Capítulo 20
GRACE
Cuando estaba estudiando en la universidad, pasando casi todo mi tiempo libre en la biblioteca, muchas veces pensé que sería una bendición quedarme encerrada en ella. Me habría encantado que la bibliotecaria no se diera cuenta que seguía allí, apagara las luces y cerrara las puertas, dejándome en la cuna del conocimiento con muchas horas libres para explorar hasta el cansancio.
Un consejo: cuidado con lo que manifiestan.
Finalmente, mi deseo se volvió realidad, pero no de la manera en que mi yo universitaria hubiera deseado. Quería quedarme sola, no con mi atractivo compañero de trabajo. Quería quedarme encerrada con electricidad y no en la más profunda oscuridad. Quería disfrutar los miles de libros y no el mejor sexo de mi vida.
Soy una ingrata. Cualquiera con dos ojos que le haya dado un vistazo a Tony desearía haber sido yo esa noche de viernes. Y mientras estaba allí con él, estuve muy de acuerdo con lo que sucedía. No me quejé por las horas que tardó la electricidad en regresar, porque sí, nadie notó que estábamos encerrados. Disfruté cada charla, cada broma, cada beso más apasionado que el anterior y maldije que solo tuviéramos un condón. Sin embargo, en el momento en que puse un pie fuera de la escuela, el encanto se desvaneció y el arrepentimiento llegó.
Tuve sexo con Tony Rossi. Con mi amigo, con mi compañero de trabajo, con la única persona con la que puedo ser yo misma. Sé, con toda seguridad, que fue un error porque la incómoda mirada que compartimos antes de despedirnos dijo todo lo que nuestros labios se negaron a pronunciar.
Nos equivocamos. Metimos la pata hasta el fondo. La cagamos. Todos los sinónimos que existan son aceptables, lo que no es aceptable es fingir que no sucedió y, aun así, es lo que estamos haciendo.
No nos comunicamos durante todo el fin de semana. Solo un único mensaje avisándonos mutuamente que habíamos llegado bien a casa. Eso fue todo, luego silencio absoluto. No mentiré, sentí la necesidad de iniciar una conversación estúpida el sábado por la mañana y aún más el domingo por la tarde a tal punto que las manos me hormigueaban de la necesidad. No lo hice porque ¿qué iba a decirle? No puedo ser casual, no me sale tener conversaciones vacías cuando hay algo importante sucediendo. ¿Cómo iba a ignorar el ferviente deseo que todavía siento cada vez que pienso, aunque sea por un segundo, en lo que hicimos?
Ahora, en el instituto, no sé cómo hacer para abordar la inminente charla. Está claro que no podemos conversar sobre lo sucedido en el medio de la sala de profesores y tampoco podemos actuar como dos completos desconocidos porque nuestros compañeros se darán cuenta. Sin mencionar un pequeño detalle, no sé cómo haré para pasar por el área de misterio sin incendiarme.
Suspiro y observo la escalinata que me separa de la puerta. No tiene sentido seguir atrasando lo inevitable y no dejaré que las decisiones, mala decisiones, de mi yo del pasado influyan en mi trabajo. Pongo un pie sobre el primer escalón y luego repito el procedimiento con el que le sigue, convenciéndome de que podremos sobrellevar lo que sucedió.
Tony tampoco quiere algo serio o duradero conmigo, y no hablo de una relación que termine en matrimonio. Él tampoco quiere que seamos amigos con beneficios porque de haberlo querido, tuvo todo el fin de semana para hablarme. Estamos en la misma página, lo cual el bueno, la pregunta del millón es cómo haremos para ocultar la gran mancha en nuestros expedientes.
—Buenos días —saludo a Gloria al entrar a la sala de profesores y dibujo mi sonrisa más honesta—. ¿Qué tal estuvo tu fin de semana?
—¡Grace! —exclama con alivio y me brinda un corto abrazo—. Niña, no sabes lo inquieta que he estado todo el fin de semana luego de leer el mensaje de Tony. ¿Cómo pudieron quedarse encerrados en la biblioteca?
Cierto, el mensaje de Tony. Había olvidado ese pequeño detalle. Tuvimos suerte con la directora Castillo, con la tormenta y el corte de electricidad, el correo electrónico que le escribimos nunca salió de la bandeja por lo que nos ahorramos una incómoda explicación a nuestra superior. No tuvimos la misma fortuna con Gloria.
—Fuimos a la biblioteca a buscar algo que el profesor Rossi había olvidado —suelto la mentira que acordamos—, ya sabes que no puede entrar sin la clave. No estuvimos más de un minuto que se cortó la luz por la tormenta.
—Eso es tener muy mala suerte.
O muy buena suerte, depende a quién se lo pregunte. Yo prefiero ser imparcial por el momento.
—¿Cómo lograron salir? —pregunta preocupada.
—Tuvimos que esperar a que regresara la electricidad. Estuvimos atrapados un par de horas.
—Al menos tengo el consuelo de que no estuviste sola, cariño.
Le sonrío porque no hay otra cosa que pueda hacer. Hoy, sin lugar a dudas, preferiría haberme quedado encerrada sola. ¿El viernes? Estaba bastante contenta de estar allí con Tony.
—Lo importante es que no sucedió nada —digo torpemente—. Me refiero que no sucedió nada durante nuestra ausencia en el baile.
—Tengo entendido que los estudiantes se comportaron bien y supieron esperar a que la tormenta menguara para irse a casa.
Asiento, es lo mismo que me dijo Katherine después de enojarse conmigo por desaparecer de la fiesta. Mi excusa fue la misma: me quedé encerrada en la biblioteca, excluyendo a Tony de la escena, por supuesto, porque lo que menos deseo son rumores. Con Gloria estamos a salvo, ella no dirá ni una palabra.
—Iré a mi oficina —le hago saber—. Estoy sobrepasada de trabajo.
—Sobre eso quería hablarte, ¿te molesta si te acompaño a tu oficina así podemos conversar?
Niego con la cabeza y ella entrelaza su brazo con el mío para luego ponernos en marcha.
—¿Sabes que la expansión de la biblioteca ya está casi finalizada?
—Sí —respondo—, la directora Castillo me lo hizo saber la semana pasada.
—¿No crees que es hora de que exijas uno o varios asistentes? —Me dedica una mirada de madre que me hace sonreír—. Todos sabemos que eres excelente en tu trabajo, cariño, pero no puedes ocuparte de una biblioteca de dos pisos tú sola. Sin mencionar que ahora habrá espacios de creatividad y computación en tu área.
—Tiene razón —concedo sin dudar—, pero no sé cómo hacerlo.
—¿De qué te sirve tenerme como tu compañera de área si no vas a sacar provecho de mis experiencias?
Suelto una risita baja y escucho sus consejos mientras me acompaña hasta mi oficina. Ella también fue bibliotecaria por un tiempo por lo que su palabra es ley y me encantan todas las historias que siempre tiene para mí. Sí, es obvio que el mundo ha cambiado desde que ella fue bibliotecaria hasta ahora, aun así, me es de gran ayuda porque nunca he manejado un equipo y, mucho menos, he exigido uno.
Nos despedimos en la puerta de mi oficina y no demoro en darle una ojeada a los nuevos post-it que hay pegados en la madera. Son pocos porque dejé todo al día el viernes antes de irme, razón por la cual no se me dificulta encontrar un mensaje que dista de ser una solicitud de lectura.
Almuerzo en el jardín. Mismo lugar de siempre.
Trae cubiertos.
Tony
Frunzo el ceño confundida, ¿a qué hora llego a la escuela para que no lo haya visto? No me preocupa que esté evitándome porque no me habría pedido que nos viéramos para el almuerzo si no soportara mi presencia, aunque no puedo evitar preguntarme qué tan incómodo está con la situación como para dejar un post-it y no enviarme un mensaje de texto.
Decido que la elección más sabia es no darle vueltas al asunto, a pesar de lo complicado que resulta porque en mi mente no he dejado de repasar una y otra vez lo que sucedió el viernes a pocos pasos de mi oficina. En ese repaso ha estado lo bueno y lo malo.
¿Qué tan jodida estoy si admito que lo bueno fue superior en creces a todo lo malo?
TONY
Me cuesta concentrarme en mi trabajo con todo lo que ha sucedido y con lo que temo que pueda suceder. Doy lo máximo de mí en mis clases, dejando toda mi energía en ellas para que estén al mismo nivel de cualquier día normal. No es sencillo, maldición. Mi cabeza está en otro lado, no muy lejos de mi salón de clases, en realidad.
Siempre me ha gustado mantener las cosas casuales, es mi lema, a tal punto que en mis veintiún años de vida nunca he tenido una novia ni he salido con una chica por más de un mes. Toda mi juventud he sido claro al respecto y he tenido mis reglas personales para evitar complicar las cosas porque, vamos, nadie quiere drama en su vida a menos que sea un masoquista. Yo no lo soy.
Sin embargo, he complicado las cosas y mis reglas personales se fueron al carajo en el momento exacto en que le correspondí ese beso a Grace el viernes por la noche. No le mentí entonces, si ella no me hubiera besado, lo hubiese hecho yo unos minutos después porque la energía estaba ahí y la química no era posible de ignorar. Muy en el fondo de mi alma, siempre lo supe y por eso me convencí que la bibliotecaria no era mi tipo para nada. Y sí, es verdad, físicamente no lo es. ¿Intelectualmente? Ese es un tema a parte que, desgraciadamente, no pude ignorar.
Demonios. No sé qué bicho me picó en esa condenada biblioteca y es por eso mismo que le pedí que nos viéramos hoy en el jardín porque necesito evitar ese espacio lleno de libros tanto como me sea posible. Si pongo otro pie allí antes de que vuelva a ser fiel a mis reglas, lo mandaré todo a la mierda y aprecio mucho mi trabajo como para hacerlo. Sé que en el momento en que entre allí, los recuerdos volverán a mi cerebro con una corriente furiosa y no puedo permitírmelo. Solo esta mañana se me puso dura y estuve a tres metros de la puerta. ¿Qué pasaría entonces si entro?
Grace y yo tenemos que seguir como amigos, punto final. No puedo verla como nada más que eso porque tampoco hay espacio en mi vida para nada más que amigos y no quiero que nuestra relación amistosa se vaya por el caño por no poder mantener mi pene en mis pantalones.
Algo con ella nunca puede suceder en circunstancias normales. Tendría que venir el apocalipsis para permitirme verla de nuevo con otros ojos, con los mismos ojos que la vi el viernes cuando nos quedamos encerrados.
—Eso es todo, clase —anuncio elevando mi voz sobre el sonido del timbre—. Recuerden ponerse al día con su lectura y no me hagan quedar como el villano cuando el viernes tengamos ese examen sorpresa, ¿sí? Un examen sorpresa sobre los primeros veinte capítulos.
Los estudiantes se ríen por mi advertencia, aunque toman nota mental del examen que inevitablemente les tengo que tomar a fin de esta semana. A mí no me agrada esa basura de los exámenes sorpresa, no importa lo que diga el colegio, no le haré eso a mis alumnos.
Aguardo hasta que todos y cada uno de ellos se va de mi salón, para emprender mi camino hacia la sala de profesores y luego al jardín. A pesar de que la primera semana ya quedó muy atrás, no me molesta seguir trayéndole el almuerzo a Grace; considerando que todo el fin de semana estuve cocinando para distraerme, tengo suficiente comida en mi refrigerador para alimentar a todo el personal.
Mis pasos comienzan a vacilar a medida que me acerco al jardín porque estoy aterrado de lo que puedo llegar a encontrar. Una Grace que busca comprometerse es tan espeluznante como una que no quiera nada serio o nada en absoluto. La única posibilidad viable es que hagamos como que nunca nada sucedió y sigamos como buenos amigos. Incluso así me llevará mi tiempo y energía olvidar lo que sucedió.
Joder. Creo que tendré pesadillas con eso hasta que me muera y sé que suena terrible, pero no son pesadillas de ese tipo. Mis terrores nocturnos, los cuales ya he empezado a tener, comienzan con un buen repaso de lo que sucedió, provocándome muchos temblores y excitación, para luego transformarse en un escenario de película de terror donde Grace es sacada de mis brazos y comienza a odiarme.
Sacudo mi cabeza como un perro bajo la lluvia y camino los últimos pasos hacia la estatua del narigón donde mi única amiga en esta ciudad está esperándome. Está mirando hacia el cielo, aunque la manera en que se tensa me hace saber que está muy consciente de mi presencia.
¿Cómo debo interpretar eso?
—Hola, Grace —la saludo, sentándome a su lado, aunque manteniendo la distancia—. Espero que estés hambrienta porque te preparé el almuerzo.
—Es un poco raro que sepas cuándo olvido mi almuerzo —dice y una sonrisa tímida se forma en sus labios—, aunque considerando que lo olvido todos los lunes, tal vez no sea tan extraño.
—Todos los lunes, jueves y viernes —afirmo—. Tu voluntad para cocinar nacerá esta tarde y morirá mañana.
—¿Lo ves? Es extraño.
Esta vez me dedica una sonrisa completa y tengo que recordarme lo importante que es respirar.
—Si te sirve de algo, te traeré el almuerzo toda la semana porque tuve una inspiración culinaria este fin de semana.
—¿Cómo funciona eso? —pregunta aceptando el recipiente que le extiendo.
—Digamos que consiste en ir al supermercado, llegar y querer cocinar todo.
—Sí... eso nunca me ha sucedido.
Ahora el que sonríe soy yo y el peso insoportable sobre mi pecho comienza a hacerse menos asfixiante.
—Supongo que el post-it que me dejaste y todo esto es para que hablemos de lo que pasó el viernes —murmura y admiro su capacidad para ir directo al grano—. Es un alivio que lo hayas hecho porque no he podido dejar de darle vueltas al asunto.
—Yo tampoco —me sincero—. No quiero que me malentiendas, pero...
—No puede volver a suceder —termina por mí.
Su mirada es segura y el alivio me invade. Sé que Grace no es ninguna enamoradiza, aun así, temí que para ella hubiese significado más de lo que lo hizo para mí. Sobre todo, me aterró la idea de que quisiera volver a repetirlo porque no estoy seguro de poder rechazarla si propone que tengamos sexo de nuevo.
—Me gusta cómo eran las cosas antes de lo de la biblioteca —le confieso— y me gustaría que siguieran siendo así.
—Estoy de acuerdo. —Asiente—. No quiero dañar tu ego, pero sería mejor que no se repitiera y no lo mencionemos.
—No dañas mi ego. Creo, sin embargo, que podríamos ponerle un nombre al suceso en caso de que necesitemos referirnos a ello. Ya sabes, por si Gloria pregunta o algo.
—Ya me interrogó esta mañana y mantuve la mentira que acordamos —me asegura—. Olvidaste algo, fuimos a buscarlo y nos quedamos encerrados. Aprovechamos el tiempo para hablar y eso es todo.
—Entonces no tendremos que hablar de ello, estupendo.
—¿Está todo bien entre nosotros? —quiere saber.
—De mi parte, sí.
—De la mía también.
—Amigos para siempre —bromeo—. ¿Hacemos pinky promise?
—Preferiría que no.
—Sigues siendo una aburrida.
Se encoge de hombros.
—Está en mi naturaleza. No hago pinky promise, no como en la biblioteca y no tomo alcohol confiscado de alumnos de último año.
Me dedica una mirada de complicidad y le correspondo con una sonrisa divertida.
—Eres mi amiga más aburrida.
—Lo tomaré como un cumplido.
Clava su tenedor en una de las albóndigas y así damos por terminado el tema de lo que sucedió, de lo que no pasará jamás y de lo que somos. Es un verdadero alivio y la paz que me invade no tiene explicación. A pesar de que la conozco hace unas semanas, cuatro para ser específico, no quiero arruinar las cosas con ella. Quiero que Grace siga siendo mi amiga y mantenerla lejos de mi cama tanto como sea posible.
—Ahora bien —dice tras un momento de silencio—, ¿qué puedo regalarte para tu cumpleaños?
—Nada.
—No venden eso en Amazon.
—De verdad, no quiero nada —le aseguro—. Guarda tu dinero para tu futura librería y considérame un accionista.
—¿Por qué te consideraría un accionista?
—Porque el dinero que no gastes en mí irá a tu negocio —suelto con obviedad—. Presta atención, Stuart.
—Ya sé qué te regalaré —suelta de pronto con una sonrisa que da miedo.
—Prefiero no preguntar.
—Créeme, te encantará y te acordarás de mí por darte el mejor regalo de todos los tiempos.
La miro con escepticismo.
—Mi padre me regaló un auto cuando me gradué de la preparatoria, ¿cómo podría ser mejor que eso?
—Bueno, niño mimado, no seas un amargado.
—¿Qué tal si en lugar de comprarme un regalo, me invitas unas cervezas?
—Supuse que eso estaba implícito luego de que me invitaras a pasar el rato contigo y Guille este fin de semana.
Bufo.
—Está bien —accedo—. Espero que mi regalo sea tan bueno como me lo estás pintando ahora mismo.
—Oh, lo será.
Su sonrisa es tan sincera y desprende tanta emoción que no me queda más remedio que creerle y esperar con ansias que llegue mi cumpleaños, aún si será mi primer cumpleaños desde que tengo memoria lejos de mi mejor amigo y sin una fiesta que me ayude a olvidar a los que no estarán. A quien nunca más estuvo.
¡Hola, gente muy bonita! ¿Cómo están?
¿Se enojan mucho si les digo que tenía este capítulo en borradores hace dos días y me olvidé de publicarlo antes?
Bueno, Tony y Grace han tenido una charla de adultos, pero ¿creen que respetarán su acuerdo? ¿Cuáles son sus predicciones?
Muchas gracias por leer y por su apoyo. Les deseo una magnífica semana.
MUAK!
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