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Haruki Murakami encarna el prototipo de escritor solitario y reservado; se considera extremadamente tímido y siempre ha subrayado que le incomoda hablar de sí mismo, de su vida privada y de su visión del mundo. Sin embargo, el autor ha roto ese silencio para compartir con sus lectores su experiencia como escritor y como lector.
A partir de autores como Kafka, Chandler, Dostoievski o Hemingway, Murakami reflexiona en estas páginas sobre la literatura, sobre la imaginación, sobre los premios literarios y sobre la —en ocasiones controvertida— figura del escritor. Además aporta ideas y sugerencias para todos los que se han enfrentado en alguna ocasión al reto de escribir: ¿qué narrar?, ¿cómo preparar una trama?, ¿qué hábitos y rituales sigue él mismo? Pero en este texto cercano, lleno de frescura, delicioso y personalísimo, los lectores descubrirán, por encima de todo, cómo es Haruki Murakami, y tendrán acceso privilegiado al «taller» de uno de los escritores más prestigiosos y leídos en nuestro tiempo.
Debo admitir que tenía unos cuantos meses con ganas de leer a Murakami en cualquiera de sus entregas. ¿Ustedes han leído algo de él? Si la respuesta es sí, ¿qué les ha parecido?
De igual manera, debajo les dejé los fragmentos de su libro "De qué hablo cuando hablo de escribir" que me hicieron dejar marcas a lo largo de las páginas.
«Renuncio a escribir algo sofisticado, me dije a mí mismo. Olvida todas tus ideas preconcebidas sobre las novelas y la literatura y escribe a placer con total libertad sobre lo que sientes, sobre lo que ocurre en tu mente.»
«La verdad es que nunca he sufrido por el hecho de escribir. Tampoco he pasado por ningún tipo de crisis creativa. Me parece que si escribir no resulta divertido, no tiene ningún sentido hacerlo. Soy incapaz de asumir esa idea de escribir a golpe de sufrimiento. Para mí, escribir una novela es un proceso que debe surgir de manera natural.»
«Una vez adquirido el hábito de la lectura (adquirido la mayor parte de las veces durante la juventud), no se abandona con facilidad. Por muy cerca que se tenga a mano YouTube, los videojuegos en 3D o lo que sea, alguien con el hábito de le lectura leerá espontáneamente cuando disponga de tiempo (y aunque carezca de él). Si existen esas personas, aunque sólo se trate de una de cada veinte, no me preocupa el futuro de la novela ni de los libros, como tampoco me preocupa lo que ocurre de momento con el formato de libro electrónico. Ya sea en papel o a través de una pantalla (o por transmisión oral, como sucedía en Fahrenheit 451), el formato no importa. Basta con seguir leyendo.»
«La originalidad es muy difícil de distinguir y entender cuando quien la produce está vivo y se mueve.»
«Si uno se dedica a algo que le parece importante, pero no encuentra diversión o una alegría espontánea en ello, si su corazón no palpita de emoción, es muy probable que albergue en alguna parte una equivocación. Al sentir algo así deberíamos regresar al punto de partida y, desde allí, eliminar todo elemento sobrante que obstaculiza el disfrute.»
«Si algo se puede considerar original en mis novelas, surgió gracias a la libertad. Con veintinueve años escribí mi primera obra porque se me ocurrió de repente, que quería escribir. No codiciaba nada, no me planteaba ninguna restricción o limitación sobre cómo hacerlo. No sabía nada del panorama literario del momento, ni tampoco había ningún escritor concreto al que admirase o que me sirviese de modelo (no sé si fue una suerte o una desgracia). Sólo pretendía escribir algo a mi manera y reflejar con ello el estado de mi corazón. Nada más.»
«Me parece (según mi experiencia) que cuando uno empieza a escribir y no tiene claro sobre qué hacerlo, cuesta mucho arrancar el motor, pero en cuanto el vehículo avanza las cosas resultan mucho más fáciles. Uno no tiene nada sobre lo que escribir, de acuerdo. Planteado de otro modo significa que se puede escribir con total libertad sobre lo que le plazca. Aunque el material que tenemos entre manos sea ligero, limitado, una vez bien combinado y sazonado con ese poco de magia, nos permitirá levantar historias hasta donde queramos.»
«Nadie puede poner orden en el interior de la cabeza de un escritor o una escritora, nadie tiene la capacidad de encontrar por él o ella las palabras adecuadas. Es un camino que se empieza solo, por el que se avanza solo y que se perfecciona por sí mismo.»
«Mi deseo con relación al sistema educativo es sencillo: que no aplasten la imaginación de los niños que la tienen. Eso me parece suficiente. Me gustaría que les dejasen espacio para que sus personalidades encuentren un camino propio, una forma de sobrevivir. De ser así, las escuelas se convertirían en lugares libres y enriquecedores, y, por consiguiente, la sociedad terminaría por transformarse y evolucionar en la misma dirección.»
«Si uno sólo crea personajes que le interesan personalmente, que le gustan y con los que siente empatía, a su novela le faltará dimisión, es decir, recorrido. Si por el contrario, hay muchos personajes distintos que se contraponen, que chocan entre ellos, la escena se mueve y permite a la historia avanzar hacia adelante. Como escritores, aunque alguien no nos guste a primera vista, es mejor no apartar la mirada, es mejor tratar de discernir con claridad qué cosas nos gustan, cuáles no y por qué.»
«El escritor da vida a sus personajes, pero si de verdad están vivos, a partir de cierto momento se alejan de él para actuar por su cuenta.»
«Cuando empiezo una nueva novela, mi corazón palpita con fuerza cada vez que me pregunto a quién voy a conocer en esta ocasión.»
«Mi premisa fundamental a la hora de escribir, a saber, que me resulte divertido, no ha variado sustancialmente. Si disfruto al hacerlo, estoy seguro que habrá lectores que en alguna parte disfrutarán conmigo. Puede que no sean muchos, pero está bien así. Si todas esas personas llegan a entenderme, me parecerá más que suficiente.»
«La actitud de mis lectores, al margen de su nacionalidad, tiene rasgos comunes y eso no deja de ser algo interesante. Dicho de otro modo, a lo largo de todos estos años me parece haber creado un sistema que me conecta directamente con mis lectores, como si se tratase de una gran tubería. Gracias a este sistema no resultan imprescindibles, al menos no demasiado, los mediadores, como pueden ser los medios de comunicación o la propia industria editorial. Lo más importante, sin duda, es la relación de confianza entre los lectores y el autor. Esa sensación física, íntima, de que los lectores tratan con el autor de forma directa, casi personal.»
Para terminar el libro, Murakami recalca que todo cuanto se leyó viene de su experiencia, no de un manual para escritores ni mucho menos. En realidad no existe una fórmula concreta cuando de escribir se trata, e ignora hasta qué punto sus palabras puedan servir a sus lectores. A pesar de todo, le alegraría de verdad que sirviesen para algo.
¿Opinan que la visión de Murakami sobre la escritura se contrapone a los consejos de Pixar?
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