57
C A R T A A M I M A D R E
Hola, mamá. No sé cuándo recibas este escrito, puede que yo ya no viva en casa... o quizás lo encontraste gracias a uno de mis descuidos.
Para evitar que dieras con él durante un tiempo, o por lo menos hasta que estuvieras lista para leerlo, lo guardé en un sitio en línea llamado Wattpad. No me detendré a explicar qué es; además, sé que por tu naturaleza curiosa lo terminaras investigando tu sola.
Desconozco qué edad tengas ahora, pero seguramente sigues teniendo esa suspicacia en tus ojos; misma que heredaste a tus dos hijos.
Dejando de lado los detalles, quería decirte que te amo. Sí, sé que suena simple, pero conforme leas estas palabras verás que voy más allá de una sencilla frase.
Primero quiero pedirte perdón por haber sido tan fría desde que nací, literalmente. El día que me entregaron en tus brazos interpuse mi diminuto codo entre ambas, pero oye, no me culpes... tenía unos segundos de nacida.
A lo largo de estos años nunca me explicaste qué era el amor incondicional, sino que me lo demostraste. Sé que no lloraste el primer día de kínder porque luego tenías que ir a trabajar, y no fui consciente de todo lo que te hacía batallar hasta que vi tu blusa empapada luego de que me bañaras.
Quiero que sepas que cada arruga que fui descubriendo en tu afable rostro a lo largo de los años representó un peso para mí. De niña creía que tú y papá eran inmortales, ¿sabes? Pensé que estarían ahí siempre que volviera a casa.
Ahora no ignoro la verdad, y no quiero hacerlo, porque parte de la belleza de la vida es precisamente eso: lo efímera que es.
Gracias, mamá, por enseñarme a levantarme donde nadie lo había hecho, por demostrarme que siempre puedo dar más de mí. Te debo la vida por darme cimientos fuertes donde pisar; y no tengo la suficiente gratitud para ofrecerte por las veces que me llevase de tu mano a descubrir el mundo, pasando los límites de nuestro querido México.
Sumisa nunca fuiste, callada y reservada mucho menos. Y aquí es cuando agradezco a papá por apoyarte en todos los aspectos.
Ahora bien, como mujer independiente que siempre fuiste, trabajabas para nosotros y para ti; a lo largo de toda tu vida te ha gustado crecer y empaparte de conocimientos. De modo que te culpaste más de una vez por tu falta en casa, ¿pero sabes algo? Mi hermano y yo te perdonamos del todo cuando te sentaste a hablar con nosotros esa noche. La que no se ha perdonado aquí eres tú.
Ya déjalo ir, mamá. ¿Acaso no ves los sanos hijos que criaste? ¿Todavía sigues comparándote con esas madres que estaban todo el día en casa?
Tú fuiste capaz de educar y amar a tus niños a la vez que triunfabas en el ámbito profesional. Por cierto, adjunté a este archivo una canción que me recuerda a ti porque hace mucho me contaste que en uno de tus primeros viajes a Alemania dicha canción estaba de moda, y la escuchaste muchas veces allá. Sí, ese viaje en el que yo (estando en casa) choqué con una pared y me abrí la barbilla.
Hablando de viejas memorias... ¿recuerdas el accidente en carretera del 2005? Fue pérdida total del auto, los discos de la música que amabas jamás se encontraron, junto con tu cartera y uno que otro documento. Siempre te gustó manejar rápido...
Date cuenta que pude haberte perdido ese día.
Tu segundo hijo apenas tenía ocho meses de nacido cuando sucedió. Y si hubiera sido el caso, sé que habrías expirado pensando en tu familia.
Pero Dios no lo quiso así, Él supo que te necesitábamos en el futuro tanto como la flor necesita del sol; si no hubieras estado a nuestro lado, nos habríamos marchitado. Por eso cuando el coche terminó de dar seis vueltas y saltó de un camellón a otro, tú seguías respirando.
Lo más probable es que para este punto ya hayas dejado caer lagrimas, de alegría o tristeza, sólo el cielo lo sabe. De hecho la gente siempre te creyó impasible... demostrabas tanta seguridad que verte llorar era un hecho extraño. Sólo tu familia sabe que dando en el clavo correcto, hurgando en la herida indicada, sucumbes al llanto.
Para ti llorar era liberarte, y es que cuando terminabas de hacerlo, la sonrisa en tu cara era más amplia.
Me diste todas las armas necesarias para salir bien librada de la batalla con el mundo: educación y amor.
Por muy cansada que estuvieras, tenías la disposición de explicarme las reglas de balanceo en química. Se te iluminaban los ojos al tocar esos temas.
Ni pienses que voy a olvidar cuando te perdí en Capri; mientras tú comprabas un licor de limón yo estaba ideando un desesperado plan con el cual sobrevivir en otro continente. ¡Incluso llegué a meditar en pedir trabajo en una tienda de relojes!
Y esas veces donde teníamos que esperarte por horas afuera de tus tiendas favoritas.
Si tuviera que describirte como madre en una palabra, diría maravillosa. Y como mujer, tenaz. No cuestiones mis veredictos, sabes que tengo razones suficientes para darlos.
¿Te acuerdas que dije que te amo? Después de todo lo que he mencionado, así te amo. Con nuestras historias, buenas y malas. Te amo porque gracias a ti, Rocio Guajardo, soy lo que soy.
Donde sea que yo esté ahora mismo, ten en cuenta que vivo el día a día con tus enseñanzas. Si es que ya soy madre (lo cual dudo), puedes estar segura que trato de aplicar tus consejos.
Después de todo... tengo unos zapatos muy grandes que llenar.
Con amor y algo más, tu hija Andrea.
21 de marzo de 2016.
Desde la parte trasera de la camioneta; camino a Austin, Texas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro