de una vez.
—¿Dónde está tu espíritu romántico? es probable que así arreglen sus diferencias.
—Sus agentes fueron muy específicos. O los ponemos separados, o no vienen.
—¡Pero tendré que cambiar todo! —se queja Tony—. Se divorciaron, gran cosa. Que lo superen como el resto de la población.
—Si tan solo me escucharas cuando te hablo, no tendrías que rehacer tu trabajo —murmuro no muy bajo porque quiero que me oiga.
—Oye, no seas una perra. Yo no te echo en cara tus errores.
—¿Mis errores? —pregunto con sorpresa e indignación.
—Sí, como olvidarte de mandarle al agente de Tyler la propuesta antes de la fecha límite. Si no fuera porque él y yo somos amigos, no vendría a la feria y perderíamos a uno de nuestros escritores estrella.
Gruño en señal de molestia y él hace lo mismo. No mentía con el humor de perros.
—Eres un grano en el trasero, Tony.
—Mejor no te digo lo que pienso de ti, Grace.
Nos quedamos en completo silencio, sin mirarnos, sin movernos, casi sin respirar, siendo víctimas del estrés y de la irritabilidad.
Cuando la directora Castillo nos propuso organizar una feria de libros con autores y editoriales, me sentí como la dueña del universo. Eso fue hasta que comenzó la búsqueda, las negociaciones, los requisitos. Nadie me dijo que era tan complicado e irritante. Las internas entre los autores son dignas de Hollywood y hay tantas peleas de ego que no estoy segura de estar tratando con adultos.
—Creo que es hora de un descanso —anuncio con voz trémula.
—Opino igual.
—Lamento cómo te traté recién —digo con sinceridad—. Te ayudaré a reorganizar los horarios.
—Te perdonas si tú me perdonas a mí.
Le dedico un atisbo de sonrisa. Esto también es parte de nuestra rutina actual: tratarnos mal como respuesta al estrés, darnos cuenta de lo mal que está y pedirnos perdón porque nuestra amistad es más importante que ver quién es más dedicado.
—Trato.
Tony pasa sus manos por su cabello y me sonríe con cansancio. Luce fatal, en la medida de lo posible para alguien como él. Sus ojeras son profundas, le ha crecido el cabello y tiene la sombra de una barba en su rostro. No quiero imaginar lo mal que debo lucir yo ahora.
—Iré por un snack a la máquina del pasillo, ¿quieres algo? —ofrece.
Niego con la cabeza, la sola idea de comer me revuelve el estómago.
—Tu súper poder sigue haciendo de las suyas, ¿eh?
—Sí —me lamento—. Ya quiero que esta estúpida feria termine.
—Falta poco —me anima—. Cuando menos lo esperes, será Halloween y todo esto será un recuerdo agridulce.
—No —me quejo—. Eso es peor.
—¿Cómo podría ser peor? La tortura habrá terminado.
—Halloween significa que octubre llega a su fin y empieza noviembre.
—Oh, entiendo.
Suelto un sonido de dolor y dejo caer mi cabeza sobre el escritorio. Odio mi vida.
—¿Por qué no vienes a una fiesta de Halloween conmigo? —propone—. Podrás conocer a mis amigos Noah y Fran. La pasaremos bien y podrás quejarte conmigo de la gente con dinero.
—Tengo que estar en el baile.
—Grace, has hecho muchísimas horas extras. Tómate un descanso y disfruta de una noche libre.
—Es mi baile favorito —admito con algo de vergüenza—. Me gusta ver los disfraces de los estudiantes.
No discute, ya me conoce y sabe que no daré el brazo a torcer. Quiero mi librería lo antes posible y trabajar horas extras es lo que me lo posibilitará.
—¿Te hace sentir mejor si te digo que he estado practicando un poco de danza para el cumpleaños de tu madre?
—¿Por qué me haría sentir eso mejor? —pregunto con confusión.
—Eres de Texas —dice sin más, como si esa fuera una razón más que suficiente.
—Aja, ¿y eso qué? Tú eres de Nueva Jersey.
—En el sur les gusta bailar en línea vestidos de vaqueros.
Suelto una pequeña carcajada y me incorporo para mirarlo. Su sonrisa me dice que está hablando en serio y que está orgulloso de sí. Me rompe el alma tener que explotar su burbuja de felicidad, sobre todo cuando lleva sus manos a su cinturón y baila en el reducido espacio.
—¿Ves? Se me da bien. Podré mezclarme con la gente y fingir que soy un novio atento que respeta las tradiciones de tu familia.
—Tony...
—Vamos, será divertido.
—No somos esa clase de familia sureña.
—¿A qué te refieres? —Frunce el ceño dejando de bailar.
—No nos creemos vaqueros y no bailamos música country.
—Pero participaste en concursos de belleza —dice como si nada tuviera sentido—. No hay nada más sureño que eso, excepto el country.
—Lo siento.
—¿Me estás diciendo que me aprendí todas estas rutinas de baile por nada? —chilla.
—Podemos buscar algún lugar para que puedas lucir tus movimientos.
—Oh, claro que lo haremos.
Se va de la oficina indignado a buscar su snack y no puedo evitar reír al imaginármelo vestido de vaquero y bailando en línea en un bar de Texas. Por todos los cielos, no sé cómo llegó a esa conclusión ni por qué no me preguntó antes, pero reafirma lo que ya sé: adoro a este muchacho.
TONY
No recuerdo la última vez que tuve sexo. Bueno, sí que lo recuerdo, pero acordamos actuar como si nunca hubiera sucedido por lo que técnicamente no cuenta. En otras palabras, estoy pasando por un periodo de sequía y comienzo a ponerme nervioso por varios factores.
En primer lugar, temo que el trabajo afecte mi vida privada y sí, claro que parece exagerado, pero estoy pensando a largo plazo. ¿Así será siempre? ¿Trabajar, trabajar y trabajar un poco más hasta irme a dormir cansado para luego despertar al día siguiente y repetir la misma rutina? No puedo culpar a nadie por eso, sabía dónde me metía cuando apliqué al instituto Lester y, amigos míos, prestigio suele venir asociado con sacrificio.
En segundo lugar, tal vez estoy pasando mucho tiempo con Grace y ya he visto que sus actitudes se me pegan. No que quiera echarle la responsabilidad de mi sequía sexual, aunque es cierto que desde que empezamos a ser amigos, ya no hablo con otras personas. ¿Estoy a punto de adoptar al gato del vecino y comprarme una docena de suculentas?
Por último, empiezo a pensar que la abstinencia no es tan mala y que quizás, solo quizás, desperdicié mucho tiempo de mi vida coqueteando y follando. Los atletas de élite suelen tener largos periodos de sequía voluntario y mi buen rendimiento en el gimnasio y la cantidad de ideas que tengo me dan a entender que es un buen camino.
Solo que yo no quiero ser atleta de élite, ni aprovechar al máximo el tiempo libre, ni adoptar un gato y, mucho menos, hacer tres horas extras de trabajo por día.
Mi mejor amigo Noah afirma que me hará bien darle un descanso a mi pene y concentrarme en otras cosas. Dice que quizás descubra una nueva pasión o un nuevo hobby. Guille, en cambio, opina que tengo que usarlo antes de que se caiga o deje de funcionar. Por mi parte creo que tengo que volver al juego, coquetear con alguien en mi tiempo libre y si surge, que suceda de manera orgánica.
—¿En qué estás pensando? —me pregunta Grace.
—Estoy mirando a los alumnos y a sus choferes. ¿Todos tienen uno?
—No todos. Recuerda que tenemos muchos estudiantes becados.
—Me refiero a los no becados.
Se encoge de hombros sin despegar la mirada de las docenas de adolescentes e infantes que salen del edificio.
—Algunos también tienen chef privado, pilotos y niñeras a tiempo completo.
—Yo tuve una niñera —comento como si eso me pusiera al nivel de estos estudiantes.
—¿Tu niñera hablaba cuatro idiomas con fluidez y tenía una maestría en educación o psicología?
—Mi niñera ni siquiera hablaba inglés —digo con sinceridad recordando a la señora italiana que solía cuidarme.
Doy otra mirada a la escena que se despliega frente a nuestros ojos. Los alumnos están volviendo a sus casas luego de clases y un kilómetro de autos negros de gama alta entorpece el tránsito del resto de los ciudadanos de Nueva Jersey que desean regresar a sus casas y a sus normales vidas sin chef privados. Tal como ha dicho Grace, cada auto tiene un chofer vestido elegantemente y, en algunos casos, hay otro adulto que viene por su estudiante.
Mi mirada capta a una colorada que llama a otro niño colorado y le hace señas para que se apure. Es una mujer joven, quizás de mi edad, e incluso a la distancia noto que es atractiva. Su cabello es como un farol en la marea de negro.
—¿Quién es ella? —pregunto con curiosidad.
—¿Quién es quién?
Señalo con disimulo a la pelirroja que mira con impaciencia al niño que saluda a sus amigos como si fuera a abonarlos.
—No lo sé, no conozco a todo el mundo.
—Creí que sí —digo con sinceridad.
—Solo a los alumnos y algunos padres molestos.
—¿Crees que esa sea su madre?
—¿La madre de Byron?
—Ajá.
—No —dice de inmediato—. Su madre falleció el año pasado a causa de cáncer.
—Eso es muy triste.
—Lo es.
Solo dejo pasar unos segundos para volver a intentarlo.
—¿Su niñera quizás?
—Parece su hermana. Tienen el mismo cabello y recuerdo que Byron me habló de sus hermanos mayores,
—Entonces... —Hago una pausa para valorar mi idea—. ¿Sería inoportuno si me acercara a ella?
—Eso depende.
—¿De qué?
—De por qué quieres acercarte.
Ninguno de los dos ha despegado los ojos de los posibles hermanos y espero que la pobre chica no se sienta tan observada.
—Tú que crees —contesto con diversión.
—En ese caso, deberías evaluar tu relación con el estudiante.
Frunzo el ceño intentando seguir su razonamiento.
—¿En qué sentido?
—¿Está en alguna de tus clases? ¿Lo estará en el futuro? ¿Con qué regularidad tendrías que verla en el instituto si no funciona? —suelta rápidamente como si ya lo hubiera considerado—. ¿Cómo afectaría a Byron si sales con su supuesta hermana? ¿Y si sale mal?
—No quiero una relación —aclaro—. Solo hablo de pasar el tiempo.
—Con más razón tienes que pensarlo bien.
—Tú pareces haberlo pensado bien —digo con diversión.
Se encoge de hombros.
—Byron no es el único estudiante con un familiar apuesto y tú no serías el primero en evaluar la posibilidad.
—¿Qué significa eso? —suelto con curiosidad—. ¿Has invitado a salir a alguien?
—Yo ni invito a salir a la gente —contesta con obviedad.
—¿Alguien te ha invitado a salir a ti?
Una rápida mirada por el rabillo del ojo me basta para ver que intenta ocultar una sonrisa. No dice nada, sin embargo, y la curiosidad empieza a hacer mella en mí.
—Tengo que volver al trabajo.
—¡Grace! —la llamo cuando comienza a alejarse—. Quiero el chisme.
—Tenemos que terminar de organizar la feria del libro, profesor Rossi —dice con burla y ese tonito que emplea cuando se está guardando información jugosa.
Bufo cansado de la bendita feria y con la certeza de que tiene razón. Nos hemos tomado un recreo, pero debemos terminar los preparativos o corremos el riesgo de que todo salga mal.
Doy otra mirada a la calle, aunque esta vez no busco a la pelirroja, sino me pregunto quién demonios invitó a salir a Grace y por qué acabo de enterarme.
¡Hola, hola, gente bella! ¿Cómo están? ¿Qué tal su semana?
Me divirtió escribir este capítulo y ver los resultados del estrés. Espero que a ustedes también les haya gustado y les haya divertido.
Aquí las que consideramos tierno a Tony por aprender a bailar.
¿Qué esperan de la feria del libro? ¿Y del cumpleaños de la madre de Grace?
Antes de que lo pregunten, sí, dentro de poco leeremos a Noah y Fran. ¿Recuerdan el extra de Halloween?
Muchísimas gracias por leer, votar y comentar. Gracias por su apoyo y cariño.
Les deseo un bellísimo fin de semana y un estupendo carnaval.
MUAK!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro